Esta corta presentación está mayormente inspirada por las ediciones de la revista Au Christ Roi, fundada por Jorge de Noaillat y la biografía de Marta de Noaillat, escrita por su cuñada Simona Ponvert-Noaillat.
Marta de Noaillat (de nacida Devuns) es llamada la apóstol de Cristo Rey porque ella tuvo que cumplir una misión muy específica al servicio de la Realeza social de Nuestro Señor.
Después de siete años tratando de llevar una vida de clausura, ella se convirtió en una misionera en el mundo y organizó, con la aprobación de los Papas Benedicto XV y Pío XI, un referendo mundial que, en seis años, conduciría a la solemne proclamación de los derechos de soberanía de Cristo y la institución de la fiesta de Cristo Rey por la encíclica Quas Primas en Diciembre de 1925.
I. Marta antes de la campaña por el establecimiento de la fiesta de Cristo Rey: 1865-1919
Una infancia piadosa
Marta nació el 29 de Noviembre de 1865 en Crotoy (una comuna en el Somme) en una familia que tendría 12 hijos. Su padre Juan Bautista Devuns, un talentoso abogado en el tribunal de Saint-Etiénne, era el mayor de una familia de dos abogados sacerdotes y una religiosa. De su madre, Ana Goyard, era tan piadosa que Marta diría que por su contacto con ella, «habría comprendido muy joven el verdadero sentido de la vida».
Desde los ocho años, ella demostró una ferviente piedad, ya poniendo el sacrificio como la base de su santificación. Durante su primera comunión, renovó la oblación previamente formulada de toda su vida a Cristo. Muy temprano, ella mostró una rara energía y una asombrosa tenacidad de carácter siempre orientada hacia objetivos nobles, grandes y sobrenaturales.
Ella estuvo profundamente dedicada a la conversión de los pecadores: paseaba con los sirvientes y vecinos para alentarlos a guardar el domingo. Ella se dedicó a los pobres de la villa. Se dice que, alrededor de los 12 años, ella sola salvó a una mujer pobre que estaba en cama y cuyo esposo, bajo la influencia del alcohol, la amenazaba con un hacha.
Además, tal firmeza de carácter iba de la mano con una extraordinaria inteligencia. De hecho, una pasión por leer emergió tan rápidamente hasta el punto que leyó 400 libros durante sus siete años de estudio en la escuela privada de Clamecy, donde vivía en esa época.
Una joven brillante
A los 15 años, se hizo interna de las hermanas docentes de la Asunción en Auteuil e hizo brillantemente sus estudios. Fue, además, para ayudar a sus hermanos en sus deberes que se hizo una distinguida latinista y preparó para la certificación superior que obtuvo en 1884.
Incluso ella excedió el programa haciendo, sin un profesor, su filosofía según sus palabrasn«en un verdadero rapto intelectual», y emprendiendo por su cuenta un estudio a profundidad de Santo Tomás de Aquino.
Una dolorosa experiencia de vida religiosa
En 1888, ella entró al noviciado asuncionista en París. Su tío, el padre Pablo Devuns, a quien le confió su decisión de entrar en religión, se estremeció interiormente: «Tal restricción [es] tan poco acorde con las necesidades de la naturaleza extremadamente vivaz de Marta». Tenía razón. Ella enfermó y fue transferida al convento de Jouarre, el cual le habría sentado mejor. Pero su salud se deterioró aun más rápido, hasta el punto de forzarla a regresar al mundo.
En 1889, tomó el hábito con las asuncionistas, pero esta vez en su convento en Poitiers. Luego regresó al noviciado en París, pero estaba tan delgada que fue enviada de vuelta a su familia para el verano. Ella fue finalmente llamada de vuelta, pero fue transferida de convento en convento mientras su salud estaba tan mal: Cannes, San Martín del Vesubio, Burdeos, Génova (desde 1892 hasta 1894).
Finalmente, cayó tan gravemente enferma que la superiora de la orden acabó definitivamente su vida religiosa después de siete años de intentos infructuosos. Marta tenía entonces 31 años.
Un alma apostólica en el mundo
«Marta no está hecha para vivir entre cuatro paredes», había dicho una de las superioras de la Asunción, «es en las plazas públicas donde debe predicar». Después de haber viajado a Jerusalén, dos veces a Roma, y a Nuestra Señora de Loreto, ella comenzó un apostolado misionero en Nevers que duraría cinco años, animada por gran sed por la santidad.
Ella también atendió a los enfermos, mostrándose particularmente atenta a los moribundos. Llevó una vida ascética, hecha de privaciones, especialmente respecto a la comida. Posteriormente, las monjas, secularizadas por la ley de 1901, vinieron a pedirla ayuda,, por consejo del cardenal François-Marie-Benjamin Richard, para abrir una institución para chicas en París: el Curso Bossuet.
Finalmente, tomó la dirección de estudios y dio clases de educación superior ella misma, pero también para las más jóvenes. Permanecía en la habitación más humilde de la casa, daba una clase de catecismo, y visitaba a los pobres. En tres años, el éxito fue completo.
Fue entonces que su vida tomó un giro inesperado: ella conoció a Simona y Jorge de Noaillat, quien era el vicepresidente de la ACJF (Asociación Juvenil Católica de Francia). Comenzó una amistad entre Marta y los hermanos Noaillat.
Genoveva de Bournonville, presidenta de la Liga Patriótica de Mujeres Francesas, que estaba en campaña para que Francia permaneciera cristiana, consiguió que Marta, por medio de Simona Noaillat, diera conferencias para su Liga. La nueva conferencista fue impactada por el éxito de sus discursos. Marta acabó abandonando el curso Bossuet en 1906 para dedicarse a giras de conferencias con gran suceso. Ella fue la digna heredera de los talentos de su padre para la elocuencia.
A pesar de sus viajes agotadores, mantenía una regla estricta de vida interior: oración diaria y Comunión, como también austeras penitencias. Ella se hizo directora de la Liga Patriótica y, en 1911, fundó el primer círculo juvenil de mujeres encaminado al entrenamiento intelectual y religioso de estas mujeres.
Los hermanos Noaillat y Marta ahora vivían en el mismo apartamento, cada uno viajando para sus congresos o conferencias. Pero el matrimonio de Simona en Junio de 1911 llevó a la separación del trío. Finalmente, Jorge, de 37, y Marta, de 45, acordaron casarse unos pocos meses después de Simona. Ellos entraron en un matrimonio josefino [1] y tenían estas palabras de San Juan talladas en sus anillos: «Lucérna ejus est Agnus» («Su lámpara es el Cordero»).
El Museo Hierón de Paray-Le-Monial
En 1876, el barón Alexis de Sarachaga [2] y el padre Víctor Devron SJ, concibieron la idea de un museo y asociación eucarística, encaminados a promover el reinado social de Jesucristo. Este sería el Museo Hierón de Paray-Le-Monial, construido entre 1890 y 1893, y la Sociedad del Reinado Social de Jesucristo fundada en 1877. El museo dedicado dedicado «Jesús-Hostia Rey» presenta tanto obras de arte sobre el tema de la Eucaristía, estrechamente vinculado al Sagrado Corazón de Jesús.
En 1881, el padre Juan María Sanna-Solaro, un jesuita de Turín, pasando por el Hierón, concibió la idea de una fiesta de Cristo Rey mientras escuchaba al señor de Sarachaga. El religioso dirigió una petición a León XIII para el establecimiento de esta fiesta, pero el pontífice no consideró oportuna la idea.
En 1908, el barón escogió a Jorge de Noaillat, quien había devenido amigo suyo, como su sucesor en la dirección del museo y la Sociedad del Reinado. En 1919, los Noaillat se mudaron al sótano del museo y se dedicaron, cuerpo y alma, al servicio del reino de Cristo Rey por una serie de conferencias.
II. El referendo para la fiesta de Cristo Rey iniciado por los esposos Noaillat (1920-1925)
La demanda de Benedicto XV por la aprobación episcopal para la fiesta de Cristo Rey
En Diciembre de 1919, Marta tuvo el pensamiento de tomar la idea del P. Sanna-Solaro en favor de establecer una fiesta de Cristo Rey. Desde ese punto, ella formó la inconmovible convicción que la proclamación por una encíclica papal de la realeza universal de Cristo y la institución de una fiesta litúrgica sería un golpe al secularismo que, imbuido con los principios de la Revolución, ruidosamente proclamó los derechos del hombre en detrimento de los derechos de Dios.
En 1920, los Noaillat obtuvieron el apoyo de Albert Nègre, obispo de Tours, quien accedió a prologar una presentación histórica en la cual el Sr. de Noaillat mostró los sucesivos desarrollos de la idea de la realeza de Cristo. Entonces, Marta escribió una petición dirigida al Papa Benedicto XV, pidiéndole instituir una fiesta del Reinado Social de Jesucristo.
Esta petición fue comunicada al Papa por Désiré Hyacinthe Berthoin, obispo de Autun, durante las celebraciones de la canonización de Santa Margarita María Alacoque. El obispo aprobó el espíritu de esta petición, pero antes de instituir una fiesta de Jesucristo Rey, quería prueba del consenso universal de los pueblos cristianos hablando por la voz de sus obispos. El pontífice solo aceptaría la petición si estaba firmada por la mayoría del episcopado [3].
Las demandas de Pío XI
En 1921, los Noaillat obtuvieron su primer apoyo importante. El padre Joseph Calot SJ, director del Apostolado de la Oración, se convertiría en el poderoso intermediario de la Sociedad de la Realeza, dirigida por Jorge de Noaillat, con el episcopado extranjero. Ese mismo año, en el Congreso Eucarístico Nacional de Paray-Le-Monial, el obispo Nègre presentó una tesis doctrinal sobre el establecimiento de una fiesta de Cristo Rey. El deseo de esta fiesta fue expresado en público y aprobado.
En 1922, los Noaillat fueron recibidos por el cardenal Pietro Gasparri, Secretario de Estado, quien, entusiasta sobre su petición, obtuvo una audiencia con el nuevo pontífice, el Papa Pío XI. Este último lespidió enviarle un memorando de sus expectaciones.
El cardenal Antonio Vico, prefecto de la Sagrada Congregación de Ritos, les pidió obtener la aprobación de los obispos para el establecimiento de una nueva fiesta. En Roma, ellos recibieron el apoyo del cardenal Camillo Laurenti, prefecto de la Sagrada Congregación de Religiosos, y del padre Galileo Venturini SJ, organizador del Apostolado de la Oración, un amigo del padre Calot.
Entonces, los Noaillat enviaron el memorando al Papa, aprobado por Hyacinthe-Jean Chassagnon, nuevo obispo de Autun. Ellos supieron poco después que el Papa había leído favorablemente el memorando y que él estaba requiriendo la lista de las adhesiones cardenalicias y episcopales nación por nación.
El P. Venturini anunció al Papa que alrededor de trescientos obispos de todo el mundo habían adherido al proyecto de establecer la fiesta del Reinado Social de Jesucristo. Pero el Santo Padre se negó a leer las peticiones episcopales y demandó una mayor preparación antes de pensar en la creación de esta solemnidad.
En 1923, los Noaillat tuvieron la alegría de anunciar al cardenal Laurenti el apoyo de 13 grandes órdenes religiosas. Ellos fueron recibidos el mismo año por Pío XI, quien les dijo que la petición por la fiesta de Cristo Rey estaba conforme con el programa que había presentado en su primera encíclica Ubi Arcáno Dei, de Diciembre de 1922. Él aceptó las peticiones episcopales que había rechazado tres meses antes.
En 1924, casi mil obispos apoyaron el proyecto, pero el Papa, según el cardenal Laurenti, quería un apoyo más amplio suscitado por un movimiento universal por medio de la prensa, periódicos y diarios. Él quería «una realización digna, grandiosa, mundial, que haga época, que sacuda a las almas».
La petición popular
Marta entonces escribió una circular como una petición popular que, durante dos años, conseguiría un número considerable de firmas a los pies de Pío XI. Ella escribió a los presidentes de todas las asociaciones conocidas para ella, en Francia y el extranjero. Ella pidió a los directores del Apostolado de la Oración y otras ocho asociaciones para lanzar esta petición.
El director de La Croix du Dimanche accedió a dar a conocer a sus lectores que, durante meses, enviaría cartas individuales de apoyo al museo Hierón. Luego comenzó la vasta campaña de peticiones que se propagó desde Francia a Italia, Polonia, Hungría, Canadá, Centroamérica, Sudamérica, África, e incluso a Beijing.
Las diócesis de Tours y Autun, bajo el ímpetu de sus obispos, se pusieron a la obra. En Paray-Le-Monial, durante toda la temporada de peregrinación, la campaña más fructífera por Crito Rey, la campaña de voz a voz, fue realizada en el museo Hierón. El obispo de Tolón hizo que el trabajo de su Congreso Eucarístico girara alrededor de la “Soberanía Universal de Cristo”.
En paralelo a la petición popular, los directores del museo Hierón no abandonaron el referendo episcopal, que alcanzó una cifra mayor que la obtenida para la definición del dogma de la Inmaculada Concepción o la de la infalibilidad papal. La causa de Cristo Rey fue exitosamente presentada en La Semana Social en Turín y el episcopado de Piamonte escribió una petición al Papa.
Los Congresos Eucarísticos Nacionales de Paray-Le-Monial en 1921, de París en 1923, de Rennes en 1925, los Congresos Internacionales de la Juventud Católica en Innsbruck en 1923, de la Liga Católica Internacional en Lugano en 1924, en Oxford en 1925, y varios congresos en Canadá, enviaron al Soberano Pontífice muy fervientes súplicas concernientes a la fiesta.
La pareja Noaillat fue recibida en Roma por al menos 17 y presentaron el apoyo episcopal y las súplicas de los laicos al Papa. Este último les recomendó no llevar a sus esfuerzos el argumento de autoridad: «El Papa está a favor del proyecto». Para él, si Roma influenciara el apoyo del episcopado, ya no tendría el mismo valor probatorio.
Cuatro semanas después, el cardenal Laurenti les anunció en una carta que el Papa deseaba proclamar la fiesta de Cristo Rey en la clausura del Año Santo, en Diciembre de 1925. Además, la promulgación de la encíclica estaba agendada para la misma fecha. Un benedictino especializado en canto gregoriano trabajaba para preparar la música para la Misa y el Divino Oficio.
Finalmente, 764 cardenales, patriarcas, arzobispos y obispos, 102 padres superiores de comunidades, 149 comunidades de religiosas y 12 universidades apoyaron la petición
III. La trágica muerte de Marta en 1926
En Diciembre de 1925, Marta voló a imprimir la primera edición de la nueva revista Au Christ-Roi, échos de son règne social, con miras a popularizar las enseñanzas de la siguiente encíclica, Quas Primas, y la fiesta de Cristo Rey. La pareja recibió una copia del texto papal del cardenal Laurenti, al día siguiente de la publicación de la encíclica, fechada a 11 de Diciembre.
Ellos visitaron a los miembros del Sagrado Colegio que se habían dignado a recibirlos cada año. La bienvenida de los cardenales Gasparri, Vico, y Merry del Val los dejó con un recuerdo inolvidable. El 29 de Diciembre, ellos se arrodillaron a los pies del Papa, quien los escuchó con amabilidad. Ellos no volverían a ver a Pío XII nuevamente hasta que, en la Basílica Vaticana, él estuvo celebrando la primera Misa de Cristo Rey, el 31 de Diciembre de 1925.
Así es como los dos esposos describieron esta ceremonia papal en la edición de Febrero de 1926 de la revista Au Christ-Roi, échos de son règne social:
«Comenzando a las 6 en punto, las multitudes avanzaban hacia San Pedro como para las más grandiosas ceremonias. […] La procesión papal pasó alrededor de las 10 en punto, como una visión radiante, dominada por Su Santidad Pío XI, llevado en la sédia gestatória, entre aclamaciones.
En el Gloria, un celestial golpe de teatro. En el momento cuando Pío XI entonó el himno del Gloria que los cantores de Dom Paolo Ferretti OSB extenderían en ondas triunfantes, el cielo, opaco hasta entonces, comenzó a lanzar brillantes rayos de sol a través de las grandes ventanas de San Pedro. […] [Justo antes de la Consagración], el Papa dejó su trono, cruzó lentamente el presbiterio y regresó al altar.
Uno a uno, se despojó de todos los espléndidos ornamentos de Su Majestad, y con la cabeza descubierta, va a sacrificar la divina Víctima. […] Esta es la culminación de este gran día: ¡Pío XI eleva a Jesús-Hostia-Rey sobre el mundo! Jesús por entero es más Rey de todas las naciones porque Él es su Hostia voluntaria y total, abrasado de amor. Sí, Rey de todas las naciones.
Pero nuestros corazones franceses claman rompiéndose: “¡Señor, si nuestra patria fue insensata al proclamar, en un día de locura, los Derechos del Hombre, recuerda que fue de un monumento francés que llevaba en el frontispicio a Jesús-Hostia-Rey, [el Hierón], de donde brotaron las semillas que brotaron en los cuatro rincones del mundo para exigir la celebración de tus Derechos como Dios hecho Hombre!”.
[Al final de la Misa], estallaron con fanfarria las antiguas aclamaciones resucitadas por Dom Ferretti y que, resumiendo veinte siglos de Cristiandad, establecen nuestras esperanzas sobre todas las tempestades: Christus vincit, Christus regnat, Christus ímperat! […] Fue a la una y media de la tarde. Habíamos estado allí desde las siete de la mañana.
El tiempo había pasado como un rayo. El sagrado trisagio aún estaba resonando cuando, habiéndose subido a su sédia, el Papa nos dejó en medio de incesantes aclamaciones. Nuestros corazones nunca lo dejaban ir de nuevo. Pío XI había acabado de inmortalizar su nombre, ¡él será el Papa de Cristo Rey!».
Esa noche, a la media noche, Marta escribió estas palabras a su esposo: «¿Piensas que tal vez 1926 me abrirá la eternidad?…». El viernes 5 de Febrero, primer viernes del mes, en Paray-Le-Monial, un sacerdote amigo de la familia, estuvo sorprendido de no ver a Marta y su secretaria, la señorita Juana Lépine, en el almuerzo que usualmente tenían en el Hotel del Sagrado Corazón. Él fue al museo, en la calle de la Paz, para tener noticias de ellas.
Subió las escaleras que conducían al salón y, para su asombro, se vio frente a dos cuerpos inertes yaciendo en el piso, los de Juana y Marta. Una investigación rápida estableció que las desafortunadas mujeres debían haber sido asfixiadas por el tóxico monóxido de carbono emanando de la estufa en la habitación contigua. El esposo de Marta no llegaría a Paray hasta el día siguiente.
El padre Gervasio Quénard, Superior General de las Asuncionistas, escribió: «Su muerte es como la prenda de una inmensa gracia para la Iglesia». Más tarde, en Junio de 1930, Jorge de Noaillat fue ordenado sacerdote y se dedicó a su apostolado en el Museo Hierón. Él murió en 1948.
NOTAS
[1] Se refiere a un matrimonio basado en la abstinencia del acto conyugal, como entre la Virgen María y San José.
[2] La personalidad del barón de Sarachaga es ambivalente, y el papel que tuvo en la institución de la fiesta de Cristo Rey no puede servir como una salvaguardia para una tendencia heterodoxa, con un gusto gnóstico, detectable en sus escritos y sus frecuentaciones. La primera revista del Hierón, Regnábit, estaba lejos de ser recomendable en todos los aspectos. La pareja Noaillat, como también la revista Au Christ-Roi que ellos fundaron, estuvieron libres de estos errores.
[3] Tal vez sea apropiado especificar que la demanda de Benedicto XV y Pío XI de consultar a la Iglesia universal no tiene nada que ver con la sinodalidad, el último de los frutos podridos del Vaticano II. La consulta de los obispos es explicada por el hecho que, como miembros de la Iglesia docente, ellos tienen una parte en el magisterio ordinario universal definido en el Vaticano I. Ellos son los testigos autorizados de lo que ha sido creído «siempre, por todos, y en todas partes» que el papa es responsable de proclamar.
La consulta al pueblo cristiano se explica primero por el hecho que la creencia de los fieles es un buen reflejo de la enseñanza de los obispos. Pero también servía para suscitar una expectación para que la encíclica y la fiesta de Cristo Rey no fuera un evento efímero. Pío XI quería «una realización digna, grandiosa, mundial, que haga época, que sacuda a las almas». Esta fue una manera de preparar a las almas para que el acto pontificio diera más fruto.
(Fuente: Marthe de Noaillat 1865-1926/Au Christ Roi – FSSPX.Actualités)