La versión que se daba de que Francisco Bergoglio no fuera ni una sola vez a Argentina desde que fuera “elegido” para pseudopapa (mientras sus antecesores Juan Pablo II Wojtyła y Benedicto XVI Ratzinger viajaron varias veces a sus países de origen) era que su agenda estaba demasiado ocupada. Pero la otra razón (y que los medios ni los apparátchik de clériman del Vaticano y Buenos Aires callan) es que un viaje suyo a su país sería un fracaso, por la mala opinión que tenía en los argentinos. Para muestra, esta encuesta publicada en Septiembre de 2024:
«Hipócrita, peronista, corrupto, falso, cínico, kirchnerista, comunista, traidor, mentiroso», et cœ́tera cœtérisque… Bergoglio no era muy querido de «todos, todos, todos» en su Argentina natal y a la que le dio la espalda cuando se encumbró como “papa”.
Alguno objetará mencionando las cantidades de personas en las recientes ceremonias de despedida hechas en Buenos Aires. Respondemos a ello: el afán de novedades y cosas que inflen el ego en una colectividad pueden más en un primer momento, pero cuando se calman las aguas y se pondera todo, no le tendrán en tanto afecto sino los afines, viudos y huérfanos (eso va con su amiguita Elisabetta).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)