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ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

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martes, 22 de abril de 2025

MES EUCARÍSTICO - DÍA VIGESIMOSEGUNDO

Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
     
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN

DÍA VIGESIMOSEGUNDO

PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Médico muy sabio, que verdaderamente tomó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores: quedó como leproso, castigado de Dios, y humillado, para que sanásemos nosotros con su preciosa Sangre (Isa. 53, v. 4 y 5).

II. ¿A quién viene? Al hombre que bajando de Jerusalén a Jericó cayó en manos de ladrones, los cuales lo despojaron, llenaron de heridas, y lo dejaron medio vivo (Luc. 10, 30).

III. ¿A qué viene? A acercarse a él como buen Samaritano, atar sus llagas, echarle el suave aceite de su misericordia y el vino blando de su bendita Sangre, y encargarse de su cuidado hasta que enteramente convalezca (Luc. 10, 30 y 34).

Aspiración: Señor, no soy digno de que entréis en mi casa, hablad una sola palabra, y sanará mi alma (Matth. 8, 8). No soy digno, confiésolo, porque yo de mi voluntad enfermé, y después de haberme sanado Vos, recaí por mi mucha maldad; pero habiendo Vos cargado con mis enfermedades (menos las de las culpas, porque sois todo Santo e impecable) para ganar a los pecadores enfermos (1. Cor. 9, 22), me atrevo, confiado en tu misericordia, a pedirte vengas y pongas tu mano sobre mi alma, para que viva en Ti la vida de gracia (Matth. 9, 18). No te tardes, Médico soberano, ven, y di a mi alma: No temas; tu salud soy yo (Ps. 34, 3). Olvidad, Señor, las groserías y desatenciones que tuve hasta aquí con Vos, rehusando tomar las medicinas que me dabais para sanar de tantas y tan crueles heridas como han dado a mi alma los ladrones de mis torpes apetitos. En todos mis deleites mezclabais como Médico perito el acíbar de mil sinsabores y disgustos, mas yo, como enfermo frenético y furioso me revolvía contra el mismo que me quería sanar. Yo no me cansaba de pecar, arrojándoos de mí; pero tampoco Vos os cansabais de visitarme por medio de inspiraciones, escarmientos y avisos, deseando entrar en mí para que no tornara a separarme de Vos. ¡Oh suma bondad! Vuestro sufrimiento me llena de temor; pues a su luz descubro, que si vuestra benignidad convida a penitencia al pecador, pero que si conserva duro e impenitente su corazón, atesora ira para el día de la ira y revelación del justo juicio de Dios (Rom. 2, v. 4 y 5). Este saludable conocimiento, que Vos solo me podéis dar, inclina mi corazón a no rehusar este precioso instante de mi salud. Por lograrla, Dios mío, he llegado a tu presencia: aquí me tenéis, abrasad mis inmundicias, mis torpezas y pasiones, cortad de un golpe, aunque sea a costa de todos los intereses temporales, las fuertes ligaduras del injusto amor, que me impiden caminar a Vos con libertad; no me perdones ninguna falta; castígame con dolores, enfermedades, trabajos, persecuciones, y con cuantos males quisieres, que yo lo recibiré todo como medicina de mis culpas pasadas, y como preservativo para las venideras. Venid, venid a mi alma, Médico Divino, y sanad todas mis enfermedades. Tu misericordia no me desampare.
   
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón como a Médico piadosísimo, vertiendo de sus manos, pies y costado, abundantísimas fuentes de Sangre, para baño y remedio de tu alma; y a ti como al otro paralítico en la probática piscina con muchos años en su enfermedad (Joann. 5, 15).

II. Desea constantemente enfermar de puro amor, olvidando y apartando de ti a todas las criaturas, aborreciendo de corazón, como discreto enfermo, todo cuanto antes te agradaba; de manera, que como un paciente destituido enteramente de fuerzas, no puedas ni quieras dar un paso a lo ilícito y prohibido, ni volver a estar levantado en pie por tu soberbia, sino caído y postrado por tu humildad profunda (Philip. 2, 8).

III. Pide te conceda la importante virtud de la obediencia, para imitar al que por tu salud se humilló á sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de cruz (Philip. 2, 8).

Aspiración: Señor, mira que el que amas está enfermo. Di, pues, a mi alma: no temas; tu salud soy yo (Joann. 11, 3. Ps. 34, 3 ). ¡Oh Médico celestial! ¿Quién es el hombre para que te acuerdes de él?, ¿o el hijo del hombre, para que, no por medio de un Ángel, que aun fuera sobrada honra, sino por vuestra misma persona lo visitéis? (Ps. 8, 15) Oí tus palabras, en que decías al Centurión: Yo iré, y daré salud á tu siervo (Malach. 3, 7); y no obstante mi anterior resistencia en solicitar la medicina de mis llagas, a Ti vengo para ser curado de ellas porque conozco que no se ha trocado tu bondad; y que eres el mismo que viniste a mí, el que al siervo dio salud. Curad, Señor mío, todas las dolencias de mi alma; esta tibieza para amaros, esta pereza para serviros, esta repugnancia en obedeceros, esta distracción al adoraros, este aprecio de lo temporal, este olvido de lo eterno. Haced, Jesús mío, que en solas vuestras benditas Llagas busque mi consuelo, que me oculte en los agujeros de esa mística piedra de vuestro sagrado Cuerpo, que entre de una vez por esa puerta franca de la llaga de vuestro costado, hasta llegar al Divino retiro de ese Corazón cuya Sangre y agua, que brotó para la ablución de todos los pecados, sirva de baño y remedio para purificar mi alma de todas las inmundicias. Gracias infinitas os doy por esta visita que me hacéis.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)