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viernes, 25 de abril de 2025

MES EUCARÍSTICO - DÍA VIGESIMOQUINTO

Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
     
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN

DÍA VIGESIMOQUINTO

PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, Capitán de las gentes, y Señor de los ejércitos, que no viene a introducir la paz, sino el cuchillo: que venció al fuerte armado, y lo despojó de todas sus armas, en que confiaba (Isa. 55, 4 - Jerem. 31, 35 - Matth. 10, 30 - Luc. 11, 22).

II. ¿A quién viene? Al soldado suyo, que desertó; que por su gran perfidia se pasó a los reales de los enemigos; o cuando menos, anduvo claudicando de una parte en otra, ya jurando en el Señor, y ya en Melchon, que es el diablo (3. Reg. 18, 21 - Sophon. 1, 5).

III. ¿A qué viene? A ceñir sus lomos con la verdad, vestirlo de la cota y malla de la justicia, presentarle el escudo de la fe, con que pueda rebatir todos los dardos encendidos del perverso Lucifer; y ofrecerle también el morrión de la salud, y el cuchillo del espíritu, que es la palabra de Dios (Eph. 6, v. 14, 16 y 17).
   
Aspiración: El Señor destruidor de las batallas; el Señor (ese es su nombre), que puso sus reales en medio de su pueblo, para librarnos del poder de todos nuestros enemigos (Judit 16, v. 3 y 4). Tu misericordia no me desampare.
   
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón como a Capitán muy valeroso, que adiestra tus manos para la guerra, y tus dedos para la batalla contra todos los vicios; y a ti como a un soldado común bisoño, tibio y perezoso, pero que te sientes ahora mismo abrasado en deseos de militar solamente en su servicio (Ps. 143, 1).
   
II. Desea sufrir por su amor infatigablemente cuantas adversidades te ocurran; de manera que trabajando siempre como buen soldado de Cristo, sufras con igualdad de ánimo, y todavía con sumo gusto, hambre, sed, desfallecimiento de fuerzas, calor, frio, y todas las demás calamidades de la milicia cristiana (2. Thim. 2, 3). 
   
III. Pide te conceda la virtud de la mortificación, y de la abnegación total de ti mismo, para que de este modo no trabajes como aquel que ningún fin cierto se propone, y de consiguiente pelees como quien azota el aire; sino que castigues tu cuerpo, y lo sujetes á la justa y debida servidumbre (1. Cor. 9, 26 y 27).

Aspiración: Vive el Señor, y vive el Señor mi Rey; que en todo lugar donde estuvieres, Señor mí Rey, ora en muerte, ora en vida, allí estará tu siervo (2. Reg. 15, 21): porque ¿cómo me puede ir mal estando en tu compañía? Con mucho gusto abrazaré cuantas miserias me quieras enviar, porque mas quiero padecer. por tu amor, que dejar de penar penar sin Ti. Por más que se levanten contra mí los escuadrones de los enemigos, mi corazón no temerá; en Ti siempre esperaré (Ps. 26, v. 2 y 3); porque estando Vos, Dios mío, a mi favor, ¿quién prevalecerá contra mí (Rom. 8, 31)? No sois Vos como las criaturas, que todas buscan sus propios intereses; Tú buscas solamente mi salud y si permites en mí algún mal, es para sacar mayor bien. Tal vez me sueles dejar en diversas tentaciones y adversidades, pero es para ver cómo peleo: no me dejas del todo; sin entender yo el modo, me favoreces ocultamente con tu gracia. Y así, Dios mío, obra como quisieres, que no menos debes ser amado cuando castigas que cuando regalas. Vos mismo decís: Clamará el alma a mí, y yo la oiré; con ella estaré en la tribulación, la libraré y glorificaré (Ps. 90, 15). ¿Pues por qué no fiaré de tus promesas? ¡Ah! Bien mío, ojalá en mis tentaciones hubiera inmediatamente acudido a Ti por consuelo; en unas no hubiera consentido, y otras no me hubieran angustiado. Mas ya conozco que yo mismo me hice el mal, y este saludable conocimiento me convierte todo a tu amor. A mi diestra estás porque no me mueva un punto (Ps. 15, 8); altérese pues el mundo, trastórnense todas las cosas, brame contra mí el infierno, acósenme las desgracias, amenáceme la propia muerte; Vos, Señor mío, seréis mi firmeza, mi refugio, mi libertador, mi amparador, en quien esperaré, y a quien con alabanzas invocaré, para salir victorioso de todos mis enemigos. Gracias, Protector de mi salud (Ps. 17, v. 3 y 4).

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)