Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA VIGESIMOSEXTO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, fuente de vida, fuente que está abierta a la casa de Jacob, y a los que habitan en Jerusalén para ablución de sus pecados, y para que el que tenga sed venga, y de balde, sin interés, reciba el que quiera el agua de la vida eterna (Ps. 35, 10 - Zach. 13, 1 - Арос. 22, 27).
II. ¿A quién viene? A uno de aquellos necios, que dejaron esta fuente de agua viva, y se fabricaron cisternas, pero cisternas rotas que no pueden encerrar aguas (Jer. 2, 14).
ΙΙΙ. ¿A qué viene? A que bebiendo de esta agua no vuelva a tener sed por una eternidad; y logre, bebiéndola, el que se haga en él una fuente, que resalte hasta la vida eterna (Joann. 4, v. 13 y 14).
Aspiración: Tuvo sed mi alma de Dios fuente viva: ¡cuándo vendré y apareceré ante la presencia de Dios (Ps. 41, 2)! ¡Oh, cuánto deseo entrar con alegría en tu presencia (Ps. 99, 2)! Las lágrimas son mi pan de noche y de día; porque no puede menos de contristarse mi alma, cuando preguntan: ¿en dónde está tu Dios? (Ps. 99, 4) Pero ya escucho la voz de mi Señor, que desde ese Sacramento me habla, y dice: ¿Por qué te angustias? ¿no te tengo dicho, que si creyeres verás la gloria de Dios? (Joann. 11, 4). Su visión aun está distante; en el fin de tu vida aparecerá, y si tardare, aguárdalo, que viniendo vendrá, y no tardará. El que es incrédulo, no tendrá alma recta, mas el justo vive en su fe (Hab. 2, v. 3 y 4). Pues, Dios mío, en esta fe quiero vivir y moría, para veros después por una eternidad: entre tanto os recibiré sacramentado; y si me preguntare alguno: ¿en dónde está tu Dios?, le responderé: en el Sacramento del Altar. ¿Y de dónde lo sabes? De boca del mismo Dios, que dijo: Guardad todos mis mandamientos, que yo estoy con vosotros hasta la consumación de los siglos (Matth. 28, 20). Confieso que no los he guardado como era justo; pero confío que después de haber confesado todos mis pecados, quedará limpia mi alma, si me permites llegar a las aguas de esa sagrada fuente de la Eucaristía, en cuyo abismo de misericordias se anegará mi espíritu, y para siempre se unirá a Ti, Dios de mi salud. Tu misericordia, Padre mío, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Contempla, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón como a fuente de agua viva, que se derrama sobre tu alma sedienta, y vierte su espíritu sobre las semillas secas de tu corazón, para que den frutos de virtud: y a ti como a otra Samaritana, pidiéndole de beber: Señor, dame de esa agua para no tener mas sed (Isa. 44, 3 - Joann. 4, 15).
II. Desea de puro amor desear con impaciencia; de suerte que por el sumo deseo de alcanzar la virtud y los bienes de la gloria, te consumas de sed, sin hallar deleite en cosa alguna de este mundo.
ΙΙΙ. Pide al Señor te conceda la virtud de la Humildad, porque derrama sus nubes especialmente en los valles: por medio de los montes, dice, pasarán las aguas; esto es, dará su gracia como lluvia a los humildes, dejará secos a los soberbios, a los cuales resistirá con fortaleza (Ps. 103, 10 - 1. Petr. 5, 5).
Aspiración: Bebamos con alegría las aguas de las fuentes del Salvador (Isa. 12, 3); puesto que con tanta abundancia las da en este Sacramento a cuantos las desean. Tú eres, Bien mío, la verdadera fuente del Paraíso, que sube para regar la tierra seca del corazón (Gén. 2, 6); desátense pues las fuentes de ese abismo gran de de tus piedades, y regad las buenas semillas de virtud que sembrasteis en el mío. Fijad en mi alma vuestro temor, para que nunca falte la fuente de vida (Prov. 14, 17). Mis ojos serán una perenne fuente de lágrimas, porque a Ti, que eres agua de vida, te dejé por beber en los sucios charcos de los deleites, en las inmundas cisternas de los apetitos. ¡Oh, si los años que he consumido en procurar matar mi sed con el desahogo de mis pasiones los hubiera ocupado en buscarte a Ti! No me abrasará el día de hoy la calentura ardiente que aun contemplo radicada en las medulas de mi corazón. Apenas hay placer que no me haya procurado, y con todo tan sediento estoy como al principio. Ahora pues que estáis en mí, esparcid, Señor, vuestras aguas por todo mi interior; no quede seno de esta tierra seca sin regar. Consume con tu lluvia el incendio de amor impuro que abrasa mi corazón, y aviva con tu caridad las llamas de amor casto, que comienzan a prender. Todo lo hacéis, Señor; haced pues que se muden del todo mis inclinaciones, para amaros como es justo. Espero de vuestra piedad que no me negaréis este favor. Gracias infinitas os doy por tanto como me sufrís.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)