Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA VIGÉSIMO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, expectación de las gentes, deseo de los collados eternos, que deseó con gran deseo comer esta Pascua contigo, sin otro designio que mostrar cuánto es lo que te ama (Gén. 49, v. 10 y 26 - Luc. 22, 15).
II. ¿A quién viene? A tu alma perezosa, a quien privan de su vida verdadera los deseos estériles; tan inconstante, que ya quiere, ya no quiere, y se ha hecho por tanto como paloma, sin corazón (Prov. 22, 25, y 13, 4 - Oseas 7, 10).
III. ¿A qué viene? A arrojar desde lo alto fuego de deseos eficaces en tus huesos, y enseñarte eruditamente: porque el principio de la sabiduría es el más verdadero deseo de la doctrina (Trenos 1, 13 - Sap. 6, 18).
Aspiración: Mi alma te deseó en la oscura noche de su ignorancia; mas con espíritu madrugaré muy de mañana para llegar a Ti en alas de mis íntimos afectos de corazón (Isa. 26, 9). Cuando las tinieblas de la ignorancia tenían ofuscada mi razón, te buscaba yo en el descanso de mi lecho; te buscaba, Bien mío, pero no Te hallaba, porque Tú no estás entre las delicias y regalos de la carne. Me levantaré, dije, daré una vuelta por la ciudad de mi alma, saldré con espíritu en busca de mi Amado, y como Vos mismo decís, que los que despiertan de madrugada, os encuentran (Prov. 8, 19), apenas la luz de vuestro conocimiento amaneció en mi interior, cuando penetrado del más vivo dolor de mi pereza en serviros, salí de las prisiones de la carne, y os hallé en el medio día de la Eucaristía, donde apacientas las almas. Haced, mi Dios, que yo salga de mí, para que en mí entréis Vos. Ya no quiero mandar yo en mí, solo Vos habéis de vivir y mandar en mí. Potencias, sentidos y facultades mías, no me obedezcáis a mí, obedeced a este Señor, que es el absoluto Dueño de mi corazón. Y Vos, luz del alma, pan de vida y de entendimiento, dirigid siempre en vuestra presencia mis caminos (Ps. 5, 9), para encaminar rectamente hacia Vos todos mis pasos. Vuestra misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Considera, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón, que atraído de tus deseos, está como asentado a las puertas de tu alma; y a ti como entorpecido todavía con el sueño, que no te resuelves a levantarte para abrir a tu Amado (Sap. 6, 15).
II. Ámalo con amor encendido y suspirado, como le amaron los Santos Patriarcas; de manera que por calles y plazas por donde tengas precisión de andar, busques al que ama tu alma; y no hallándolo, preguntes a las centinelas místicas de la ciudad, que son los Confesores: ¿por ventura habéis visto al que ama mi alma (Cant. 3, v. 2 y 3)?
III. Pide te conceda sed y hambre de justicia, para que aspirando siempre a lo más perfecto, merezcas conseguir la hartura celestial (Matth. 5, 6).
Aspiración: Dijo a Ti mi corazón: mis ojos te buscaron: Tu semblante, Señor, buscaré. Tu nombre y tu memorial serán el deseo continuo de mi alma (Ps. 26, 8 - Isa. 26, 8). Porque Tú eres mi luz, Tú mi salud, y el protector de mi vida. Teniendo juntas todas las cosas en Ti solo, no Te debí apartar de mí (Tobías 10, 5). Pero ¿cómo agradeciera vuestra misericordia si no hubierais permitido mi caída? Vos me disteis luz con qué poder mirar la fealdad de mi culpa: conocí su gravedad, y para mostrar Vos que no os alegráis en la perdición de los vivientes (Sap. 1, 13), me preservasteis de la muerte, porque no muriera en desgracia vuestra. ¡Oh noble conocimiento de la propia iniquidad! Yo te abrazo tal cual eres, pues me restituyes a mi Dios todo bueno, todo benigno, todo desiderable. Tu nombre será el empleo de mis labios; en todo tiempo Te bendeciré sin apartar un instante tu alabanza de mi boca (Ps. 33, 2); porque sé muy bien, Señor, que los que os bendicen recibirán en herencia la tierra de promisión de la Gloria (Ps. 36, 2). Tampoco se apartará de mi recuerdo el memorial de vuestra dolorosísima Pasión, que en este Sacramento me presentáis; porque sé que esta es vuestra voluntad, para mejor conquistar la rebeldía de mi corazón. ¡Oh, quién nunca hubiera olvidado lo infinito que por mí habéis padecido! Este olvido me perdió; pero gracias infinitas os doy porque habéis venido a mí; pues de lo contrario, ¿cómo pudiera acordarme de Vos? Alábente, Señor, por tanta bondad los Cielos y la Tierra, los Ángeles, los hombres, las criaturas todas, y todas sean contra mí, para avisarme volver a Vos, en caso que tu Nombre y tu memorial no sean el deseo continuo de mi alma.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)