1ª regla. En las personas que van de pecado mortal en
pecado mortal, acostumbra comúnmente el enemigo proponerles placeres
aparentes, haciendo imaginar delectaciones y placeres sensuales, por más conservarlos
y aumentar en sus vicios y pecados; en las cuales personas el buen
espíritu usa contrario modo, punzándoles y remordiéndoles las consciencias por
el sindérese de la razón.
2ª regla. En las personas que van intensamente purgando sus
pecados, y en el servicio de Dios nuestro Señor de bien en mejor subiendo, es
el contrario modo que en la primera regla; porque entonces propio es del mal
espíritu morder, tristar y poner impedimentos inquietando con falsas razones,
para que no pase adelante; y propio del bueno dar ánimo y fuerzas,
consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos
impedimentos, para que en el bien obrar proceda adelante.
3ª regla. De la consolación espiritual: llamo consolación cuando en
el ánima se causa alguna moción interior, con la qual viene la ánima a
inflamarse en amor de su Criador y Señor, y consequenter cuando ninguna cosa
criada sobre la faz de la tierra puede amar en sí, sino en el Criador de todas
ellas. Asimismo cuando lanza lágrimas motivas a amor de su Señor, ahora sea
por el dolor de sus peccados, o de la pasión de Cristo nuestro Señor, o de
otras cosas derechamente ordenadas en su servicio y alabanza; finalmente,
llamo consolación todo aumento de esperanza, fe y caridad y toda alegría interna que llama y atrae a las cosas celestiales y a la propia salud de su ánima,
quietándola y pacificándola en su Criador y Señor.
4ª regla. De la desolación espiritual: llamo desolación todo el
contrario de la tercera regla; así como oscuridad del ánima, turbación en ella,
moción a las cosas bajas y terrenas, inquietud de varias agitaciones y
tentaciones, moviendo a infidencia, sin esperanza, sin amor, hallándose toda
perezosa, tibia, triste y como separada de su Criador y Señor. Porque así como
la consolación es contraria a la desolación, de la misma manera los
pensamientos que salen de la consolación son contrarios a los pensamientos que
salen de la desolación.
5ª regla. En tiempo de desolación nunca hacer mudanza, mas
estar firme y constante en los propósitos y determinación en que estaba el día
antecedente a la tal desolación, o en la determinación en que estaba en la
antecedente consolación. Porque así como en la consolación nos guía y aconseja
más el buen espíritu, así en la desolación el malo, con cuyos consejos no
podemos tomar camino para acertar.
6ª regla. Dado que en la desolación no debemos mudar los
primeros propósitos, mucho aprovecha el intenso mudarse contra la misma
desolación, así como es en instar más en la oración, meditación, en mucho
examinar y en alargarnos en algún modo conveniente de hacer penitencia.
7ª regla. El que está en desolación, considere cómo el Señor le
ha dejado en prueba en sus potencias naturales, para que resista a las varias
agitaciones y tentaciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, el cual
siempre le queda, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha
abstraído su mucho fervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole también
gracia suficiente para la salud eterna.
8ª regla. El que está en desolación, trabaje de estar en paciencia,
que es contraria a las vejaciones que le vienen, y piense que será presto
consolado, poniendo las diligencias contra la tal desolación, como está dicho en
la sexta regla.
9ª regla. Tres causas principales son porque nos hallamos
desolados: la primera es por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros
ejercicios espirituales, y así por nuestras faltas se aleja la consolación espiritual
de nosotros; la segunda, por probarnos para cuánto somos, y en cuánto nos
alargamos en su servicio y alabanza, sin tanto estipendio de consolaciones y
crecidas gracias; la tercera, por darnos verdadera noticia y conocimiento para que
internamente sintamos que no es de nosotros traer o tener devoción crecida,
amor intenso, lágrimas ni otra alguna consolación espiritual, mas que todo es
don y gracia de Dios nuestro Señor, y porque en cosa ajena no pongamos nido,
alzando nuestro entendimiento en alguna soberbia o vanagloria, atribuyendo
a nosotros la devoción o las otras partes de la espiritual consolación.
10ª regla. El que está en consolación piense cómo se habrá en la
desolación que después vendrá, tomando nuevas fuerzas para entonces.
11ª regla. El que está consolado procure humiliarse y
bajarse cuanto puede, pensando cuán para poco es en el tiempo de la
desolación sin la tal gracia o consolación. Por el contrario, piense el que está en
desolación que puede mucho con la gracia suficiente para resistir a todos sus
enemigos, tomando fuerzas en su Criador y Señor.
12ª regla. El enemigo se hace como mujer en ser flaco por
fuerza y fuerte de grado, porque así como es propio de la mujer, cuando riñe
con algún varón, perder ánimo, dando huída cuando el hombre le muestra
mucho rostro; y por el contrario, si el varón comienza a huir perdiendo ánimo,
la ira, venganza y ferocidad de la mujer es muy crecida y tan sin mesura; de la
misma manera es propio del enemigo enflaquecerse y perder ánimo, dando
huída sus tentaciones, cuando la persona que se ejercita en las cosas espirituales
pone mucho rostro contra las tentaciones del enemigo haciendo el oppósito per
diámetrum; y por el contrario, si la persona que se ejercita comienza a tener
temor y perder ánimo en sufrir las tentaciones, no hay bestia tan fiera sobre la faz de la tierra como el enemigo de natura humana, en prosecución de su
dañada intención con tan crecida malicia.
13ª regla. Así mismo, se hace como vano enamorado en
querer ser secreto y no descubierto: porque así como el hombre vano, que
hablando a mala parte requiere a una hija de un buen padre, o a una mujer de
buen marido, quiere que sus palabras y suasiones sean secretas; y el contrario le
displace mucho, cuando la hija al padre o la mujer al marido descubre sus
vanas palabras y intención depravada, porque fácilmente colige que no podrá
salir con la empresa comenzada: de la misma manera, cuando el enemigo de
natura humana trae sus astucias y suasiones a la ánima justa, quiere y desea que
sean recibidas y tenidas en secreto; mas cuando las descubre a su buen
confesor o a otra persona espiritual, que conozca sus engaños y malicias, mucho
le pesa: porque colige que no podrá salir con su malicia comenzada, en ser
descubiertos sus engaños manifiestos.
14ª regla. Así mismo, se ha como un caudillo, para
vencer y robar lo que desea; porque así como un capitán y caudillo del campo,
asentando su real y mirando las fuerzas o disposición de un castillo, le combate
por la parte más flaca; de la misma manera el enemigo de natura humana,
rodeando mira en torno todas nuestras virtudes teologales, cardinales y
morales; y por donde nos halla más flacos y más necesitados para nuestra salud
eterna, por allí nos bate y procura tomarnos.
(SAN IGNACIO DE LOYOLA,
Ejercicios Espirituales, nros. 314-327)