HORA SANTA AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
XVII Fiesta de la Realeza de Cristo
¡Qué reparación providencial, sublime, es la nueva fiesta de la Realeza divina de Jesús!
Hace
veinte siglos que un gobernante cobarde, con miedo en el alma, con la
burla en el gesto y con la ironía en los labios, dice “Ecce Rex vester!”, presentando a la befa y a la cólera del pueblo a Cristo-Rey.
Veinte
siglos más tarde, el Supremo Pontífice del Nuevo Israel, hablando al
mundo católico, repetirá con entonación de victoria, de adoración y de
amor: “¡He aquí a vuestro Rey!”.
Y
nosotros, Jesús, tus vasallos y tus hijos, sobrecogidos de emoción y de
dicha, unidos a doscientos millones y más de creyentes, respondemos con
un grito del alma:
(Dos veces todos, en voz alta) ¡Salve, Tú eres el Rey de la gloria!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, Tú eres nuestro único libertador!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, Tú eres el ungido del Padre!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, Tú recibiste en herencia la tierra!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, tu trono son los cielos!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, tu corona son las almas!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, tu cetro es la misericordia!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, tu púrpura es tu sangre!, ¡oh Cristo-Jesús!
¡Salve, Tú reinarás por siglos infinitos!, ¡oh Cristo-Rey!
¡Sí, por Ti, oh Cristo-Rey, reinan los reyes y los gobernantes administran justicia!
¡Por Ti, oh Cristo Rey, la autoridad legítima tiene fuerza de mando y dicta las leyes!
¡Por Ti, oh Cristo-Rey, y sólo por Ti es noble y es santo el obedecer en obsequio a Ti, Rey de amor!
Te
aclamamos con el Pontífice de Roma, ¡oh Rey de Reyes!, te bendecimos,
te adoramos, te amamos, rogándote, Jesús, que desde esta nueva
Festividad nos hagas sentir en las almas, en las familias, en la
Sociedad y en nuestra Patria que Tú eres el Monarca absoluto, que Tú
eres el Señor “ante quien doblan la rodilla los cielos, la tierra y los
infiernos...”.
(Todos en voz alta, cinco veces) ¡Cristo venza, Cristo reine, Cristo impere por su amor!
Esta
fiesta es indispensable, así como son oportunísimas y hermosas nuestras
aclamaciones, porque la sociedad actual con encarnizamiento, y con
habilidad diplomática y legal, digna de mejor causa, se esforzaba como
nunca en destronar a Cristo-Rey... Por un lado las huestes compactas de
conjurados, aquellos enemigos que darían gustosos la vida por
arrebatarle el cetro y la corona si pudieran, y por otro la turbamulta
de católicos tímidos, de los amigos en los que predomina la prudencia
humana, las consideraciones de etiqueta social, la transigencia
imposible sobre los derechos de un Dios, amenazaban seriamente agraviar
el cataclismo social que nos azota en castigo del pecado moderno de lesa
Majestad divina...
El
fenómeno físico, pavoroso, ocurrido el Viernes Santo al morir el Señor,
parece, en efecto, renovarse en el sentido moral en muchas de las
grandes naciones que, para civilizarse y engrandecerse laicamente y a lo
pagano, decretaron destronar y desterrar a este Rey Divino... Ved el
nublado de densísimas tinieblas, esto es, de errores y mentiras
fatídicas que las envuelve ya como con un sudario... Ved cómo tiembla la
tierra, digo, cómo se estremecen los pueblos soliviantados y las
multitudes desenfrenadas, roto el yugo suave del Amo Divino... Ved las
catástrofes sociales, las iras y los odios en actividad como un
volcán... Ved el sol de sus ideales terrenos, el sol de sus ambiciones
mezquinas, el sol de sus dichas sensibles, de su paz falsificada y
mentirosa; ved el sol de sus grandezas materiales cubrirse con un velo
de sangre fratricida, primer fruto de la apostasía nacional... “Toda paz
verdadera, toda dicha pura, toda grandeza real se ha eclipsado, Señor,
ahí donde te coronaron de espinas a Ti, Rey de justicia, Rey de paz y
Rey de amor... Con razón, pues, tu Vicario de Roma, al decretar la
celebración de esta fiesta, ha querido, dice él mismo, asentar un golpe
mortal a la herejía tan corriente de los que, por malicia o culpable
debilidad, querían relegarte, Señor Jesús, a los dominios privadísimos
de la conciencia, o a lo sumo a la cámara privada de tus audiencias
secretas, la iglesia y la sacristía, desligando así de tus derechos de
Realeza la vida familiar y social y cercenando y eliminando en absoluto
de tu ingerencia divina las cuestiones nacionales y políticas”.
Anatema,
pues, a quien crea que se puede tener autoridad y paz en una familia,
autoridad, paz y moralidad en una sociedad o nación que elimina
sistemáticamente la Soberanía, el Código y el Evangelio de Aquél a quien
ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra... “¡Ese Rey, por
derecho propio, no es otro sino Tú, Jesús!”.
Por esto, con la Iglesia santa, y en espíritu amoroso y solemne desagravio social, te decimos:
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
Muchos,
Jesús, son los príncipes, reyes y presidentes que se han coaligado, Rey
Divino, en contra tuya; muchos los gobernantes que han desechado y
removido del edificio nacional, la piedra angular, que eres Tú... Rey
adorable, detén tu mano, retarda el fallo de tu justicia... y por los
amigos de tu Corazón, por los Apóstoles de tu Realeza, haz misericordia y
véngate, extendiendo sobre todos ellos los beneficios de tu Reinado:
¡Vence, reina, impera, Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
Qué
triste historia, Señor, la de los pueblos que redimiste con tu
sangre...; sus representantes legales, sus Parlamentos han hecho ¡ay!
tantas veces tabla rasa de tu Código y burla de tu Evangelio, que es la
Carta Magna del mundo cristiano... En cuántos Parlamentos y Congresos se
te ha blasfemado, se te ha desconocido, se te ha suprimido con
sacrílega legalidad... Rey adorable, detén tu mano, retarda el fallo de
tu justicia... y por los amigos de tu Corazón y los Apóstoles de tu
Realeza, haz misericordia y véngate, extendiendo sobre todos ellos los
beneficios de tu Reinado: ¡Vence, reina, impera, Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
El
único Legislador eres Tú, Jesús..., pero aquel poder que delegaste a
los hombres de comentar tu Ley con leyes justas, santas, cristianas, ese
poder lo han convertido tantos legisladores sin conciencia en arma
contra Ti y han legislado, Jesús, declarando oficialmente que tu Iglesia
es una irritante tiranía, que tu Evangelio es un absurdo, que tu
Vicario, tu Sacerdocio y tu espíritu están en oposición con libertades y
progresos... Y por esto, en nombre del bien nacional, ¡oh mentira
blasfema!, te han proscrito... Rey adorable, detén tu mano, retarda el
fallo de tu justicia... y por los amigos de tu Corazón y por los
Apóstoles de tu Realeza, haz misericordia, véngate, extendiendo sobre
todos ellos los beneficios de tu Reinado: ¡vence, reina, impera,
Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
Aquella
casta de orgullosos que te condenó, Jesús, desde tu primera aparición
en la tierra, andando los siglos se ha parapetado tras el nombre de
filosofía, de derecho y ciencia, y con altivez de soberbia, te desecha
en nombre de la razón libre y te condena al destierro en nombre de la
ciencia emancipada de tu Ley sacrosanta... Esa casta de soberbios
pervierte con saña a la juventud y la organiza y lanza intelectualmente
en contra tuya y de tu Evangelio... Rey adorable, detén tu mano, retarda
el fallo de tu justicia, y por los amigos de tu Corazón y los Apóstoles
de tu Realeza, haz misericordia y véngate, extendiendo sobre todos
ellos los beneficios de tu Reinado: ¡Vence, reina, impera, Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
La
sociedad moderna, Jesús, sobre todo aquella que por el dinero y la
situación ejerce una influencia e imprime rumbos, se ha apartado mucho
de Ti en su fiebre de goces y de frivolidades, en sus locos devaneos de
espectáculos y modas, en sus rebeldías de licencias culpables, con
frecuencia escandalosas... Quiere gozar pecando y querría que Tú
callases, que Tú toleraras mil y mil flaquezas sociales, funestísimas en
la vida de familia, porque contrarían, Señor, a tus derechos soberanos.
Es ¡ay! toda una apostasía social en el orden moral, aun entre los
mismos que se dicen buenos... Rey adorable, detén tu mano, retarda el
fallo de tu justicia... y por los amigos de tu Corazón y por los
Apóstoles de tu Realeza, haz misericordia y véngate, extendiendo sobre
todos ellos los beneficios de tu Reinado: ¡Vence, reina, impera,
Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
El
Sanedrín que te condenó con odio mortal, Jesús, no ha desaparecido, por
desgracia...; existe hoy, y sigue complotando en aquellos antros de
masonería y revolución anticristiana, que preparan leyes inicuas,
decretos infames, movimientos de opinión mediante una propaganda
envenenada de prensa sectaria, y todo en odio a tu corona y a tu Persona
divina... ¡Ay, y no les falta aquí y allá apoyo oficial, dinero y
traidores pagados para herirte, Señor, para insultarte, para
crucificarte en la realización criminal de sus planes deicidas... Rey
adorable, detén tu mano, retarda el fallo de tu justicia... y por los
amigos de tu Corazón y los Apóstoles de tu Realeza, haz misericordia y
véngate, extendiendo sobre todos ellos los beneficios de tu Reinado:
¡Vence, reina, impera, Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
Y
esas muchedumbres de gente sencilla y en el fondo buena, esas
multitudes que te rodearon en el Sermón de la Montaña y para las cuales
multiplicaste los panes; ese ejército de humildes y trabajadores que Tú
tanto y tanto amaste, casi todo él se ha levantado en armas para
destronarte... Y pervertido por infelices desalmados, ese pueblo se dice
desengañado de tus promesas, y con cólera en el alma, te arroja de sus
casitas, de la educación de sus pequeñuelos, y con piedras en la mano y
con la blasfemia en los labios, vocifera como un mar embravecido en
contra tuya, pide tu sangre y grita que no quiere que Tú reines sobre
él... Rey adorable, detén tu mano, retarda el fallo de tu justicia, y
por los amigos de tu Corazón y los Apóstoles de tu Realeza, haz
misericordia y véngate, extendiendo sobre todos ellos los beneficios de
tu Reinado: ¡Vence, reina, impera, Cristo-Rey!
(Todos) Es urgente, queremos que Tú reines, ¡oh Jesús!
(Breve pausa; pedid por los perseguidores y los perseguidos).
Si
la tierra ingrata, del uno al otro polo, pudiera oírnos y quisiera
hacer el eco ferviente, clamorosa a estas aclamaciones nuestras... Mas,
no..., nos basta que las escuchen complacidos, el Padre que nos envía a
este Rey-Divino, y el Espíritu Santo que lo ungió desde todos los
siglos..., nos basta que Cristo-Rey acepte el Hosanna de estos los muy
suyos, los que forman la escolta de amigos y apóstoles, de los que
gustosos darían la vida por añadir al esplendor de su diadema el florón
de una sola alma, conquistada para sus dominios eternos... Pero Él que
nos ha oído y que nos ha bendecido, quiere hablarnos un instante;
escuchémoslo de rodillas: que hable el Rey a su guardia de honor...
VOZ DE JESÚS:
Bien sabéis, hijitos míos, que Yo soy Rey, para esto nací y vine al
mundo..., para dar testimonio de esta verdad, hoy en día tan oscurecida
porque tan combatida por la rabia de los malos, por el silencio de los
tímidos... Sin vuestras aclamaciones soy y quedaría Rey, porque soy
vuestro Dios y Señor, pero el clamor de vuestras almas en consonancia de
amor con la de mi Vicario en Roma, es para mí un consuelo grande y una
gloria inmensa...
¡Heme
aquí, pues, reconocido en mis derechos absolutos de Soberano divino, os
bendigo!... Pero, decidme: después de esta gran fiesta y después de
este bellísimo homenaje, ¿seré más Rey que antes, y vosotros seréis
también mucho más los vasallos fieles y los hijos sumisos? ¡Respondedme!
¿Reconoceréis
mi Realeza divina cuando la conciencia y la Iglesia os prohíban en mi
nombre los espectáculos escabrosos y profanos, los teatros y las escenas
paganizantes?
(Todos) Renunciamos al mundo y a sus vanidades, Tú reinarás, ¡oh Cristo-Rey!
¿Reconoceréis
mi Realeza divina cuando la conciencia y la Iglesia en mi nombre
condenen modas sin pudor, inmodestas, y os someteréis, despreciando el
parecer del mundo mundano, porque el único Juez soy Yo?
(Todos) Renunciamos al mundo y a sus vanidades, Tú reinarás, ¡oh Cristo-Rey!
¿Reconoceréis
mi Realeza divina cuando la conciencia y la Iglesia en mi nombre
condenen ciertas diversiones sociales, en boga tal vez, pero contrarias a
la ley de pureza, ley gravísima que he establecido Yo, en resguardo de
la dignidad cristiana?
(Todos) Renunciamos al mundo y a sus vanidades, Tú reinarás, ¡oh Cristo-Rey!
¿Reconoceréis
mi Realeza divina cuando la conciencia y la Iglesia en mi nombre
condenen boatos y lujos de soberbia social, con los cuales se fomenta la
sensualidad y se provocan las iras populares?...
(Todos) Renunciamos al mundo y a sus vanidades, Tú reinarás, ¡oh Cristo-Rey!
Sí,
Jesús adorable, poniendo nuestra mano sobre el ara de tu altar, hacemos
la promesa solemne de observar tus leyes... No querríamos hoy aclamar
tu Realeza y burlarnos de ella mañana con el escándalo en nuestra
conducta social..., no querríamos llamarte, a voces en la Iglesia
nuestro Rey y después vestir en la calle y gozar en el salón y razonar
en nuestro hogar como gente traidora a tus preceptos, y peor, como
aquéllos que tejieron para tu cabeza divina una diadema de espinas...
(Haced
íntima y sinceramente una promesa: ni lecturas... ni teatros... ni
modas que ofendan a este Rey de santidad, el único Rey, como aquí en la
Iglesia, así en la calle y en la vida social...).
Los
cielos se unen a la tierra en todas nuestras hermosísimas festividades.
Como en pocas, en esta de la Realeza, los habitantes de la Jerusalén
celestial deben formar con nosotros un solo coro de alabanzas. Que se
rasguen, pues, las nubes, que den paso a los nueve coros angélicos, que
bajen y se postren ante el Rey Sacramentado las legiones de Santos, de
Mártires, de Confesores y de Vírgenes..., que venga, que se acerque a
este trono eucarístico la Reina del Amor Hermoso, María, que fue el
primer Sagrario y el primer trono de Cristo-Rey.
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Ángeles del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Arcángeles del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Principados del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Virtudes del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Potestades del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Dominaciones del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Tronos del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Querubines del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Serafines del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Apóstoles y Evangelistas del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos, inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Confesores, Vírgenes y Mártires del Paraíso, cantad su Realeza!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
¡Cielos,
inclinaos en homenaje de adoración a Cristo-Rey; Virgen Inmaculada,
María Madre del Amor Hermoso y Reina del empíreo... José, el padre
adoptivo y Juan Bautista el Precursor, cantad a Cristo-Rey!
(Todos) ¡Cantad a vuestro Dios y nuestro Dios, cantad a Cristo-Rey!
Digno
es el Cordero que fue inmolado, de recibir virtud y dominación y
sabiduría y fortaleza y honor. ¡A Él la gloria y el imperio por los
siglos de los siglos!
(Todos) ¡Amén! ¡Hosanna! ¡Advéniat!
¡A Él, sólo a Él, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos!
(Todos) ¡Amén! ¡Hosanna! ¡Advéniat!
¡A Él, sólo a Él, la gloria y el imperio por los siglos de los siglos!
(Todos) ¡Amén! ¡Hosanna! ¡Advéniat!
(Pedidle
en un breve momento de silencio la gracia del desprendimiento total de
la tierra, de sus vanidades, de sus afectos caducos, para merecer
renovar en el Paraíso estas alabanzas y aclamaciones al Rey de la
Gloria).
(Breve pausa)
Sin
que lo pudiéramos merecer, y más aún, después del desmerecimiento y
rebeldía del pecado, abrióse el cielo hace veinte siglos y dio paso al
Rey de la Gloria, al Verbo, que venía a tomar posesión de la tierra, a
establecer en ella su trono, a publicar, desde el Calvario, el bando de
su divina Realeza, pero Realeza de misericordia.
VOZ DE LAS ALMAS:
Rey de amor, Jesús Crucificado, venimos a tus pies, trayéndote en
nuestro beso de amor el tributo de adoración rendida y el vasallaje que
te ofrecen los cielos y la Iglesia en este día hermoso. Mejor que los
espíritus angélicos, debiéramos alabarte y cantarte nosotros, los
rescatados al precio de tu sangre, los que hiciste libres e inmortales
desde el trono de dolores y agonías del Calvario sacrosanto... ¡Ah!, te
llamamos Rey de amor porque venciste por tu Corazón..., por tu amor, por
tu amor, por tu misericordia, pero hasta la fecha no has sido todavía
en nuestra vida el Rey de amor que hubieras debido y que hubieras
querido ser, porque no has sido amado en la medida en que Tú lo
esperabas... ¡Perdona, Rey de amor, ¡oh, perdona!, tanto, tanto desamor
contigo!
¡Perdona, Rey de amor, ¡oh, perdona!, tanto derroche de amor con las creaturas!
¡Olvida, Rey Crucificado, nuestros innumerables olvidos!
Y olvida, Rey Crucificado, nuestros apegos a las criaturas.
¡Ay..., tan medidos, tanto contigo, Rey Divino... y tan exuberantes, tan generosos y fieles en demasía con las creaturas!
Como
lo pide tu Vicario, el Papa, sé Rey, Jesús Crucificado, no sólo de los
fieles que jamás se separaron de Ti, sino también de los hijos pródigos
que te abandonaron... Pon los ojos, nublados por tu sangre, en aquellos
pródigos que nos son particularmente amados..., seres del hogar querido,
fibras de nuestro corazón, pero que, siendo buenos con nosotros,
desconocen tu cetro, rechazan la práctica positiva de la ley divina,
dicen que no eres Tú quien manda cuando la Iglesia legisla, y se hallan
así, Jesús amado, bordeando un precipicio eterno...; haz que vuelvan
pronto a la casa paterna para que no perezcan de miseria y de hambre.
¡Prueba que eres Rey de amor, véncelos con el cetro de tu gran
misericordia!
(Por ellos, tres veces en voz alta) ¡Te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
Sé
Rey de aquéllos, Jesús, a quienes engañaron opiniones erróneas y
desunió la discordia... Pobrecitos, son ahora ovejas sin pastor, son
navecillas sin brújula ni estrella, ten de ellos piedad... Tantos de
esos espíritus son tal vez honrados en el fondo, pero bogan desde hace
tiempo al garete, a merced de mil vientos de doctrinas deletéreas...
Tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que luego no
quede ya más que un solo rebaño y un solo pastor. ¡Prueba que eres Rey
de amor, véncelos con el cetro de tu gran misericordia!
(Por ellos, tres veces en voz alta) ¡Te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
Sé
Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría y
del islamismo... Son estos desdichados tan numerosos como las arenas del
desierto ¡ay! y son hijos y son súbditos tuyos. A todos, pues, dígnate
atraerlos a la luz de tu Reino... ¡Prueba que eres Rey de amor, véncelos
con el cetro de tu gran misericordia!
(Por ellos, tres veces en voz alta) ¡Te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
Sé
Rey, Jesús Nazareno, sé Rey de aquel pueblo que, en otro tiempo, fue tu
predilecto, haz que descienda sobre ellos como bautismo de redención y
vida la sangre que reclamó un día contra sí... ¡Ah!, pero junto con
ellos que Tú perdonaste en el Gólgota, diciendo a tu Padre que no sabían
lo que hacían, atrae, convierte y luego perdona también a tantos otros
verdugos de tu Corazón y de tu Iglesia, mucho más culpables, que saben
de memoria el Catecismo, recibieron ejemplo y educación cristiana,
hicieron su primera Comunión. Tú los colmaste de gracias en su infancia y
juventud y después, Señor, te traicionaron por interés, por una
creatura, por una situación... Mira, ¡oh Jesús!, a esos infelices
renegados con la mirada penetrante de ternura con que miraste a Pedro...
¡Prueba que eres Rey de amor, véncelos con el cetro de tu gran
misericordia!
(Por ellos, tres veces en voz alta) ¡Te amamos, Jesús, porque eres Jesús!
Desde
el trono de tu cruz repite, Rey Crucificado, en favor de todas estas
diversas categorías de culpables y de tantos otros, repite:
“¡Perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen!”
(Todos) ¡Perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen!
Salve,
Rey Crucificado por amor; besamos el trono de tu Cruz, desde donde
estás atrayéndolo todo a tu Corazón. ¡Salve, Rey de amor!
Salve,
Rey Crucificado por amor; besamos con emoción y lágrimas tu diadema
sangrienta y crudelísima, quisiéramos con todo celo colocar en cada
espina como joyas que atestigüen tu victoria y tu reinado, millares de
almas convertidas por tu Corazón. ¡Salve, Rey de amor!
Salve,
Rey Crucificado por amor; besamos de rodillas la púrpura de tu realeza,
tu sangre, ese manto escarlata que envuelve tus espaldas destrozadas y
tu cuerpo todo hecho una llaga viva para curar la lepra de nuestros
pecados, para borrarlos en la piscina de tu Corazón. ¡Salve, Rey de
amor!
Ni
los ángeles vestidos de luz de gloria ni Salomón en toda su majestad
terrena, fueron, ¡oh jamás!, tan hermosos, tan grandes, tan
conquistadores en gracia y en belleza soberanas como Tú, Rey
Crucificado, como Tú, Jesús, Dominador de las naciones con el resplandor
suavísimo de tus cinco llagas, que más que soles son y quedarán cinco
cielos en que nos embriagaremos tus súbditos, tus hijos y tus apóstoles
en aquel reinado que no tendrá fin. ¡Salve, Rey de amor!
(Encomendad
en un momento de plegaria silenciosa a este Rey Crucificado la
conversión de aquellos seres muy amados y que están en peligro de
perderse).
Jesús se
proclamó Rey de las almas, y tomando posesión de la tierra con tu
sangre, la declaró peana de su trono el Viernes Santo... Pero su
Resurrección y después su Ascensión a los cielos no nos arrebató a este
Rey Divino... Antes de morir había edificado ya su Palacio de Gobierno y
éste es indestructible... ¡el Sagrario! Desde él dirige y gobierna el
mundo de las almas y de la Iglesia, nuestro Rey Sacramentado... Más
amor, más amor, más amor, pide Él en su silencio sacramental; y la
Iglesia, sobre todo desde San Pío X, pide más Eucaristía en el
comulgatorio... más Eucaristía en la predicación y en la escuela... más
Eucaristía en la familia... y en la vida... La audiencia diaria está
concedida... el Palacio del Sagrario abierto de par en par y el Rey en
su trono aguarda con anhelos divinos a los numerosísimos invitados al
banquete... ¡Pero, ay, muchos son los llamados y pocos los hambrientos
de Jesús-Eucaristía!
VOZ DE JESÚS: “Mi diadema real y mi gloria sois vosotros, ‘filioli’,
hijitos míos; más que los soles y las estrellas... mi trono amadísimo
sois vosotros, amigos queridos; más que las alas de los ángeles... mi
palacio no es tanto la inmensidad de los espacios, cuanto vuestro pecho
cuando me brindáis ardiente, sencillo, apasionado el corazón ante el
altar...
¡Y
no venís!... Si supierais cómo me duele el alma contar los amigos
fieles tan escasos en el comulgatorio, y tornar luego los ojos tristes y
encontrar la inmensa mayoría de los hijos en la preocupación legítima o
pecaminosa de tantas cosas, de tantas personas, que no son ni mi
Persona Divina, ni mi gloria... Tanto afán y tanto tiempo para todo y
para todos, menos para Mí, el Rey solitario por excelencia... ¡Os llamo,
os ruego, os suplico y más os conjuro por vuestro bien eterno que
comáis, que devoréis mi Corazón, que bebáis de mi cáliz y no venís!...
¡Os prometo paz y fortaleza y luz y torrentes de gracias y de consuelos
y, además, por añadidura, un cielo seguro si sois los comensales asiduos
de mi Mesa eucarística... y ni así venís!... Decid, ¿qué más podría
hacer, de qué ardides y promesas, de qué halagos valerme para conseguir
que seáis más, mucho más míos en el Sacramento de mi amor?
Yo
he agotado mis recursos, para conquistaros, he agotado mis lágrimas y
mis ternuras, he agotado mis tesoros y mis promesas para atraerlos y
debo confesar que mi locura de amor no ha prendido sino en muy pocas
almas...
¡Cuántos
cuerdos en mi servicio, ¡ay!, y cuántos locos de desvarío mundano, de
amor terreno en el servicio de las creaturas!... ¡Después de esta
festividad, habiéndome aclamado tan solemnemente como Rey, probadme en
el comulgatorio que en realidad lo soy para vosotros y Rey Sacramentado,
esto es, Rey de amor!... Habéis invitado a los ángeles para ayudaros a
celebrar y ensalzar mi divina Realeza, bien está... pero creedme, una
sola Comunión más, hecha con fervor, me glorificaría mejor... Venid,
tengo hambre que me devoréis, ¡oh, venid, y dejadme reinar, devorándoos
Yo en el comulgatorio!
Si
no ha de aumentar el fervor eucarístico, la festividad de la Realeza no
será sino un Hosanna, muy hermoso, una ovación conmovedora, pero sin
fruto de vida cristiana o, si queréis mejor, dicha fiesta sería como el
aclamar a un Rey, para despojarlo al día siguiente de sus atributos
reales: corona, cetro y púrpura... No será así con Cristo-Rey, ¡oh,
no!... Digámoselo con un lenguaje tan sentido como sincero.
VOZ DE LAS ALMAS:
Te llaman corrientemente, Jesús, ¡qué tristeza!, Rey solitario, Rey
desconocido y abandonado en el Sagrario, pero desde esta fecha ya no
será así... Rey de amor porque muy amante, serás también Rey de amor
porque muy amado. ¡Óyenos benigno!
Rey
solitario de grandes y bellísimas iglesias, artísticas, con qué
tristeza ves desfilar tantas veces los curiosos que entran para admirar
los mármoles, las esculturas de tus templos, maravillas de arte y de
historia... y Tú quedas relegado a tu Sagrario y de Ti no se acuerdan y
esa gente pasa y no te saluda, o apenas... ¡Ay!, qué solo estás, Jesús,
qué frío hace en aquellos monumentos de arte... Te aclamamos, Rey de
amor, en ellos, te adoramos, te amamos, Rey solitario, en desagravio por
ese abandono...
(Todos) ¡Perdón, Jesús, y venga a nos tu reino!
Rey
solitario en tantas iglesias de grandes ciudades, donde hierve una
multitud en las calles y en las tiendas de lujo y en los centros de
placer... Iglesias de grandes capitales, donde la vida es vértigo de
negocios por la mañana y de placer por la noche... ¡Ay!, qué solo estás,
Jesús, qué frío hace en tantas de aquellas iglesias, casi vacías
durante la semana... ¡Te aclamamos, Rey de amor, en ellas te adoramos,
te amamos, Rey solitario, en desagravio por ese abandono!...
(Todos) ¡Perdón, Jesús, y venga a nos tu reino!
Rey
solitario en tantas iglesias de ciudades materializadas, tomadas por
asalto por la fiebre del lucro, embriagadas con el éxito creciente de
nuevos negocios... Iglesia de grandes centros industriales, donde es una
ínfima minoría la que acude a rendirte vasallaje de fe y adoración...
¡Ay!, qué solo estás, Jesús, qué frío hace en tales iglesias..., donde
no hacen falta ni un gran Sagrario, ni un gran copón, porque son
contados los que comulgan... ¡Te aclamamos, Rey de amor, en ellas, te
adoramos, te amamos, Rey solitario, en desagravio por ese abandono!...
(Todos) ¡Perdón, Jesús, y venga a nos tu reino!
Rey
solitario en tantas iglesias de pueblos apartados, de poblaciones
reducidas y sumidas en gran ignorancia religiosa...; poblaciones que
vegetan en la vida puramente material, alrededor de una iglesia que no
les dice nada, iglesia sobrado grande aun en días festivos... ¡Ay!, qué
solo estás, Jesús, qué frío hace en tales iglesias, donde la lámpara, en
su luz mortecina, parece el triste símbolo de una fe que se va y de un
amor que se ha ido... ¡Te aclamamos, Rey de amor, en ellas, te adoramos,
te amamos, Rey solitario, en desagravio por ese abandono!...
(Todos) ¡Perdón, Jesús, y venga a nos tu reino!
Rey
solitario en tantas iglesias de poblaciones desmoralizadas,
pervertidas, donde es moda el burlarse de lo sagrado, donde sería
ignominioso para un hombre el decir de él que ha puesto los pies, Señor,
en tu casa..., donde hace tiempo no se conoce la piedad, donde se vive
lejos de la Iglesia y se muere tranquilo sin sacerdote ni sacramentos...
¡Ay! qué solo estás, Jesús, qué frío hace en tales iglesias, pero no te
vayas en tu gran misericordia... ¡Te aclamamos, Rey de amor, en ellas,
te adoramos, te amamos, en desagravio por ese abandono!...
(Todos) ¡Perdón, Jesús, y venga a nos tu reino!
Y
para resarcirte, Señor Jesús, por esas soledades, que nos acusan de un
desamor tan cruel; para reparar más cumplidamente ese pecado de los
vasallos que, llamándote su Rey con los labios, te desconocen y ofenden
con las obras y el corazón, queremos decirte, interpretando la voluntad
del Pontífice: ¡Rey Divino, aclamado en los solemnes Congresos
Eucarísticos, llevado en triunfo bajo arcos de victoria y paseado entre
vítores de millares y millares de tus hijos enardecidos en su fe con
esas espléndidas manifestaciones de tu Soberanía social, alienta, Jesús,
la llama de dichos Congresos y, al clausurarlos, recorre las avenidas y
las plazas de las grandes capitales conquistando, bendiciendo y
repitiendo que ¡Tú eres Rey, que lo eres desde esa Hostia!
(Todos) ¡Perdón, Jesús, y venga a nos tu reino!
Rey
Divino, muchas son ya, gracias a tu largueza, las Obras Eucarísticas
que en variadas formas y por diversos modos trabajan en darte a conocer y
en hacerte amar en el don de tu Sagrario... Multiplica todavía más
dichas empresas redentoras... y, sobre todo, Jesús, dales luz de fe muy
viva y una llama de caridad ardiente, para que realicen, a pesar de
dificultades, sus ideales de victoria; en dichas obras, como en otros
tantos carros de fuego, recorre como Conquistador de la tierra,
repitiendo que ¡Tú eres Rey, que lo eres desde esa Hostia!
(Todos) ¡Salve, Rey Sacramentado, Hosanna al Hijo de David!
Rey
Divino, de un siglo a esta parte incontables son las Congregaciones e
Institutos religiosos fundados para reparar ante el Tabernáculo, para
adorarte, para servirte y hacerte amar sobre todo en el Sacramento de tu
amor. Gracias te damos, Jesús, por ese inmenso beneficio, pues esa
legión de Comunidades Eucarísticas son la roca fiel en que se apoya acá
abajo tu trono, Rey de amor... Ahora te pedimos que esas Congregaciones
sean por su fervor cada vez más dignas de tu predilección, y también más
fecundas, más fuertes en la misión sublime de adorarte y hacerte amar
en tu sacrosanta Eucaristía. Por su influencia, sus trabajos apostólicos
y su vida de santidad, recorre victorioso esta tierra ingrata,
repitiendo que ¡Tú eres Rey y que lo eres desde esa Hostia!
(Todos) ¡Salve, Rey Sacramentado, Hosanna al Hijo de David!
Rey
Divino, es preciso que tu amor llegue a ser una sangre nueva, un alma
divina de la Sociedad que queremos formar y refundir en la fragua de tu
Corazón... Para conseguirlo es indispensable, Jesús, que las familias
cristianas sean familias profundamente eucarísticas... Querríamos, pues,
compenetrarlas de este amor de amores, querríamos que las almas de los
niños de esos hogares Betanias estuviesen amasadas con tu Carne y con tu
Sangre, a fin de que Tú llegares a ser una vida y una tradición en la
familia... Éste sería el secreto infalible de tu Reinado Social...
Existen ya esos hogares dichosos; recorre, pues, la tierra
multiplicándolos, Jesús, y por ellos repite de un polo a otro que ¡Tú
eres Rey y que lo eres desde esa Hostia!
(Todos) ¡Salve, Rey Sacramentado, Hosanna al Hijo de David!
(Prometed
no perder jamás por culpa vuestra, ni una sola Comunión... y también el
hacer esta campaña Eucarística, sobre todo en las familias del Corazón
de Jesús).
Lo
acabamos de decir; la familia amante, generosa, eucarística, debe ser
el baluarte y la ciudadela inexpugnable de Cristo-Rey... El plebiscito
de las familias en estos últimos doce años ha preparado el mundo a esta
Fiesta de la Realeza, pues millares y millones aún de hogares,
entronizándolo, es decir, colocando en trono de gloria y honor al Señor
Jesús, lo habían ya aclamado su Rey... Después de la familia, la
Sociedad y la Patria, conjunto ordenado de hogares cristianos... Antes
de terminar, pues, la Hora Santa, pidamos con clamor de inmensa fe que
los hogares-Betania sigan siendo los tronos vivos del Rey Divino...
VOZ DE LAS ALMAS:
Rey Creador, Rey Salvador en Nazaret, Rey Amigo, en Betania, es
preciso, es urgentísimo para que Tú reines, para que la Sociedad
cristiana se afirme y se refine en su fe, que la familia sea realmente
el Tabernáculo vivo y la Tienda sacrosanta en que Tú seas glorificado...
Bien sabes el empeño con que tus pobrecitos apóstoles hemos trabajado
para entronizarte triunfante de veras, esto es, conocido y muy amado en
hogares que blasonan de Betanias de tu Corazón Divino.
Por
las lágrimas de María, por las mortales angustias de esa Madre
Dolorosa, reina, Jesús, amor de nuestros amores, en aquellos hogares
mundanos, tan llenos de frivolidad y de mentira como de amargura mortal,
secreta... Cuántas familias, Señor, que de cristianas no tienen sino el
bautismo y un poco más, una fórmula de etiqueta, hogares donde el
dinero, los placeres y las vanidades ocupan ¡ay! el puesto que estaba
destinado a Ti, Monarca adorable... ¡Por María Inmaculada, sálvanos en
tu adorable Corazón!
(Todos) ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
Por
las lágrimas de María, por las mortales angustias de esa Madre
Dolorosa, reina, Jesús, amor de nuestros amores, en aquellos hogares
buenos, sí, pero tan poco amantes, donde Tú eres un Señor exigente a
quien se sirve servilmente por temor y sin grande amor... Hogares en que
se observa en general tu ley, pero con cierta amargura; donde se
arrastra tu yugo, y, sobre todo, donde la piedad, la vida eucarística,
la amistad contigo se consideran exageraciones indebidas... Ahí no se
goza en tu servicio, ahí no calienta el sol de tu amor... ¡Por María
Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
(Todos) ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
Por
las lágrimas de María, por las mortales angustias de esa Madre
Dolorosa, reina, Jesús, amor de nuestros amores, en aquellos hogares
donde hay un pecador obstinado, un alma de grandes cualidades naturales,
pero cadáver en el orden sobrenatural; un Lázaro, pero que no quiere
resucitar, tiene miedo, Jesús, que Tú lo saques de su tumba... Dice que
está tranquilo, dice que en el más allá se entenderá contigo, sin
necesidad de haberse confesado acá abajo con tus Ministros... Dice que
basta el ser honrado, pero desecha tu Iglesia, tu Cruz, tu Sangre y tus
Sacramentos... ¡Oh!, se necesita, Rey de Betania, un gran milagro, pero
Tú lo harás porque eres Jesús... ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu
adorable Corazón!
(Todos) ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
Por
las lágrimas de María, por las mortales angustias de esa Madre
Dolorosa, reina, Jesús, amor de nuestros amores, en aquellos hogares tan
probados por la cruz de pesares morales... de duelos dolorosísimos, de
torturas de familia que no se nombran, pero que Tú conoces... de penas
ciertamente más amargas que la muerte... ¡Ah!; y esa cruz suele
agravarla a veces la enfermedad y la situación material muy penosa de
una familia buena y numerosa... Endulza, fortifica, consuela, alienta,
como sólo Tú puedes hacerlo, derrocha como Rey de amor tu Corazón en esa
casa atribulada... ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable
Corazón!
(Todos) ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
Por
las lágrimas de María, por las mortales angustias de esa Madre
Dolorosa, reina, Jesús, amor de nuestros amores, en aquellos hogares del
todo tuyos, donde si no faltan dolores y cruces, éstas son recibidas
como un don de tu misericordia, porque Tú eres ahí el Rey y el Amigo
íntimo, porque tu Corazón es en esa Betania el centro y el todo de esos
hogares dichosos... Cada uno de ellos es un oasis en el desierto, ahí
descansas entre amigos del alma, ahí los padres y los hijos son tu
diadema, ahí mandas con imperio absoluto, ahí no hay más que una ley: la
de amarte, la de hacer tu voluntad, la de darte inmensa gloria. Bendice
y colma esas familias, multiplícalas en esta hora solemne, Rey de
amor... ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
(Todos) ¡Por María Inmaculada, sálvanos en tu adorable Corazón!
Y
puesto que nuestras familias al entronizarte votaron solemnemente, Rey
de reyes, en favor de esta fiesta de tu divina Realeza, déjanos sin más
transición, Jesús, aclamarte en nombre de nuestra Patria con entonación
de patriotismo cristiano... Pon atento el oído, Cristo-Rey, te hablamos
en nombre de nuestros hogares y de la nación de tu Corazón. En
presencia, ¡oh Jesús!, de la Reina Inmaculada y de los ángeles que te
adoran en esta Hostia Sacrosanta, a la faz del cielo, y también de la
tierra rebelde y mal agradecida, te reconocemos, Señor, como el único
Soberano y Maestro, y como la fuente única de toda Autoridad, de toda
Belleza, de toda Virtud y de toda Verdad... Por esto, de rodillas y en
espíritu de reparación social, te decimos: No reconocemos un orden
social sin Dios: ¡La base de todo orden social es tu Evangelio, Jesús!
(Todos) ¡La base de todo orden social es tu Evangelio, Jesús!
No reconocemos ninguna ley de verdadero progreso sin Dios: ¡La ley de todo progreso es la tuya, Jesús!
(Todos) ¡La ley de todo progreso es la tuya, Jesús!
No reconocemos las utopías de una civilización sin Dios: ¡El principio de toda civilización es tu espíritu, Jesús!
(Todos) ¡El principio de toda civilización es tu espíritu, Jesús!
No reconocemos una justicia sin Dios: ¡La justicia integral eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡La justicia integral eres Tú mismo, Jesús!
No reconocemos la noción de Derecho sin Dios: ¡La fuente del Derecho es tu Código inmutable, Jesús!
(Todos) ¡La fuente del Derecho es tu Código inmutable, Jesús!
No reconocemos una libertad sin Dios: ¡El único Libertador eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡El único Libertador eres Tú mismo, Jesús!
No reconocemos una fraternidad sin Dios: ¡La única fraternidad es la tuya, Jesús!
(Todos) ¡La única fraternidad es la tuya, Jesús!
No reconocemos ninguna verdad sin Dios: ¡La Verdad substancial eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡La verdad substancial eres Tú mismo, Jesús!
No reconocemos un amor verdadero sin Dios: ¡El Amor Increado eres Tú mismo, Jesús!
(Todos) ¡El Amor Increado eres Tú mismo, Jesús!
Reinado
del Corazón de Jesús, reinado no sólo íntimo, sino Social y Nacional,
tal es la gran afirmación doctrinal de la nueva fiesta de la Realeza...
¡Oh!, qué urgente y oportuno es poner muy de relieve este principio
católico para combatir y reparar el horrendo delito de lesa Majestad
Divina cometido por tantos pueblos y Gobiernos laicos y apóstatas del
Evangelio... Pero desahoguemos mejor el corazón en una plegaria.
VOZ DE LAS ALMAS:
Señor Jesús, al terminar esta Hora Santa queremos evocar en torno de
este trono eucarístico, aquellos soles de santidad, aquellos Reyes
santos, cuyo heroísmo de amor en plena corte y sobre el trono preparó
ciertamente, Rey Divino, la apoteosis de esta gran festividad en tributo
de vasallaje a tu sacrosanta Realeza...
Bajad, pues, del Paraíso, Reyes santos, acudid prestos con vuestros loores, adoraciones y cantares.
¡San Eduardo, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Casimiro, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Canuto, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Enrique, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Esteban, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Wenceslao, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Luis, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Hermenegildo, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡San Fernando, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡Santa Isabel, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡Santa Margarita, Cristo, Rey de Reyes, salvad a nuestra Patria!
¡María
Inmaculada, Emperatriz del Cielo, reina muy amada de la tierra, Virgen
Madre, precursora de luz y de esperanza del Rey de amor, preparadle el
trono en nuestra Patria, que Jesús reine en nuestro pueblo, que inspire
Él, Sol de justicia y de verdad, nuestras instituciones y leyes, que
nuestra nación sea, oh María, la peana del trono de Cristo-Rey!
Y
ahora, acércate, Monarca adorable ya aquí en medio de los tuyos,
estrechándote tus hijos recibe de su mano la diadema que quisieron
arrebatarte los que, siendo polvo de la tierra, se llaman poderosos,
porque en tu humildad, creen injuriarte de más alto...
¡Adelántate
triunfante en esta ferviente congregación de hermanos... No borres las
heridas de tus pies ni de tus manos... No abrillantes, no hermosees,
deja ensangrentada tu cabeza... ¡Ah!, y no cierres, sobre todo; deja
abierta la profunda y celestial herida de tu pecho... Así, Rey de sangre
así..., cubierto con esa púrpura de amor y con la túnica de todos los
oprobios..., sin transfigurarte..., Jesús, el mismo de la noche
espantosa del Jueves Santo, preséntate, desciende y recoge el hosanna de
esta guardia de honor que vela por la gloria del Corazón de Cristo
Jesús, su Rey.
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los
Reyes y gobernantes podrán conculcar las tablas de tu Ley; pero, al
caer del sitial de mando en la tumba del olvido, tus súbditos seguiremos
exclamando:
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los
legisladores dirán que tu Evangelio es una ruina y que es deber
eliminarlo en beneficio del progreso...; pero, al caer despeñados en la
tumba del olvido, tus adoradores seguiremos exclamando:
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los
ricos, los altivos, los mundanos, encontrarán que tu moral es de otro
tiempo, que tus intransigencias matan la libertad de la conciencia...;
pero, al confundirse con las sombras de la tumba del olvido, tus hijos
seguiremos exclamando:
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los
interesados en ganar alturas y dinero vendiendo falsa libertad y
grandeza a las naciones..., chocarán con la piedra del Calvario y de la
Iglesia..., y al bajar aniquilados a la tumba del olvido, tus apóstoles
seguiremos exclamando:
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los
heraldos de una civilización materialista, lejos de Dios y en oposición
al Evangelio..., morirán un día envenenados por sus maléficas
doctrinas, y al caer a la tumba del olvido, maldecidos por sus propios
hijos, tus consoladores seguiremos exclamando:
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Los
fariseos, los soberbios y los impuros habrán envejecido estudiando la
ruina, mil veces decretada, de tu Iglesia..., y al perderse, derrotados,
en la tumba de un eterno olvido... tus redimidos seguiremos exclamando
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
¡Oh,
sí, que viva! Y al huir de los hogares, de las escuelas, de los
pueblos, Luzbel, el ángel de las tinieblas, al hundirse eternamente
encadenado a los abismos, tus amigos seguiremos exclamando:
(Todos, en voz alta) ¡Viva tu Sagrado Corazón!
Y
al despedirnos, Rey de gloria, en esta tarde más hermosa que alborada,
recibe con nuestros vítores las ovaciones de nuestras almas:
¡Salve, Corona de espinas de mi Rey y mi Dios!
(Todos) ¡Cristo venza, Cristo reine, Cristo impere: viva su Sagrado Corazón!
¡Salve, cetro de caña de mi Rey y mi Dios!
(Todos) ¡Cristo venza, Cristo reine, Cristo impere: viva su Sagrado Corazón!
¡Salve, manto de escarlata, púrpura real de mi Rey y mi Dios!
(Todos) ¡Cristo venza, Cristo reine, Cristo impere: viva su Sagrado Corazón!
¡Salve, Cruz bendita, trono de mi Rey y mi Dios!
(Todos) ¡Cristo venza, Cristo reine, Cristo impere: viva su Sagrado Corazón!
¡Oh!, repite ahora, Rey de amor, murmura al corazón de cada uno de tus hijos, lo que prometiste a tu sierva Margarita María: “REINO POR MI DIVINO CORAZÓN”.
(Padrenuestro y Avemaría por las intenciones particulares de los presentes. Padrenuestro y Avemaría por los agonizantes y pecadores. Padrenuestro y Avemaría pidiendo
el reinado del Sagrado Corazón mediante la Comunión frecuente y diaria,
la Hora Santa y la Cruzada de la Entronización del Rey Divino en
hogares, sociedades y naciones).
Acto de consagración del género humano al Sagrado Corazón de Jesús
Jesús, dulcísimo Redentor del género humano, míranos postrados
humildemente delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser, y a
fin de estar más firmemente unidos a ti, he aquí que, hoy día, cada uno
de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.
Muchos, Señor, nunca te conocieron; muchos te desecharon al quebrantar
tus mandamientos; compadécete, Jesús, de los unos y de los otros, y
atráelos a todos a tu Santo Corazón. Sé Rey, ¡Señor!, no sólo de los
fieles que jamás se separaron de ti, sino también de los hijos pródigos
que te abandonaron; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, no sea que
perezcan de miseria y de hambre.
Sé Rey de aquéllos a quienes engañaron opiniones erróneas y desunió la
discordia; tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para
que luego no quede más que un solo rebaño y un solo pastor.
Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría o
del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.
Mira, finalmente, con ojos de misericordia, a los hijos de aquel pueblo,
que en otro tiempo fue tu predilecto; que también descienda sobre
ellos, como bautismo de redención y vida, la sangre que reclamó un día
contra sí.
Concede, Señor, a tu Iglesia incolumidad y libertad segura, otorga a
todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro
polo de la tierra resuene esta sola aclamación: “ALABADO SEA EL DIVINO
CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD...; A ÉL GLORIA Y HONOR, POR
LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS”. Así sea.
Cinco veces en honor de las Cinco Llagas, por la Patria:
CORAZÓN DIVINO DE JESÚS: ¡VENGA A NOSOTROS TU REINO EN NUESTRA PATRIA!