De HISPANISMO y LA SANTA ALIANZA
Texto extraído de la carta de
contestación de Blas Infante a Pedro Demófilo Gañan, escritor,
colaborador y miembro del Centro Andaluz en Cataluña, recogido por
Manuel Ruiz Lagos y publicado por la Fundación Blas Infante "Blas
Infante Antología de Textos". Capitulo nº 9, aparecido por primera vez
en la Revista "Andalucía" nº 173, Córdoba, 31-12-1919
Escribe Blas Infante:
"
.... En el himno "Blanca y Verde", del fervoroso nacionalista Doctor
Tomás Orellana, pleno de sagrada inspiración andalucista, se dice
bellamente:
La Bandera andaluza por la brisa agitada,
desde lejos parece un limonero en flor.
Una clásica reja de jazmines orlada,
que promete el misterio de una noche de amor.
De paz y de esperanza son sus bellos colores,
poéticos emblemas de algún Abderramán,
que evocan el pasado de grandeza y honores,
que debe Andalucía al tiempo musulmán.
Condena de un presente de duelo y amargura
donde la raza sufre la pena de vivir,
promesa de un mañana de paz y de cultura,
espera de un grandioso, risueño porvenir.
¡Levanta, Andalucía, tu bandera de gloria,
con los bellos colores del limonero en flor,
al airón que condujo de victoria en victoria
la valerosa hueste del hagib Almanzor!...
No puede sintetizarse con más belleza ni en menos estrofas, la justificación de los colores de nuestra bandera.
Fueron
los colores preferidos por nuestros padres, aquellos gloriosos factores
de la libre Andalucía, cuya civilización fecunda tuviera por nervio el
anhelo de una suprema esperanza de triunfante y riente Eternidad,
entrevista al mirar la última Finalidad del vivir, a través de esa
perenne sonrisa azul que es nuestro patrio cielo. ¡Esa Esperanza que,
consustancial con las más íntimas raigambres de la subconsciencia
andaluza, ha perdurado siempre latente, iluminando con un gesto
optimista, a veces de bufón trágico, los sombríos duelos de nuestra
historia de cristiana opresión!
Verde
es la vestidura de nuestras sierras y campiñas prendida por los broches
de las campesinas habitaciones blancas; limoneros en flor son los
árboles preferidos por los andaluces y blancas son nuestras villas y
antiguas ciudades de blancos caseríos con verdes rejerías orladas de
jazmines. Pura y blanca, como un niño, es la Andalucía renaciente que en
nuestro regazo se calienta. Y es aquella esperanza por siempre
reverdecida y ya conscientemente sentida y definida por los
nacionalistas andaluces, la que aspira a ser realizada por la
encarnación de nuestro verbo en la Andalucía triunfante y potente, a la
cual un superior anhelo hubo de ordenar todos nuestros amores.
La
bandera blanca y verde, enseña de esa pureza y de esta esperanza,
despierta ya, por ser enseña de una Religión Superior que a la Creación
de la vida anima a los luchadores, místicos fervores, los cuales,
durante las últimas persecuciones, principalmente en Córdoba, vinieron a
consagrarla con el resplandor del martirio. Los andalucistas la
enarbolaban, repitiendo las palabras del citado himno:
Despierta, Andalucía. Levántate, Sultana,
recobra nuevamente tu Personalidad
y vuelve de tu suelo a ser la Soberana,
al grito sacrosanto de Tierra y Libertad...
De
desear es que sobre la pira de mártires andaluces, amontonados por la
miseria y la tiranía política y espiritual que infligiera la dominación
española durante el último lustro de siglos, caigan pronto andaluces
conscientes, abrazados en el instante de la agonía a la bandera verde y
blanca. De desear es que sus franjas de divinos colores sean pronto
salpicadas de manchas rojizas, conveniente es que la sangre de los
sacrificados, por Andalucía, venga a poner en nuestra bandera el color
de rojo fuego, que prenda en los venideros conductores de Andalucía y en
el corazón de los luchadores actuales, un incendio de pasiones
ardientes y heroicas por esta patria adorable, la única cuyo concepto
tendrá razón de existencia después de la transformación que ya conmueve
en sus vetustos sillares los valores morales y políticos de una
humanidad imbécil y anti-humana y de una Sociedad antisociable, porque
en los dogmas básicos empieza por concebir al hombre como disociado de
las demás fuerzas de la Vida ..... "-
Hace
poco pintaron en el capitalista museo de la autonosuya "Unidad
española". Nunca está de más pedir la unidad patria, pero creo que ahí
fue poco inteligente. Porque incluso por encima de eso, lo que hay que
recordar es que este señor, sin alegrarnos de su muerte, fue un traidor a
las esencias de nuestra tierra. Un traidor y un irresponsable que tomó a
pedacitos los folletos románticos extranjeros y los aliñó con una
islamofilia irracional y esquizofrénica; cuya perversa pseudo-doctrina
se les está metiendo a los niños en los colegios desde chicos. El
necionalismo antiandaluz es más peligroso de lo que parece, y a Dios
gracias que no ha acabado de prender, porque el día que lo haga, igual
la ETA nos va a parecer un dulce.
¿El padre de la patria? No, ya tenemos a San Fernando.
EL DISCURSO DEL GILIPOLLAS
Desde
luego, no se pueden decir más gilipolleces juntas. He aquí a un ex
ministro peperoni, muy al calor de la progresía califal que reparte
generosas subvenciones para quienes ladran y mienten contra nuestra
historia. Da pura vergüenza leer esto, pero lo que sí es verdad es que
sirve para hacerse una idea de la peligrosidad y la perversión de estos
traidores subvencionados. Parece que a pocos pueblos como el nuestro le
gusta ser pisoteado de esta manera.
Reynos
del Andaluzía= Hecho cristiano tras la Reconquista del Rey Santo,
ocupando los lindes del Valle del Guadalquivir hasta las "marcas" de
Algeciras y Gibraltar, el Reino de Granada no entró en Andalucía hasta
el liberalismo del XIX. BLAS INFANTE, POR LO TANTO, NO ERA ANDALUZ. Y
encima sus seguidores, dando lecciones de ser andaluz a lo Sabino
Arana....
Antes
no existía. Al Andalus era todo territorio musulmán de la Península
Ibérica, no sólo la vieja Bética Romana. Sobre el origen del término "
Al Andalus " hay varias hipótesis, también, parece ser como si esto lo
hubieran inventado los mahometanos que ocupaban el sur....
Pero tener que explicarle esto a Pimentel es que chorrea sangre....
Por
otra parte, si bien las majaderías de Olagüe pueden tener alguna
explicación (No dejando de ser una solemne majadería) para con la
conversión de sectores hispanogodos al islam (Y vemos como todos estos
intentan borrar de un plumazo los 3 siglos "godo-romanos" de Hispania),
este señorito progre le deja en pañales. Una sarta de anacronismos,
romanticismos pedantes (Venidos de literatos extranjeros), embustes,
manipulaciones....
¡¡Que
se enseñan en las escuelas a los niños!! Y venga a gastar dinero
público, mientras Andalucía es sacudida por el paro y la corrupción, en
esto.....
Paro y
corrupción que parece salido de la nada, porque Pimentel no señala a los
claros responsables, ni habla siquiera de lo que supuso la nefasta
desamortización para echarle las culpas, cómo no, a los "invasores
castellanos".....
"Castellanos"
es el motivo de su odio, da igual que fueran vascongados, navarros,
leoneses, asturianos, gallegos, aragoneses, manchegos....
Reconquista= Invasión castellana. Al Andalus= Remanso de hippismo, en la dialéctica de estos zotes.
Y
al final, es que uno se da cuenta de que esta gente o no ha tratado con
moros o no saben de verdad lo que es el islam y cómo actuó y actúa
aquí. "Una religión de paz" y todas estas historias, como también viene
diciendo Obama (Obama chí, Obama ya no me jama porque tiene una gachí).
Que tras el brutal genocidio cristiano que hubo aquí tengamos que leer
este montón de ladridos en clave rousseauniana (La Revolución siempre
fue un ejemplo de salvajismo al fin y al cabo, salvajismo que nunca es
bueno) manda cojones. Engañabobos sinvergüenzas que gastan de mucho
tiempo libre con la vida resuelta para esto....
Por
otra parte, se ensalza desde este necionalismo los peores tópicos sobre
lo andaluz: A ver cuando coño nos enteramos, pijoprogres de mierda, que
el carácter andaluz no es hedonista ni siquiera "pacifista", sino todo
lo contrario, que la primera derrota de Napoleón fue en Bailén y que sin
Sevilla no se explica el Alzamiento del 36. A ver cuándo, ¿o es que
tanto dinero y fiesta a costa del contribuyente tanto les ciega?
Y
recordemos: Blas Infante sí era un peligroso islamista. Murió
convertido al islam y su idea era "España para Marruecos", dicho por él
muy claro. Y Pimentel no se acuerda de ilustres andaluces asesinados,
tales como Pedro Muñoz Seca; o no se acuerda del ostracismo que sufre
Pemán en los libros de texto. No se acuerda tampoco de la quema de
iglesias y esas cosas. El sentimentalismo chic es selectivo, supongo.
Yo
digo que viva Andalucía libre. Andalucía libre de progres, de caciques,
de ladrones, de embusteros, de manipuladores, de imbéciles, de
islamistas. Andalucía nació con el rostro de San Fernando y los
cuarteles de Castilla y de León, recuperando su ser tras la brutal
persecución de los mozárabes. Ahí recuperamos el ser de San Isidoro, que
el mahometismo nos quiso arrebatar. Y durante siglos de libertad, hasta
la literatura barata del XIX y su consecuencia política en el
necionalismo antiandaluz no habíamos sufrido esto, y ahora otra vez y
más....
¡Líbrenos Dios de todo esto! ¡A Andalucía y a España entera!
Y reitero: Esto, por desgracia, es para ir tomándoselo en serio. Pasen y vean:
DISCURSO DE MANUEL PIMENTEL EN HOMENAJE A BLAS INFANTE
"Seremos
lo que queramos ser. Y no podemos encontrar mejores cimientos para el
nuevo discurso que el "Ideal andaluz" de Blas Infante"
"Hermanas
y hermanos andaluces.Volvemos, otro año más, a rendir homenaje a Blas
Infante. Aquí, frente a las paredes de este cortijo engullido hoy por la
voracidad urbana, fue asesinado vilmente un hombre culto y bueno, que
no cometió ningún otro delito que el de amar intensamente a nuestra
tierra y el de comprometerse mediante la acción política y la palabra
pensada en su mejora y redención. Aquí entonó su último ¡Viva Andalucía
libre! que aún resuena emocionado en el eco de nuestro corazón.
Dicen
que un hombre nunca muere del todo mientras que alguien le recuerda.
Han pasado más de setenta años de su muerte y su figura sigue
congregándonos bajo este sol de justicia. ¿Por qué? ¿Somos acaso un
puñado de nostálgicos o de románticos que no queremos que muera un mito
que nos seduce? No, nuestra pertinacia va mucho más allá de la dulce
memoranza o del recuerdo añorante. Tampoco nos congrega la simple
exaltación del héroe. Desgraciadamente, muchos otros miles de andaluces
fueron asesinados por sus ideas en aquella maldita guerra que nos
devastó. ¿Por qué venimos entonces? A buen seguro que cada cuál tendrá
su motivo particular, pero todos coincidiremos en algo: que don Blas es
el padre de nuestra Patria andaluza y que su pensamiento aún está vivo.
No
venimos tan sólo a honrar a una muerte, sino, sobre todo, a dar
testimonio del mucho futuro que encierran las ideas de aquel hombre
bueno.
Blas Infante fue una persona de
acción y un pensador dotado de una sorprendente intuición que le
permitió desvelar los misterios de nuestra esencia, ocultos por la
inquina de siglos de cultura oficial. Más que al político, que también,
venimos a encontrarnos con el hombre de ideas siempre originales y
frescas. Tan vivas están, que aún escuecen en el día de hoy, rajando los
velos con los que la estulticia de algunos quiso ocultar nuestra
memoria e identidad.
Como
editor que soy, sé bien que los libros son las puertas para la
eternidad. El sonido de las palabras se las lleva el viento, pero la
tinta sobre el papel cimienta el edificio de la memoria más perdurable.
Sus pasos se cuentan por libros, por eso podemos seguirle en su caminar.
Volvemos una y otra vez a él para beber en el manantial de su
pensamiento.
A diferencia de
los héroes oficiales, cuya memoria sólo se mantiene en el sarcófago de
sus hornacinas, la figura de Blas Infante no se dejará domesticar,
siempre se resistirá a ser fosilizada. Blas Infante no quiere ser un
santo laico elevado a los altares por los pontífices del poder. Sabe
bien que esa lejanía oficial lo desactivaría, y él todavía quiere ser
oído. Su voz es el eco atávico de nuestro pueblo, y su grito sigue
siendo indomable porque hace vibrar las cuerdas ocultas de nuestra
emoción más íntima.
Visión
histórica: Aún estremece su intuición histórica. Nadie como él supo ver
la milenaria continuidad del pueblo andaluz, usurpada durante siglos, y
aún no liberada del todo. Por razones políticas bien conocidas, tras la
conquista de Andalucía por Castilla, se escribió una nueva historia,
encaminada a borrar cualquier lazo de los derrotados con su propio
pasado. Se trató, se trata mejor dicho, porque aún estamos bajo su
influencia, de un auténtico genocidio cultural que pretendió que
desapareciéramos para siempre como pueblo. El objetivo estaba claro.
Nosotros no éramos ya nosotros, sino que por la alquimia del poder
vencedor nos habíamos transmutado en ellos, los conquistadores. Y nos
contaron una historia imposible que nadie cuestionó, porque, entre otras
cosas, le podía costar la vida. Como si fuese un cuento infantil, nos
aseguraron que por la traición de don Julián, los árabes invadieron
España en el año 711 y que, tras su victoria en la batalla de Guadalete,
los pérfidos semitas ocuparon casi la totalidad la península, que pasó a
ser árabe y a estar supuestamente habitada por árabes. Los cristianos
iniciamos la bautizada Reconquista en Covadonga, y ocho siglos después,
logramos arrojar a los moros al mar. Los andaluces de hoy –nos dijeron–
somos por entero fruto de esa repoblación. No tendríamos, pues, historia
propia, distinta de la Castilla. De hecho, durante algún tiempo,
incluso intentaron bautizarnos como Castilla la Novísima. Aunque ese
secuestro del nombre no funcionó, si lograron extrañarnos de nuestra
propia historia. Con la caída de Al Ándalus se quiebra el espejo de
nuestra identidad. Queríamos vernos en el pasado y no nos encontrábamos.
Ya no existíamos. Esos que habitaron Andalucía desde los albores de la
humanidad no éramos nosotros, eran otros. Nosotros llegamos tras la
Reconquista. El expolio más cruel se había operado. Consiguieron
arrancarnos la posesión de nuestro pasado. Nuestra memoria había
desaparecido. Todavía hoy, mantenemos una patológica relación de
ajenidad con nuestra propia historia. Oímos cada día que Málaga y Cádiz
la fundaron los fenicios, a Córdoba los romanos, los árabes construyeron
la mezquita, Medina Azahara y la Alhambra, los castellanos el alcázar
de Sevilla. ¿Dónde estábamos entonces nosotros? ¿Es que nunca hubo nadie
aquí? El gran arabista Emilio García Gómez, ante la Alhambra, definió
con brillantez nuestra paradoja íntima, la punzante tragedia que
experimentamos al vivir entre monumentos que son en verdad nuestros y
que no hemos sabido hacer nuestros por indigestión de Historia. Debemos
reivindicar el nosotros. Que no nos digan más, por favor, que Averroes
fue un filósofo árabe nacido en Córdoba. Fue, sencillamente, un filósofo
cordobés nacido en Córdoba. La Mezquita de Córdoba no la construyeron
los árabes, la hicieron los cordobeses, la Alhambra no la edificaron los
árabes, la levantaron los granadinos. Obviedades que sin embargo
extrañan aún a nuestras propias gentes.
¿Nosotros? ¿Pero no la
hicieron los moros que son ellos? La deslumbrante intuición de Blas
Infante permitió que colocáramos el “nosotros” en el pueblo adecuado.
Con el cambio de sujeto, nuestra historia adquiere un sentido y una
entidad absolutamente imprevista para nuestras gentes. Somos los mismos
que pintamos la Cueva de la Pileta o construimos Los Millares. Nuestro
pueblo lleva expresándose culturalmente desde la antigüedad más remota.
Andalucía no es árabe. Brillamos excepcionalmente en nuestro periodo
musulmán, pero nuestra historia es mucho más antigua y rica. Blas
Infante valoró ese anclaje en el pasado lejano, y dedicó muchas páginas
de sus libros a narrar la antigüedad andaluza, todavía hoy
sorprendentemente poco conocida. Infante se centró en las culturas del
vaso campaniforme, que desde Andalucía llegó hasta el corazón de Europa y
en los enterramientos en cúmulos. Podría haberlo hecho sobre nuestra
espectacular cultura megalítica, claramente infravalorada. Basta una
visita a los dólmenes de Antequera --Antiquaria, ciudad antigua en
latín– para comprender nuestro temprano desarrollo. Blas Infante
reivindicó ese pasado, anticipándose en muchas décadas a lo que la
arqueología científica fue demostrando después.
Sorprende sus
conocimientos arqueológicos sobre las culturas calcolíticas y del bronce
en Andalucía, así como de la mitología sobre dioses y héroes
procedentes o relacionados con Andalucía. Océano, Crisaor, Medusa,
Atenea, Hércules, Cronos, Osiris, entre otros, están directamente
imbricados en nuestra propia mitología, también presente, de forma
apabullante, en la griega y egipcia. Fue Andalucía tierra diletante y
primigenia, madre de civilizaciones y culturas. “Los turdetanos –
escribió Estrabón – eran los más doctos de los íberos, pues usan de
gramática y tienen antiguos libros, poemas y leyes en verso, que
cuentan, según dicen, con seis mil años de antigüedad”. Tuvimos leyes
escritas tan antiguas como las egipcias, las babilónicas o las chinas.
Nosotros somos los herederos de ese pueblo antiguo y sabio. Estrabón
habló de más de doscientas ciudades andaluzas muy antiguas. Quizá
Shulten se equivocara al buscar un Tartessos perdido en imitación de la
Troya de Schielman. Las ciudades tartésicas, en su inmensa mayoría, se
encuentran bajo nuestros pueblos y ciudades actuales, que, a buen
seguro, se cuentan entre las más antiguas del mundo. La Bética se
incorporó como provincia senatorial al imperio romano, mientras que el
resto de Hispania fue conquistada militarmente y considerada como
provincia imperial. Andaluces fueron los emperadores Trajano y Adriano, y
nuestro genio se reveló en las figuras de Séneca, Lucano o Columela,
todos ellos béticos-romanos. El reflejo de los brillos de la Bética
iluminaron muchos siglos de nuestra historia, y aún se pueden encontrar
en la cultura andaluza de hoy. Nos hicieron mantener una relación de
ajenidad con nuestra propia historia, y como muestra dolorosa nos
encontramos la condena que recibió Al Ándalus, una de nuestra etapas más
excelsas, firmemente reivindicada por Blas Infante. Debemos repetirlo
con fuerza, incluirlo en nuestros libros de texto, asimilarlo
vitalmente. Al Ándalus no es la historia de los árabes, es parte muy
importante de la historia de los españoles en general, y de los
andaluces en particular. Al Ándalus no lo hicieron los moros, lo hicimos
nosotros, es reflejo de nuestro propio genio.
Hasta que no lo
hagamos nuestro, no podremos reconciliarnos con nuestra propia historia.
Blas Infante lo tuvo claro. Aún hoy hieren sus palabras. Puso el
“nosotros” en el lado de los andalusíes conquistados, perseguidos y
obligados a ocultar sus costumbres y cultura bajo los rigores de las
apariencias castellanas de la época. Blas Infante fue criticado y
ridiculizado por sus ideas. Cuando pidió celebrar un homenaje a nuestro
rey Almutamid en la ciudad portuguesa de Silves, donde nació, fue
acusado de peligroso islamita. Todavía hoy, cuando nos atrevemos a
reivindicar Al Ándalus como parte de nuestra historia, y a sentirnos
herederos orgullosos de su legado, se arrojan sobre nosotros insultos y
descalificaciones. Existe un alma negra que no acepta lo andaluz y su pasado.
Nuestra
identidad les inquieta, les aviva un odio irracional. Esa herida aún
está viva, podéis comprobarlo simplemente evocando el nombre de Al
Ándalus en ualquier reunión. A nadie dejará indiferente. Unos lo
mitificarán, otros lo despreciarán o negarán. Nuestra tesis no es ni la
una ni la otra. No debemos mitificarlo, pero mucho menos ignorarlo. Al
Ándalus es nuestro pasado y debemos conocerlo tal y como fue, con sus
miserias, que sin duda las tuvo, y sus muchas grandezas. Celebramos este
año el cuarto centenario de la expulsión de los andaluces que se
rebelaron en Las Alpujarras contra una corona que incumplió lo pactado
en las capitulaciones de Santa Fe. Por eso, debemos pedir hoy, como ya
lo hiciera Blas Infante ayer, que a los descendientes de los moriscos
expulsados se les facilite la nacionalidad española, al igual que ya
hicimos con justicia con los descendientes de los sefarditas. Y pedimos
reparación histórica para nuestros monarcas, como símbolo de nuestra
historia e identidad. Al igual que los reyes de León, Castilla, Aragón,
Navarra o los condes de Barcelona son iconos de nuestro pasado y los
andaluces los aceptamos como parte de nuestro patrimonio histórico
español, también nosotros pedimos que se coloquen en el mismo rango a
los grandes reyes andaluces, injustamente olvidados y escondidos.
En
nuestro parnaso de monarcas, deben aparecer los Abderramán de Córdoba,
los Almutamid de Sevilla, o los Muhammad de Granada, como importantes
reyes hispanos de peso fundamental en el devenir de la historia andaluza
y española. ¿Tanto les inquietamos como para que nos hayan usurpado
hasta la memoria de nuestros reyes? ¿Queréis comprobar como el
pensamiento de Blas Infante sigue levantando pasiones y heridas? Dicen
que el patrón de España es Santiago Matamoros.
Encuentro bellísima
la ciudad de Santiago y una joya su camino, pero prefiero los santos de
la paz y la bondad. Allá quienes encuentran santidad en quien decapita y
descuartiza. Más allá de la cuestión religiosa, ante la que no cabe
otra postura que la del respeto más íntimo, está la cuestión nacional.
¿Cómo puede ser el patrón de España un caballero matamoros? ¿Es que no
caemos en la cuenta de qué quienes son lanceados y ensartados por
nuestro santo bien pudieran ser antepasados de alguno de los aquí
presentes? ¿Por qué no hacemos santos patrios a personajes menos
sangrientos como San Isidoro de Sevilla o a San Juan de la Cruz, por
poner algunos ejemplos más dignos? Para algunos muy influyentes, España
se construyó con la cruz y el acero contra lo que significaba Andalucía.
Por
eso, quisieron aplastarla para siempre. Nuestra simple pervivencia les
atemoriza. Afortunadamente para la humanidad, Andalucía nunca morirá.
Pero el tiempo no se detiene. No podremos avanzar como pueblo mirando
siempre a través del retrovisor. Debemos conocer nuestra historia, para
respetarnos a nosotros mismos, pero nuestra brújula debe orientarse
hacia el futuro. Ayer fuimos capaces de protagonizar etapas muy
brillantes, ¿por qué no hemos de volver a hacerlo en el mañana? Nuestro
pasado nos concede confianza e impulso para la inmensa tarea que tenemos
por delante. Ese espíritu ilusionado de redención es el que animó a
Blas Infante a escribir en la Asamblea de Ronda de 1918. “Ha llegado la
hora de que Andalucía, la región que siempre fue más civilizada de
España y en ocasiones la Nación más civilizada del mundo, despierte y se
levante para salvarse a sí misma y salvar a España de su vergonzosa
decadencia”.
Principio de
las culturas frente al principio de las nacionalidades: Uno de sus
postulados más originales y vigentes, el Principio de las Culturas en
contraposición del Principio de las Nacionalidades, sigue lozano en el
actual debate global. Frente a “cada nación un Estado” contrapuso “a
cada pueblo su cultura”, un principio más noble, universalista y
convergente. Blas Infante abominaba del concepto nación, al que
consideraba un artificio político normalmente construido sobre la
fuerza, y que conllevaba la exclusión del
extraño. Frente a él
defendió el concepto de pueblo cultural. “Yo no me propongo –afirmaba–
fundamentar una nación, sino un SER”. Tras de postular el principio de
las culturas, reconoció que siempre había experimentado una repugnancia
invencible ante el concepto de nación. Atacó con fuerza el Principio de
las Nacionalidades como particularista y excluyente y criticó a los
nacionalismos “estúpidos, patrioteros, chauvinistas que vino a
engendrar”. En esa paradoja aparente residía la peculiaridad de su
andalucismo: “El regionalismo andaluz tenía que ser antiregionalista o
antinacionalista, en el sentido de haber de repugnar los exclusivismos
económicos y políticos". Somos universalistas, todo lo contrario de los
nacionalismos paridos por el Principio de las Nacionalidades. Y como
tierra manantial que somos, siempre fluirán generosas corrientes que
abriremos a los demás. Blas Infante pronto se diferenció del
nacionalismo vasco y en gran medida del catalán, por tener bases étnicas
y raciales, mientras que el andaluz lo debía de poseer ético o moral,
basado en la filosofía de la libertad de la persona, y con una nítida
expresión cultural.
Andalucía siempre ha sido y será tierra
abierta, que recibe con los brazos abiertos y que hace suyos a los que
con nosotros viven.” gustaba repetir con orgullo. Contrapuso el
“Cataluña para y por los catalanes” de los nacionalistas catalanes con
el de “Andalucía, por sí, para España y la Humanidad”. Toda una
tradición de abierta generosidad contrapuesta al exclusivismo del
nacionalismo clásico. ¿Ante qué modelo nos sentimos más cómodos los
andaluces de hoy? ¿Cuál de las dos perspectivas puede ayudar a construir
un mundo más solidario y pacífico? Sin duda alguna seguimos abrazando
los hermosos postulados del notario andalucista. Pero el rechazo al
exclusivismo nacionalista no puede suponer, en caso alguno, dejación en
la defensa de nuestros derechos. Andalucía, que sabe que su sitio está
en la Hispania secular, no aceptará jamás un Estado que nos discrimine.
“No somos más que nadie, pero tampoco menos que el que más”. Sin esa
fuerza andaluza, se habría consagrado una desigualdad competencial y
estatutaria en el primer debate constitucional. Los andaluces frenamos
la infamia con la fuerza del 4D y con el inesperado resultado del
referéndum consiguiente. En la segunda revisión autonómica, las
pulsiones de la desigualdad volvieron a rugir de nuevo. Con algunas
dudas y ciertas heridas, el papel de Andalucía fue nuevamente relevante
en el desarrollo de las reformas de los estatutos de autonomía, aunque
nos queda el regusto amargo de ciertas concesiones discriminatorias a
favor de Cataluña. En todo caso, de nuevo, se volvió a poner en
evidencia el papel fundamental del Padre de la Patria Andaluza. Sus
señorías tuvieron que echar mano de su legado para recoger en el nuevo
Preámbulo la realidad nacional de Andalucía descrita por el Manifiesto
Andalucista de Córdoba de 1919. Tuvo que ser Infante y su obra quienes
desbloquearan un proceso que caminaba hacia el abismo. ¿Quién dijo que
sus obras y sus ideas habían muerto y no tenían actualidad? Blas Infante
afirmaba que Andalucía no podría ser nunca separatista de España por
una razón obvia: porque siempre fue y será su propia esencia. Esa
convicción sigue definiendo el pensar de una inmensa mayoría de los
andaluces. Desde la libertad de elegir, desde el reconocimiento a
nuestra identidad e historia y de la corrección de las discriminaciones
aún existentes, colaboraremos en pie de igualdad con el resto de tierras
de España. No, más aún. Estaríamos dispuestos a la absoluta solidaridad
iberista. El ideal de una Iberia reencontrada nos seduce y anima. El
Algarbe y el Alentejo también fueron Tartessos, también Al Ándalus.
España y Portugal no pueden vivir de espaldas, son parte de una misma
esencia histórica. Ambas constituyeron Iberia o Hispania, y ojalá entre
todos tengamos la suficiente imaginación y generosidad para ir uniendo
nuestros esfuerzos en pro de un futuro de mayor colaboración y unión.
Andalucía y el espíritu de Blas Infante serían sin duda una beneficiosa fuerza motriz para ese reencuentro histórico.
Identidad:
Nadie de bien se debe sentir extranjero entre nosotros. Debemos
mantener ese espíritu de generosa apertura que siempre nos caracterizó.
Hacemos gala de la mezcla de sangres y culturas que atesoramos en
nuestro interior y que vinieron a enriquecer el flujo natural de nuestra
identidad. Como mestizos de mil sangres que somos, abominamos de los
exclusivismos de raza. Por eso nos sentimos tan lejos de los
nacionalismos que como el de Sabino Arana despreció como híbridas a las
otras razas de la península, en contraposición con la pureza de los
suyos. Nosotros, sin embargo, nos sentimos orgullosos de ser fruto de un
milenario mestizaje, al que no renunciamos ni renunciaremos jamás. ¿Qué
ideario nos parece ahora más necesario para estos momentos? El fenómeno
de la inmigración, que hemos vivido con intensidad esta última década, y
que volverá a reanimarse tras el doloroso paréntesis de la actual
crisis económica, reabre el debate de la identidad. Aquellas tierras que
la basan en criterios étnicos están condenadas a encerrarse en sí
mismas o morir. Aquellas otras que, como Andalucía, mantenemos una
fuerte identidad cultural que sobrevuela lo racial, seguiremos
enriqueciendo sin merma nuestro acervo común. No podemos adivinar el
futuro, pero estamos seguro que lo andaluz será más reconocible en el
futuro que las identidades étnicas que precisan de las muletas oficiales
para su conservación asistida. Paradojas de la vida. Nuestra patria
abierta tiene raíces más profunda que sus naciones de razas y apellidos,
porque está prendida en el pueblo mismo. Somos pueblo abierto,
hospitalario y pacífico. Blas Infante fue profundamente antibelicista.
Sus sabias palabras aún resuenan entre nosotros: “Una sociedad –
afirmaba – puede estar en contra de otra sociedad, pero una cultura no
puede estar frente a otra sin dejar de ser cultura”. Ensalzaba nuestra
tradición pacifista al escribir: “Este es el sino de Andalucía, siempre
enfrente de los pueblos guerreros. Lucano lo dijo bellamente”. Tito
Livio afirmó que: “De todos los hispanos, son los turdetanos los menos
aptos para la guerra”. Al emir almorávide invasor, Yusuf Tasufin, le
irritaba profundamente la vida disipada y sensual que llevaban los
andalusíes, de los que decía que “su única ambición parecía poder tomar
una copa de vino, escuchar a una cantante, y tener una diversión para
pasar el tiempo”. Su alma áspera de militar de los desiertos,
acostumbrado a noches de cabalgada y luna, despreciaba la vida muelle de
los andalusíes. Decidió pues tomar directamente el poder de Al Andalus,
incorporando sus taifas a su imperio. Los reyes de Sevilla y Granada,
Almutamid y Abd Allah fueron deportados hasta Agmat, cerca de Marrakech,
donde murieron en el exilio. Ya lo dijo el poeta cordobés: “Igual
número tuvimos de derrotas que de guerras”. No, no somos guerreros,
jamás reafirmaremos nuestra cultura mediante la conquista a sangre y
fuego. Pero que seamos amantes de la paz, no significa una actitud
cobarde ni pusilánime ante la vida. Al contrario, nuestra cultura es
expansiva y contagiosa, al extremo de terminar incorporando a su caudal a
los conquistadores y poderosos. Somos pueblo alegre, al tiempo que
sabio y profundo. Con frecuencia, se confunde lo alegre con lo frívolo o
superficial. Nada más lejos de la realidad, en nuestro caso, al menos.
Tenemos un pozo milenario de sabiduría que sabemos envolver con la
elegancia de la alegría por vivir. Muchas veces no nos comprenden,
haciendo caer sobre nosotros el mito de la pandereta y las castañuelas.
Somos en general alegres, sí, por supuesto. Y a mucha honra, además.
Pero también profundos y sabios. Mientras otros necesitan reforzar su
sabiduría con una pose de solemne trascendencia, nosotros la
relativizamos con la alegría por vivir, por el gusto y el placer de
saber apreciar lo hermoso en las pequeñas cosas que nos rodean.
Una
sonrisa, una mirada, una flor, un atardecer, son fuentes de placer para
los sabios de la existencia. No todo es posesión ni consumo. No todo es
lucha por el dinero o el poder. ¿Y la alegría por vivir? ¿Y el culto al
placer? Pues debemos saber una cosa. Hay más espiritualidad en nuestra
capacidad hedonista que en los muchos golpes de pecho de los fariseos
del realismo práctico que tanto nos ridiculizan. Dicen que somos
perezosos e indolentes. Y todo porque valoramos lo
que otros ya
olvidaron por sus prisas. Entre otras cosas, la alegría por vivir. Se
ríen de nosotros, de nuestra habla, de nuestra superficialidad. Pues nos
da igual. Somos alegres y profundos. Llevamos miles de años siendo así,
y, probablemente, otros tantos seguiremos. Decía Ortega y Gassett que
los andaluces éramos el pueblo más antiguo de Europa. Y tenía razón. Y
por viejos, somos sabios, y por sabios sabemos que nada merece la pena
si por ello perdemos el gusto por vivir. La forma andaluza de estar en
el mundo se nos revela más estable en el tiempo que las sucesivas
culturas que nos dominaron. Ellas sucumben, nosotros continuamos. Y,
curiosamente, terminamos siendo los que otorgamos identidad al conjunto.
Paradojas de la vida. Conquistamos a nuestros conquistadores, nos
dicen. Y será verdad, respondemos con la indeferencia del sabio. Porque
intuimos que hemos sido esclavos en el reino del metal y el fuego, pero
reyes en la república del espíritu. Blas Infante reivindicó esa
filosofía de vida. Frente al racionalismo europeo del “Pienso luego
existo” de Descartes, contrapuso el “pienso y siento, luego existo”. La
sabiduría andaluza siempre cantó a las cosas hermosas de la vida, al
tiempo que sabía llorar las penas que albergaba nuestro corazón. Para
vivir hay que sentir. La razón, transparente y lúcida, ilumina sombras,
pero los sentimientos son los reales embajadores de la felicidad y la
tristeza. Por eso, el alma andaluza canta lo sensorial y a los
sentimientos, los dignifica, los considera parte substancial del alma
humana.
“Pienso luego existo”, sentenció Descartes; “Razono luego
soy”, le emuló Kant. Hegel, en su soberbia filo-racista, sublimó esa
componente racional. Lo bueno del hombre quedaba reducido a su
intelecto, su razón y su pensamiento. Sólo lo racional era valorado,
considerando todo lo irracional como una componente animal a ocultar.
Sin ser conscientes, estaban convirtiendo al hombre en un monstruo, una
especie de Frankenstein al revés, al que habían hurtado el derecho a
sentir. El Hombre quedaba reducido al Homo Faber, el hombre que produce,
o al Homo Pensante, que sólo avanza con su pensamiento. ¿Dónde quedaban
entonces nuestros sentimientos, nuestra capacidad de amar, de
emocionarnos, de soportar estoicamente el dolor? Quisieron teorizar un
hombre, lo hicieron eficaz, implacable, trabajador, calculador. Pero no
estaba completo. Le faltaba el tesoro de sus sentimientos, ese alma
cálida e insensata, tantas veces cantada por los poetas del sur,
acusados sistemáticamente de frívolos por las pensantes brumas del
norte. Y, como no podía de otra forma, esa corriente europea de
racionalismo productivista terminó naufragando en el océano profundo del
pesimismo existencialista. Si pretendemos relacionarnos con el mundo
que nos rodea exclusivamente a través de la Razón, siempre terminaremos
concluyendo en que nada tiene sentido. Para equilibrar el alma humana es
preciso aunar todas sus dimensiones. La racional, por supuesto, pero
también la emocional, la sensual, la social, la espiritual. Y esos
valores siempre estuvieron íntimamente arraigados en nuestras gentes y
nuestros pensadores. Fuimos injustamente despreciados, desmerecidos. Que
razón tenía el bueno de Blas Infante al contraponer al “Pienso luego
existo” europeo su “Pienso y siento, luego existo”. Y por eso renegó de
la Europa de la razón y el feudalismo. Y, por eso, su pensamiento sigue
vivo hoy. Tenemos que equilibrar las exigencias de la razón y profesión,
con los sentimientos y la alegría por vivir. Esa filosofía es hoy más
necesaria que nunca y Andalucía puede aportarla al mundo. Blas Infante
acertaba al reconocer que no somos una parte de Europa más. Somos
occidente con mucho oriente en nuestro interior. Sin duda, lo europeo
nos ha aportado valores positivos. Pero también, lo andaluz tiene mucho
que aportar a la forma europea de estar en el mundo. No tenemos
folklore, tenemos cultura viva. El folklore nos suena a esas tradiciones
y expresiones culturales fósiles que las sociedades estudian y cuidan
como reliquias del pasado. La mayoría de las regiones europeas conservan
su folklore en arcanfol. Llegan las fiestas, lo sacan, y una vez
finalizadas vuelven a guardarlo hasta el siguiente año. Es un folklore
muerto, que precisa de la custodia de los museos y de los estudiosos
para que no desaparezca. Es como una mariposa hermosa clavada en un
panel de corcho, para ser exhibida. Nuestras tradiciones están vivas,
fluyen, se mestizan, se viven, se mezclan con otros ritmos y formas.
Somos tierra manantial. El propio Ortega y Gasset, en su Teoría de
Andalucía, reconoce la marcada personalidad de nuestra tierra cuando
escribe: “Andalucía, que no ha mostrado nunca pujos ni petulancias de
particularismo; que no ha pretendido nunca ser un Estado aparte, es, de
todas las regiones españolas, la que posee una cultura más radicalmente
suya”. Cultura que irradia, que no necesita protección oficial como
tantos otros folklores muertos.Y si nuestra cultura e identidad ha
soportado siglos de ocultación, con igual tenacidad superará la
avalancha global que todo lo homogeniza. La globalización será una
prueba de fuego a la propia teoría de Blas Infante, que aseguraba que
nuestra cultura fluía subterránea, aflorando siempre como la escritura
primera de los palimpsestos. Estamos siendo bombardeados sin piedad por
el ocio, los héroes y las modas que los árbitros de la globalidad
imponen.
¿Lograremos mantener una identidad propia y viva, o
tendremos que recluirla en vitrinas de museos como ya ocurre en otras
tierras con menos personalidad? Blas Infante y este su humilde alumno lo
tenemos claro. Andalucía y lo andaluz sobrevivirá. No temamos a la
apertura de los tiempos. Ojalá sepamos aprovechar lo que de bueno tienen
estos vientos que están cambiando al mundo.
Futuro:
El siglo XX fue duro para Andalucía. Si en 1900 nuestra economía
suponía el 25% del total español, en la actualidad apenas alcanza el
13%. Aunque bien es cierto que el nivel de vida, de educación y de
sanidad ha subido exponencialmente, también es cierto el que seguimos
teniendo la tasa de paro más alta de toda Europa, lo que nos avergüenza y
atormenta. Tenemos un marco de autonomía comparable al de las
comunidades más avanzadas, pero, después de treinta años de desarrollo
apenas si hemos avanzado en la media relativa. En comparación con los
demás estamos donde estábamos. Asistimos a la crónica de un fracaso
parcial, que no debe dejarnos indiferentes. Ningún ideal andaluz puede
ser válido si excluye del empleo a más de un millón de andaluces.
Blas
Infante denunciaría con toda la fuerza de su voz el hecho de que
nuestra tasa de desempleo ascienda a unos niveles vergonzosos para un
país del primer mundo. Triplicamos la tasa de paro europea, y duplicamos
el de otras muchas zonas españolas. ¿Por qué? No es fácil, desde luego
contestarla, pero la respuesta debe estar en nosotros, el pueblo
andaluz. No podemos culpar al mundo de nuestra propia situación; debemos
preguntarnos qué nos impide volver a florecer como en otro tiempo
hicimos. Reivindiquemos con justicia lo que nos corresponde, pero
ayudémonos, sobre todo, a nosotros mismos. La solidaridad de los
terceros no hará por nosotros la tarea que a nadie más que a nosotros
corresponde. Blas Infante siempre se sintió orgulloso del genio y el
talento andaluz, original, lúcido, vibrante. Estaba convencido de que si
se dejaba
fluir, sin cortapisas, volvería a ofrecer los frutos
que en el pasado nos otorgaron fama y riqueza. Blas Infante, que creía
en el universalismo humano, abominaba del universalismo político. La
perspectiva de un gobierno mundial le inquietaba, y para conjurar sus
propios demonios, lo ubicaba irónicamente en el Polo Norte. En estos
últimos setenta años, el mundo ha cambiado mucho. Nos hemos hecho
globales, dicen, sin que terminemos de ponernos de acuerdo en lo que
significa eso de la globalización. Para unos, una pesadilla, y para
otros, un natural avance histórico de la humanidad. En la medida que esa
globalización signifique extensión de derechos, mejor conocimiento de
culturas y respeto mutuo, debemos apoyarla. En la medida que significara
alineamiento con los poderes, explotación del débil por el fuerte o
esquilmación de los recursos naturales, debemos condenarla sin
paliativos. Pero no caigamos en la condena del futuro por la sencilla
razón de que lo desconocemos. Nuestro amor a Andalucía no puede basarse
en el socorrido “cualquier tiempo pasado fue mejor”, porque ocultaría
bajo la melancolía de mundos imposibles nuestra propia incapacidad de
entender el presente y construir el futuro. Nos sentimos orgullosos de
nuestro pasado, pero aspiramos a mejorarlo, si cabe en el futuro. Ese es
el espíritu que hace a los pueblos grandes. Y nuestro progreso debe
tener una base cultural y de conocimiento para estar en armonía con los
talentos de nuestro pueblo, así como de sagrado respeto a la tierra que
nos cría. Nuestro desarrollo debe venir en convivencia con nuestro campo
y nuestra naturaleza. El nuevo discurso andalucista debe contar con el
caudal de confianza creativa que Blas Infante reconocía en nuestro
pueblo. No podemos quedarnos en el lamento fácil del agravio y la pura
reivindicación. ¿Es que acaso tememos al futuro? No debemos enfrentarnos
a la globalización con actitudes defensivas, que de nada valdrán a la
larga. Debemos otear el nuevo horizonte con la perspectiva del sabio que
sabe encontrar oportunidades dónde los demás sólo perciben problemas.
Debemos creernos que podemos dar un salto de gigantes. Nada nos lo
impide, los tiempos juegan a nuestro favor. Blas Infante tenía una
confianza ciega en nuestra capacidad creadora: “Andalucía – afirmaba –
no ha copiado, ni copiará jamás, a ningún otro pueblo. No tiene
necesidad de copiar. Sabe crear originalmente. No podría copiar, aunque
quisiese. La fluencia inevitable de su historia la lleva a volar siempre
sobre campos vírgenes”. Don Blas tenía razón. Si es cierto que nos
adentramos en la sociedad del conocimiento, ¿qué nos impide aprovechar
la oportunidad que la revolución industrial nos negó? El discurso de
Blas Infante nos otorga confianza en nosotros mismos. Fuimos grandes,
¿por qué no volver a serlo? No podemos resignarnos a nuestro triste
papel de palmeros. El futuro lo tenemos en nosotros mismos. Nuestro
mundo natural es el de la cultura, la ciencia, el arte y el
conocimiento, todo ello aliñado con una determinada forma de ser y estar
en el mundo que nos humaniza, según el pensar y el sentir infantiano.
En ese resplandor lúcido y generoso encontraremos nuestro venero de
futuro. Brillamos en Tartessos, en la Bética, durante Al Ándalus. ¿Por
qué no volver a conseguirlo? Depende de nosotros, no podemos delegar
nuestro porvenir en los otros. De ahí que debemos ser libres para
construir nuestro propio futuro. Y libertad significa responsabilidad. Y
esfuerzo. Y asumir riesgos. Y potenciar iniciativas emprendedoras. No
podemos resignarnos. Blas Infante criticó con fiereza a quienes se
abstenían de las cuestiones generales anestesiados por los placeres
domésticos. Sus duras palabras aún resuenan en nuestros oídos y
conciencias: “No son hombres de bien – bramaba – los que se consagran
por entero a sus hogares, sus bibliotecas o sus retiros, rehusando o
despreciando la lucha por la justicia. Son egoístas que huyen del fango
por evitarse la repugnancia o el esfuerzo. Son esa clase cobarde llamada
neutra. Hablan de las debilidades de los hombres públicos sin haber
contrastado su propia fortaleza y dejan los asuntos públicos a la
incapacidad de los peores”.
¡Qué razón tenía! Esa energía debe
canalizarse tanto en iniciativas colectivas como en las individuales.
Pero además de los esfuerzos culturales, económicos, sociales y
políticos, nos hace falta un gran esfuerzo intelectual para postular un
nuevo discurso andaluz adaptado a los tiempos y que sin ningún ánimo de
carácter exclusivista, sea compartido por una amplia mayoría de la
población andaluza.Este discurso, desde la firmeza de nuestro
reconocimiento histórico, no debe quedarse en el quejío de la
discriminación. Debe entonar el grito de nuestra propia responsabilidad
ante los tiempos. Debemos abandonar la fácil actitud de justificar todos
nuestros problemas acusando al otro, hasta convencernos de que somos
los amos exclusivos de nuestro propio futuro. Seremos lo que queramos
ser. Y no podemos encontrar mejores cimientos para el nuevo discurso que
el Ideal andaluz de Blas Infante, vivo y vigente para todos
nosotros.
Hermanos y hermanas andaluzas. El futuro es nuestro. Querido Blas
Infante, muchas gracias por habernos dado tanto. Tu grito se mantiene
incólume en nuestras gargantas. Gritemos ahora todos juntos, con la
misma emoción que la de los que nos precedieron, nuestro himno de
libertad. ¡Viva Andalucía Libre!
PISTAS Y CLAVES
Salam aleikum, barak-Allah-ufik (Paz a vosotros, y que Dios os bendiga):
El discurso de Manuel Pimentel (1) del cual nos informó el amigo DELESUR nos ha inspirado y hasta esclarecido bastante acerca de la perversidad intrínseca del necionalismo antiandaluz, acaso malamente llamado “andalucismo”. Normalmente, no solemos tomarnos muy en serio esta nefasta ideología, y también porque pensamos que realmente no tiene influencia en el pueblo andaluz. Bien, mientras sigamos en esta dinámica, pienso que erramos. Y pienso que erramos porque más allá de las tonterías de Blas Infante, Manuel Pimentel y demás ralea, son cosas que aquí el hijo de mi madre, que vino al mundo en el año de 1981, ha escuchado “endeje shiquenino” en la escuela. Y se supone que estudié en un “colegio religioso”... Como yo, otros tantos más han acabado imbuidos, en mayor o menor medida, de la farsa antiandaluza imperante, hasta tal punto de aceptar mansamente el trapo invasor de reminiscencias musulmanas, mal llamado “bandera andaluza”; hasta el punto de “creernos moros” y sentirnos más o menos culpables de la Reconquista y considerar a los castellanos como invasores... Empero, el infumable discurso de Pimentel es de agradecer, pues nos aporta pistas y claves sobre esta ideología que, sin necesidad de terrorismo violento o politiquería quizá demasiado notoria, está calando cada vez más en nuestra sociedad por medios cada vez menos solapados. Como se dice por aquí, vayamos al turrón:
Lo repetiremos hasta la saciedad, porque es necesario, como también lo reconoce el gallego Serafín Fanjul (2): ANDALUCÍA es una creación cristiana. “Reynos del Andaluzía” es la expresión que se adopta para definir los territorios reconquistados por San Fernando III, Rey de León y de Castilla, trazados por el Valle del Guadalquivir hasta las “marcas” de Algeciras y Gibraltar. Su constitución política en la Corona de Castilla radicó en los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén, con los pequeños e importantes Algeciras y Gibraltar, que tras ser reconquistados siguieron amenazados por la invasión islámica. El reino de Granada, que por desgracia permaneció dos siglos más bajo el yugo mahometano, y que copaba las actuales provincias de Málaga, Granada y Almería, no entró ni geográfica ni políticamente en Andalucía, mientras que una franja importante del sur de la actual “Comunidad Autónoma de Extremadura” sí que entró en lo andaluz. El Reino de Granada siguió tras siglos de la Reconquista sin entrar como “Reyno del Andaluzía”; no entra hasta el liberalismo del siglo XIX. Córdoba, Jaén y Sevilla pasan de ser reinos de las Españas en la Corona de Castilla a dividirse en provincias de tercera dominadas por caciques. Por tanto, Andalucía es fruto de la reconquista, ni anterior ni posterior. ¿Se toma el nombre por Al Andalus? Al Andalus era todo el territorio musulmán de la península ibérica. Tan andalusí eran Barcelona, Tarragona, Toledo o Coimbra como Huelva o Chiclana. Sobre el nombre de Al Andalus existirían varias hipótesis; normalmente, se acepta que tras el dominio vándalo durante unas dos décadas de la antigua Bética sonará el nombre de “Vandalia” o “Vandalusía”; con el que los invasores norteafricanos y arábigos identificarán a la Piel de Toro. Los islamistas dicen que es por referencia al Atlántico en lengua árabe... Otros dicen que el sur se puede conocer por los visigodos como “Landahalauts", esto es, “tierras de sorteo". Incluso existiría la hipótesis vascuence de “Landaluzía", esto es, “tierra ancha". El caso es que es un tema controvertido y que se reviste de hipótesis, pero Andalucía no es en absoluto identificable con Al Andalus. Sí entendemos que los muslimes consideraran a esta tierra como un paraíso, vaya que si lo entendemos... Pero esta confusión tan infantiloide se da en las lenguas europeas; a saber, en francés, “andalous" es lo mismo para andalusí y andaluz, como el inglés “andalusi". Nada más lejos de la realidad, y acaso, productos del nefasto romanticismo y de la literatura barata extranjera que no conoció esta tierra querida y profunda más allá de la superficialidad absoluta. Lo aclararemos: Andalusíes eran los musulmanes de Hispania (Que no hispanos o españoles, ellos jamás lo reclamaron para sí), recuerdo de la invasión vergonzosa que dominó nuestra patria durante siglos; andaluces son los hijos de los reinos de Sevilla, Córdoba y Jaén con Algeciras y Gibraltar, súbditos de la Monarquía Católica y Foral. Averroes no fue andaluz, sino andalusí; andalusí que tuvo que huir por culpa de los propios mahométicos de aquí. Andaluces fueron Vicente Yáñez Pinzón, Rodrigo de Triana, Rodrigo de Bastidas, San Francisco Solano o Rodrigo Caro, como lo fueron Miguel Gómez, Enrique Barrau, Antonio Molle Lazo y Manuel Fal Conde. El déspota sodomita Al Mutamid nunca fue rey de Andalucía; Fernando III el Santo sí. El pueblo andaluz nunca acogió a sultanes, emires o califas porque sencillamente no era pueblo andaluz; el pueblo andaluz, empero, demostró su braveza para aclamar a Felipe V, como aclamaba a los Reyes Católicos o a Carlos I en los Reales Alcázares.
El sur hispánico conoció una realidad política efectiva con Roma, no antes ni después. Con Roma conformamos la provincia Bética, que como dice M. Pimentel, incorporada a Roma como provincia senatorial pero no por nuestra “pasividad" o “hedonismo", sino porque el espíritu práctico romano aprovechó la estructura política y cultural de base indígena que aquí existía. El caso es que la Bética existe con el mundo romano y luego en el mundo godo, que con el rey Egica llega a conformar la “corte nacional", y con San Isidoro en Santa Iglesia de Jerusalén -Hispalense, el centro de sabiduría y espiritualidad de la forjada Cristiandad; pero no antes ni después. ¿Podemos identificar Andalucía con la Bética? Es un tema difícil y espinoso; mayormente diremos que no exactamente. Que Andalucía bebe mucho de la Bética y se complementa, pues sí, es cierto. Como puede ser el caso de Portugal con la Lusitania; aunque no olvidemos que parte del Alentejo y el Algarve entraron en la cultura tartéssica prerromana, como parte del Algarve luego entraría en la Bética romanizada. Por eso no estamos ante una “ciencia exacta". Con todo, ese “complemento matriz" lo recupera luchando contra el moro invasor. Ni más ni menos. Estamos de acuerdo en algunos aspectos con José Ortega y Gasset y Julio Caro Baroja cuando dicen que en las Andalucías existen “atavismos etnoculturales" curiosísimos que se han mantenido a lo largo de los tiempos, tal y como A. Schulten expresaba por su rebuscada Tartésside que “en España pervive extraordinariamente lo arcaico". Es más: No negamos ni la “semilla pimenteliana" en que “todo lo bueno viene de fuera", algo tan endémico en nosotros; y que se quiera subrayar las brillantes originalidades que se han destacado en el sur ibérico. Pero no es esto, no es esto... Lo cortés no quita lo valiente, y hay que saber analizar los distintos porqués; cosa que los necionalistas antiandaluces no hacen sino para su perversión radical.
* No nos detendremos mucho en esta cuestión porque nos parece que la onda expansiva del necionalismo antiandaluz se agrava en otras “pistas/claves" que constituyen el fundamento de nuestra reflexión. Sólo recalcamos que el andalucismo no es defensor de las particularidades autóctonas andaluzas ni de su antiquísimo brillo, sino todo lo contrario, como iremos viendo. No es ni siquiera, un “intento indigenista".
Lo que parece nítida realidad, es combatido duramente por la ideología. Duramente decimos por cómo la mediocridad puede campear en eso que llaman "democracia"... Vayamos a esas pistas y claves:
El andalucismo sigue una falsa senda. Falsa y perversa, porque como percibimos, se nutre de la “ideología masónica", pseudo-ocultista y de “religión civil/del hombre", como viene a recordar Rodríguez Zapatero. Según los necionalistas antiandaluces, Andalucía constituye una suerte de “comunidad civil/espiritual/gnóstica" que se pierde en la noche de los tiempos y perdura con amplitud hasta Al Andalus, destacando especialmente (Según el criterio partidista ideologizante) la época pagana grecolatina y el mundo islámico como colofón de colofones. En ninguna de las dos épocas existió “ Andalucía" como tal, y mucho menos, en la muslímica. Pero aparte, el andalucismo obvia en su criterio la época cristiana-romana y la visigoda, es decir, borra de un plumazo unos, ¿cuatro siglos? capitales para entender nuestro lógico/histórico desarrollo. Al calor de la majadería de I. Olagüe (3), esta gente sigue empeñada en que los árabes nunca invadieron España, es decir, lo del bereber Tariq Ben Ziyad y lo del árabe Musa no fue más que una simple correría ante una península que, según la lógica revolucionaria pseudohegeliana (Tesis/Antítesis/Síntesis), estaba preparada de antemano para recibir la revolución espiritual islámica, consecuencia superior del monoteísmo, que si en principio puede parecer intolerancia, gracias al carácter andaluz se conservaron las formas míticas del pasado que se confunde hacia las pinturas rupestres. Observemos que el querer borrar de un plumazo siglos capitales de nuestra historia coincide con el odio por la Reconquista. Pero en este odio, no se cita la brutal persecución, cuando no directo exterminio, de los cristianos de la Bética. Aquellos que pudieron emigrarían a los incipientes reinos del norte, comandados por la “monarquía astur", dando una impronta mozárabe (4) importantísima que tendrá un lógico recorrido en los siglos venideros hasta influenciar en los regresos hacia el sur. Pimentel trae lágrimas de cocodrilo por la muerte de Blas Infante (del cual no nos alegramos), pero no por el salvajismo califal ante los cristianos de Córdoba, ante aquellos mártires hispanos que con su sangre regaron nuestra tierra de ejemplos de fidelidad y resistencia a la constitución histórica de la patria. Establecen categorías de andaluces, en todo caso, y toman lo que les conviene. Por supuesto que Pimentel no se acuerda ni quiere acordarse de los cristianos béticos martirizados por la tiranía califal; pero es que ni tampoco lo hace de muchos ilustres andaluces que fueron coetáneos de Blas Infante: Así, el excelente dramaturgo Pedro Muñoz Seca, fusilado en Paracuellos del Jarama por orden de Santiago Carrillo, amigo de los necionalistas todos y pilar fundamental de nuestro sistema. Así, la cantidad de carlistas y falangistas o gentes sin filiación política (Por el hecho de ser católicos, no lo obviemos) encarcelados, torturados o asesinados por las hordas republicanas que defendía Infante como herramienta lógica para llegar a unos “Estados Unidos de Iberia". Y vemos aquí que en estos zotes entra el “tema iberista", ideología progresista, masónica y republicana, que sigue en la moda de los separatistas anticatalanes, como sigue en la cabeza de la oligarquía antilusa que tras la revolución de los claveles está llevan a la gran nación vecina y hermana al peor de los caos. Ya lo dijeron los del Partido Socialista de Cataluña con la falsa encuesta de los portugueses “unionistas" del 28%: “Por fin triunfará el iberismo de nuestros abuelos…". Si algún nacionalista portugués se creía que los separatismos en España le iban a suponer pingües beneficios, aviado va. Portugal es y será directamente afectado por esto. Si ya en el 1978 “se anexionó" Granada, ¿por qué no se podrá anexionar el Al Gharb, bajo formas califales?
El caso es que una y otra vez hay categorías ideologizadas entre andaluces... ¡¡Y el mismísimo Blas Infante nace en un territorio que no es andaluz hasta el liberalismo isabelino!! Un “no andaluz" viene a darnos lecciones de “andalucidad"... Pues vaya rollo, ¿no? Con razón Blas Infante nunca se quejó del “provincialismo" de Isabel ¿II? y J. de Burgos; a él le venía perfectamente para justificar sus desmanes.
En esta “repartición ideológica", no veremos que los necionalistas antiandaluces hablen del brutal expolio de las tierras andaluzas tras aquel gran robo sacrílego que malamente llamóse “desamortización". En su “afán iberista", no sabrán que el artífice fue Mendizábal, para pagar la Guerra Carlista... Guerra por la que el pueblo español, por el mismo trilema que luchó contra Napoleón, aquel tirano que fuera por primera vez derrotado en Bailén, se alzó en armas por la legitimidad frente a la usurpación. La usurpación, hecha a base de golpismo y masonería y las más bajas políticas, no pudiendo con el voluntariado de los ejércitos realistas, decidió endeudar a España y para eso utilizó a Andalucía como su campo máximo de pruebas, repartiéndose nuestro tesoro artístico, cultural y agrícola, anulando nuestra tradición y gobierno, todo para la tiranía liberal. La misma operación la repitió Mendizábal en Portugal, con el auxilio de Gran Bretaña y Francia; mientras D. Miguel I, arriesgándolo todo, jamás quiso endeudar a la patria de las quinas. Alma gemela de D. Carlos V de España; hasta Benito Pérez Galdós tuvo que reconocer su honradez. Este episodio tan oscuro de nuestra historia es fundamental para comprender la anulación política, económica y social de las Andalucías. Este, y no otro. Estamos aquí en el origen del brutal caciquismo, netamente liberal-revolucionario. Sin embargo, de Blas Infante a Manuel Pimentel, ¡ninguno pía! El latifundio sólo es culpa de la Reconquista. Nada tendrá que ver la Revolución. Porque, por supuesto, en la época andalusí todos eran propietarios agrícolas y artesanos libres, perfeccionando el paraíso terrenal que conocíamos desde los Balbos. Y para volver a esa felicidad andaluza, se ha tirado del PER, repitiendo el caciquismo endémico de la Revolución, del que encima se culpa con odio a la Catolicidad política.
En lo del latifundio, por otra parte, es algo cuasi endémico al sur hispano por: 1) su riqueza de producción y clima , 2) su siempre relativa poca población. Pensemos que el bandidaje lusitano ponía no pocas veces sus ojos en la Turdetania, aunque en la Turdetania también se daba el bandolerismo... Pensemos que en la Andalucía de hoy se pueden sembrar cítricos, olivos, vides, maíz, papas, tomates, pimientos, trigo, y hasta algunos cultivos tropicales. Es difícil encontrar una tierra tan productiva y polivalente en todo el Viejo Continente. Con razón los liberales se empeñaron en apoderarse de esta tierra y se la repartieron como si fuera un botín, todo ello para luchar contra los voluntarios carlistas y llevar a España al peor de los caos, del que no ha salido en casi dos siglos de Revolución.
Al Andalus no fue una tierra de ensueño del buen salvaje ni de propietarios libres; al contrario, su modelo fue profundamente esclavista; probablemente, ni mejor ni peor que otros si lo analizamos fríamente. Realmente el esclavismo nunca ha acabado en las sociedades arábigo-islámicas y menos en las que albergan minorías negras, de Mauritania al Yemen. Por eso, que no se diga lo que no es. Al Andalus supuso el expolio y la humillación de nuestra tierra y la Reconquista el orgullo y la dignidad. Y nos están contando la historia al revés sacándonos el dinero del bolsillo. Subráyese la directa correlación.
En sus delirios gnosticistas y anticatólicos (5), los andalucistas consideran que la “invasión castellana" es el principio del fin de Andalucía. ¡¡CUANDO LA RECONQUISTA ES EL COMIENZO DE NUESTRA HISTORIA COMO ANDALUCES, COMO TALES!! La gloriosa batalla de las Navas de Tolosa abrió el valle bético a las tropas cristianas frente a la asfixia al-muhawid, y este es nuestro horizonte. Algo objetivo. Pues bien, vean el ideologismo hacia dónde llega: Hacia nuestra negación radical en los comienzos. Si hay una “proto-Andalucía", esa es la Bética romana y luego gótica; “proto", no “exacta". Y si se recupera en muy buena medida, es gracias al Cristianismo. Se recupera de lo que destrozó el islam.
Con sus dimes y diretes, y con su “diferencialismo acusado y acusador" que utilizan a la carta (¡Ay, eso del “libre examen"...!), para ellos “Castilla" es el símbolo del mal, de la opresión, de la incultura, de la barbarie, de la intolerancia. “Castilla" es lo que a los modernos el franquismo. No importa que los reconquistadores no fueran “sólo castellanos" (Al fin y al cabo San Fernando era rey leonés), no importa que bajo las huestes católicas vinieran vascongados, navarros, asturianos, gallegos, aragoneses... Para el necionalismo antiandaluz, “todo es Castilla" y todo es el mal. Lo que vino después, es el reinado de las tinieblas; cuya maldad reside principalmente en la Monarquía Católica, plenitud del gobierno hispánico donde los ANDALUCES COMO TALES (Que no los “Abderramanes") inscribimos nuestra propia historia, conquistando y poblando las islas Canarias desde el poderío del condado de Niebla tras los incipientes Betancourt y siendo puerto y puerta para las Indias: Durante siglos, el triángulo de la Baja Andalucía, desde los comienzos de Palos de la Frontera a Sevilla, Sanlúcar de Barrameda, Huelva, Cádiz; vamos a ser no sólo el punto neurálgico del país, sino del continente, de toda una epopeya civilizadora/evangelizadora/náutica/militar de la cual fuimos protagonistas muy directos. Y eso, en la debilidad mental antiandaluza no se puede ni debe soportar. Porque la irracionalidad anticatólica prefiere vivir apisonada bajo la bota islámica antes que su propia historia. Así, hallaremos en los andalucistas unos firmes defensores de la leyenda negra, tan antiespañola como anticatólica, Y NETAMENTE ANTIANDALUZA, por cuanto Andalucía supone en esta página dorada de la historia de España, que se inscribe hasta las Antillas, el Pacífico Norte y los confines de los Andes, como se va a confundir en las Filipinas; y como Andalucía va a ser vital para el propósito de nuestros muy católicos reyes: Restablecer el dominio cristiano en el norte del África, nuestra HISPANIA TRANSFRETANA, que nuestros reyes siempre tuvieron en mente; noble y justo anhelo que fue recuperado por los reyes y pensadores carlistas (6). El historiador de origen cordobés afincado en Sevilla José María de Mena refiere en sus Personajes sevillanos célebres en la Historia que el valle del Guadalquivir constituye el fundamento de la “unidad nacional". Lo fue con Roma, se perfeccionó con el Cristianismo, y lo recuperó con fundamento y desarrollo en la Reconquista. Los andaluces no somos castellanos como tales, pero políticamente, orgullosos de pertenecer a la Corona de Castilla y de regirnos políticamente por el Libro de los Jueces de los Reyes de León. Y por supuesto, no siendo castellanos, somos hermanos de los hijos de la estepa celtibérica, como somos hermanos de sus vecinos leoneses, y somos hermanos del valenciano, el catalán, el canario, el vascongado, el toledano o el gallego. Como somos hermanos de la América Hispánica y tenemos como vecino querido a Portugal, en una intrahistoria que explica los siglos de nuestro ser. El andaluz tiene, asimismo, mucho más en común con el napolitano, o incluso con el griego, que con el moro. Objetivo y demostrable.
Y así, según la mentalidad necionalista, la repoblación ideada por Carlos III y Pablo de Olavide en el corredor de la Sierra Morena, que une la comarca de Écija con Córdoba y Jaén, y que cobijó población venida de Flandes y Baviera, así como de Francia, Suiza o Italia, serán “invasores castellanos", poco más o menos, en la castellanofobia habitual, irracional y mentirosa que también nos trae el necionalismo anticatalán, ¿¿¿¿¿supondría más de la terrible “imposición castellana"?????. La emigración italiana tan abundante en Sevilla y Cádiz será un hecho de la “brutal invasión castellana", ¿o no? Malvados cristianos, avanzadillas de las terribles usanzas castellanas de la época...
De esta guisa, los necionalistas antiandaluces han tomado la “modita post-sefardí" de exigir la nacionalidad española a los descendientes de moriscos. A saber la sangre que tienen esos supuestos descendientes, como la de los sefardíes... La “modita sefardí" vino de antes e incluso continuó con el franquismo. No obstante, uno se podrá morir de la risa (Por no del llanto) al pensar si los judíos están pensando en darle la nacionalidad a los descendientes de filisteos, hititas, escitas, cananeos o etc. que por allí pululaban... No, los judíos son más listos y sólo conceden la nacionalidad en base al criterio puramente racial, más que el religioso. Bastante más. A saber: En el estado sionista, mandan los ashkenazis, mayormente conversos descendientes de la Europa Central y Oriental. En segunda fila están los sefarditas, muchos venidos del mundo islámico (7); y ya los falashas, descendientes de los realmente antiguos judíos etíopes, o los beni-Israel de la India, o los conversos de otras muchas extracciones étnicas para qué contar... Pero no, nosotros somos más buenos que nadie. ¿Se imaginan, asimismo, a Túnez, deseosa de conceder la nacionalidad tunecina a los germanos descendientes de vándalos? ¿O a los griegos expulsados del norte de África, o incluso a los fenicios del Líbano? No sólo sería un anacronismo, es una solemne estupidez. Pero en el “buenismo" masónico, todo cabe. No nos engañemos: Esto es una herramienta revolucionaria; no es que de verdad les preocupe el tema o quieran ser los más buenos del mundo. Blas Infante y su “andalucismo" nunca fueron populares en las Andalucías. La afluencia de “post-andalusíes" les daría un prurito nuevo a su causa, una fuerza de choque. Como dice Rafael Castela Santos, toda revolución necesita de sus sans-culottes... Y a la Revolución se le acabaron ya muchos clientes, entre ellos, en las antaño “clases proletarias". A ellos qué más le dará que esta tierra se islamice, a ellos les importa lo suyo... Y lo suyo es el bolsillo, entre otras cosas. Si el andalucismo ha ido creciendo ha sido gracias al mucho dinero público depositado para que todas estas tonterías acaben imperando hasta los párvulos. Dinero público que han soltado todos los partidos, desde el PSOE al PP, pasando por los comunistas todos, juntos y revueltos. Así, los moriscos, descendientes de los invasores musulmanes y de los traidores hispanos, que jamás se llamaron ni fueron españoles (8), tendrán una oportunidad histórica de repetir la invasión que se materializó tras la Batalla del Guadalete y que Olagüe niega; y así, los necionalistas antiandaluces, en su perfidia traidora, perfilarán una afrenta clave: REÍRSE DE TODOS AQUELLOS NUESTROS HERMANOS CRISTIANOS QUE FUERON PERSEGUIDOS, EXPULSADOS, HUMILLADOS Y MUERTOS POR EL ISLAMISMO. Ahí tenemos el testimonio del santo Pelayo en Córdoba, ahí Eulogio y Speraindeo, ahí las temibles correrías de Ben Hafsún, que volvió a sus raíces cristianas. Por el islamismo muchos cristianos norteafricanos tuvieron que emigrar, algunos “bereberes/cananeos" (Tal era la impronta de San Agustín) lo hicieron hacia la península hispana, otros a la itálica... ¡PERO DE ESO, EL NECIONALISMO ANTIANDALUZ NO SE PREOCUPA; NO CONVIENE! Dicen que los andalusíes fueron obligados a otra ¿forma de vivir? por culpa de las “formas castellanas"... ¿Cómo se llamará entonces a la invasión árabe sobre nabateos, caldeos, cananeos, amorreos, jebuseos, coptos, helenos, númidas, libios, bereberes, persas, partos, medos, etíopes, hispanos, indios, kurdos o itálicos? ¿Cómo fueron las formas tras la brutal invasión islámica y el fin del “Mundo Antiguo", esto es, el de Grecia y Roma? ¿Cómo fue la vida no ya de los hispanos esclavizados y maltratados, sino también de los otros muchos pueblos que padecen el dominio musulmán; y luego que se aliñó con la Gran Turquía, amenazando sobre Viena y Roma, enseñoreándose sobre los Balcanes y maltratando a Grecia; o incluso cómo fue el dominio turco para los propios árabes musulmanes? ¡Ah, aquí el “igualitarismo" vuelve a no convenir! Porque los moriscos son la “nueva clase proletaria" que acaso se confunde con la “memoria histórica republicana", los oprimidos, los desposeídos, los marginados... ¡¡E invadieron España 8 siglos!! Vaya pobrecitos más raros. Nunca el pobrecito será el católico, por supuesto, y menos en este régimen juanqui-zapateril cada vez más laicista. Siguen sin convenir estas “cosas veredes" al andalucismo. Como sigue sin convenir, a los que denuncian la supuesta “terrible usanza castellana", LA BRUTAL USANZA ISLÁMICA QUE VIENE PRIVANDO DESDE HACE SIGLOS (CON CONTADAS EXCEPCIONES, COMO LA JORDANIA HACHEMITA, Y NI ESO REALMENTE...) A LOS CRISTIANOS ÁRABES DE SU FE Y TRADICIONES; los cristianos árabes, una de las primeras comunidades evangelizadas como se narra en los Hechos de los Apóstoles, maltratados y perseguidos, cuando no exterminados, como fue el caso de los cristianos hispánicos. Árabes que estaban en aquellas tierras mucho antes de que naciera Mahoma, de su misma lengua y raza, y ni a ellos respetan. Y se quejan de la supuesta “terrible usanza castellana" de la Monarquía Católica que siempre buscó la conversión antes que la expulsión directa... ¿Se puede tener la cara más dura ? Bienvenidos al andalucismo.
Curiosamente, aún en Marruecos, Argelia o Túnez, los descendientes de andalusíes conforman las familias más ricachonas. Y de lo que tampoco habla el andalucismo es que los moriscos expulsados (A nuestro entender, muy justamente) fundaron todo un estado pirata cuasi independiente de los sultanatos que dividían el actual Marruecos, cuya labor principal fue el de capturar esclavos cristianos.
La maldad de la España Católica es tan grande que en el siglo XVI ya conocía imprentas y universidades en América, y cátedras de lenguas indias. Es tan grande que los negros huían de las colonias anglosajonas para servir como soldados con todas las de ley en nuestra Armada, es tan mala que a los anglosajones les parecía escandaloso que blancos, negros y mulatos estudiaran juntos en la misma universidad (En Yanquilandia fue posible bien avanzado el siglo XX...); es tan mala que a los gitanos se les exigió que abandonaran el nomadismo y el latrocinio y se integraran en la sociedad... Y así, ya vemos que acaso no queda ni uno. ¡Unas condiciones impensables de cumplir en los mundos de yupi-andalucismo! Con las condiciones tan flexibles que impusieron los diversos emires, califas y sultanes andalusíes (9), desde los exilados omeyas a Boabdil el llorón... Dónde va a parar. ¡Lo que se perdió Andalucía con todo esto!
Y a todo esto, ¿qué han hecho moriscos y sefardíes por España en estos últimos siglos, aparte de echarnos mierda? ¿No hablan de los cristianos a los que los suyos sometieron? El “desfavorecido" siempre es el mismo... El que manda la ideología.
Y es que vayamos a lo más práctico: ESTE ANACRONISMO/SINSENTIDO ES TAN RIDÍCULO QUE EXIGEN ALGO QUE NO EXISTÍA, ESTO ES, EL CONCEPTO REVOLUCIONARIO DE NACIONALIDAD. Si habría que devolverles algo, sería el de súbditos de la Monarquía Católica, no el de “ciudadanos" de la república coronada. Jamás tuvieron la nacionalidad española como tal ni moriscos ni sefardíes. Ni jamás quisieron ser súbditos de la Monarquía Católica, y lo demostraron con muy buenas formas. En la época de la dictadura del general Primo de Rivera y de Alfonso ¿XIII? se cometió la terrible estupidez de conceder la nacionalidad española a los sefarditas. El mismo general Franco lo repitió, aunque con causas más humanitarias la verdad, en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Eso no quita que la “concesión nacional" siga siendo un enorme sinsentido, máxime cuando el general se la negó a la Familia Real Legítima. Sea como fuere, así de bien se lo han pagado muchos judíos, igual que le pagaron las corajudas gestiones al Papa Pío XII.
¿Nos dirán, pues, que defendemos la “visión de los vencedores" y ellos la de los “vencidos oprimidos", tal y como parece en la Guerra del 1936? Lo mismo que con los “pobrecitos afrancesados" de la vicepresidenta de la Vogue... Bien, pues entonces, ¿por qué nos tendremos que creer las versiones de los vencedores de la Segunda Guerra Mundial? ¿Por qué creernos a Churchill, Roosevelt o Stalin, y no darle algo de cancha siquiera a los partidarios de Hitler? ¿Por qué marginar y encarcelar a los llamados historiadores “revisionistas", tipo David Irving, E. Zundel o R. Faurisson, algunos de ellos que ni son nacionalsocialistas? Si es que no se trata ni de eso, pero acudimos a su lógica... A su lógica ideologizante y partidista, nunca objetiva, historiográfica, científica.
Si nos desviamos a la “cuestión racial", muy clara no debía andar en Al Andalus cuando Averroes señalaba el distinto genio de andalusíes, bereberes y árabes. No andará muy claro cuando muchos muladíes se inventaban fantasmagóricos pasados de pureza árabe. No andará muy clara la cuestión cuando Al Andalus, que fue un hervidero de guerras intestinas, vivió su primera “gran guerra civil" en el siglo VIII, poco después de la invasión, cuando las huestes berberiscas, engañadas por la minoría elitista árabe, quedáronse con las tierras más pobres de la península y usaron sus armas, con la ayuda de muladíes, para expulsar a los árabes de la península. ¿No es eso xenofobia? ¡SOS Racismo!
A día de hoy, y quien tenga amigos moros, como un servidor, lo sabrá, los moros identifican a los españoles como “más blancos" y distintos a ellos físicamente. En absoluto nos consideran por lo general “iguales", ni siquiera “hermanos".
Una de las explicaciones del avance cristiano precisamente fue que, a pesar de sus posteriores divisiones, hallaban una unidad religiosa y sociopolítica que jamás conoció el mundo islámico en Hispania. Mundo islámico que acabó dividido en taifas y que ciertas minorías, como los guardias eslavos, dominaron en el Levante. Mundo islámico andalusí que no paró de pelearse entre sí mismo. No olvidemos tampoco las revueltas en un comienzo de muladíes autóctonos que comenzaron a regresar a la Fe Cristiana, comandadas por Ben Hafsún, el caudillo de Bobastro, calificado como “jefe de la raza española del Mediodía". El sur hispano no escapó al desquiciamiento interno del mundo islámico en nuestra península, y sufrió mucho por sus propias esquizofrenias. Este es el supuesto “periodo de esplendor perenne e incontestable" que pretenden vendernos: Unos musulmanes que no se soportaron ni entre ellos mismos. A ver: Esto no quita que bajo el periodo musulmán se conocieran periodos de esplendor cultural. Claro que nos admiramos de la Alhambra y la Giralda; y yo mismo, de la torre de Cuatrovitas. Pero como nos admiramos de la mezquita-catedral de Córdoba, recordamos que fue hecha sobre una iglesia, como la mezquita de Sevilla. Así fue la tolerancia andalusí, que la “proto-Andalucía" sufrió desde primerita hora. Por otra parte, claro que nos admiramos de los baños del califa en Córdoba, pero los baños no fueron inventados por los moros. Los baños se conocían desde la época romana, y los romanos fueron los grandes ingenieros del agua. El mundo musulmán, tanto el foráneo como el más autóctono, ya conocían esas técnicas porque venían de antes, y se desarrollaron hasta época visigoda. Y el argumento que tienen los necionalistas antiandaluces es que Isabel la Católica no se lavaba... Algo que me decía un profesor de universidad que se enorgullecía de la pertenencia masónica de su señor padre... Al final, la cabra acaba tirando al monte. Dice Pimentel que no se respetan las capitulaciones... No vamos a perder el tiempo con estas tonterías, ¿pero qué respeto guardó hacia lo autóctono hispano la INVASIÓN MUSULMANA?
En cuanto a “cuestiones étnicas", los necionalistas antiandaluces siempre se empeñaron (como Arzalluz en Vasconia. Satán los cría...) en que los celtas nunca llegaron a Andalucía. Hace ya mucho tiempo que sabemos que esto es mentira. Y no por ello nos sentimos “más puros" ni “más próximos a los ingleses" y cosas así. Pero por supuesto, más próximo a los irlandeses, o a los ingleses católicos, que a los musulmanes del norte africano. Y valoramos lo céltico dentro de nuestra protohistoria como valoramos lo turdetano, lo ibero, lo ligur, o hasta la pequeña colonización fenicia. Lo que no valoramos es la fantasmagoría de la “Iberia Beréber", porque en todo caso, los iberos también llegaron al actual Magreb, ¿por qué no hablan ellos de “Berbería Íbera"? ¿Por qué los musulmanes intentan ocultar el poderoso legado anterior a la llegada del islam que ellos tiraron por la borda? ¿Por qué en el norte de África no se habla del legado de griegos y troyanos y romanos, ni siquiera del de los fenicios-cananitas? ¿Por qué se nos culpa, y encima desde nuestros acomplejados y traidores compatriotas, de algo por lo que siempre se han destacado precisamente los muslimes ?
En resumidas cuentas: Al Andalus conoció épocas de esplendor, pero ni fue un paraíso de convivencia, ni fue un ejemplo de “cultura per se", ni es identificable con Andalucía, ni con el resto de España. Andalucía, como el resto de los pueblos españoles, se afirma COMO ESPAÑA Y CONTRA AL ANDALUS. Los supuestos “nuestros reyes" que dice Pimentel no fueron ni eso, fueron o emires o califas o sultanes. Y por esa lógica, entonces que los moriscos que piden la nacionalidad (por supuesto, sin interés crematístico alguno...) vayan reconociendo al general Franco como su rey histórico, o algo así. Lo dicho: Nunca fueron reyes de España; fueron en todo caso, emires, califas o sultanes, bien de Al Andalus, bien de las taifas. Porque la “unidad nacional andalusí" duró bastante poco, mientras que la unidad hispánica constituye un hito antiguo y claro en toda Europa.
Otrosí: Al Andalus fue todo un teatro de aventuras para los yihadistas más variopintos del mundo islámico. Se quejan de que aquí venían cruzados de Francia o Inglaterra, o de las mismas Cruzadas hacia Tierra Santa como “ piratería"... ¿¿Que fue Al Andalus todo el tiempo, sino el escaparate belicoso por antonomasia tanto en la península como fuera?? ¿Qué fueron almorávides, almohades o benimerines? ¿Que fueron las razzias desde Túnez, Argelia o Marruecos hacia el sur y el levante alimentadas por el Gran Turco, y apoyadas por los mismos moriscos?
Tampoco desbarremos demasiado: No todo lo que dejaron los distintos musulmanes en España, no sólo árabes, fue malo. Se puede entender como generalizador nuestro artículo y así nos arriesgamos. Lo que es malo es el enfoque falsario que se le da, y lo que es malo y negativo es el odio hacia nuestra constitución histórica, mancillada en el papelote “autonómico". Al final están consiguiendo que los que valoramos los logros de la cultura árabe acabemos hastiados y tomemos una radical antipatía hacia todo aquello que nos suene a árabe. Es como cuando hablan de la influencia árabe hasta en la sopa; pero nunca hablan de los influjos que los árabes recibieron de civilizaciones elevadas que ellos pisotearon. Así como cuando se nos cuenta la historia al revés: Las relaciones etnoculturales e incluso espirituales de nuestra península con el norte africano fueron intensas hasta que llegó el islam, el islam es la causa inexorable de una división irreconciliable; y España tiene perfecto derecho a nunca olvidar el territorio que le pertenece trans fretum, y no tiene por qué arrepentirse de falsas culpas.
España fue mucho más tolerante que otros países con respecto a las minorías. ¿Como premio? La leyenda negra... Los franceses o los cumanes rusos no se anduvieron con chiquitas a la hora de expulsar a los hebreos, como bien ha detallado Jean Dumont, y muchos sefardíes tenían descendencia de ello. La universidad de París celebró un banquete en honor a la expulsión de los judíos de España, que no se les expulsó por cuestiones racistas. La Monarquía Católica entendió, como lo entendió Recaredo I, acaso el “rey fundador", que la Unidad Religiosa era la clave de la unidad y el buen gobierno. Y la Unidad Religiosa que los pueblos de España recuperaron luchando durante siglos no fue nunca respetada por dichas minorías. Después de la gloriosa Toma de Granada, que los necionalistas antiandaluces pretenden abolir (Granada no fue Andalucía hasta el XIX, recordemos), los moriscos nunca aceptaron vivir en la España Católica, ellos querían el Al Andalus musulmán. Las revueltas fueron endémicas, teniendo en el siglo XVI el gran Juan de Austria una labor encomiable, bajo cuyo mando combatió el Inca Garcilaso. Algunos monarcas franceses utilizaron el problema morisco para fastidiar a España e incluso acogieron a una pequeña comunidad en Francia, que nunca se adaptó ni se quiso adaptar. El intento ecuménico de conversión real fue un fracaso, y es un drama que se repite a lo largo del mundo islámico. La conversión del islam a otras religiones se sigue castigando con la pena de muerte; algo que la progresía antiandaluza oculta por su reducción partidista-ideológica. España se liberó así de convertirse en un eterno polvorín; eterno polvorín en el que andan las naciones que fueron invadidas por los turcos; eterno polvorín en el que ahora anda una Europa que no sabe ni de dónde viene ni a dónde va, sojuzgada por la bota yanqui. Tan así que los necionalistas antiandaluces, claros ideólogos a la europea, no protestan por la persecución a los conversos al Cristianismo en Argelia, por poner uno de los muchos ejemplos que desarrollamos.
De esta expulsión acaecida hace ya cuatro siglos, ¿llevará las consabidas culpas la Inquisición? Otra gran recurrencia andalucista. Siendo “materiales", veremos que en cuatro siglos, las cifras de muertos “provocadas" (11) por el Tribunal del Santo Oficio en las Españas son realmente irrisorias, admitidas hasta por historiadores nada hispanófilos como Henry Kamen. Ni las cifras engordadas de Llorente dan mucho de sí. En cambio, no vemos que los necionalistas protesten por el brutal genocidio armenio que hicieron los turcos; la simple conversación sobre este tema te puede costar la cárcel en el país de la media luna que sigue invadiendo la Hélade. Ya sabemos que la tolerancia islamista es la que es, fuera en Al Andalus o fuera en la Gran Turquía... No ya que se lo hubieran preguntado al andalusí (Que no andaluz) Averroes, sino a los armenios... Negarán esta matanza como niegan la matanza de cristianos que supuso en la península ibérica la invasión mahometana. ¿Y qué decir de los muertos provocados por la Revolución Francesa, la Mexicana, la Rusa? ¿Qué decir de los más de cien millones de muertos por el comunismo? ¿Cuántos millones lleva el angloprotestantismo liberal y masónico? ¿Qué decir del régimen sudafricano del apartheid, tolerado y defendido por las muy democráticas Holanda, Reino Unido, Estados Unidos o Israel? Al final es querer denigrar nuestra esencia católica, erigiéndose como pijos progres pedantes en un aura de superioridad moral... Cuyas ideologías demuestran todo lo contrario en la práctica. No son nadie para imponernos su criterio y menos para venir con superioridades hacia el pasado, máxime cuando el siglo más negro, como recordaba Alexander Isayevich Solzhenitsyn, ha sido el XX. Demos las gracias al liberalismo y al socialismo, que no pretendieron siquiera la “conversión", sino que usaron la bomba atómica y la deportación sin más, tanto como Hitler lo hizo con los judíos; pero nunca siendo mejores que él. Casi más bien al contrario. Y este es el drama de los “modernos", que al no querer reconocer sus muchas culpas, tienen que atacar a la Cristiandad y recrearse en los vacíos exóticos. Eso es el necionalismo antiandaluz: Un gran vacío, heredero de romanticismos, liberalismos; volkgeist... Sólo que en lugar de rh negativos o leyendas de la India (la raza aria) les dio por pseudohistoricismos gnosticistas e islamófilos.
En fin, otra de las “ideas-fuerza" del necionalismo antiandaluz ha sido imponer, GRACIAS TAMBIÉN AL NUEVO ESTATUTO QUE EL PARTIDO POPULAR VOTÓ, la “modalidad lingüística andaluza", algo que a través de la propaganda del Canal Sur se lleva ladrando desde hace años. Cualquiera, no ya que tenga conocimientos mínimos de filología, sino que haya viajado por esta tierra, conoce que en Andalucía existen, grosso modo, tres hablas, que NO UNA MODALIDAD LINGÜÍSTICA APARTE Y UNIFORME, como pretenden imponer los caciques del califato sociata. En los “atavismos etnoculturales" ya podríamos citar el ceceo que los romanos detectaban en los descendientes de turdetanos que hablaban latín... Pero siendo más rigurosos, colegiremos que en todo el sur de España (por desgracia, en esta falsa comunidad autónoma andaluza) existe el “andaluz occidental", que se habla mayormente en Sevilla, Huelva y Cádiz, “el andaluz oriental", que abarca Jaén, Granada y Almería y buena parte de Córdoba, y los “acentos de transición" que oscilan entre Córdoba y Málaga. Asimismo, Málaga, sin pertenecer políticamente a Andalucía hasta el siglo XIX, es culturalmente muy andaluza, y también alberga buena parte del habla andaluza occidental. Con todo, existen diferencias dentro de las mismas hablas entre las áreas costeras, rurales y urbanas respectivamente; a saber, el Aljarafe sevillano tiene más en común con su forma de hablar con la actual provincia de Huelva, y en especial a partir de Doñana, que con la ciudad de Sevilla. A saber también que para un castellano que nunca haya viajado por Andalucía, no le será nada fácil distinguir el habla de uno de Bormujos (Sevilla) que el de uno de Barbate (Cádiz) o de Trigueros (Huelva).
No es una modalidad lingüística, son hablas dentro de la lengua castellana de la cual un andaluz, Elio Antonio de Lebrija, compuso una señera gramática. Hablas que pueden tener su influjo en que los cristianos hispanos constituyeran la primera lengua romance hispánica (La estructura de la jarcha ha pervivido hasta en algún palo del flamenco) o que también recibe su propia evolución, la conservación de preciosos arcaísmos e incluso influjos residuales de otros romances minoritarios; ahí la presencia astur-leonesa del castúo hasta Mérida; o de algunos modismos y palabras por la Huelva y la Sevilla rurales; o pequeñas influencias navarro-aragonesas desde Jaén a Murcia. Hemos aquí la grandeza de las hablas andaluzas.
Por otra parte, la expansión de la lengua castellana no se entiende sin la Baja Andalucía y la Extremadura del sur (que pertenecía al Reino de Toledo). El Reino de Sevilla, a partir del Condado de Niebla, influenció lingüísticamente, de una manera muy viva, a las islas Canarias. De los puertos del occidente andaluz va a salir la expansión de la lengua castellana, española por antonomasia, hasta hacerla universal. Y esto es lo que los necionalistas antiandaluces no soportan. Veamos que ellos, en su supuesto “corolario identitario", jamás hablarán de los lazos de hermandad tan especiales que hay entre andaluces y canarios e hispanoamericanos; cuando constituye una de las gestas más vivas de lo nuestro. Pero es que a los necionalistas antiandaluces no les interesa la identidad andaluza. Esto, por supuesto, les cojea y no pueden usarlo como herramienta revolucionaria, como sí pueden usar el “nacional-morisquismo". Así las cosas, nuestros hijos podrán recrearse en la obligatoria “modalidad lingüística andaluza" sin más explicación que los acentos impuestos por los infumables culebrones del Canal Sur, ente “comunicativo" que NOS CUESTA mucho dinero a los contribuyentes. De descentralización nada, el necionalismo antiandaluz ha aprovechado la coyuntura de las “autonosuyas" para multiplicar el centralismo por 17 y aferrarse al poder hasta el frenesí.
Otra gran “idea-fuerza" es la influencia del árabe en la forma de hablar andaluza... Señores: Que no puede ser. Cualquiera que haya tratado con moros y tenga unos conocimientos mínimos de árabe, saben que la fonética árabe, incluso la marroquí, que supondríamos más cercana, no tiene absolutamente nada que ver con la andaluza. Incluso las palabras de origen árabe que se conservan en la lengua de Santo Domingo de Silos y San Millán de la Cogolla se pronuncian de formas totalmente distintas. Algunos, incluso sabiendo árabe, pretenden adjudicar nuestras aspiraciones de “s", “h" y “j" como del árabe... Y no puede ser. Y no puede ser porque esas formas en la lengua arábiga son harto guturales, y los mismos moros te lo acaban reconociendo, aunque muchos, de la Siria de Bashr Al Assad hasta el Marruecos alauí siguen soñando con recuperar Al Andalus. Y los necionalistas antiandaluces constituyen una avanzadilla en ellos, que están sabiendo usar a base de bien.
Dentro del desfase ideológico del necionalismo antiandaluz, convenimos que éste no puede beber de la Historia. No lo hacen ni Pimentel ni Antonio Gala, ni lo ha hecho Lolo Chaves, ni Javier Arenas, ni Pedro Pacheco. Y entonces, buena parte de su podrido maderamen ha sido construido en base a la literatura barata de románticos extranjeros. El “viajero del siglo XIX" que, ansiando exotismos afros y orientalistas, vino con mucho dinero a esta tierra y, como el mismísimo Merimée, quedó decepcionado por lo “poco árabe" que se encontró aquí. Serafín Fanjul nos aporta testimonios de estos viajeros decepcionados, en especial al visitar la preciosa Córdoba, porque no hallaron de moruno nada. Al no hallar nada, tuvieron que inventar del mal invento y del insufrible tópico; verbigracia, la Carmen de Merimée. Blas Infante, como los necionalistas hijos ideológicos suyos, no escatiman esfuerzos en presentarnos a la mujer sureña como una putilla navajera, así, como el que no quiere la cosa. El feminismo siempre fue complicado... También citaríamos a Washington Irving y los cuentos de la Alhambra, que eran eso, cuentos... Y para cuentos también estaba Calleja.
Otrosí, la visión del andaluz como hedonista, sensualista, vago, chistoso, iletrado, fiestero o indolente (tan coincidente con los estereotipos adjudicados a alentejanos en Portugal o napolitanos en Italia) ha querido ser “superada", según el método revolucionario, por el necionalismo antiandaluz, con nulo éxito. Reiteramos: Bebe de una base podrida, lo que pueda salir de ahí, no es nada bueno. Y así, Pimentel, intenta aplicar la lógica a una literatura barata y deforme. De ciencia, nada. Por la contra, el carácter andaluz no es en absoluto así. En Andalucía brilla la pena como brilla la alegría, el andaluz es pasional, y si bien degusta la fiesta, sabe ser estoico ante el dolor. Medio bien dicho por Pimentel. Pero el andaluz no es, ni por asomo, un “pacifista militante", como poco más o menos viene a definir el andalucismo. En el sur hispano hubo resistencia contra los cartagineses, que se estremecían de superstición al crucificar a los guerreros turdetanos porque éstos, antes de ser clavados en maderos, entonaban roncos cantos de guerra (no muy diferente de la actitud que los romanos hallaron en cántabros o astures). Culchas o Chalbo fueron caudillos que se alzaron contra la expansión de los Bárkidas. Cuando llega Roma, como ya indicamos antes, no es que no hubiera resistencia, es que Roma aprovechó la fuerte estructura cultural y política que aquí existía, como la España Católica la aprovechó de México y el Perú. El mismo ideal civilizatorio, que ya imprimió Alejandro Magno, se repetiría en la cadena secular de los herederos de la civilización grecorromana. También hubo resistencia de la Hispania del sur contra Al Andalus: Ya hemos recordado las terribles revueltas cordobesas y la guerrilla de Ben Hafsún. Así como muchos caballeros andaluces se movilizaron para reconquistar Granada, para conquistar las Canarias y las Américas, para proclamar a Felipe V contra el usurpador archiduque (10). NO OLVIDEMOS TAMPOCO QUE NAPOLEÓN BONAPARTE HALLÓ SU PRIMERA DERROTA EN BAILÉN, CORAZÓN ANDALUZ, ANTE LOS VALIENTES, GENEROSOS Y LABORIOSOS JIENNENSES, QUE FUERON TAMBIÉN AYUDADOS POR CORDOBESES E HISPALENSES. No olvidemos tampoco la afluencia de partidas realistas contra el liberalismo, de los primeros carlistas andaluces, incluso de los duros bandoleros o las revueltas campesinas teñidas de anarquismo; y no nos olvidemos que SEVILLA, COMO RECONOCIÓ SIEMPRE EL GENERAL QUEIPO DE LLANO, FUE EL PUNTAL DEL ALZAMIENTO NACIONAL, GRACIAS QUIZÁ MÁS A ELEMENTOS CIVILES QUE MILITARES PROPIAMENTE DICHOS. Definitivamente: El carácter andaluz no es como Pimentel gustaría. La realidad es muy tozuda y se opone al ideologismo mediocre. El carácter andaluz brilló con excelencia en la cultura barroca, brilla aún en las romerías marianas, como brilló en la defensa dogmática a capa y espada del Dogma de la Inmaculada Concepción de María. Uno no puede entender las Andalucías sin el Rocío, Cuatrovitas, La Cabeza o la Semana Santa. Uno no puede entender las Andalucías sin su rica gastronomía presente en el vino, el cerdo ibérico, y el montón de productos que aquí se empezaron a consumir por América. ¿Qué tiene esto que ver con Al Andalus, con lo mahomético, con el exotismo paupérrimo? Nada. Aún reconociendo la influencia musulmana en la confección de postres, desde el rico turrón, no constituye ni por asomo nuestro corpus antropológico esencial. El andaluz es pasional y su carácter, más bien belicoso que pacífico. Pero nunca es un “buen hedonista" o un “buen salvaje"; de esto ya hablaremos. El pueblo andaluz, por más que le pese a los necionalistas que lo insultan, sí sabe ser guerrero y lo ha demostrado a lo largo de la Historia. Tan guerrero como sabio, pues no se excluyen entrambas realidades.
Ya saben: Estar todo el día en la boca contra la “España de charanga y pandereta" para promocionar los peores tópicos sobre el propio terruño, como constitución de un dogma nacional. ¿Alguien da más?
¿Quieren otra pista/clave para entender la perversidad del necionalismo antiandaluz? Hemos aquí: El mito ramplón de la secular hermandad gitano-morisca, aplicada como laboratorio al flamenco. No vamos a hablar del cante flamenco pues creemos que no compete a este trabajo y que nos viene muy grande. Lo amamos y respetamos profundamente, y por eso nos hierve la sangre ante tanta “teoría iluminada". La proyección del buen salvaje de Rousseau se cierne aquí sobre estas dos minorías. Y uno se pregunta, ¿qué tiene que ver la cultura calé con la cultura morisca? ¿por qué estos dos grupos prácticamente endogámicos y con culturas tan fuertes y marcadas se iban a llevar bien? ¿acaso las minorías se han llevado bien en otros países de Europa, o se llevan bien ahora? No hay pruebas reales de esta supuesta hermandad morisco-calé. En todo caso, no negamos la posible interacción cultural, como pasa en tantísimos pueblos de la humanidad. Interacción cultural que es posible analizarse en determinados aspectos culturales, pero que, como veremos, no es demasiado grande. Aún Antonio el Agujetas canta aquello de “No vayas por agua al río, no vayas por agua al río, que detrás de aquellas matas, están los moros escondidos". Asimismo, no será difícil encontrarnos en páginas islamistas como con orgullo se muestra que el mundo del hampa español está teñido de “morunismo". Ellos mismos se reducen al lumpen de la sociedad... Nosotros, empero, no creamos que los moriscos ocuparan el lumpen, ni tampoco los gitanos. Son pueblos y culturas distintas. A los gitanos “se les dejó más tranquilos" porque la Corona no reparó en “problemas racistas cientificistas" propios del darwinismo y la Revolución; la Corona reparaba en el criterio espiritual, social y cultural. Criterio que los moriscos nunca suscribieron, y así, tras años de falsas conversiones, la Corona adoptó una decisión muy meditada. ¿Quizá hubiera sido mejor hacerlo de otra forma? Podría ser. Pero de esto ya hablamos anteriormente. Más que nada, ni gitanos ni moriscos encajan en el buen salvaje de la Revolución Francesa. Los calés que se han criado por los pueblos parecen estar más integrados que los de las urbes. Muchos, como se ha visto en Utrera, tenían oficios tradicionales (No sólo musicales), tales como el comercio, la herrería, la zapatería, la carnicería... Lo que se recelaba del gitano era su tendencia al nomadismo y la acusación de que muchos de ellos se dedicaban al latrocinio, o eran aficionados a la brujería. ¿Que sobre esto hubo y hay generalizaciones injustas? Por supuesto. Los mismos gitanos constituían una de las bajas castas del perverso sistema homónimo de la India y hubieron de emigrar; los tópicos ya existían en su lugar de origen, no se inventaron en España, Italia, Francia, Hungría, Alemania, Eslovaquia o Rumanía. En cuanto a lo musical, recuerdo hace poco un conversación con un amigo gitano que me decía que a él parecíale eso un invento moderno de Juan Peña “el Lebrijano" con las orquestas andalusíes nuevas que no algo atávico. En el pueblo gitano no hay una “conciencia especial" sobre esto. Ni en los andalusíes emigrados tampoco.
No hay “pruebas científicas". Nos presentan a gitanos y moriscos los necionalistas antiandaluces como gente del lumpen y que, más o menos, se vieron unidos en la desgracia. Sería un caso único en el mundo (12), y ni así parece ser. Estamos ante ideología, no ante ciencia. Los gitanos, así como los moriscos, se hallaban repartidos por buena parte del territorio peninsular, y en ningún caso se identifican como “especialmente andaluces", ni tampoco fueron realmente “siempre lumpen", ¡COMO AFIRMAN LOS NECIONALISTAS!. Cuando llegaron los gitanos, Andalucía ya existía; con el islam, no. Ni cultural ni étnicamente calés y morunos poseen más afinidad que puedan poseer esquimales y eslavos, o fenicios y bantúes. El caló es una lengua de origen indoario, y el árabe, semita. En todo caso hubieron de entenderse en lengua castellana, en el “aljamiado" o “bárbaro" que hablaban los árabes. Como vemos, esta mentalidad infantil ideologizante no les hace ningún bien ni a gitanos ni a moriscos, sino que por el contrario, los recluye a la bajeza, siendo utilizados como una herramienta revolucionaria más, como supone la nacionalidad española para los supuestos descendientes de moriscos. Asimismo, quien sepa algo de la cultura árabe propiamente dicha, sabrá que al árabe, aún con una “mentalidad aristocrática" muy acusada, le repugna la idea del “buen salvaje". El bereber o el negro no le son “simpáticos por esto" al “árabe puro". ¿Lo iba a ser el gitano, que también pululó por el Magreb? ¿Lo iba a ser para el último reducto andalusí, que no andaluz/español, descendiente en muy buena medida de muladíes hispanogodos, amén de elementos árabes, bereberes, sirios, eslavos o negroides? Repetimos: El único argumento es “el encuentro de los buenos salvajes por el paraíso en la tierra frente a la insufrible dictadura castellana".
Es más, en el caso de creernos la infumable tesis necionalista/romanticoide, ¿¿cuándo los grupos mafiosos se han llevado bien y no han tenido más que alianzas circunstanciales/esporádicas que luego han acabado peor que el Cordobés en Pamplona??
Para colmo de males, según las memorias del propio Queipo de Llano, el pueblo gitano de Sevilla colaboró activamente con el Alzamiento. Fueron los republicanos los que, no sólo quemaron la Iglesia de San Román con el Cristo de los Gitanos, sino los que martirizaron y asesinaron al Santo Pelé. En este conflicto doloroso del 1936 que ahora la pseudomemoria histérica zapateril pretende cambiar con lobotomía gramsciana, los moros entraron mayormente con el bando nacional.
Mas la ideología todo lo puede….
Y por desgracia, más de un gitano se ha acogido al victimismo subvencionado y muchos, no sólo a través del Lebrijano (Que siempre fue un gran cantaor), andan despotricando contra los Reyes Católicos como las peores bestias del mundo, y andan esgrimiendo, con Juan de Dios Ramírez Heredia (que fuera locutor de la radio del Frente de Juventudes), una suerte de “pangitanismo nacionalista progre" que de verdad no le pega a los gitanos. Pero aquí ya se sabe: Maricón el último.
Otra pista/clave: De ser objetivo el criterio andalucista, lo andalusí se confundiría también con los actuales algarveses o valencianos. En cambio, ni en el Algarve portugués ni en el Reino de Valencia existe esta “conciencia de identidad sumergida". No ha existido tampoco nunca en las Andalucías, hasta la llegada del romanticismo extranjero y de Blas Infante. El dominio musulmán fue tan duradero o más en el sur portugués y el levante ibérico que en Córdoba y Sevilla. ¿Por qué allí no y aquí sí? IDEOLOGISMO. Portugal avistó a Blas Infante como lo que era: Como un peligroso islamista que acudía a Silves a rendirle honores a un tirano extranjero, que encima murió encarcelado por sus propios correligionarios. El levante y el sur sufrieron por igual las embestidas de almorávides y almohades que invadían Al Andalus desde las kábilas berberiscas. Al Andalus estuvo lleno de guerras internas porque ni a sí mismo se soportaba, e incluso sufrió este oleaje invasor para imponer un islam más ortodoxo, o en el caso del bereber, para beneficiarse más de su propia conquista. Todo ello fue sufrido no ya por los perseguidos cristianos, nativos del país; sino por los musulmanes y judíos también.
Conozco el Algarve portugués, básicamente el costero. Hace poco estuve en Montegordo con un correligionario tradicionalista y de ello tengo este color de salmonete que me caracteriza cada verano que piso la playa. Reflexionamos sobre este tema ante el mar lusitano que llevó la Cruz por lo alto a más de medio mundo; es entonces cuando alguna poesía de F. Pessoa te llega al alma. En el Algarve no existe un “especial sentimiento andalusí", ni una “conciencia de la influencia musulmana acusada". Por lo que sé de los valencianos, no se halla algo parecido al andalucismo allí. En todo caso, en siglos atrás algunos graciosotes de Despeñaperros para arriba podrían insultar a los andaluces con jocosidad, como es el caso de los napolitanos, llamados despectivamente “terroni" o “africani". Pero bueno, tontos hay en todos lados, como hay tontos que desde aquí siempre criticaron todo lo que viniera de Despeñaperros para arriba. En los pueblos andaluces y granadinos jamás existió esta “conciencia colectiva". Algunos extranjeros creyeron hallarla y se fueron decepcionados. No triunfó ni con Blas Infante, que fue siempre ignorado e impopular. Ha triunfado desde el califato sociata y el estaputo de 1978, cuando se entregó toda España a una reata de burócratas y politicuchos ignorantes y ávidos de dinero y hurto. Una insignia extraña, foránea, invasora, de los colores del islam, se impuso sin explicación; y desde entonces, quitados nuestros castillos y leones y la imagen del Rey Santo que nos creó como patria chica dentro de nuestra amada España, ha ido creciendo ese sentimiento artificioso que aún muy poca gente secunda realmente, pero que a marchas forzadas, ha avanzado a lo bárbaro. Los que se quejan de que con Franco se cantaba el “cara al sol" (muchos lo cantaron por voluntad propia in illo tempore) ahora no dicen “esta boca es mía" cuando por fuerza a los niños andaluces se les saca cada 28 de febrero con banderas islamistas a cantar el himno de Blas Infante, por la fuerza aprendido, nunca popular en las Andalucías. No preguntan siquiera a los padres. Eso, por supuesto, no es excluyente... "Forzar a la libertad", como Rousseau. Quien proteste lo más mínimo, es un “traidor a la patria"... Para luego seguir criticando a F. Franco.
Afortunadamente para ellos, ni en el Algarve ni en Valencia ha surgido este “al-andalusismo" barato, por lo que no existe esa “conciencia especial oprimida"; que aquí nunca ha existido pero que por desgracia, gana cada vez más adeptos. Sin embargo, los “tópicos morunizantes" siguen siendo para nosotros, los andaluces.
Otro pilar ideológico clave, como vemos en el apocado Pimentel, es la enemistad hacia Santiago Apóstol como patrón de las Españas. Ya en su día Blas Infante intentó hacer esta labor con Américo Castro (13), erudito, pero siempre ideologizante y nunca realista. No soportan que el apostolado del Hijo del Trueno uniera, a través de Castilla, a los distintos pueblos españoles en la Reconquista. No pueden soportar que su Sacra Cruz haya guiado las gestas más gloriosas de nuestros ejércitos. No pueden soportar lo nuestro, por eso, pretenden enmendarle la plana a la misma Iglesia, a una Iglesia que ellos odian y desprecian (14). Para su “patrocinio laicista", ya tenemos a Al Mutamid, que según la hija de Blas Infante, fue expulsado de Al Andalus, literalmente, “por querer la libertad y todas estas cosas...”. Por eso, la Cruz de Santiago, que tantos pueblos andaluces decora en blasón, así como ese 25 de julio que en tantos pueblos sureños se celebra como TRADICIÓN, para ellos es una ofensa. La Andalucía real es una ofensa para su “idealismo" revolucionario de laboratorio. Aluden al belicismo de Santiago Matamoros porque ellos pretenden imponer que debemos pensar que Al Andalus fue un paraíso de paz, tolerancia y convivencia, y Santiago, ante el lógico fervor popular, les fastidia el invento y el muy lucrativo negocio. Para ellos, la guerra es cosa de cristianos. La guerra, la imposición, el sufrimiento... Por eso poco más o menos se inventó el quejío en el flamenco. La yihad no existe, y si existe, en Al Andalus ni se asomó. Todo es culpa de los terribles usos castellanos... Sin ser terribles los usos musulmanes impuestos a la población indígena cristiana, ya saben...
Es más: Suponiendo que esto fuera verdad (Que es mucho, mucho suponer), no aplican el igualitarismo para con la invasión musulmana. Ni siquiera con la invasión cartaginesa o el periodo romano. La aplican siempre contra la Catolicidad, sea en la península, sea en las Indias. Ni Moctezuma ni Atahualpa eran imperialistas, como tampoco lo era Musa o Tariq Ben Ziyad, o el mismísimo Mahoma. No tienen razón de ninguna de las maneras, y por eso es grave su progresiva tiranización, alienando lo natural, lo popular, lo tradicional, lo bueno.
Hasta aquí, hemos dejado el trazo somero de pistas/claves para entender el ideologismo perverso antiandaluz. Mas, con todo, no sería completo nuestro extenso artículo (U opúsculo...) si no señalamos el “punto de quiebra" del propio andalucismo.
Explicamos:
Manuel Pimentel, en su infumable superchería, se queda en la etapa primigenia de Blas Infante. Sabemos que Blas Infante perteneció a la masonería y por eso no nos extrañan sus extravagantes y nulas divagaciones, llenas de un falso humanismo y de un claro anticatolicismo. Mas Pimentel se deja en el tintero la “definición" del propio inventor del andalucismo. El rico notario de Ronda o sólo acudió a Agmat (Marruecos) por puro “folklorismo" para encontrar a descendientes fantásticos de Al Mutamid. Y, ojo al dato, Infante fue en una época donde muchos buenos soldados morían por la bandera española defendiendo NUESTRA COSTA NORTEAFRICANA frente a las embestidas islamistas rifeñas. Obsérvese éste tan significativo y desahogado viaje de todo un burgués en todo un momento... Pablo Iglesias trabajó para los intereses de Francia y casi con el mismo “motivo marroquí", ¿por qué iban a extrañarnos cosas similares? Vamos hacia el fin del proceso revolucionario: Blas Infante acabó profesando la shahada, esto es, convertido al islam, como afirman los musulmanes de España, y acabó pidiendo la entrega de España a Marruecos. El mismo Infante iría aparcando su “heterodoxia" dentro del buenismo masónico e islamizándose más claramente. Seguramente, los musulmanes descendientes de andalusíes nunca lo hubieran tolerado si no hubiera experimentado este proceso de islamización. Blas Infante era un tipo peligroso no ya por su influjo, que fue nulo, sino por lo que pudiera acarrear. Y ese “pudiera" lo estamos comenzando a ver desde hace unas tres décadas en nuestra querida patria chica, gracias por supuesto a la colaboración del PP. Blas Infante, en cualquier caso, sólo hubiera sido considerado un tonto útil para un islam deseoso de volver a invadir España. Si la umma lo recuerda con cariño, es por algo más. Porque Blas Infante murió como su correligionario. Y puede que escueza que incluso el propio general Franco habilitara terrenos para que los soldados moros que combatieron contra el bando de Infante se enterraran mirando a La Meca y a él no se le hiciera tal honor. Definitivamente, para el islam invasor de Andalucía Blas Infante no es tan sólo una herramienta revolucionaria, es algo más. Es un hermano en la fe... De gnóstico a islámico; ésa es acaso la miseria andalucista. Osciló siempre entre declararse nacionalista o regionalista, entre separatista y no separatista... Realmente esto nos da igual. Se llegó a declarar separatista en alguna ocasión, pero, incluso de no ser así, la miseria de Infante nunca puede contemplarse para con la unidad nacional; como no es compatible el PNV incluso con el fatuo arrepentimiento de Sabino Arana, o la burocratización de ERC y el necionalismo anticatalán, o el mismo caso en Galicia, e incluso otras ramificaciones caciquiles que han destrozado los cuerpos regionales de España, ensañándose especialmente contra Castilla y contra León, los grandes derrotados de la democracia progre/liberal. La miseria andalucista es esencialmente antiandaluza, esencialmente antiespañola, radicalmente anticatólica; deforme, ahistórica, pretenciosa y vergonzante. Y repetimos: No nos alegramos de su muerte. No somos andalucistas, pues.
Obsérvese que el ODIO POR LA MONARQUÍA CATÓLICA es un pilar clave para entender el andalucismo. El mismo odio que sentía Gran Bretaña por el Imperio Austrohúngaro; Monarquía Católica que, con todos sus defectos, fue capaz de gobernar a germanos, eslavos, magiares, ugro-fineses, itálicos o cíngaros. Desde el tratado de Versalles, la “región" ha sido un polvorín ingobernable, como resultado del definitivo dominio angloprotestante mundialista y la “civilización" revolucionaria; “parámetro" al que aspiran los andalucistas. Definitivamente, creo que, con los muchos matices que requiere, aún no nos hemos dado cuenta del desastre que supuso la desaparición del Imperio Austrohúngaro o de la Rusia Zarista. Con todos sus muchos matices y defectos, repetimos. No que lo equiparemos a la Monarquía Católica y Foral de España. Los revolucionarios, y entre ellos, los necionalistas antiandaluces, siguen disfrutando como cochinos en charcos.
Obsérvese, asimismo, que sobre el manido tema que desarrollamos sobre la expulsión de los moriscos, Pimentel y demás ralea no hablan siquiera de la brutal expulsión que sufrieron miles de españoles americanos cuando triunfó la Revolución del sanguinario Bolívar. Los que fueron expulsados pudieron huir a las Antillas o a la península; el resto tuvo peor suerte, y así, muchos españoles del ultramar que llevaban allí varios siglos fueron exterminados, tal y como declaró el prócer masónico amigo de Inglaterra. No sólo españoles de raza blanca; los indios, mestizos, mulatos, zambos o negros que defendieron la causa realista no lo pasaron peor. Este olvido colectivo no es sólo culpa de los andalucistas, sino de toda España, y a los años, ha tenido que ser un colombiano, el brillante Pablo Victoria, el que hable de esto como lo que fue: Un genocidio. Su compatriota Luis Corsi Otálora, así como otra pléyade de historiadores hispanoamericanos, también han hablado claro del tema. Tema que a los andaluces, como “hermandad directa" con América, nos viene muy de cerca, y que los necionalistas progres de estética almohade obvian interesadamente: Vuelve a no convenir la realidad histórica... Y así, en vez de promocionar a los hispanoamericanos que se han posicionado con valor y erudición contra la leyenda negra no los promocionamos: Prefieren los dineros de los jeques del petróleo y entregar España al islam.
Y obsérvese algo que a mí, como análisis práctico de la endeble y zarrapastrosa ideología de los andalucistas y los américo-castristas todos, siempre me acaba exasperando: SI FUIMOS MALOS, MALÍSIMOS POR EXPULSAR A MOROS Y JUDÍOS, ¿CÓMO ES QUE SOMOS MOROS Y JUDÍOS, TODO SE LO DEBEMOS A ELLOS, O “ELLOS SOMOS NOSOTROS"? ¿EN QUÉ QUEDAMOS? O una cosa o la otra, pero en matemática fácil, las dos no pueden ser. ¡Pero para el necionalismo antiandaluz, constituye una pista/clave de su corpus ideológico! Porque ellos lo valen... ¿Acaso no tiene alguna similitud con aquel refrán que dice que teta y sopa no caben en la boca, o es sólo cosa mía?
¿Por qué siguen rebuznando sobre la supuesta españolidad de los moriscos, si éstos cambiaron hasta de nombre a la península? Los godos lo intentaron con “Gothia", en tiempos de Ataulfo, mas nunca consolidóse. De “Isfania" hablaron los fenicios, los griegos de “Iberia" mas, sin embargo, situaron a la descendencia de Hércules, Hispán, aquí, y de “Hispania" hablaron los romanos. Mientras que por ejemplo Francia sucumbió en su nomenclatura a los bárbaros, nuestra patria mantuvo su “nombre arcaico", que fue reventado por los islamistas, ¡que a los siglos, reclaman algo que ellos siempre rechazaron y destruyeron, y no es que lo reclamen ellos demasiado, es que los nuevos Oppas y Witizas de aquí les empujan! Nunca fueron hispanos, ni españoles, ni se identificaron como tales; quisieron matar a nuestra patria empezando por destruir su nombre histórico. AL ANDALUS CONTRA ESPAÑA. Las dos no pueden ser, como no puede ser nuestro “mito exterminador" y que sin embargo, somos moros y judíos por fuerza. ¡Y estas son bases ideológicas primordiales del andalucismo! ¿Algo debiluchas, verdad?
¿Por qué, asimismo, siguen hablando y escribiendo en la lengua que nació en Castilla (¡Como los sátrapas bolivarianos, tan queridos por ellos!) ¿No es la cuna de todos los males, no es la imposición? ¿Por qué no rescatan una lengua prerromana? No, mejor aún, que vayan con el árabe, como fue Blas Infante, que ya mismo será co-oficial en los colegios sin crucifijos. Tan antiandaluza es su perversidad que lo real y objetivo es que LOS ANDALUCES COMO TALES NO HEMOS CONOCIDO OTRA LENGUA QUE LA CASTELLANA, Y A MUCHA HONRA. Y por eso estos que van dando pedigrí de andalucidad se tienen que expresar en la lengua de Cervantes, por más que les jorobe. Pero démosle tiempo al tiempo... Apunten lo que les digo de “co-oficialidad", que ya han logrado imponer el “batua andaluz".
En fin, poco más nos queda que añadir. Nos hemos extendido, dado nuestro mal estilo barroquizante, más de la cuenta, pero lo hemos creído necesario. Para entender la perversidad del necionalismo antiandaluz y cómo éste ha ido avanzando es necesario ir a sus propias fuentes. Los andaluces, gracias a Dios, somos un pueblo que no necesitamos de nacionalismos de laboratorio. Ningún pueblo los necesita, pero nosotros aún menos si cabe. Tenemos una impronta antigua que se pierde en la leyenda, de nuestra tierra salió la primera lengua romance del país y los intrépidos mozárabes que enriquecieron los valientes y pujantes reinos cristianos. No entendemos por qué Andalucía es rica en Al Andalus y deja de serlo en la España Católica, cuando Sevilla fue la ciudad más importante de España y la Baja Andalucía el punto neurálgico de toda una epopeya gloriosa. Esa fue la terrible discriminación que sufrimos tras la imposición “castellana"...
Amén de esa impronta antigua que maravilló a griegos, fenicios y romanos, nuestra sangre tiene mucho de castellana y de leonesa, y nuestra tierra, así como tiene de antigua, tiene de repoblada; y no sólo así nos constituimos en corolario de las Españas, sino que esa sangre repobladora enriquecióse con nuestros directos hermanos lusos, amén de otras aportaciones que a referimos. Andalucía fue un “país nuevo", una “conquista del Oeste", llena de lo viejo y lo forastero. Andalucía es esencialmente católica, nació como tal, con la monarquía que emanó de la unidad en la Santa Fe, nunca renegando de su pasado pero sí luchando contra su natural enemigo, que era el islam, como lo fue luego Napoleón. Andalucía mantuvo sus estructuras políticas y económicas en mejores condiciones con la Monarquía Católica; cuando ésta fue muerta, nos vino tras la invasión bonapartista la Desamortización, y nos convirtieron los liberales, de reinos españoles a provincias de caciques. Provincias de caciques como éramos sultanatos de califas tiranos y extraños. Al Andalus se parece más a la Revolución liberal que a la Andalucía de siempre. Los que se dicen andalucistas gozan de la destrucción de nuestros reinos y de la artificial división en provincias. Los que se dicen andalucistas son los que más promocionan los tópicos y las divisiones contra nosotros, y gracias a ellos, nos hemos enterado que un Cádiz-Córdoba, un Sevilla-Málaga o un Polideportivo Ejido–Recreativo de Huelva son “derbys, partidos de máxima rivalidad". No se ha hecho otra cosa con este provincialismo caciquil que fomentar el odio y la discordia entre pueblos directamente hermanos. Sevillanos, gaditanos y onubenses nos vemos forzados a ser rivales cuando hemos estado 6 siglos unidos y llevamos apenas 2 separados, y cuando nuestra gente es tan parecida, hasta en las mismas hablas y costumbres populares... ¿Imperialismo sevillano de mi parte? Que no, tradición andaluza. Que yo repito: Que por mi forma de ser y de hablar, igual estoy más cerca de Almonte y Escacena que de Nervión o San Jerónimo. Como estoy más cerca del Fregenal y no por ello desprecio al granadino, que cobija en su encanto la ciudad más bella de España, que adorna con su precioso blasón nuestras patrias armas. Por mis venas corre sangre castellana y leonesa como la de tantos otros andaluces, y no por ello somos menos puros, ni tenemos de qué avergonzarnos ni de qué arrepentirnos. Como andaluz, me siento mucho más cerca de Fernando Abdelmón, aquel caballero moro que se convirtió y sirvió con lealtad al Rey Santo, o de los gitanos que con trabajo y orgullo han enriquecido esta tierra en la Cristiandad; más que con un musulmán que tenga una “composición racial" más pareja a la mía. Así como Santa Teresa de Jesús tenía sangre hebraica y nadie osa negar la españolía de esta santa ejemplar, mujer que por su fe y obras trazó un camino de perfección. La patria es espíritu, la Hispanidad es espíritu; dijo el gran vascongado Ramiro de Maeztu (Otro mártir asesinado por el que no pía Pimentel); y en todo caso, el “espíritu andaluz " reside en la Cruz y en su Devoción por María Santísima.
Llamo mucho la atención por estos aspectos porque el andalucismo se ha quitado la careta y no sólo constituye una gran empresa capitalista a costa del erario andaluz, sino que su penetración lobotomizadora está siendo cada vez más grave. Y el día que a la gente de aquí le dé por el separatismo de verdad, dado nuestro real carácter (No el del rebuznido pimenteliano), la ETA nos va a parecer un dulce. El que avisa no es traidor.
Frente a la bandera oficialista de inspiración mahomética que se ha impuesto, no tenemos que agregar ningún invento. Nos basta con nuestra tradición. Nos bastan los escudos de los reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla, con las llaves de Gibraltar; nos basta nuestro Padre de la Patria, Fernando III; nos bastan nuestros cuarteles de Castilla y de León que aún coronan nuestros pueblos y hermandades. Nos bastamos nosotros mismos frente a la progresía ramplona. Nosotros mismos necesitamos una urgente reacción ante quienes nos escamotean nuestra rica identidad, contra quienes amenazan con provocar la muerte de las Españas. Nosotros hemos de ser la avanzadilla que, derrochando nuestro orgullo andaluz por los cuatro costados, y constituyendo la comunidad más populosa y viva de la nación, diga ¡BASTA! de una vez por todas. Frente a este proceso revolucionario, sólo queda pelear por la Contrarrevolución, que desde el General Gómez a Rufino Peinado, hasta el glorioso Requeté en el Quintillo, ha conocido aureolas de alta dignidad en la lucha por las libertades concretas y la Legitimidad.
* Además, si somos libres de escoger, ¿por qué vexilológicamente hemos de escoger por fuerza a un periodo humillante contra nuestra historia sin ni siquiera responder? Pues nuestra respuesta no es el idealismo, el gnosticismo o la islamofilia, simplemente recurrimos a nuestra muy andaluza tradición. Los moros estuvieron aquí 6 siglos y 8 en Granada, lo romano y lo godo apuran más de 9 siglos, por no hablar de nuestro pasado anterior indígena. ¿Por qué al recurrir al invento vexilológico, han tenido que tomar una época que supone la invasión humillante de nuestra tierra ¿Por qué no haber tomado un distintivo alusivo a lo tartéssico, a lo romano, a San Isidoro, San Leandro o San Hermenegildo? ¿Por qué tenemos que soportar toda esta humillación en todo un “museo de la autonomía" que para eso y otras cosas iguales o peores nos quitan dinero de nuestro sueldo? Pues por eso mismo: Porque es NECIONALISMO ANTIANDALUZ, ENEMIGO DE NUESTRA TIERRA, WITIZIANISMO DISFRAZADO DE BUENISMO MASÓNICO PERO QUE HA EVOLUCIONADO A UN ISLAMISMO CADA VEZ MÁS DESCARADO. ¿SÍNDROME DE ESTOCOLMO? CREEMOS QUE NO LLEGA NI A ESO, DADA LA POCA VERGÜENZA Y LA MALA LECHE QUE SE GASTA Y GESTA.
Y sí, ¡viva Andalucía libre! Libre de progres, caciques y ladrones, libres de necionalistas de laboratorio, libre como pueblo señero de España.
* Soy andaluz, bien andaluz. Así lo soy y así lo siento. Por mis venas corre la sangre de Bollullos de la Mitación, Pilas, Coria del Río, Morón de la Frontera, Utrera, Coripe y Écija; con apellidos cuyos blasones llaman a Castilla y a León, y a otros rincones de nuestra amada península ibera. Como amo mi terruño y soy consciente de que es capaz de combinar esto con la antigüedad más remota. Aunque yo quisiera ser otra cosa no podría; no es cuestión de “sentir en lo romántico", es cuestión de ser, y de amar lo conocido. Ese es el sentir puro, natural; tan tranquilo en la normalidad como nervioso cuando se ve atacado. Y porque soy andaluz, lo sé y lo siento, me duele especialmente que me intenten dar lecciones; cuando la única lección que pueden dar los “infantianos" es de cómo no ser andaluz. Y como andaluz, me atrevo en esta encrucijada intelectual quijotesca, porque sé que algún día Andalucía dirá “¡ya está bien!" y todos los que “desde dentro" pretenden apropiársela para sus desmanes recularán como lo que son.
Gracias, andaluces de siempre, por hacernos crecer como pueblo. Gracias por vuestra Fe, cultura, sangre y genio. Gracias por ser como fuisteis, gracias por servirnos como leal ejemplo para el mañana ante este presente de agonías. Gracias por ser andaluces, gracias por no ser como Blas Infante y sus sucesores-depredadores de lo nuestro. Gracias, queridos antepasados, hijos de San Fernando, muchas gracias.
FRAY TRABUCAIRE
NOTAS(1) – Recordemos: Ex ministro del gobierno de José María Aznar. Sí, del Partido Popular, que puso el grito en el cielo cuando Aleix Vidal-Quadras, un catalán de su partido, tachó de “cretino integral" a Blas Infante. No nos simpatiza en absoluto ni Vidal-Quadras ni nadie del PP, pero pensamos que ahí se quedó corto.
(2) – Recordemos: Catedrático de Literatura Árabe y licenciado en Historia (Especializado en Historia de América), conocimientos que no sepamos que posea Pimentel, ni poseyó Infante. Una vez más vuelvo a recomendar sus obras
Al Andalus contra España, la forja del mito y
La quimera de Al Andalus.
(3) – Es cierto que la majadería de Olagüe tiene una ínfima semilla de verdad para explicar el por qué de la conversión de abundantes sectores hispanogodos al islam y el influjo del arrianismo, clave para entender la esquizoide doctrina de Mahoma. Pero su obra no deja de ser una solemne majadería sin base científica alguna más allá de la superchería iluminista.
(4) – Recordemos que nuestro romance “mozárabe" viene del árabe “must´aarab", esto es, “el que se arabiza". Dada la imposición de los invasores, es lógico este nombre. Pero según los necionalistas antiandaluces, la invasión nunca existió...
(5) – Como si fueran conciliables el paganismo romano con la
umma...
(6) – Para muestra un botón:
Testamento político de SMC Carlos VII de España y “Los Dogmas Nacionales" de Juan Vázquez de Mella y Fanjul. Grosso modo: “Confederación" con Portugal e Hispanoamérica, dominio del Estrecho de Gibraltar. “Traducidas" por Carlos VII: Integridad, honor y grandeza.
(7) – Ya vemos esa supuesta trabazón atávica entre judaísmo e islam... Tan verdadera como la de liberalismo y socialismo... El caso es que los judíos apoyaron la invasión musulmana de Hispania, un dato que se suele olvidar.
(8) – Otra vez lo recordaremos: El término “español" constituye la evolución romance de “hispano", a través de los romances occitano y catalán, cuasi respectivamente. “Hispani-ol" fue la palabra que desde el dominio franco de la Marca Hispánica se comenzó a dar a aquellos moradores de allende los Pirineos; a través de los antepasados de los catalanes precisamente. Cataluña, antes de denominarse como tal, fue Marca Hispánica, recordemos.
(9) – Sabemos que Antonio Gala, otro intelectual del pesebre, tan bien subvencionado como Pimentel, no halla la distinción entre estos tres cargos. Y así, con conocimientos históricos tan meritorios como Pimentel, se erige en todo un maestro de la confusión entre andalusí/andaluz; y ocurriendo que él no es andaluz, sino manchego.
(10)- Los Reinos de Andalucía, al igual que Navarra y las Vascongadas, fueron feudos de la legítima Casa de Borbón, tanto o más que Castilla o León.
(11) – Realmente, el Santo Tribunal no tenía competencias para la ejecución mortal, en todo caso, era el “estado" quien expedíalo.
(12) – No ha surgido el mito en Francia, donde también hubo gitanos y moriscos. No parece que surgiera en Polonia entre gitanos y judíos, o en Alemania entre gitanos, judíos y sorabos. No surge en Rusia con gitanos, judíos, mongoles o los distintos mestizajes. No surge en la actual Inglaterra con jamaicanos, africanos, hindúes, pakistaníes, mongoles, irakíes, afganos... Acaso surge en la actual Francia con magrebíes y senegaleses por la unidad en el islam, pues no surge entre libaneses y argelinos. De surgir en España, como convenimos, sería un caso único en el mundo, y no se aportan pruebas fehacientes. La “única unidad" que se da en ese sentido va acompañada de la similitud espiritual, que nunca se dio prácticamente entre calés y moros. Nihil novum sub sole...
(13) – En el fondo, amén del romanticismo, el necionalismo antiandaluz bebe mucho de la historiografía “américo-castrista”. Muchos como Antonio Gala o el mismo Manuel Pimentel no son más que ridículos discípulos suyos. Enemigos siempre de otros historiadores como Claudio Sánchez Albornoz, a quienes han pretendido desterrar per secula seculorum, por supuesto, reclamando la libertad y el humanismo...
(14)- Antonio Gala, en sus infumables artículos del periódico liberal “El Mundo”, donde pinta mucho un tal Federico Jiménez Losantos, ha justificado por activa y por pasiva la quema de iglesias.