Vexílla Regis

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MIENTRAS EL MUNDO GIRA, LA CRUZ PERMANECE

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER

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NO AL ABORTO. ELLOS NO TIENEN LA CULPA DE QUE NO LUCHASTEIS CONTRA VUESTRA CONCUPISCENCIA

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN
No hay forma de vivir sin Dios.

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

martes, 27 de diciembre de 2016

NO LES TENEMOS MIEDO

Vienen tiempos más peligrosos que los actuales, porque el Nuevo Orden Judeo-Masónico del Anticristo y la Ramera Deuterovaticana están impulsando con furor sus malditos designios. Sabemos que por denunciar y condenar sus errores, crímenes y herejías corremos gran riesgo, pero que quede clara una cosa: NO LES TENEMOS MIEDO:
  • Si nos van a matar, QUE NOS MATEN.
  • Si nos van a encarcelar, QUE VENGAN A ARRESTARNOS.
  • Si nos van a exiliar, TENEMOS LA MALETA HECHA PARA PARTIR, Y NUESTRA PATRIA ES EL CIELO.
  • Si nos excluyen de la sociedad, NUNCA QUISIMOS SER SUS BORREGOS.
  • Si nos van a difamar, NOS IMPORTA MUCHO NI POCO LO QUE PIENSEN DE NOSOTROS.
  • Pueden hacer lo que quieran, pero…
 
LA PERSECUCIÓN DEMUESTRA QUE TENEMOS RAZÓN, Y QUE ELLOS SON UNOS COBARDES.
ELLOS ODIAN LA VERDAD, Y QUIEREN SILENCIARNOS POR ELLO.
DESDE LA TUMBA SE OIRÁ NUESTRA VOZ CONDENÁNDOLOS.
CRISTO VENCIÓ Y VENCERÁ.

domingo, 25 de diciembre de 2016

VATICANO II, EL CONCILIO ANTIESPAÑOL O LA VENGANZA DE LOS REPUBLIQUETOS

Se cumplen 55 años de la convocatoria de Roncalli/Juan XXIII bis al Vaticano II. Concilio concluido por Montini/Pablo VI el 8 de diciembre de 1965. Angelo Giuseppe Roncalli Marzolla, el antipapa Juan XXIII bis (ya hubo un Juan XXIII antes que él, Baltasare Cossa), tenía 77 años al ser electo el 28 de octubre de 1958. Tres meses después, convocó a un concilio único en la historia: borró de un plumazo el Syllabus del Bienaventurado Pío IX bajo la consigna del aggiornamento (puesta al día), y silenció con la Östpolitik el apelo de Nuestra Señora de Fátima a la condena del comunismo. Y aunque murió el 3 de junio de 1963 sin verlo desarrollado, Giovanni Battista Montini Alghisi, devenido Pablo VI, cabeza visible del sector progresista entre los obispos, asesorado por teólogos como el dominico Yves Congar, el jesuita Karl Rahner y los jovencísimos sacerdotes Joseph Ratzinger Tauber y Hans Küng, logró imponerse frente a las resistencias del cardenal Alfredo Ottaviani, prefecto del Santo Oficio, de un Cœtus Internationális Patrum con liderato de Marcel Lefebvre y Antônio de Castro-Mayer, y separando del aula conciliar a Pierre Martin Ngô-dinh-Thuc, el desterrado arzobispo de Hue (Vietnam), al cual Montini hizo derrocar en favor de Philippe Nguyên-Kim-Diên, más acepto al modernismo.
   
Casi nadie sabe que el Concilio fue el acta de defunción del nacionalcatolicismo, es decir, la consideración de la Iglesia romana por el Caudillo como “sociedad perfecta” y única religión del Estado, definida así por el Concordato de 1953. En España, la convocatoria del Vaticano II causó disgusto entre la jerarquía nacionalcatólica, y con justa razón, pues se sabía que era la oportunidad de la izquierda republiqueta y separatista (de la cual muchos clérigos se inficionaron) para revanchas. Máxime si se tiene en cuenta que Roncalli (con ancestros en la mancomunidad navarra del valle del Roncal, que en años de la República fue socialista y peneuvista), cuando fue nombrado nuncio del Vaticano, se había relacionado con los republiquetos exiliados en París, y desdeñaba el término “Cruzada” para referirse a la Guerra Civil; y que Montini, hijo de una maestra judía y un diputado del democristiano Partido Popular italiano -que tuvo el descaro de albergar a terroristas socialistas perseguidos judicialmente por el Duce Mussolini-, odiaba personalmente a Francisco Franco (de ahí que el Gobierno les presentaba como peligrosos compañeros de viaje del comunismo, y en los diarios Pueblo -de la Organización Sindical- y Arriba -del Movimiento Nacional-, a Montini le calificaron de “Tontini”).
 
La cuota hispánica dentro del Vaticano II constaba de seis cardenales (entre ellos el Arzobispo Primado de Toledo, Enrique Plá y Deniel), un patriarca (Leopoldo Eijo y Garay, obispo de Madrid-Alcalá y último Patriarca de las Indias Occidentales), 10 arzobispos y 69 obispos, muchos por encima de los 80 años de edad, que tenían convicción de tener una misión nacional, como en Trento: defender la Inmaculada Iglesia Católica mediante la condena solemne del comunismo y la intensificación de la devoción a la Bienaventurada Virgen María. Pero debieron apurar el cáliz de amargura al encontrar el desprecio de muchos de sus colegas o, mínimo, la curiosidad infantil ante “la Rusia de Stalin pero con muchos curas”, como era tenida la España de postguerra a raíz del inusitado aumento de vocaciones sacerdotales que hubo en la nación luego de la represión antitea de Azaña, Negrín, Aguirre, Largo Caballero y Companys, entre otros. Yves Congar redactó en su diario que el odio al nacionalcatolicismo era tal que “cuando los obispos españoles intervenían en el aula conciliar, los padres conciliares aprovechaban para salir al baño”, porque a él le parecía execrable que “vendiesen la figura de un dictador como el gran salvador del Cristianismo” (así escribió Congar).
 
La mayoría de los obispos españoles execró los cambios modernistas del Concilio, lo que les valió de Rahner que los llamase “monofisistas papales que nos consideran a nosotros (los partidarios de una reforma) como nestorianos episcopalistas” porque “piensan que solo venimos a abolir el Vaticano I”. El arzobispo José María Cirarda, emérito de Pamplona, cuenta en sus memorias que el día antes de la clausura, cuando iba a votarse el documento Dignitátis Humánæ, el obispo de Canarias, Antonio Pildain y Zapiain, le confesó, pálido, que estaba rezando para que Dios interviniese a fin de impedir la aprobación de dicha declaración. Cirarda le inquirió ¿Cómo podrá hacer Dios tal cosa?, a lo cual Pildain contestó: «Útinam ruat cúppula Santi Petri super nos» (tan solo si la cúpula de San Pedro colapsase sobre nosotros). Advirtióles Franco, con apocalíptica lucidez, sobre las calamidades que ocasionaría a España la libertad religiosa y la concepción gnóstica de la dignidad humana, además del carácter inasumible de la separación Estado-Iglesia que Roncalli y Montini tanto querían. Memorable en este sentido es la intervención del Arzobispo Castrense, Mons. Luis Alonso Muñoyerro:
España disfruta de la unidad católica desde el siglo VII, desde el rey Recaredo. Por la fuerza de esta unidad, la religión católica está en 22 repúblicas de América y en Filipinas. A ella es deben las victorias sobre los mahometanos en España y Lepanto. Y en nuestros tiempos, una gran victoria contra el comunismo”.
  
Pero como en todo buen trigo hay cizaña, ese rol lo tuvo Vicente Enrique y Tarancón, entonces obispo de Solsona, y protegido de un Montini que, por puro odio al Caudillo, le nombraría arzobispo de Toledo en 1969. Tarancón se alió con el bando modernista durante el Concilio, y logró imponerse a sus hermanos mitrados, piadosos y convencidos de la Verdad sí, pero mal organizados (tanto que les tocó defenderse como francotiradores, a falta de un liderazgo propio y fuerte -Pla y Deniel tenía 88 años, y Ejio y Garay murió en 1963-). Sumado a ello el impío y sedicioso obispo de Calahorra-La Calzada, Fidel García Martínez, al que le pareció indiferente la República atea, y vio en el Concilio la oportunidad de vengarse de quienes expusieron a la luz pública su mala conducta (García era amante de fiestas en los hoteles de lujo de Barcelona, cabarés y salas de fiestas; y que igual aparecía en la Feria de Sevilla que en París, siempre rodeado de bellas mujeres). La derrota para los obispos españoles, como para el Cœtus, era inevitable. Sólo había una explicación para la derrota: los hijos del Mundo son más astutos que los de la Luz, o más verídicamente: LA CONJURA JUDEOMASÓNICO-COMUNISTA INTERNACIONAL CONTRA LA IGLESIA CATÓLICA SE HABÍA ENTRONIZADO EN LA CÁTEDRA PETRINA. 
 
Y aún posteriormente, el odio de Montini contra la España Católica no cesó: Cuando en 1969 se aprobó la Nueva Misa, Jean Guitton, a pesar de su íntima amistad con Montini, nada más obtuvo un “Eso jamás” de éste cuando pidió conservar el Rito Romano Tradicional para la Francia. Pero a los españoles les fue peor: Mosén Joseph Bachs y Mosén Joseph Mariné, representantes de los cerca de 6000 sacerdotes integrantes de la Hermandad Sacerdotal Española de San Antonio María Claret (que tenían aún el recuerdo de las improvisaciones litúrgicas que se presentaron en las zonas controladas por el bando republicano durante la Guerra), que enviaron sendas cartas a Montini el 5 de noviembre y el 11 de diciembre, sin recibir contestación (la última carta era en respuesta a Aníbal Bugnini, que declaró groseramente que existía la posibilidad de una excepción, privilegio o indulto a favor de aquellos sacerdotes cuya edad o salud les privara de condiciones físicas necesarias para adaptarse a la nueva misa). Bachs y Mariné le replican que lo que le falta a los sacerdotes españoles es la capacidad moral, intelectual y espiritual para aceptar una Liturgia que al decir del hermano Max Thurian de Taizé, “hacía teológicamente posible que las comunidades no católicas pudieran celebrar la Santa Cena con las mismas plegarias que la Iglesia Católica. Y si con el Rito Romano era así, con el Rito Mozárabe (o de San Isidoro) la cosa pintaba peor: Muchos en la Primada Toledana querían abolirlo, y actualmente solo se celebra en ella y otros lugares de España una versión que al mismo Cardenal Cisneros le causaría sumo desagrado de puro modernizada que está.
 
Es dable asegurar que los republiquetos anarco-comunistas masonazos anticlericales, los mismos que asesinaron curas, monjas y seglares con métodos de tortura que ni a Nerón se le hubieran ocurrido, quemaron iglesias, profanaron tumbas, fusilaron Cristos y Vírgenes en plaza pública, etc. (crímenes tan evidentes que el que quiera negarlos no es más que un maldito y estúpido demonio), se revistieron de sotana en el execrable deuterovaticano concilio para vengarse del hombre providencial que un 18 de Noviembre declaró la Cruzada por Dios y por la Patria. Y así mismo, es lamentable presenciar a unos individuos que se beneficiaron del respiro que dio la Cruzada para perseguir a la Iglesia. Que Dios NO LOS PERDONE. Y con más razón debemos rechazar el Vaticano II, no sólo porque es una demolición contra la Fe Católica, sino también porque representa una afrenta al orgullo nacional.

MENSAJE DE NAVIDAD

Amados hermanos, ¡Feliz y Santa Navidad para todos vosotros!
  
Este ha sido un año en el cual Dios nos ha manifestado una vez más sus misericordias, especialmente porque este año fue un Año Santo en razón de coincidir este año el Viernes Santo con la Anunciación (porque como habíamos dicho, Nuestro Señor Jesucristo fue crucificado el 25 de Marzo del año 33). Todo esto en consolación por tantas situaciones difíciles que en el plano espiritual hemos visto y sufrido, pero con la esperanza de que todo cuanto hemos padecido es por causa del Amor a la Verdad y Sana Doctrina Católica, y que cada vez más está cerca nuestra libertad.
  
Pidámosle a la Santísima Virgen María, a quien consagramos anticipadamente el año próximo, que nos siga fortaleciendo en la Fe para poder recibir el galardon inmarcesible de la Gloria Eterna.
 
Frater Jorge Rondón Santos
Año Santo 2016, a 25 de Diciembre.

viernes, 23 de diciembre de 2016

LA FALSEDAD DE GARABANDAL

Todas las «apariciones» modernas que dicen ser de la Santísima Virgen son fraudes demoníacos destinados a apartar a las gentes de la verdadera Fe y a mantenerlas en la falsa secta del Vaticano II. De esto advirtió Nuestro Señor:
“Entonces si alguno os dijere: «Aquí está el Cristo, o allí», no les creáis. Porque han de levantarse falsos Cristos y falsos profetas, y mostrarán grandes signos y milagros, capaces de engañar (si es posible) aún a los elegidos. Por eso os lo digo de antemano. Si por tanto ellos os dicen: «Mira que está en el desierto», no salgáis; o «Mira que está en el armario», no les creáis”. (Mateo 24, 23-26)
San Pablo advierte que
“Pero aun cuando nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciara un evangelio distinto del que os hemos anunciado, sea anatema. Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: «Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, sea anatema»”. (Gálatas 1, 8-9)
Esta advertencia también vale sobre la Santísima Virgen, San José o cualquier ángel o santo. Por su parte, María Julia Jahenny, la vidente estigmatizada de Bretaña, recibió un mensaje en 1891 diciendo que
Antes del período en que vengan los castigos anunciados en La Salette, una cantidad ilimitada de falsas revelaciones surgirá del Infierno como un enjambre de moscas; una última tentativa de Satanás para ahogar y destruir la creencia en las verdaderas revelaciones por las falsas”.

Ciertas personas afirman que Padre Pío aprobaba las «apariciones de Garabandal», pero las pruebas de esto no son claras (ya ahondaremos sobre eso). Y aún si fuera cierto que Padre Pío aprobó Garabandal, ello no prueba, sin embargo, que fuesen verdaderas esas apariciones. Muy por el contrario, Padre Pío JAMÁS ESTUVO ALLÍ, ni se arrogó el poder juzgar sobre el asunto, sobreseyendo a los obispos legítimos y válidos. Inclusive, algunos han forzado un nexo entre Fátima y Garabandal (cosa que ni la Virgen dijo, ni la auténtica Sor Lucía de Fátima -que JAMÁS puso un pie en ese lugar- afirmó en sus escritos).

Imagen de Nuestra Señora de Garabandal, como supuestamente apareció ante las “videntes”
  
Nosotros pensamos francamente que Garabandal fue una falsa aparición y, esto, por un cierto número de razones. No entraremos, como han hecho en otro lugar, en la polémica de si la Virgen portaba velo o no sobre la cabeza, por ser una discusión bizantina -cuando los turcos estaban tomándose la ciudad de Constantinopla, los sabios de la ciudad discutían sobre el sexo de los ángeles-.
  1. Primeramente, uno de los mensajes de las apariciones dice así: “el Papa va convocar de nuevo el Concilio y será un gran evento en la Iglesia”. Esto significa que Garabandal aparentemente hace referencia al Vaticano II como un “gran evento” bueno en la Iglesia y que Pablo VI es el “Papa” –afirmaciones que desde el punto de vista Católico son totalmente falsas– y, si fue declarado en el mensaje, ello prueba sin duda alguna que Garabandal fue una falsa aparición cuyo origen es atribuible al demonio.
  2. En segundo lugar, la mayoría de los que han tenido visiones y apariciones celestiales (Bernardita Soubirous, la verdadera Hermana Lucía de Fátima, y otros muchos) siguieron una vida religiosa. Pero de las “videntes” de Garabandal (Mari Loli -María Dolores- Mazón González, Conchita -Concepción- González González, Jacinta González González y Mari Cruz González Madrazo), ninguna de ellas siguió una vocación religiosa, sino que se casaron y tuvieron hijos:
    • Conchita González (que ha revelado los mensajes) quería entrar al convento, pero “Jesús” le habría dicho que retornara al mundo. Ella se casó en Nueva York y reside en Long Island (NY), con cuatro hijos. Sus parientes no fueron al matrimonio.
    • Jacinta González se casó en Garabandal, pero se fue a vivir a Los Ángeles (California), donde adoptó una hija.
    • María Dolores Mazón se casó en Brockton (Massachussets), donde murió en 2009. Tuvo tres hijos.
    • Mari Cruz González se casó en Puentenansa (Cantabria) y reside en Avilés (Asturias). Tiene cuatro hijos.

    Dos de las videntes están enfadadas mutuamente. Mari Cruz y Jacinta son las únicas que viajan a Garabandal de tiempo en tiempo.
  3. La aparición primera de Garabandal, supuestamente de San Miguel Arcángel, ocurrió el 18 de Junio de 1961 a las 18:00h (coincidencialmente, un 18 de Junio, pero de 1968, fue la fecha en que se aprobó el Rito Montiniano de Ordenación, que es tan nulo como el Rito Anglicano codificado por Tomás Cranmer; y la fecha y hora es sospechosa: 18=6+6+6), cuando las videntes estaban robando manzanas –conducta que, a nuestro entender, Dios no premiaría con una visita suya, ni de Su Santísima Madre, ni de cualquier otro personaje celestial; además de que la manzana es un símbolo sumamente siniestro-. Incluso se dice que en una ocasión, se rió cuando Conchita le pidió un “milagruco”. No creemos que haya sido San Miguel quien se apereció allí, mucho menos riéndose, porque en realidad San Miguel Arcángel es un guerrero, y como tal su presencia es solemne y causa temor reverencial cuando se aparece:
    • Aparición a San Josué antes de la batalla de Jericó.
    • Aparición a San Juan Evangelista para revelarle el Apocalipsis.
    • Aparición a San Lorenzo Mayorano en Monte Gargano.
    • Aparición a San Auberto en Mont-Saint-Michel.
    • Aparición a Santa Juana de Arco en Donremy.
    • Aparición al indígena Diego Lázaro en Tlaxcala.
    • Aparición al papa León XIII el 20 de Octubre de 1884.
    • Aparición a los pastorcitos de Fátima antes de aparecerse la Virgen.
     
    La supuesta aparición de la Virgen no aceptaba que le presentaran objetos benditos, porque quería bendecirlos ella misma.
  4. La «profecía» anunciando que el Cielo nos enviará un aviso que algunos sentirán en sí mismos al mismo tiempo. ¡Teóricamente el aviso habría tenido lugar después de haber sido previsto en vida del antipapa Juan Pablo II! En efecto, a inicios de Junio de 1963, la “vidente” Conchita anunció: «Después de la muerte de Juan XXIII, quedarán solamente tres Papas y después vendrá el fin de los tiempos». Ratzinger-Benedicto XVI es el cuarto antipapa después de Juan XXIII y el Clown blanco Francisco I es el quinto antipapa después de Juan XXIII…

    Para colmo de males, el supuesto “Gran Aviso”, según Conchita, será un Juicio en miniatura, y habría quienes morirán de la impresión durante el mismo. Pero nada sucedió. Luego variaron la fecha hasta el 13 de Noviembre de 2016. NADA PASÓ.
  5. Conchita afirmó que luego del Aviso sucedería el Gran Milagro (ella revelaría la fecha con ocho días de antelación), y que cuantos enfermos estuvieren en el lugar serán sanados, sin importar la religión que profesen. A este propósito conviene citar lo que le escribió a Joseph -Joey- Lomangino (el cual era ciego a causa de un accidente inflando una llanta de camión):
    “Día de San José, 1964. Querido Joey, Hoy en una locución en los Pinos, la Virgen me dijo que te comunicara que la voz que tú oíste era de ELLA. Que tú recibirás nuevos ojos en el día del gran milagro. También me dijo que el Hogar de Caridad que fundarás en Nueva York dará gran gloria a Dios. Conchita González”.
    Pero acontece que Joey murió el 18 de Junio de 2014 a las 10:30h, y sin recibir “los nuevos ojos” que “la Virgen” le prometió por medio de Conchita... (¿No os recuerda el caso de Clemente Domínguez, el del Palmar de Troya? Él perdió los ojos por un accidente de tráfico, y hasta su muerte sostuvo que la Virgen le restituiría la vista).
       
    Joey Lomangino, el “Apóstol” de las falsas apariciones y mensajes de Garabandal
      
    Aparte, se decía que el cadáver del Padre Luis María Andreu Rodamilans SJ (muerto el 9 de Agosto de 1961. Un día antes habría visto a la Virgen y el Gran Milagro, según Conchita) sería exhumado y encontrado incorrupto ese mismo día del Milagro. Pero quince años después, cuando el Seminario de Oña fue convertido en hospital siquiátrico, llevado a cabo el proceso de exhumación, sus restos fueron trasladados a un osario.
      
    Padre Luis María Andreu Rodamilans SJ (de rodillas aparentemente), presenciando uno de los éxtasis de las “videntes”.
      
    Y como el tema de Rusia no puede faltar en ninguna aparición moderna que blasone ser “apocalíptica”, en Garabandal se dice que Rusia se convertirá en el Milagro. Cosa supremamente falsa, porque GRACIAS A LA CONSAGRACIÓN HECHA POR PÍO XII EN 1952, RUSIA SE CONVIRTIÓ DE SUS PERSECUCIONES A LA IGLESIA.
      
    Miles de personas se congregaron en Garabandal para asistir al “Gran Milagro” profetizado para el 13 de Mayo de 2010, pero ninguna vio nada. Nada pasó. ¿Qué hicieron luego los garabandalistas? ¡Calcular otras fechas! (ahora dicen que el 13 de Abril de 2017). La credulidad de la gente es desesperante…
  6. Cinco obispos en continuidad (legítmos y válidamente consagrados antes de 1968) declararon que NO CONSTABA LA SOBRENATURALIDAD de los fenómenos y las supuestas apariciones de Garabandal. Y el Santo Oficio confirmó la conclusión a que el obispo Vicente Puchol llegó sobre el particular en forma definitiva (así los garabandalistas lo quieran negar), cual es:
    NO HA EXISTIDO NINGUNA APARICIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN, NI DEL ARCÁNGEL SAN MIGUEL, NI DE NINGÚN OTRO PERSONAJE CELESTIAL; NO HA HABIDO NINGÚN MENSAJE; TODOS LOS HECHOS ACAECIDOS EN DICHA LOCALIDAD TIENEN EXPLICACIÓN NATURAL”.
    Además, en 1966, las cuatro jóvenes se retractaron de sus pretensas apariciones y mensajes señalando que era una puesta en escena a raíz de una jugarreta infantil. Mari Loli pidió muchas veces ayuda, y confesó:
    “Me sentía con remordimientos de conciencia porque sentía que había cometido un grave pecado y me preguntaba qué me pasaría si muriera en ese instante, iría al Infierno. En tal estado oré toda la noche: ‘Señor, ayúdame a confesar mis pecados’. Durante esos días los estudiantes hicieron un retiro y como sabe Ud., al final todos se sentían muy felices, cantando y escribiendo sobre su hermosa experiencia espiritual. Pero me dije: ‘que afortunados son al hallarse en estado de gracia, mientras yo estoy en pecado mortal’. Tuve que confesar que no vimos a la Virgen, ‘en una noche insomne, lloré y lloré pidiendo a Dios que me ayudara a confesar todo esto’”.
  7. La actitud de las “videntes” también dejaba mucho que decir: caminaban al revés, supuestas levitaciones en poses inmodestas, insensibilidad al fuego y a objetos punzantes. Una de las “videntes” afrimó que al ver a “la Virgen con el Niño”, tenía miedo de que se le fuera a caer y no fijaba en Él su mirada (hechos que sugieren una influencia satánica). Aunado a lo anterior, el deseo de publicidad que tenían las videntes.
 
Creemos que el propósito de las falsas apariciones de Garabandal era enfocar a la gente en un castigo físico –un gran aviso, un milagro y el “Cometa de Redención”– y distraer a la gente del verdadero ataque de Satanás: ¡LA GRAN APOSTASÍA CANONIZADA EN EL DEUTEROVATICANO CONCILIO Y SUS ANTIPAPAS, TODO ELLO A COSTA DEL OCULTAMIENTO Y RIDICULIZACIÓN DE LA PROFECÍA DADA POR NUESTRA SEÑORA EN LA SALETTE Y FÁTIMA! 
  
Además, ¿quiénes son los adeptos de Garabandal? ¡Los “conservadores” y neocones de la Iglesia Deuterovaticana que están escandalizados de los abusos doctrinales que se presentan por su causa, pero desconocedores obstinados de la Sana Doctrina Católica y con una fe inmadura y veleidosa, se obstinan en aceptar una inexistente “hermenéutica a la luz de la Tradición” para el Vaticano II y que gustan de parafernalia y extravagancias para sustentar su retorcida y herética opinión! Entonces, personas esperan por lo que ellos piensan será el “verdadero” castigo (esperando algo físico) y a la vez permanecen en la falsa secta, el verdadero castigo (uno espiritual, la secta del Vaticano II) ya estaría sobre ellos y ya casi ha alcanzado su consumación.

sábado, 17 de diciembre de 2016

LA MARCHA DE LO DEIFORME A LO INFORME POR LO DEFORME EN EL ARTE

Traducción por Héctor el Cruzado para ESPADA CATÓLICA del artículo publicado por Leo Daniele para INSTITUTO PLINIO CORRÊA DE OLIVEIRA
 
LA MARCHA DE LO DEIFORME A LO DEFORME, Y DE AHÍ A LO INFORME
  
 
¿Qué lugar debe ocupar el arte entre las actividades humanas? Según San Buenaventura, existe una semejanza entre el Creador y la criatura. Es esta similitud la que nos permite elevarnos hasta Dios por medio de las criaturas, y es en este gran anhelo de elevación que se debe encontrar el lugar del arte [1]. Como afirma Plinio Corrêa de Oliveira en un texto famoso,
Dios estableció misteriosas y admirables relaciones entre ciertas formas, colores, sonidos, perfumes, sabores, y ciertos estados de espíritu”[2].

Pío XII enseñó:
El hombre en todas sus acciones debe manifestar, en alabanza y gloria del Creador, la perfección infinita de Dios, e imitarlo lo más posible. Por esto, el hombre en su actuar, destinado por su naturaleza a lograr este fin supremo, debe conformarse al divino arquetipo y orientar todas sus facultades de alma y de cuerpo en esta dirección, ordenándolas rectamente entre sí y dominándolas debidamente para conseguir su fin”[3].

Notemos la consecuencia: negar, socavar, mancillar esta similitud es cortar el hilo que permite elevarnos a Dios. Y el odio militante a Dios sólo puede conducir a este deseo de cortarlo. Pero en un momento dado del siglo XIX, esta concepción del arte comenzó a ser socavada radicalmente.
 
Así, ya Chateaubriand (1768-1848) observó:
Este amor a lo feo que nos domina, este horror al ideal, esta pasión por los mancos, estropeados, estrábicos, desdentadados; esta ternura por las verrugas, por las arrugas, por los escupitajos, por la formas triviales, sucias, comunes, son una degradación del espíritu. Este (amor) no nos fue dado por la naturaleza, de la cual tanto se habla”[4].
 
En ese entonces, el fenómeno estaba sólo empezando, y por su parte Baudelaire (1821-1867) declaró: “El arte moderno tiene una tendencia esencialmente demoníaca”[5].
 
Gilles Lipovetsky comenta: “De ningún modo contrario con el orden de la igualdad, el modernismo es la continuación por otros medios de la revolución democrática”[6]. Se trata de “un proceso de des‒sublimación de las obras, correspondiendo exactamente a la desacralización democrática de la instancia política”[7]. Es “la cultura de la igualdad”[8].
 
Picasso afirmó: “Un cuadro era una suma de adiciones. Los míos son una suma de destrucciones”[9].
 
Se habla de una “vuelta al ruido como música”. ¡Suena casi como promover el retorno del mal olor como perfume! Nuestros cinco sentidos tienen diferentes grados de tolerancia para este tipo de aberraciones: la visión y la audición parecen ser más tolerantes que los otros sentidos. Esta tolerancia fue lo que permitió una circulación al arte moderno, aunque sólo limitado al binomio iniciados/bobos, y los segundos, tal como los conocemos, aplauden cualquier cosa si es sugerida por los medios de comunicación o por la moda

Dije mas arriba que pocos, fuera de los iniciados/bobos, fueron los que apreciaron el arte moderno. La circulación que consiguió entre el público, se debió al hecho de ser presentado como un símbolo de la modernidad. “Este se convirtió en el emblema de los que querían demostrar que eran cultos y civilizados”[10]. Si no fuera por esta razón, no habría conseguido la audiencia que alcanzó.
 
Este fue el camino desde lo deiforme a lo deforme, que consistió en la apología y la promoción de todo cuanto colisionaba con el verdadero concepto de belleza. Fue un primer paso.
 
Luego vino el arte postmoderno, en el que se buscó no simplemente lo deforme, sino lo amorfo, lo amébico.
 
Se completó el ciclo: deiforme → deforme → informe.
 
La diferencia de orientación entre el modernismo y el postmodernismo en el arte puede ser vista en cualquier cuadro de Picasso. En ellos existe algo impactante, agresivo ‒de algún modo dramático‒ que puede ser comparado a una estridencia, una disonancia. El arte postmoderno es diferente: nada dramático. Por ejemplo, en una Bienal en São Paulo fue expuesto como una obra de arte un metro de un albañil.
 
Walcyr Carrasco dijo: “Las exposiciones de vanguardia se transformaron en un parque de diversiones para los intelectuales”[11].
 
Reducir todo lo que debería ser a imagen de Dios a algo sin forma, sin color y sin sabor, es chocar de frente con la finalidad de la Creación. En cierto modo, por lo tanto, constituye un gran insulto a Dios.
 
Esta integración a través del pastiche es algo más grave que la agresión directa, pues quien hace esto realiza un homenaje de un tal o cual reconocimiento de su importancia. El desprecio de lo bello, que muestra el postmodernismo, va más allá que la agresión: es una gran ofensa, la venganza suma.
  
No pudiendo aniquilar el orden del ser, trata de reducir todo a una nebulosa “Inánis et vácua”, como dice el libro del Génesis: “La Tierra, sin embargo, era informe y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo”[12]. El moderno muestra aquí un vertiginoso amor al pasado, no a un pasado cualquiera, sino al de antes de la creación del mundo.
 
Caminamos hacia una mezcla repugnante ex-deiforme, después deformado, y finalmente sin forma. Aquí nos encontramos.
 
NOTAS
[1] Ver Hexǽmeron, col. 12, n. 14 y 15.
[2] Plinio Corrêa de Oliveira, “Revolución y Contra-Revolución”. Cap. 10-2.
[3] Encíclica Músicæ Sacræ Disciplína de 25 de Diciembre de 1955.
[4] Essai sur la littérature anglaise, II.
[5] L’Art Romantique, XIX, IV.
[6] Op.. cit, p. 125.
[7] Op.. cit, p. 127.
[8] P. 128.
[9] Conversations avec Christian Zervos, en Cahiers d’Art, 1953.
[10] Hobsbawm, op.. cit, p. 183.
[11] Catolicismo, Nº 530, febrero de 1995.
[12] Gen. I, 2.

EL INFALIBILISMO ad líbitum DE FERNANDO OCÁRIZ BRAÑA (OTRO CASO DE ALERGIA ANTISEDEVACANTISTA)

Este artículo escrito por Arnaldo Xavier da Silveira para BONUM CERTAMEN (en una posición a la cual no adherimos por obvias razones teológicas, personales ni editoriales), fue traducido en 2012 por Antonio Moiño Muniz para AMOR DE LA VERDAD. Lo traemos a actualidad porque según fuentes confidenciales, Fernando Ocáriz Braña, encargado por el Vaticano para los diálogos con el fellayanismo, sería el próximo prelado del Opus Dei.
 
“EL GRAVE ERROR TEOLÓGICO DE MONS. OCÁRIZ”
 
En el Osservatore Romano del 2 del pasado diciembre, Mons. Fernando Ocáriz Braña, Vicario General del Opus Dei, un experto de la Santa Sede en las discusiones teológicas con la Sociedad de San Pío X, ha publicado un artículo titulado “Sobre la adhesión al Concilio Vaticano II”. El artículo expresa plenamente la posición ahora dominante en ciertos círculos, que aceptan el Concilio Vaticano II, incluso en los pasajes citados como contrarios a la tradición, invocando para ello una infalibilidad del Magisterio ordinario, o la obligación de un asentimiento “interno regulado por la virtud de la ‘obediencia’”. 
  
Fernando Ocáriz Braña, Vicario General de la Prelatura de la Santa Cruz y Opus Dei. Fue ordenado en 1971 con el rito Montiniano (por tanto, desde la Oración y Creencia tradicional, NO ES SACERDOTE CATÓLICO) 
   
El asentimiento interno según Mons. Ocáriz
El ilustre prelado escribe:
“El Concilio Vaticano II no definió ningún dogma, en el sentido de que no propuso mediante acto definitivo ninguna doctrina. Sin embargo, el hecho de que un acto del Magisterio de la Iglesia no se ejerza mediante el carisma de la infalibilidad no significa que pueda considerarse ‘falible’ el sentido de que transmita una ‘doctrina provisional’ o bien ‘opiniones autorizadas’. Toda expresión de Magisterio auténtico hay que recibirla como lo que verdaderamente es: una enseñanza dada por los Pastores que, en la sucesión apostólica, hablan con el ‘carisma de la verdad’ (Dei Verbum, n. 8), ‘revestidos de la autoridad de Cristo’ (Lumen géntium, n. 25), ‘a la luz del Espíritu Santo’ (ibid.).
   
Este carisma, autoridad y luz ciertamente estuvieron presentes en el Concilio Vaticano II; negar esto a todo el episcopado cum Petro y sub Petro, reunido para enseñar a la Iglesia universal, sería negar algo de la esencia misma de la Iglesia (cfr. Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Mystérium Ecclésiæ, 24-VI-1973, nn. 2-5)”.
  
Poco después, Monseñor Ocáriz añade:
“Las afirmaciones del Concilio Vaticano II que recuerdan verdades de fe requieren, obviamente, la adhesión de fe teologal, no porque hayan sido enseñadas por este Concilio, sino porque ya habían sido enseñadas infaliblemente como tales por la Iglesia, mediante un juicio solemne o mediante el Magisterio ordinario y universal. […] Las demás enseñanzas doctrinales del Concilio requieren de los fieles el grado de adhesión denominado ‘religioso asentimiento de la voluntad y de la inteligencia’. Un asentimiento ‘religioso’, por lo tanto no fundado en motivaciones puramente racionales. Tal adhesión no se configura como un acto de fe, sino más bien de obediencia no sencillamente disciplinaria, mas enraizada en la confianza en la asistencia divina al Magisterio y, por ello, ‘en la lógica y bajo el impulso de la obediencia de la fe’ (Congregación para la Doctrina de la Fe, Instrucción Donum veritátis, 24-V-1990, n. 23). Esta obediencia al Magisterio de la Iglesia no constituye un límite puesto a la libertad; al contrario, es fuente de libertad. Las palabras de Cristo: ‘Quien a vosotros escucha, a mí me escucha’ (Lc 10,16) se dirigen también a los sucesores de los Apóstoles”.
  
Cerca del final, mons. Ocáriz dice:
“En cualquier caso, siguen siendo espacios legítimos de libertad teológica para explicar de uno u otro modo la no contradicción con la Tradición de algunas formulaciones presentes en los textos conciliares y, por ello, para explicar el significado mismo de algunas expresiones contenidas en esas partes”.
  
Los caminos de Dios no son los nuestros
Jesucristo podría, por supuesto, haber dado a San Pedro y a sus sucesores el carisma de la infalibilidad absoluta. Esta podría, en teoría, cubrir cualquier pronunciamiento doctrinal de los papas y concilios, además de las resoluciones canónicas, litúrgicas, etc. E incluso podría cubrir las decisiones pastorales y administrativas. El problema no es si la asistencia del Espíritu Santo con un alcance absoluto y general, sería en principio posible. Por supuesto que sí.
 
En realidad, sin embargo, Nuestro Señor no quiso dar a San Pedro, al Colegio de los Obispos con el Papa, a la Iglesia en fin, la asistencia en términos tan absolutos. Los caminos de Dios no siempre son los nuestros. La barca de Pedro está sujeto a tempestades. En resumen, la teología tradicional dice que consta en la revelación que la asistencia del Espíritu Santo de Dios no fue prometida, y por lo tanto no fue asegurada, sin restricciones en todos los casos y circunstancias.
  
Esta asistencia garantizada por nuestro Señor cubre sin restricciones las definiciones extraordinarias, tanto papales como conciliares. Sin embargo, las monumentales obras teológicas, sobre todo las de la edad de plata de la escolástica, ponen de manifiesto que puede haber errores e incluso herejías, en los pronunciamientos papales y conciliares no garantizados por la infalibilidad.
 
La doctrina es más matizada de lo que quieres, Mons. Ocáriz
El documento sostiene, como absoluto e incondicional, el principio de que incluso las enseñanzas no infalibles del Magisterio papal o conciliar necesariamente requieren el asentimiento interno de los fieles. Ahora bien, los grandes autores neoescolásticos establecen salvedades importantes a esta teoría, demostrando que no se puede tomar de modo tan simplista, como una norma que no admite excepciones.
 
En efecto,
  • Franz Diekamp declara que la obligación de adherirse a la enseñanza infalible del Papa “puede comenzar a cesar” en el caso rarísimo de que un experto, después de un examen diligentísimo, “llegue a la convicción de que el error se introdujo en la declaración” (Theologíæ Dogmáticæ Manuále, I, 72).
  • Christian Pesch SJ admite tal asentimiento “hasta que se aclare que hubo un error positivo en el decreto de la Curia Romana o del Papa” (Prælectiónes  Dogmáticæ, I, 314 / 315).
  • Benedictus Merkelbach OP enseña que la doctrina propuesta de forma no infalible, accidentalmente y en circunstancias excepcionales, puede admitir la suspensión del asentimiento interno (Summa Theologíæ Morális, I, 601).
  • Hugo Hurter dice que ante declaraciones no infalibles, puede ser legítimo “el miedo al error, el asentimiento condicional, o la suspensión del juicio” (Theologíæ Dogmáticæ compéndium, I, 492).
  • Sixto Cartechini SJ sostiene que el asentimiento interno a las decisiones no infalibles se puede negar si los fieles “tienen la evidencia de que algo ordenado es ilegal, pudiendo en esta hipótesis suspender el asentimiento (…) sin miedo y sin pecado ” (Dall’Opinione al Dogma, 153-154)
  • El abad Paul Nau OSB explicó que el asentimiento puede ser suspendido o negado si hay “una oposición entre un preciso texto de encíclica y otros testimonios de la tradición” (Une source doctrinale: les encycliques, 84).
  
Absolutizando indebidamente el concepto de ayuda divina
Aquí está el grave error, con consecuencias muy graves e incluso gravísimas, en que incide el ilustre y venerando Vicario General del Opus Dei. Él entiende que el Magisterio, asistido por el divino Espíritu Santo, sería omnímodamente y necesariamente inmune a cualquier desviación doctrinal. Ahora bien, así como el Magisterio Ordinario de todos los tiempos, aunque asistido por el Espíritu Santo, no siempre está garantizado por la infalibilidad, así también el Magisterio de hoy en día aunque cuenta con la ayuda divina, sin embargo no está asegurado por la exención absoluta de error. Por lo tanto, algunas enseñanzas del Magisterio Ordinario pueden diferir de la Tradición, incluso en casos graves. Es lo que lógicamente fluye de la carta apostólica “Tuas Libénter”, en la que Pío IX describe las diversas condiciones necesarias para que el magisterio ordinario goce de infalibilidad, condiciones que el Vaticano I, no las distingue claramente ya que resume toda esta doctrina con la expresión “Magisterio Ordinario universal” (esta cuestión requeriría un estudio más profundo que, tengo la intención de desarrollar en el corto plazo).
  
Las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II que se señalan como divergentes de la tradición –la libertad religiosa, la colegialidad, ecumenismo, etc.– pueden ser una enseñanza diferente (“si quis áliter docet”, I Timoteo 6, 3), sin que se pueda decir que ha fallado la ayuda del Espíritu Santo y que se ha herido la indefectibilidad de la Iglesia.
  
“Todos los días hasta el fin del mundo”
Así que no podemos decir, sin más, que existe infalibilidad absoluta en los pronunciamientos papales y conciliares. Sea en nombre de la infalibilidad del magisterio, bien en nombre de la obediencia de los fieles a Pedro, o en nombre de una aceptación de supuesta seguridad ante la aceptación de todos los pronunciamientos del Magisterio auténtico no infalible, o en nombre de cualquier otra doctrina teológica o parateológica que pueda ser excogitada, la verdad es que en la revelación nada garantiza que los pronunciamientos no infalibles sean infalibles de una forma o de otra. Aquí, de nuevo, la tesis del eminente mons Ocáriz se alejan del buen camino
  
Examinemos con lupa esta cuestión. No hay duda, que hay documentos de la Sede Apostólica y de la teología tradicional que dicen, sin distinción, que todas las enseñanzas doctrinales de los papas y los concilios deben ser acogidas por los fieles, aunque no sean infalibles, y por tanto no dotados del carisma de la infalibilidad. Aquí se incluyen las sutilezas de la hermenéutica en general y en particular en la exégesis de lo sagrado: Así como no podemos tomar de manera monolítica el “No matarás” del Decálogo, porque esto implica excepciones, por ejemplo, en caso de defensa propia, así no se puede tomar como principio absoluto siempre y en todos los casos, la aceptación sin rechistar de la enseñanza del carisma de la infalibilidad. El interés de los préstamos fue prohibido, después fue admitido, y se sometió a miles de vicisitudes. La aceptación de los ritos chinos tuvo las mismas vacilaciónes.
  
La otra cara de la moneda: el Papa hereje y el papa cismático
Esta moneda tiene dos caras. Si, por un lado, la doctrina tradicional admite la posibilidad de error en la enseñanza no infalible del Supremo Magisterio, sin lugar a dudas, por otra parte, en paralelo, también admite, sin ningún tipo de connotación sedevacantista, la posibilidad de un Papa hereje y un Papa cismático.
 
Acerca de un Papa hereje, San Roberto Belarmino, San Francisco de Sales, Francisco Suárez, Domingo de Soto Domingo, Marie Dominique Bouix, Matteo Conte da Coronata y muchos otros entre los más grandes maestros de la escolástica admiten la teoría de que un Papa puede caer en la herejía. Pietro Ballerini, cuyos estudios fueron importantes para la definición de infalibilidad en el Concilio Vaticano I, veía en la hipótesis de un Papa herético “un peligro inminente para la fe, entre todos el más grave”, ante el cual cualquier fiel debería “resistirle en su cara, refutarlo, y si fuere necesario, interpelarlo e instarlo al arrepentimiento”, “para que todos pudiesen guardarse de él”. (De potestáte ecclesiástica Summórum Pontíficum et Concilórum generálium, 104-105).
 
Acerca del Papa cismático, es indiscutible que la edad de plata de la escolástica y neoescolástica dejó en claro que, en períodos de crisis religiosa profunda, es en principio posible que un Papa, sin perder su puesto de inmediato, se separara de la Iglesia, incidiendo en el entretanto en el cisma. Esto es lo que sucede si el Sumo Pontífice “subvirtiera todas las ceremonias eclesiásticas”, “desobedeciera la ley de Cristo”, “ordenara lo que es contrario al derecho natural o divino”, no “tuviera en cuenta lo que fue ordenado, por los concilios universales o por la Santa Sede, especialmente en relación al culto divino”, “no observara el rito universal del culto eclesiástico”, o “dejara de observar con pertinacia lo que se estableció para el orden común de la Iglesia”, lo que finalmente, pudiera permitir a los fieles e incluso obligar en conciencia “a resistirle a la cara”. Tanto es así, que en estos casos el Cardenal Cayetano dice, sin ninguna connotación sedevacantista, que “ni la Iglesia estaría en él, ni tampoco él en la Iglesia” (II – II, q. 39, a. 1, n. VI).
 
Someto respetuosamente estas razones al reverendo vicario general del Opus Dei y, en la medida que la Iglesia lo prescribe, a la Sede de Pedro, columna y baluarte de la verdad, objeto de todo mi amor y devoción desde la época en que como congregante mariano aprendí a venerar la sagrada doctrina de la Iglesia Católica Apostólica y Romana. También las someto a los teólogos tradicionales de nuestros días. Por las brillantes razones que muchos de estos vienen proclamando, y por las mías propias, considero que no hay nada en la teología dogmática que nos obligue moralmente a asentir a las nuevas doctrinas del Concilio Vaticano II [énfasis del traductor] que, incluso en palabras de mons. Ocáriz, “fueron y siguen siendo objeto de controversias sobre su continuidad con el Magisterio precedente, o bien sobre su compatibilidad con la Tradición”.
  
COMENTARIO DE FRAY EUSEBIO DE LUGO OSH
Me temo que tanto uno (Ocáriz) como otro (da Silveira) coinciden en sus errores, y por las mismas razones. Está visto que esta cuestión sobre la posibilidad de que el Papa pueda errar cuando enseña a toda la Iglesia sobre la Fe y las costumbres es una de las más importantes y controvertidas de los últimos siglos, por la multitud de implicaciones que conlleva.
  
Reservándome para un estudio más largo, como promete el mismo autor, me limitaré a unos breves comentarios:
  
Recordar en primer lugar que si bien las verdades de Fe son en sí mismas inmutables, su comprensión por parte de los cristianos puede pasar por visicitudes bastante variadas. Por ejemplo, el culto a las imágenes nos viene de los tiempos apostólicos, y sin embargo, llegado a cierta época, por influencia judaica, esa necesidad del culto de las imágenes fue olvidada u oscurecida en el alma de muchos cristianos. Sin llegar a negarla, muchos se vieron contaminados por las posiciones heréticas de los iconoclastas, y sostuvieron que las imágenes eran adecuadas para la instrucción de los iletrados, pero que no debían ser veneradas. Llegaron incluso a crear imágenes voluntariamente feas o repulsivas para evitar que se les diera culto y veneración. Y aunque luego la Iglesia venció, restableciendo plenamente la veneración a las imágenes, quedaron miasmas de la antigua herejía que previnieron ciertas mentes contra ellas hasta el día de hoy.
 
Otras veces ocurre que verdades de Fe creídas desde el principio van apagándose en la conciencia cristiana cuando los teólogos no consiguen encontrar fórmulas para explicarlas adecuadamente. Es el caso de la Inmaculada Concepción, que fue una verdad absolutamente clara en el Oriente del primer milenio, como lo atestigüan los textos litúrgicos, pero que luego se fué olvidando, por no conseguir explicar su relación con la Redención universal. Lo mismo le pasó a santo Tomás, que empezó sosteniéndola, más tarde dudando, para, al final de su vida, volver a aceptarla.
  
Con la infalibilidad pontificia ha pasado algo parecido: Todos los cristianos del primer milenio sostuvieron en pacífica posesión que los sucesores de Pedro eran inmunes al error, sin necesidad de precisar más.
 
Pero cuando los teólogos se vieron obligados a precisar las formas y condiciones del Magisterio y su infalibilidad, empezaron los problemas, y esta importante verdad empezó a oscurecerse en numerosos espíritus. Los mismos defensores de la infalibilidad se vieron afectados por las objeciones de sus enemigos, y poco a poco, fueron aceptando, aunque a regañadientes, la posibilidad de que el papa pudiese enseñar el error a toda la Iglesia. Esos son los teólogos de la segunda escolástica cuyos argumentos repiten sin cesar los partidarios de la falibilidad del papa.
  
Apuntar además que éstos tienen disculpas porque los herejes procuraron probar a través de la falsificación de la historia que se habían dado casos de papas herejes e incluso de papas que habían intentado enseñar el error a la Iglesia, siendo incluso condenados como herejes por sus sucesores. Los sostenedores actuales de esas fábulas ya no tienen esa disculpa, porque ya hace mucho tiempo que buenos historiadores han demostrado la falsedad de esas calumnias.
  
Los Papas pueden enseñar de varios modos, pero siempre son infalibles.
  
Se distinguen dos modos principales:
  • El Magisterio extraordinario o solemne, cuando el Papa quiere expresar o definir de manera más precisa y obligar a los fieles de modo más estricto a guardar una determinada verdad de Fe.
  • El magisterio ordinario, de todos los días, por medio de Enciclicas, Bulas, y otros documentos dirigidos a la Iglesia.
Si ese Magisterio es compartido con el resto de los obispos dispersos por el mundo, se le llama Magisterio Ordinario y Universal.
 
Desgraciadamente, ciertos teólogos, imitando los retruécanos de galicanos y jansenistas, intentaron distinguir entre un Magisterio Ordinario Infalible, y otro, de menor entidad, falible, que llamaron Magisterio meramente auténtico.
  
Esto fue posible porque los mismos eclesiásticos fueron perdiendo el sentido sobrenatural, que nos indica que es el Espíritu Santo el que impide que el Papa pueda enseñar el error, así como el sentido de la autoridad, que sabe que es Dios quien gobierna, a pesar de la fragilidad de las autoridades que Él asiste.
  
Los teólogos se dividieron entre aquellos que negaban la infalibilidad del Magisterio ordinario universal, para restringirlo solamente a las definiciones solemnes, aquellos que siguieron afirmando que el Papa era siempre infalible en su enseñanza, mientras que otros tomaron una vía media.
  
Así vemos que Mons. Ocáriz admite que tanto el Magisterio extraordinario como el ordinario son infalibles, pero admite un tercero que no es ni carne ni pescado: No sería de suyo infalible, pero tampoco sería falible: Aquí tenemos nuestro magisterio meramente auténtico. De lo más curiosa es la afirmación de que los tres tipos de Magisterio pueden coincidir en los textos de un mismo Concilio, por lo que tendríamos que hacer encaje de bolillos para saber cuál es cada uno.
  
Mantiene esa contradicción por unos motivos bien concretos:
  • Tiene que afirmar que el Concilio no ha podido equivocarse, si quiere seguir forzando la adhesión de los fieles, pero al mismo tiempo, debe dejar una puerta abierta a que pueda reconocerse algún error en el Concilio, sin que pueda decirse que la autoridad infalible ha errado.
  • Puede así reclamar obediencia al Concilio y a los Papas conciliares, sin cerrarse ninguna salida…
El señor da Silveira no parece haber entendido la postura media, diplomática, adoptada por Mons. Ocáriz, sino que lo coloca en el grupo de los sostenedores de lo que él llama infalibilidad “absoluta” del Papa. Por lo dicho más arriba, comete un grave error teológico, aunque opuesto al que él achaca a Mons. Ocáriz.
 
Los dos saben que con la tesis tradicional, que ellos llaman absoluta, los errores presentes en el magisterio conciliar y posconciliar llevarían a negar la legitimidad tanto del Concilio como de las presuntas autoridades conciliares, y eso es lo que quieren evitar a toda costa, como dice Silveira, “sin ningún tipo de connotación sedevacantista”, eso es lo que les obsesiona.  
  
Y como se han dado cuenta de que los católicos se tragan cada vez menos aquello de que el magisterio conciliar no tiene ninguna discontinuidad (en cristiano: error o herejía), van aceptando la presencia de esas discontinuidades, pero precisando que no afectarían la infalibilidad, y por lo tanto legitimidad, de los prebostes conciliares, porque pertenecerían a ese famoso magisterio meramente auténtico no infalible…
  
Eso arregla a Roma, que no pone en peligro ni su pretensión de seguir siendo la Iglesia de Cristo, y no una falsificación usurpadora de la verdadera Iglesia de Cristo, y también arreglaría a la FSSPX, que podría volver al seno de la Iglesia conciliar, sin reconocer que lleva enseñando una doctrina gravemente errónea sobre la infalibilidad de la Iglesia desde hace decenios, mientras persigue a los que perseveran en creer y enseñar la verdad siempre creída, así como en sacar las consecuencias prácticas que se imponen.
  
Según Mons. Ocáriz, resulta que el Magisterio puede renunciar a su infalibilidad, sin llegar a ser falible. Han suprimido el limbo de los niños, y lo han trasladado al ámbito de las enseñanzas doctrinales, ellas también Ni-Nis: Ni infalibles, ni falibles…diría Perogrullo. Pues en mi pueblo, o lo uno o lo otro…
  
Supone además que la infalibilidad es como una prenda de ropa, que se puede poner o quitar a voluntad. Pues no. No está en manos del Papa o del Concilio renunciar a lo que fundamenta su poder de obligar en conciencia a los fieles. Si éstos asienten con mente y voluntad a lo propuesto por sus pastores, es porque saben que los ampara Dios que ni se engaña ni nos engaña. De otro modo ni siquiera la Iglesia podría pretender ligar nuestra conciencia.
  
Como la generalidad de los teólogos después de 1870, parece haber olvidado que el Papa no es infalible sólo en sus declaraciones solemnes, sino también en su Magisterio ordinario, así como en otros actos en los que se pone en juego la Fe y el bienestar espiritual de los cristianos. Por lo que no existe un Magisterio Pontificio auténtico pero falible.
  
El Papa es igualmente infalible bien sea que se exprese mediante una definición solemne, como la de la Inmaculada Concepción de 1854, o bien se exprese en unas Bulas como las de Sixto IV a fines del S. XV.
 
Lo que cambia es el valor de obligación de la doctrina expresada: Alguien que negase la Inmaculada Concepción en el s. XV no podía ser declarado hereje, el que negara la definición de 1854, sí.
  
En cuanto a los Obispos, nunca son infalibles de por sí, es el Papa el que puntualmente y en algunas raras ocasiones los asocia a ese carisma que él posee como cosa propia, por ejemplo, cuando aprueba las Actas de un Concilio ecuménico. Podría ocurrir que el Papa convocara un Concilio, en su transcurso los obispos se rebelaran contra él no queriendo aceptar sus correcciones; todos caerían en el error, menos el Papa, que se mantendría, sólo, en la verdad.
  
Los teólogos dan a veces la impresión de caer en una especie de positivismo, cuando no de rabinismo teológico, en el que solo existirían los textos del Magisterio, sin otra cosa que permitiese interpretarlos rectamente.
 
Tenemos todo el Humus de la Tradición y la Escritura, y tenemos las advertencias y condenaciones de todos los Concilios y Papas anteriores. Ellos mismos nos mandan infinitas veces rechazar enérgicamente a los contradictores de sus decretos. Por lo que si en el V2 aparecen afirmaciones claramente contradictorias, nuestro deber es rechazarlas, no por opinión subjetiva, sino por obediencia. Es verdad que muchos textos del Concilio son voluntariamente ambiguos, y cuesta más descubrir su discontinuidad con la doctrina católica, pero también lo es que otros textos son claramente revolucionarios. Pero si advertimos que los mismísimos principios rectores de esa asamblea no son católicos, es todo lo demás lo que debe ser rechazado.
  
El mismo Ocáriz reconoce que existen novedades. Y lo nuevo se define como lo que antes no existía. Y si no existía, mal puede demostrar continuidad con lo anterior. Menos puede aún si es nuevo precisamente porque lo contradice. En la doctrina católica, no hay generación espontánea. Ni la colegialidad, ni la libertad religiosa, ni la revolución litúrgica pueden reivindicar precedente alguno en 2000 años de historia de la Iglesia. Al revés, fueron condenadas muchas veces.
  
Quizás pudiera caber la posibilidad de que el Magisterio enseñara una novedad absoluta, siempre que ésta fuese compatible con la Tradición, por ejemplo, cuando tratase de fecundación in vitro, cosa que las generaciones pasadas ni imaginaron. Pero lo que no puede hacer jamás es enseñar algo contrario a esa Tradición y claramente condenado.
   
Si ésto ocurriera, el Papa Pablo IV nos ha dado la solución: Los presuntos Pastores han resultado no ser tales, sino usurpadores. Y en el caso del Papa, nunca ha sido legítimo. No hablan en nombre de Dios, sino del Enemigo. La prueba está precisamente en que intentan obligarnos a renunciar al principio de no contradicción, como veíamos al principio. E intentan esclavizar nuestra mente exigiendo una sumisión indebida. Es peor aún que un abuso de autoridad, es demostrar que la han perdido, o que jamás la han tenido.
  
El mismo Pablo IV es claro: Debemos rechazar ese falso Magisterio y esas falsas autoridades sin ninguna angustia de conciencia, firmemente asentados en lo enseñado y no susceptible de ser corrompido, hasta que podamos volver a tener verdaderos Papa y obispos, que no podrán sino condenar a los usurpadores.

viernes, 16 de diciembre de 2016

UN MISMO OBJETIVO Y METODOLOGÍA: LA MASONERÍA Y EL OPUS DEI EN PORTUGAL

AVISO DEL TRADUCTOR: Este artículo que fue publicado por el escritor portugués Arai Daniele en PRO ROMA MARIANA es esclarecedor en tanto que presenta cómo las dos masonerías (la seglar y la eclesiástica) entraron a territorio portugués, causando desestabilidades políticas en esa nación; pero no necesariamente acogemos la totalidad de los planteamientos de la fuente empleada por él, particularmente lo que respecta a sor Lucía dos Santos y su ayuda al Opus Dei.
  
Con todo, no estamos vendiendo nada. Dejamos al lector en la entera libertad de creer o no sobre el asunto, y en qué medida se inclina a una posición u otra. Vale.
Jorge Rondón Santos.
Mayo 11 de 2016
  
INTRODUCCIÓN
En el libro «O Fim dos Segredos – Tudo o que nunca lhe contaram sobre o mundo do Opus Dei e da Maçonaria em Portugal» (El fin de los Secretos - Todo lo que nunca le contaron sobre el mundo del Opus Dei y de la Masonería en Portugal) de autoría de la joven periodista Catarina Guerreiro (A esfera dos livros, Lisboa, 2015, distribuidora@bertrand.pt), editado en noviembre, la autora trata sobre la influencia del poder masónico y del Opus Dei en Portugal, clasificando como amigos o enemigos a los personajes involucrados en la institución de la que trata en el libro, involucrando a la «amiga Hermana Lucía» en el avance de lo que se acostumbra llamar «masonería blanca» (el Opus Dei), por ello pienso será útil repasar algunas cuestiones históricas a luz de esas informaciones.
  
Portada
    
Personalmente conocí algunas personas y familias envueltas en la Obra, justamente para evitar la andanada de errores que envolvieron a la nueva iglesia. Tuve dos veces, sin embargo, problemas com ellos por causa de la Santa Misa tradicional, tanto en Roma como en Fátima; parecen tradicionales, mas siguen las innovaciones conciliares y su NOM.
         
Apenas reproducimos parte de este estudio, sin por esto, como católicos, concordar en todo con su autora. Iniciemos entonces nuestra lectura sobre el poder de la Masonería y el Opus Dei en Portugal.
    
«La amiga Hermana Lucía» 
Discretamente, en 1944, la organización de Escrivá comenzó a infiltrarse en Portugal, a través de los medios universitarios de Coímbra. Entre junio y octubre de aquel año, tres estudiantes españoles del Opus, becarios de la Universidad de Madrid, estuvieron en aquella ciudad portuguesa para concluir el doctorado. Y fueron esparciendo las ideas del movimiento, al mismo tiempo que hacían muchas amistades. Uno de ellos era Laureano Lopez Rodó, que más tarde vino a ser ministro del gobierno de Franco. Durante los meses de estudio que pasó en Coímbra se hizo amigo de Marcelo Caetano y de Guilherme Braga da Cruz, que entretanto se tornó cooperador de la Obra.
  
Las amistades de Rodó habían sido decisivas para que en aquella época, con 24 años, fuese escogido por el movimiento religioso para ayudar al primer numerario español a estabelecerse en Portugal y a moverse en los medios sociales y culturales de Coímbra y del resto del país. […]
  
Descríbese enseguida las personas y los modos de estabelecer y reclutar simpatizantes de la organización en Portugal y el extranjero, cuando Francisco Martínez Garcia, un licenciado en Farmacia, fue sondado para la misión por el propio P. Escrivá de Balaguer, en agosto de 1945, cuando estaban en Montevideo, para vir a Portugal para comenzar tal trabajo.
  
Además de Martínez, vinieron de España para Coímbra otros cinco más, entre los cuales estaba Gregorio Ortega Pardo, que iría a protagonizar un escándalo en el Banco de la Agricultura, el cual arrastró al Opus Dei, al ser detenido el 13 de octubre de 1965 en Venezuela, con 1,75 millones de dólares. 
  
Desde entonces, la Prelatura intentó apagar de su historia oficial el nombre y papel destacado de este numerario, que es reconocido por muchos por haber sido el principal promotor del Opus Dei en Lisboa. Cinco años después de instalarse Martínez en Coímbra, la Obra decidió avanzar para la capital y abrió, en 1951, una residencia para estudiantes en el barrio de Estefânia… era preciso reforzar la apuesta y en 1953 Escrivá abrió el primer centro femenino portugués, en la Calle Buenos Aires, n.º 35. El éxito y crecimiento de la organización obligó a la cúpula a adquirir nuevos espacios, y la sede portuguesa, que hasta entonces estaba funcionado en la residencia masculina, mudóse en 1957 para otro predio, también en el mismo barrio, pero en el n.º 98 de la Calle de Estefânia, donde se alquilaron los pisos 1º y 6º.
   
El fundador del Opus Dei, Josemaría Escrivá de Balaguer y su lugarteniente, Álvaro del Portillo
  
Al lado, en el Largo de Estefânia, tenía abierto entretanto, la Editora Aster, dirigida por numerarios, que editó algunas revistas, como la Rumo, donde colaboraran Amaro da Costa, Mota Amaral, Oliveira Dias y también el poeta Ruy Belo, que había adherido al Opus cuando estudiaba en Coímbra en 1951. Los hombres que en aquel tiempo lideraban el movimento religioso en Lisboa eran todos sacerdotes, habiendo el español Xavier Ayala asumido el cargo de primer vicario regional.
  
Mas para que la institución se pudiera instalar en Portugal, contó con la ayuda de una aliada poderosa: la Hermana Lucía. Según el Opus Dei, fue ella quien convenció al fundador a anticipar la difusión de la Obra en territorio portugués. Josemaría Escrivá tenía previsto comenzar por Francia, pero la Segunda Guerra Mundial sus ideales. Cuando se encontró con la religiosa portuguesa, cambió el calendario de su plan estratégico de conquista de Europa. Todo aconteció en los primeros días de febrero de 1945, durante un viaje a Tuy para, según los historiadores oficiales de la Prelatura, cumprimentar al nuevo obispo, su gran amigo D. José López Ortiz, que había sido nombrado como tal en septiembre de 1944.
  
Josemaría salió de Madrid, acompañado de Álvaro del Portillo, el 29 de enero, en el Studebaker a gasolina conducido por el motorista habitual, Miguel Chorniqué. Pasó el día siguiente en Valladolid, donde se concluía la instalación del oratorio de «El Rincón», el primer centro del Opus Dei en esa ciudad. Dos días después, el 2 de febrero, llegó a Tuy, habiendo encontrado albergue en el palacio episcopal, donde estaba Ortiz. Éste, sabiendo que el líder del Opus tenía una gran admiración por Nuestra Señora, le preguntó si gustaba de conocer a la Hermana Lucía, que estaba escondida en el convento local desde el 24 de octubre de 1925 (y donde estuvo hasta 1946, año em que regresó a Portugal). La respuesta fue obvia y el obispo tomo el teléfono y llamó a la Superiora del Convento de Tuy. «¿Puede traerme una rosa?» Era el código secreto convenido entre el obispo y la responsable del local donde estaba la religiosa portuguesa para poder hablar sin que ninguno descubriese la verdadera identidad de sor María de los Dolores, como era identificada entre las hermanas doroteas. Al oir el pedido, la superiora entendió de inmediato el mensaje y pidió a la portugesa para ir al Palacio Episcopal.
  
Según Josemaría Escrivá, la Hermana Lucía ayudó a que el Opus Dei entrara a Portugal, y en agradecimiento, fue ocho veces al Santuario de Nuestra Señora de Fátima.
  
Fue aquí, durante la conversación con Escrivá, que la Hermana Lucía le sugirió que llevase el Opus para Portugal. Mas el español repuso que no lo haría inmediatamente porque ni él ni del Portillo tenían pasaportes.
  
«Le pedí para que fuera a Portugal a fundar el Opus pero él no tenía pasaporte, y yo conseguí hacer algo para que todo se resolviese y pudiese ir a Fátima», contó más tarde la propia vidente al obispo Alberto Cosme do Amaral, que entre 1972 y 1993 lideró la diócesis de Leiría-Fátima. Para resolver la situación bastó una llamada telefónica. Mas el destinatario del telefonema que la religiosa hizo y que desbloqueó la situación es hasta hoy un misterio, pudiendo haber sido el cardenal patriarca [de Lisboa] o el mismo António de Oliveira Salazar.
  
La verdad es que un lunes, día 5 de febrero, Escrivá, Portillo, López Ortiz y su secretario, el padre Eliodoro Gil Rivera, tomaron la carretera, conducidos por el motorista, y pasaron la frontera sin problemas y sin documentos. Después de haber entrado en Portugal, almorzaron en Porto, en el Escondidinho, en esa época el referente de los restaurantes de la ciudad. Siguieron a Leiría, donde se encontraron con el obispo diocesano, D. José Alves Correia da Silva, acabando por conocer también al canónigo y futuro obispo de Leiría, D. João Pereira Venâncio. Cenaron y partieron para Fátima, donde Josemaría visitó por primera vez la Capilla de Nuestra Señora. Al día siguiente, 6 de febrero, el líder del Opus celebró misa en el Santuario y visitó a la madre de la Hermana Lucía, a quien ofreció unos panes gallegos que había comprado. Ali, en la localidad de Valinhos, los españoles entonces se dejaron fotografiar con la madre de los otros videntes, Francisco y Jacinta Marto, junto a la casa de la familia. Escrivá regresó a Leiría para almorzar con el obispo y partió para Lisboa, donde el día 7 fue al Patriarcado, situado en el Palacio de Santana, en el Campo de los Mártires de la Patria, en cumplimiento al cardenal Cerejeira, que un año antes había sido informado por un miembro del Opus que el líder lo quería conocer.
  
Entonces esa noche durmió en Coímbra y, en la mañana siguiente, antes de regresar a España, Escrivá estuvi con el obispo, D. António Antunes. Estuvo 12 veces en Portugal, gran parte de ellas para encuentros con el hombre más importante de la Iglesia portuguesa, que durante años hizo frente al crecimiento del Opus y con los cuales mantuvo un largo y difícil brazo de hierro.
 
El enemigo cardenal Cerejeira
Corría el año de 1944 y el Opus Dei buscaba reunir apoyos eclesiásticos que lo ayudasen a obtener la aprobación oficial de la Santa Sede. Para hacerle el puente con el poderoso patriarca de Lisboa, Manuel Gonçalves Cerejeira, el cardenal más reciente de la época, nombrado por Pío XI en 1929, el fundador del Opus escogió a Amadeo Fuenmayor, un catedrático de Derecho Civil de Santiago de Compostela. Éste, ya miembro del Opus, fue convidado para ir a Portugal en marzo de aquel año, en el ámbito de la «Semana Jurídica Española», a hablar en dos conferencias en las facultades de Derecho de Lisboa y de Coímbra. Cuanndo Escrivá supo de la invitación, le pidió que cuando llegase a Lisboa fuese a visitar al cardenal para comunicarle que estaba previsto que el fundador viniese a Portugal y que le gustaría saludarlo. Escrivá dio indicaciones detalladas a su mensajero: sólo debía decir que era del Opus y venía en nombre del fundador cuando estuviese frente a frente con el cardenal. Así fue. Amadeo pidió una audiencia al patriarca, presentóse apenas como profesor español y sólo reveló que pertencía al movimiento religioso y que venía en nombre de Josemaría ya durante la plática.
  
Manuel Gonçalves Cerejeira, Cardenal-Patriarca de Lisboa. Apoyó inicialmente al Opus, pero luego le cobró desconfianza (aunque antes de morir, hizo las paces con Escrivá y testificó a favor de él para su beatificación).
  
De esta forma, cuando en 1945, después de la ayuda de la Hermana Lucía, Balaguer llegó al patriarcado, el cardenal lo recibió cordialmente. En este encontro hablaron del Opus Dei, que a la fecha estaba para abrir el primer centro en Portugal, prepárandose para hacer lo mismo en Inglaterra e Italia. En España, contaba ya con 20 centros.
   
Escrivá regresó en junio de 1945 para una nueva reunión con el cardeanl, que se realizó el día 18. Era urgente conseguir la aprobación pontificia, para dar una dimensión universal del Opus Dei y permitir su expansión por el mundo. Por eso, Josemaría se esforzó en mantener el contacto con el líder de la Iglesia portuguesa: lo ponía al corriente del proceso en curso en el Vaticano para la aprobación pontificia del Opus, le hablaba de la necesidad de tener cartas de recomendación y le revelaba los avances del Opus, especialmente en Portugal.
  
El 13 de septiembre, poco después de haber convenido con el numerario Francisco Martinez que éste iría para Portugal a abrir oficialmente el primer centro, Balaguer escribió al cardenal Cerejeira a fin de informarle que iría a hacerle una nueva visita. Pero cuando en el día 18 de ese mes llegó al Palacio, el obispo auxiliar, João dos Campos Neves, que más tarde será obispo de Lamego, le informó que Cerejeira estaba de vacaciones en casa del hermano, médico, en la Serra da Estrela. Escrivá no desistió y fue al encuentro del cardneal. Siempre acompañado de Portillo, su brazo derecho, el líder del movimento religioso llegó el día 21 a la localidad de Rosanegra, donde encontró al patriarca, que lo convidó para almorzar con él y su familia. Las iniciativas dieron resultado: con elogios a Escrivá y para apoyar la aprobación del Opus por la Santa Sede, la carta escrita por el cardenal llegó a Roma el 1 de marzo de 1946.
   
Cuatro años después, el 16 de junio de 1950, Pío XII aprobó finalmente al Opus Dei como instituto secular, una asociación de laicos católicos. En ese día, la organización dejó de estar dependente de las iglesias locales, pasando a estar jurídicamente bajo la Santa Sede. Para ese momento, la hermandad aumentó su poder en el mundo: en el mes en que el Vaticano emitió el reconocimiento, ya había más de 100 centros de la organización esparcidos por varios países da Europa, América y África, cuadruplicando el número de los existentes en 1946, año en que comenzó la internacionalización. 
  
Mas en Portugal el rápido crecimiento del Opus, esencialmente en Lisboa, comenzó a causar malestar en el cardenal Cerejeira. Los encuntros siguientes entre él y Balaguer, uno en Roma, em 28 de octubre de 1950, y otro en Lisboa el 8 de enero de 1951, fueron más tensos. Ese mal ambiente reflejóse cuando la Obra quiso abrir un segundo centro en la capital, el primero feminino en el país. Solo después de decenas de contactos de Javier Ayala, en español que en Portugal dirigía la organización, es que el cardenal dio la autorización, habiendo abierto la residencia en marzo de 1952. El brazo de hierro comenzó a ser más pesado: Cerejeira intentaba intervenir en los centros, en cuanto los responsables españoles, ya munidos de aprobación dada por el Vaticano, insistían en ser independentes.
    
El momento de la ruptura llegó unos días antes de la Navidad de 1954. Manuel Gonçalves Cerejeira decidió enviar una carta a Javier Ayala para informarle de que la experiencia del Opus en Lisboa, que contaba con dos residencias en nombre de la Sociedade Lusitana de Cultura, debía terminar. El responsable nacional del movimiento dio cuenta de la situación a Balaguer, mas éste le pidiuó paciencia, considerando que la actitude del líder de la iglesia portuguesa sería pasajera. A pesar de eso, sugirió que Ayala contactase al embajador del Vaticano en Lisboa, el cardenal Fernando Cento, para que éste interviniera.
  
Sin que el problema se resolviese, y con las relaciones entre el Opus y el líder del patriarcado cada vez más tensas, Balaguer envió a Lisboa a su hombre de máxima confianza: Álvaro del Portillo. Entre el 16 y el 17 de mayo de 1956 transcurrieron los encuentros.
– «¿Por qué es que el consejero [Escrivá] me ocultó que el Opus ha adquirido un banco, del que toda la gente habla?», perguntó el cardenal portugués.
– «No podía informar su eminencia de lo que no existe: el Opus Dei no posee ningún banco», respondió Álvaro del Portillo.
  
Mas Cerejeira no quedó convencido e insistió. Subrayando que la élite política y financeira sabía de los lazos del Banco de la Agricultura con la organización religiosa, perguntó al hombre que estaba a su frente si toda la gente estaba engañada.

El argumento dado por el número dos del Opus fue exactamente el que aún hoy es utilizado para justificar la influencia del Opus en las instituciones bancarias: un miembro del Opus Dei puede ejercer el ofício de banquero sin que el banco pertenezca necesariamente a la organización.
 
Pero esta cuestión no quedó resuelta y fue necesaria una segunda reunión al día siguiente para que el cardneal quedase, o por lo menos pareciese, convencido con las justificaciones de del Portillo.
   
Ya con el ambiente más calmado, y antes de salir, el español entonces le informó a Cerejeira que ña Obra pretendía abrir un tercer centro en Lisboa. Dos meses después llegó oficialmente por escrito la petición. 
   
En ese momento, D. Manuel Cerejeira, que ya había completado 25 años como cardenal patriarca, buscaba también crecer el poder de la Iglesia Católica en la capital. Y en junio de 1956, um mes después de la reunión con Ayala, escribió a Antonio de Oliveira Salazar (Presidente de la nación) para pedirle «protección para las obras de la Iglesia» y subrayó la necesidad de la creación de nuevas parroquias en centros poblacionales que tuviesen «10.000 almas», haciendo notar que había localidades en la margen Sur del Tajo que ni iglesia tenían.
  
Los meses fueron pasando, los rumores sobre el Opus Dei se mantenían y un año después Cerejeira decidió dar el golpe final. El 16 de septiembre de 1957 escribió a Josemaría Escrivá informándolle de que a la final era mejor no abrir el tercer centro en Lisboa. «En este espacio de tiempo, recé, reflexioné y pedí consejos. En consciencia considero que no conviene, por ahora, la admisión del Opus Dei en el patriarcado de Lisboa y que deben cesar sus actividades en la capital». Quince días depois, en respuesta, Balaguer le explicó que la cuestión debía de ser resuelta por la Santa Sede. La decisión del Vaticano no dejó margen para dudas: el cardenal ya no tenía poderes para mandar en la organización de Escrivá ni para decidir lo que ésta podía o no hacer. Cerejeira entonces escribió una nueva carta a Balaguer para dar sus argumentos, mas éste le recordó la sentencia pontificia y los dos nunca más hablaron durante 15 anos.
  
A pesar de haber quedado sin poder para mandar en el movimiento religioso, Gonçalves Cerejeira mantúvose extremadamente atento a los pasos de la organización. Y en 1964 el secretario del Patriarcado de Lisboa, el padre João Carlos Rocha, envió a la sede del Opus en Lisboa un pedido de datos informativos, como el número de sacerdotes y de alumnos, alegadamente para un requerimiento de la Santa Sede. Mas la polícia del Estado Novo aprehendió la carta del patriarcado y Cerejeira no consiguió descubrir el poder que la Obra ya había conquistado en la ciudad.
   
Los años pasaron sin indicios de reconciliación. En 1967 y 1970 Escrivá vino a Portugal, pero nunca estuvo con el cardenal. El reencuentro se dio apenas en 1972. Balaguer arribó a Lisboa entre el 30 de octubre y el 6 de noviembre para homenajear al nuevo Cardenal Patriarca, Don António Ribeiro, y visitó a Cerejeira, que había renunciado al cargo al cumplir 82 años. La conversación entre los dos se desarrolló en la residencia de la Quinta do Bom Pastor, en la Buraca donde el exlíder de la Iglesia portuguesa vivía en recogimiento. E hizo que la relación emtre los dos volviese al punto inicial: el cardenal ayudando al Opus a tener buen suceso junto al Vaticano. Cuando Josemaría murió, Cerejeira escribió, el 10 de agosto de 1975, al papa Pablo VI para elogiar las cualidades del religioso y a defender que se iniciase el «proceso de glorificación de este santo sacerdote y hombre de Dios».
  
Las desconfianzas de Salazar
Los párrafos subrayados por António de Oliveira Salazar eran la señal de la importancia de lo que acabara de leer: en reuniones secretas, el Opus Dei defendía la creación de una unión ibérica comandada por España, que tendría mayor facilidad en impedir una posible amenaza comunista.
  
Antonio de Oliveira Salazar, líder del Estado Novo de Portugal.
  
La sorprendente revelación que el líder del Estado Novo destacó constaba de los informes de la Policía Internacional y de Defensa del Estado (PIDE), de enero de 1964, enviado al Presidente del Consejo, sobre las actividades de la organización en el país.
 
Al leer el documento, al que los inspectores llamaron «Tentativas de penetración del Opus Dei en la política interna portuguesa», Salazar llegó también a saber que el movimento religioso estaba empeñado en reclutar hijos de financieros, políticos y otras figuras públicas portuguesas, y que la influencia de la organización crecía en los círculos militares. Los inspectores pusieron también al líder del Estado Novo al par de los avances de lo que confirmaban ser una conspiración del Opus Dei para controlar el poder en el post-salazarismo. E informaron que la institución apostaba ahora, para ser su sucesor, en Francisco Leite Pinto, el profesor que había sido ministro de Educación entre 1957 y 1961, por considerar que tendría apoyo de los militares, del medio universitario y de importantes entidades extranjeras, como el embajador español en Lisboa.
  
Esta no era la primera alerta sobre la conspiración en curso. Desde hacía tres años, la PIDE había intensificado la vigilancia al grupo religioso por sospechar que sus movimientos en los círculos económicos, políticos y universitarios portugueses podían ser peligrosos para el régimen.
  
La alerta inicial había llegado al presidente del Consejo en 1961, a través de una nota sobre «las actividades del Opus Dei». En ella, los inspectores describieron los indicios de un alegado esquema para tentar controlar el poder y la organización estaba clasificada como una «congregación político-religiosa». Aparecían relacionadas personas influyentes que estarían ligadas a la estructura, como el ex-ministro de la Economia Daniel Barbosa, y levantáronse sospechas de que Marcelo Caetano fuese también uno de los afiliados. El documento explicaba entonces que las vigilancias habían identificado al español D. Gregorio Ortega Pardo como el hombre eficaz que hacía los vínculos de estos ex-gobernantes con la institución. Y revelaba un dato interesante: el Opus Dei había hecho entrar en el país 18 millones de pesetas para ayudar al movimiento a crecer.
  
Las preocupaciones con el Opus aumentaban año tras año. No obstante, en el momento en que apareció en Portugal, en pleno Estado Novo, el año de 1946, la Obra no parece haber generado mayor alarma. De tal forma que la PIDE, a pesar de registrar el nombre de los cinco españoles y del cubano que quisieron introducir el movimiento en Coímbra, consideró que no despertaban grandes sospechas.
  
Pero el pasar de los meses hizo que la policía cambiara de opinión. Y por eso, en aquella nota de 1961, el Opus dejó de ser desvalorizado y se tornó más en una preocupación para Salazar, junto a todas las otras que marcaron ese año: el asalto al navío Santa María, el inicio de la guerra en Angola, la tentativa fallida del golpe palaciego del ministro de Defensa, Julio Botelho Moniz, el desvío de un avión de la TAP por el opositor Hermínio Palma Inácio, la invasión de Goa, Damán y Diu por la Unión India y la tentativa de asalto al cuartel de Beja para derribar el Gobierno.
  
Fue en este escenario que la policía, a partir del inicio de los años 60, reforzó la vigilancia al Opus Dei: confiscó variada correspondencia, vigiló la sede en Lisboa, investigó la capacidad financiera de la organización, estudió a fondo su funcionamiento interno, identificó a sus miembros principales y buscó descubrir a los hombres que los líderes pretendían reclutar.
  
Entre las cartas confiscadas están muchas remitidas a Nuno Girão, que en aquellos años asumió el liderazgo portugués de la Obra, donde se refieren asuntos del día a día de la institución, como los presupuestos de los distintos centros del país. Había también mucha correspondencia con colegas en el extranjero que mostraban que también en los EE. UU., en Italia y en España la organizació crecía a una buena velocidad. Después de entrar en Portugal, Italia y Gran Bretaña, en 1946, Escrivá había conseguido, hasta 1961, estabelecer su organización en 23 países. El último había sido Holanda y preparábase para entrar en el Paraguay, la Argentina y en las Filipinas.
  
El ascenso de Salazar y el de Escrivá había comenzado exactamente al mismo tiempo: el primero subió al poder en Portugal como ministro de Finanzas en el mismo año en que Josemaría Escrivá creó en España el Opus Dei. Y el hombre que lideraba la dictadura portuguesa no estaba dispuesto a perder terreno.
  
Por eso, el rápido éxito del movimiento hizo aumentar la vigilancia de la policía del Estado Novo, que comenzó a identificar los principais reclutadores. Uno de ellos, según la PIDE, era el padre Malvar Fonseca, que usaba un cuestionario de 16 perguntas para garantizar que los candidatos eran los adecuados. En la actividad de reclutamiento juntábase otro sacerdote, Manuel Sousa e Silva. En aquel momento, el aparato policial de la ditcadura reforzó también su atención sobre Ortega Pardo. Y en 1962 le retuvo una de las muchas invitaciones para eventos sociales que el español recibía. En los informes es descrita la vida de excesos del español, que, según los agentes, gustaba que le llamasem «Profesor»: Frecuentaba fiestas, bebía los mejores vinos y tenía importantes lazos con el mundo financiero. «Por su intermedio, el Opus Dei tomó una posición en el Banco de Agricultura, y a través de ese banco en dos salas de cine de Lisboa (Roma y Ávila) y en algunas pequeñas empresas», describía la PIDE, agregando que Ortega tenía hasta buenas relaciones con Arturo Cupertino de Miranda y el Banco Portugués del Atlántico y el Banco Comercial de Angola.
  
Para ese tiempo, los inspectores vigilaron también la empresa Lusofina, vocacionada para negocios en las provincias de ultramar, que sospechaban ser liderada por el Opus, y registraron en los archivos policiales las noticias de la detención de Ortega en Caracas, el 13 de octubre de 1965, com dos maletas llenas de joyas y de 1,75 millones de dólares.
  
En estos años de estricta observación al movimiento, la policía prestó atención redoblada a la visita que Mariano Navarro Rubio, el entonces ministro de Hacienda de España y miembro del Opus, hizo a Portugal en abril de 1963. E investigó entonces a la Sociedad Lusitana de Cultura, creada en 1949, que era una asociación dirigida por personas de la Obra que mantenía, por lo menos, una casa para chicas en la Rua Buenos Aires, en Lisboa.
  
El otro informe policial sobre la conspiración en curso surgió el 31 de mayo de 1963. El inspector Silva Pais informó a Salazar de que la cercanía de la institución a Marcelo Caetano se esfrió después de descubrir que Manuel Gonçalves Cavaleiro Ferreira, antiguo ministro de Justicia, y Guilherme Braga da Cruz, profesor catedrático, habían adherido. Y, de acuerdo al agente, la hermandad había pasado a apostar en otro nombre, sorprendente, para la sucesión. «El político del futuro, en la opinión del Opus Dei, es el profesor Dr. Adriano Moreira, a pesar de saber que él no es católico», decía el informe. Una idea que el movimiento religioso mantuvo durante poco tiempo. Según muestran las informaciones de la estructura policial, meses después, en enero de 1964, el tercer informe apuntaba ya para Francisco Leite Pinto. Éste, en el ínterin, de acuerdo con la PIDE, nunca permitió que le hiciesen una reunión formal. Y a lo largo de los años se mantuvo como uno de los amigos más próximos de Salazar, habiendo tenido un papel fundamental en la difícil madrugada del 7 de septiembre de 1968, cuando el líder del Estado Novo fue internado en la Cruz Roja para ser operado de un hematoma en el cerebro, consecuencia de la caída que diera de una silla, um mes antes. Fue Leite Pinto quien, poco tiempo antes de la operación, entró en el cuarto de Salazar para preguntarle si pretendía hacer un testamento político. Mas, al abrir la puerta, percibió que él no estaba en condiciones de responder. Dejó la vida del amigo en las manos de los médicos. Uno de ellos era Álvaro Ataíde, uno de los más destacados miembros de la masonería». 
  
COMENTARIO: Como se ve, el Opus Dei cultiva una acción política y económica, que busca dominar los acontecimientos en las circunstancias más diversas. Y lo hace manteniéndose independente de las diócesis locales, siendo de Derecho Pontificio, esto es, respondiendo sólo directamente al Papa. La pregunta que surge entonces es si este poder sirve de hecho a la Fe o a la obra del fundador. En cuanto a la Santa Misa se puede responder que aceptan lo que viene de arriba y por tanto, a razones de conveniencia más que de doctrina.
  
MASONERÍA
El amigo marqués de Pombal
Si la Hermana Lucía fue en el siglo XX esencial para la entrada del Opus en Portugal, lo mismo sucedió, en el siglo XVIII con el marqués de Pombal en relación a la masonería. Fue durante su gobierno, en un contexto en que los masones eran perseguidos, que la organización tuvo momentos de paz y consiguió penetrar y crecer en el país.
  
Sebastián José de Carbalho y Melo, I Marqués de Pombal. Como primer ministro, emprendió reformas liberales en Portugal, siendo la Masonería una de las beneficiadas.
  
Dio los primeros signos de vida en 1727, pero entonces no fue fácil. En ese año, William Dugood, un católico inglés amigo de Alexandre de Gusmão, un diplomático portugués, creó la primera logia masónica en Portugal. La Inquisición la bautizó como Loja dos Hereges por ser constituída por ingleses y escoceses protestantes, no habiendo cualquier membro portugués. En 1733, surgió la segunda logia en Lisboa con el nombre Casa Real dos Pedreiros Livres da Lusitânia, erigida por católicos irlandeses.
 
Pero no demoró el comienzo de las persecuciones. En 1738, el papa Clemente XII publicó la bula ln Eminenti condenando la masonería, y cuando el 28 de septiembre el inquisidor mayor Dom Nuno da Cunha e Ataíde presentó en Lisboa el documento papal, inicióse la ‘cacería’ a los masones, con arrestos en el seno de la Logia Pedreiros Livres. Sólo seis años después apareció una tercera logia en la capital portuguesa, esta vez fundada por el tallador de diamantes John Coustos, que lideraba un grupo con casi 30 extranjeros y un único portugués, D. Manuel de Sousa, administrador del Morgado (Mayorazgo) de Calhariz. Todos fueron denunciados a la Inquisición y Coustos y dos colegas fueron condenados al destierro y a las galeras. El clima antimasónico amainó cuando José I Braganza ocupó el trono, en 1750. Y a pesar de que un año después, el papa Benedicto XIV renovara la bula que condenaba la masonería, la tolerancia para con la organización se mantuvo, especialmente con la ayuda de Sebastián José de Carvalho e Melo, futuro Marqués de Pombal, que después de ser ministro de Asuntos Exteriores se convirtió, en 1755, primer ministro del reino. Con él creció la masonaria y cambió el perfil del masón. Si antes eran esencialmente comerciantes, en tiempo del marqués de Pombal pasarán a ser aristócratas, académicos y oficiales del Ejército y de la Armada. Para eso habrá contribuido también la llegada en 1762 a Portugal del conde de Lippe para reorganizar el Ejército. Con él vinieron más de trescientos oficiales de varias nacionalidades, muchos de ellos masones cuyo contacto con los militares portugueses llevó a la creación de logias en las guarniciones militares. A esas alturas, la masonería comenzó también a ganar terreno en la isla de Madeira. Y, en 1774, contrariando hasta las orientaciones del Vaticano, el nuevo regimiento de la Inquisición en Portugal ya no hizo más referencias a la masonería.
  
La tolerancia de Pombal para con la sociedad secreta llevó a muchos a acusarlo de ser masón, no existiendo, sin embargo, pruebas de que había sido iniciado. Apenas se sabe que pertenció a la Royal Society, dominada por masones, y visitó la Logia austriaca Aux Trois Canons, en Viena. A pesar del clima de calma, durante este período no dejó de existir alguna persecución, como la que sucedió en Madeira, donde el sobrino del marqués de Pombal, José António de Sá Pereira, se aplicó, como gobernador, a combatir la organización.
  
La caída del marqués de Pombal, después de la muerte de José I, trajo de vuelta los ataques a la hermandad. Doña María I hizo regresar las detenciones. Luego en 1778 fue apresado el lente (catedrático de Matemáticas) de la Universidad de Coímbra José Anastácio da Cunha y entre 1791 e 1792 el intendente Diogo Inácio Pina Manique lideró una serie de persecuciones.
  
Pero la guerra que alcanzó a Europa a partir de 1792 acabó por dinamizar la masonería en Portugal, donde cada vez mais se hacían reuniones masónicas en los regimientos. En 1797 discurrieron las sesiones en la Fragata Fénix con oficiales portugueses e ingleses, donde habrá nacido la importante Logia Regeneração, con 140 miembros. Fue en este momento que surgió una comisión de seis masones con la tarea de reorganizar la institución. Consiguieron promover en el Palacio Gomes Freire una reunión con 200 masones, presidida por José Joaquim Monteiro de Carvalho e Oliveira. Poco después, fue firmado un tratado de amistad con la Gran Logia de Inglaterra y el mismo contacto fue hecho con la Gran Logia Francesa. En 1804, se fundó así el Gran Oriente Lusitano y fue electo el primer gran maestre, Sebastião José de São Paio de Melo e Castro Lusignan, nieto del primer marqués de Pombal. En el Brasil, que en la época era una colonia portuguesa, comenzaron a surgir logias, donde muchos miembros por cuestiones de seguridad usaban nombres clave. 8 En 1806, se aproó la primera constitución masónica y decidióse adoptar los rituales y las normas de la masonería francesa.
    
Mas las invasiones francesas zarandearon la estabilidad que los masones estaban por alcanzar y vieron dar nuevas señales de la peligrosa relación entre poder político y masonería. Si en los primeros tiempos de ocupación francesa, masones e invasores tuvieron cierto entendimiento, se dio el malestar cuando Junot, que lideraba el ejército francés, intentó controlar la masonería. Los «hermanos» portugueses crearon, en febrero de 1808, un cuerpo paramasónico, esto es, una estructura paralela a  la masonería, el Consejo Conservador de Lisboa, con 183 miembros, cuyo objetivo era luchar contra la invasión francesa, restaurar la independencia y restituir el poder al legítimo príncipe. Funcionó hasta el 1 de octubre de 1808, mes en que las tropas francesas se retiraron, terminando la primera invasión francesa.
   
Durante las invasiones siguientes, ordenadas por Napoleón, cuyo imperio era constituido también por bastantes masones, la actividad masónica portuguesa sufrió grandes perturbaciones, quedando dividida entre la influencia de los franceses y la de los ingleses, que en las fuerzas militares tenían también muchos miembros de la masonería. Y cuando se inició la tercera invasión, asistióse a un aumento de la represión, con decenas de presos y deportados por sospechas de vínculos con la masonería o de simpatía para con los franceses. A pesar de las persecuciones, muchos masones continuarán su actividad dentro y fuera del país.
   
En el Brasil, la masonería subsistió y en Portugal se reorganizó. Con el fin de las invasiones, comenzaron a regresar algunos exiliados políticos, antiguos militares de la legión portuguesa al servicio de Napoleón, que habían sido acusados de traición. Uno de ellos fue Gomes Freire de Andrade, que volvió el 25 de mayo de 1815 y no tardó en tomar posesión como gran maestre en marzo de 1816. Pero poco después fue acusado de conspirar para derrumbar el gobierno, en el seno de una organización (Supremo Consejo Regenerador), siendo detenido en 1817. La situació generó preocupación en la corte, que entonces estaba en Río de Janeiro. Una preocupación que aumentó con el alzamiento armado que fue conocido como la Revuelta de Pernambuco y que quería proclamar una república, promovida por revolucionarios masones. Resultado: el rey Don Juan VI apretó el cerco a las herrmandades y en 1818, apoyándose en la bula del papa Clemente XII, emitió un decreto prohibiendo las sociedades secretas y prometiendo penas que irán de la confiscación de bienes a la condena a muerte. Sin alternativa, muchas logias cesaron sus actividades. Pero surgirán también pequeñas señales de que los masones no habían desistido de intervenir.
  
Prueba de ello fue que muchos de ellos integraran un grupo que se reunió durante 24 meses en secreto para preparar un cambio de régimen. Tratábase del Sanedrín, una organización secreta que originó la Revolució Liberal de 1820. Durante dos años, 13 hombres, algunos masones, se se reunieron con sigilo total, siempre el día 22 de cada mes, para cenar en la Foz de Porto. Aquí, organizaron lo que llegó a ser la revolución del 24 de agosto, que trajo el liberalismo. La insurrección introdujo a la masonería en el seno de poder político, puesto que muchos de los liberales eran masones. Estos enseguida ocuparon lugares destacados en el país, donde no conseguirán mantenerse, por acción del hombre visto por muchos como el mayor enemigo de los masones: Don Miguel.
  
El enemigo Don Miguel
El poder que la masonería ganó en los primeros tiempos posteriores a la revolución de 1820, llevó a que enseguida comenzasen a surgir ataques contra la organización. La mayoría de ellos venía de aquellos que contestaban el régimen y la Constitución de 1822, considerándola cuasirepublicana.
  
En las protestas y manifiestos la masonería era siempre señalada, siendo acusada de estar en el origen de todo. Este clima antimasónico y antiliberal que se vivía en el país contaba com un aliado de peso: la Santa Sede, que, por la mano del papa Pío VII, había dado más señales de lucha contra las sociedades secretas con una nueva bula de septiembre de 1821, que combatía la masonería y a la carbonaria, otra sociedad secreta.
  
Fue en este ambiente que, motivado por lo que sucedía en España, donde las campañas contra los liberales españoles lideradas por el general Quesada y por el conde de España pusieran fin a la segunda experiencia liberal, en 1823, Don Miguel y su madre, Doña Carlota Joaquina decidieron actuar. Los dos protagonizaron el golpe de Estado que fue conocido como Vilafrancada, que obligó al rey Don Juan VI a llegar a un acuerdo con su hijo Don Miguel, asumiendo éste el cargo de generalísimo del Ejército, a nombrar un gobierno más moderado y a disolver las cortes liberales, el 3 de junio.
  
Miguel I de Braganza, "el Tradicionalista", prohibió las sociedades secretas en Portugal.
    
En ese momento se intensificaron los ataques a los medios masónicos. Y un mes después, el 20 de junio de 1823, surgió un documento que se reveló fatal para la masonería. «Todas las sociedades secretas quedan suprimidas, cualesquiera sean sus institutos y denominaciones, y nunca más podrán ser restauradas», y todos los empleados públicos, civiles o militares, habrán de firmar una declaración escrita donde garantizan que desde aquella fecha no pertencían a ninguna estructura secreta.
    
Muchos, por ser tenidos como peligrosos para la seguridad del Estado fueron deportados; otros optaron por sí mismos en ir al exilio; y otros se vieron obligados a firmar declaraciones de que no hacían ni serían parte de sociedades secretas. El ambiente tornóse cada vez más pesado y las persecuciones a los masones se esparcieron por todo el país. En Madeira, por ejemplo, asistióse a una serie de capturas, capturan masones de relevancia como el canónigo Gregório Medina e Vasconcelos y el propio gobernador de la isla.
  
En enero de 1824, un informe sobre la actividad masónica hecho por el intendente general de la policía, a pedido del ministro de Justicia, mostraba la fragilidad de la organización: las logias dejaron de funcionar y muchos documentos fueron quemados. «La masonería no está incorporada, ni tienen logias, no tienen regulares. Apenas han habido pequeños ajuntamentos de cuatro, cinco o seis masones (hombres de pequeña importancia, conocidos y vigilados por la policía) que con pretexto de asuntos domésticos se habían reunido», describía el documento. Sospechábase, sin embargo, que en la Administración del Contrato de Tabaco tuviese fuerte presencia masónica. En el segundo golpe de Estado protagonizado por D. Miguel, la Abrilada, que buscabaa reforzar los poderes de los absolutistas, la masonería sirvió de chivo expiatorio, siendo señalada por el infante como la causante de todos los males, corriendo asimismo la idea de que era preciso combatir la organización secreta por existir una conspiración masónica contra la familia real. 
   
La sobrevivencia de la institución parecía depender cada vez más del poder que tenía o no D. Miguel. Fue así que, cuando el 13 de mayo de 1824, tras el golpe de Estado, él fue enviado por su padre, Don Juan VI, en la Fragata Pérola para el exilio en Viena, los masones sintieron una calma frente a los ataques. En un nuevo decreto, Don Juan VI recordaba la prohibición de las sociedades secretas, pero atenuaba las penas y sanciones. Con la muerte del rey, en 1826, y la lucha por el poder entre Don Pedro, emperador de Brasil, y Don Miguel, la masonería se halló de nuevo en el centro de la polémica, pues el primero era un masón asumido, siendo también gran maestro. Para los que querían que el trono debía ser ocupado por Don Miguel, la organización secreta pasó a ser vista como «una secta infernal» que tenía que ser destruida por ser la principal razón para el príncipe, el «mayor enemigo de los albañoles libres», de no poder comandar el país.
 
Durante unos años, y hasta 1828, los masones conseguirán mantener algún poder: en las primeras elecciones hechas por D. Pedro, el 30 de octubre, 59 de los 127 deputados eran o habían sido masones y en los varios gobiernos siguientes hubo siempre la presencia de miembros de la masonería. Mas el acuerdo entre D. Pedro y D. Miguel que puso fin al conflicto hizo retornar los tiempos complicados para las sociedades secretas. Cuando eb 1828 D. Miguel se convirtió en rey, haciendo regresar al país a la monarquía absoluta, apostó fuerte en el ataque a la masonería.
  
Muchas de las sublevaciones contra el rey fueron dirigidas por masones. Fueron detenidas centenares de personas y decenas de «hermanos» partieron al exilio para Inglaterra, Francia, Brasil, EUA y Países Bajos. Otros se escondieron o acabaron encadenados. Algunos morirán en prisión, como Manuel Borges Carneiro, entonces diputado y juez de segunda instancia, y uno de los muchos presos políticos que en los años anteriores habían manifestado ideas liberales. Fue apresado en agosto de 1928 y cinco años después murió de cólera en la prisión de Cascais.
 
El combate a los maçons era una vez más apoyado en la Santa Sede, que durante el reinado de D. Miguel emitió dos documentos más condenando la masonería. En Portugal, había cada vez más textos criticando a los miembros de la hermandad y los obispos reforzaron los sermones antimasónicos. La verdad es que, a pesar de este ambiente, la masonería no perdió toda la actividad, habiendo registro de reuniones de logias en varias regiones del país. Aparte de eso, en el extranjero, la masonería portuguesa fue continuando su papel. Mas la batalla que existía en el seno del liberalismo entre moderados y progresistas acertó de lleno en la masonería, dividiéndola. Y llegaron a existir dos organizaciones con el mismo nombre, Grande Oriente Lusitano: una liderada por José da Silva Carvalho, gran maestre desde 1822, asociado a los liberales más moderados liderados por Palmela; y otra, resultante de una escisión ocurrida en fecha indeterminada, entre 1828 y 1831, comandada por el general João Carlos Saldanha, adepto de un liberalismo más progresista.
  
Con la guerra civil, la actividad masónica renació a partir de 1832, fecha en que comenzó a intensificarse la lucha liberal, teniéndose noticias de cuatro nuevas logias.
   
El final del reinado de D. Miguel, que el 1 de junio de 1834 embarcó en Sines para el exilio en Italia, fue considerado un «triunfo de la masonería», que se preparaba para vivir uno de sus períodos más poderosos. No obstante, en el primer gobierno constitucional que siguió, más poder era imposible: todos los miembros eran masones excepto el líder, el duque de Palmela. Y, en la cámara de diputados, la masonería controlaba el 71% de los escaños. Hasta la oposición estaba bajo el control de las sociedades secretas. Así era el escenario político después de la derrota de D. Miguel, en 1834. Y en los gobiernos que se sucedieran hasta el fin del siglo XIX, la masonería estuvo siempre presente; 12 jefes del ejecutivo habían sido iniciados en la hermandad».
 
Comentario: la periodista Catarina Guerreiro consiguió entrevistar diversos personajes de la política portuguesa actual porque mantienen una posición destacada de lo que está realmente en juego, esto es, las ideas revolucionarias de la masonería para llegar a un nuevo orden nacional e internacional de todas las creencias, contra el Orden y la religión Católica, Apostólica Romana. En estas líneas finales compréndese cómo esto fue realizado igualmente bajo los reyes, para llegar a la crisis presente de la sociedad, como los Papas previeron al condenar la masonería.