MEDITACIONES PARA LA CUARESMA
Tomado de "Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero
y de los fieles", P. André Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las
vidas de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo:
desde el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de
Pascua. Segunda Edición argentina, Editorial Guadalupe, Buenos Aires,
1962.
MARTES DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Mañana meditaremos sobre el firme propósito, que forma parte esencial de la contrición, y veremos: 1° Cuál es su naturaleza y absoluta necesidad; 2° Cuál es su carácter.
—Tomaremos las siguientes resoluciones: 1° Evitar con cuidado toda ocasión de pecar; 2° No descuidar ningún medio para ser mejores, cualesquiera que sean los sacrificios que nos cueste y la violencia que tengamos que hacernos; y reservaremos para ramillete espiritual las palabras del salmo: “Juro, Señor, y estoy resuelto a observar la ley de vuestra justicia”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Adoremos al Espíritu Santo que inspiró a los santos de uno y otro Testamento el firme propósito, tan enérgico como constante, de la vida perfecta. David exclama: "He jurado odio al pecado; lo abomino; ya lo he dicho; estoy resuelto; la diestra del Altísimo ha hecho en mí este cambio''. San Pedro deja correr de sus ojos dos fuentes de lágrimas inagotables y repara su falta con una vida toda de abnegación; Magdalena cambia sus amores profanos en una hoguera de amor divino; los mártires llevan al cadalso el firme propósito de no traicionar su fe; San Ignacio de Loyola y San Francisco Javier renuncian al mundo y a su gloria, para darse enteramente al cuidado de su propia salvación. Adoremos al Espíritu Santo, que obra en esas grandes almas tan sublimes resoluciones, y presentémosle nuestros homenajes en vista de ello.
PUNTO PRIMERO - NATURALEZA Y NECESIDAD DEL FIRME PROPÓSITO
El firme propósito, con gran diferencia de esas veleidades de que el infierno está lleno, de esos deseos estériles que nos dejan siempre iguales, es una determinación enérgica; una resolución de cambiar de vida, cueste lo que costare, de ser en adelante sólidamente virtuoso, aunque para ello sea necesario sacrificarse, hacerse violencia e inmolar muchas repugnancias. El alma, después de este firme propósito, no dice: “Yo querría no volver a caer”, sino que dice con energía: “Yo no quiero; es una cosa resuelta; y, si se tratara de volver a empezar, preferiría perderlo todo y sufrirlo todo antes que cometer la falta de que me he hecho culpable”. Es, en fin, una determinación como la que toma un hombre de mundo de no hacer tal o cual cosa que pondría en peligro su fortuna, su honor, su libertad o su vida. El firme propósito, comprendido así, es inherente a la contrición y se confunde con ella, puesto que el sentimiento de lo pasado trae necesariamente la voluntad de hacer lo contrario. Los motivos del uno son esencialmente los del otro; de tal manera que, sin firme propósito no puede haber contrición, y, por consiguiente, ni sacramento ni justificación. “Dios no puede borrar el pecado, sino estando el alma completamente resuelta a no volver a caer en él, y sería hacerle una nueva ofensa el decirle: ‘Yo me acuso y me arrepiento’, cuando en el fondo estarnos dispuestos a renovar la falta, si se presenta la ocasión”, dice Lactancio. Entremos en nosotros mismos: en nuestra vida, ¿Cuántas confesiones hemos hecho sin resolución seria y sin firme propósito de corregirnos? De otro modo ¿Seríamos siempre los mismos?
PUNTO SEGUNDO - CARÁCTER Y SEÑALES DEL FIRME PROPÓSITO
El firme propósito debe, como la contrición, ser: 1º UNIVERSAL, es decir, extenderse por lo menos, a todos los pecados mortales sin excepción. Con Dios, todo o nada. Pero el firme propósito debe aplicarse, sobre todo, a los pecados habituales, es decir, a aquellas faltas a las cuales el corazón tiene una inclinación que lo hace caer fácilmente y sin gran resistencia y que hasta le hace buscar las ocasiones. Ahí está el verdadero peligro del alma, la parte débil de la plaza que tenemos que defender contra el demonio; ahí, por consiguiente, debe dirigirse principalmente nuestro firme propósito. 2° El firme propósito debe ser SUMO EN EL APRECIO, es decir, superior a todos los apegos, hasta romperlos, a todas las dificultades hasta vencerlas, si el servicio de Dios así lo exige. Dios debe ser antes que todo; ése es su derecho. 3º El firme propósito debe ser PRÁCTICO, es decir, descender de la resolución general a los medios para conseguir el fin que se propone. EL PRIMER MEDIO ES LA ORACIÓN, canal de la gracia, sin la cual nada se puede. EL SEGUNDO ES LA VIGILANCIA sobre lo que se dice y lo que se hace, sobre lo que se oye y lo que se ve, sobre los pensamientos, las intenciones, las faltas más frecuentes, sobre todo, la pasión dominante; y esta vigilancia debe tener por objeto principal apartarnos de las ocasiones de pecar y castigarnos después de cada caída. EL TERCER MEDIO ES LA MORTIFICACIÓN, única cosa que puede poner en orden nuestra mala naturaleza, recoger su disipación y matar la pasión rehusándole lo que la lisonjea. 4° El firme propósito debe ser PERSEVERANTE. No basta querer el bien por algún tiempo; es necesario desearlo para siempre. Quien rehúsa a Dios un solo instante de la vida, no puede serle agradable si no vuelve a Él. Examinemos si nuestro firme propósito ha tenido estas cuatro condiciones.