Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA DECIMONOVENO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, que asegura de sí mismo ser Madre cuando dice: ¿Puede acaso la mujer olvidar a su infante, de tal suerte que no tenga compasión del hijo de sus entrañas? Pero si ella se olvidare, yo no me olvidaré de ti (Isa. 49, 51).
II. ¿A quién viene? A ti, pequeñuelo en espíritu, que eres sustentado con la leche de los pechos de los Reyes; y á quien una y muchas veces vuelve a parir, hasta tanto que Cristo sea formado en ti (Isa. 60, 16 - Gál. 4, 19).
III. ¿A qué viene? A que, cual nuevo infante, desees con ansias vivas la leche espiritual de la Eucaristía, sin dolo, es decir, sin vicio; y obrando verdad, crezcas por medio de todas las virtudes en aquel que es tu cabeza, Cristo (1. Petr. 2, 2 - Ephes. 4, 15).
Aspiración: Venid, comprar sin plata, y sin otro algún interés el vino y la leche (Isa. 55, 2). ¡Oh Jesús mío dulcísimo! Si la sola pronunciación de tu santo Nombre es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón; ¿qué será recibirte realmente en la sagrada Eucaristía, donde todo Te das a Ti mismo? Con razón te desea mi alma, y desfallece en tu presencia (Ps. 83, 3), hasta que me des la alegría de tu salud, acordándote de aquella gran misericordia, con que sacándome del vientre de mi madre, me pusiste bajo de tu sombra, me trajiste colgado siempre de tus pechos, y sobre tus rodillas descansaba (Isa. 66, 12). No merezco recibir la mínima de tus finezas, porque ingrato las olvidé todas: mi torpe voluntad ha sido siempre aficionada a los fementidos gustos que presta el mundo en sus pechos a sus amadores; pero acordándome de Ti, Dios mío, dije en mi corazón: ¿por ventura el mismo que me creó podrá olvidarse de usar de misericordia (Ps. 76, 10)? Y al instante lleno de indecible confianza mi espíritu, dije: ahora doy principio a nueva vida; esta mudanza tan improvisa de mi corazón efecto es de la diestra del Excelso (Ibid., 11), que me ha esperado con paciencia, porque nunca retira su misericordia de nosotros (2. Mach. 6, 16). Bendita y eternamente alabada sea tal bondad. No la despreciaré, Padre mío; y pues tan sin costa me ofreces en este Sacramento el vino y leche, que solo me puede sustentar, yo acudiré a tu mesa frecuentemente para que me lo des. Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Considera, alma mía, con viva fe a Cristo en medio de tu corazón, como amorosísima Madre que te trae a sus pechos, y te acaricia sobre sus rodillas: y a ti como a infante recién nacido recibiendo de ellos la leche de sus divinas consolaciones (Isa. 66, 12).
II. Ámalo con tierno amor como lo amaron los Santos Apóstoles; de manera que no consientas por un solo momento separarte de su presencia y regazo.
III. Pide te conceda la mansedumbre de un niño, para que aprendiendo de Él, que es manso y humilde de corazón, merezcas entrar en el Reino de los Cielos, como inocente niño (Matth. 11, 19. 18, 3).
Aspiración: Mi padre y madre me dejaron, y el Señor me recibió en su lugar (Ps. 26, 10). ¡Feliz trueque! Si solo el servir de criado en vuestra casa es de tanta honra, ¿qué será vivir como hijo en ella? No quieras llamar en adelante a alguno padre sobre la tierra, porque uno es el Padre tuyo, que está en los Cielos (Matth. 26, 9). Uno es, sin semejante, pues me sacó de la nada, me dio el ser que tengo, y cuida de mí con tanto cuidado, que para que crezca en la edad hasta ser varón perfecto por la unidad de fe y perfecto conocimiento suyo, según la medida de la edad de la plenitud de Cristo (Eph. 4, 13), se me ha dado en calidad de manjar todo a Sí mismo, para que comiéndole con verdad y sencillez de espíritu, quede en mí, y yo en Él (Joann. 6, 57). ¡Oh Padre amorosísimo!, ¡que fuera de mí, si Vos no me hubierais abrigado a vuestra sombra! Ya las sombras de la muerte me hubieran ocupado. Pero vuestra clemencia me alargó la mano, y me sacó de las muchas aguas en que estaba sumergido (16). Los que se alejan de Ti, sin remedio perecerán (Ps. 17, 17): no os alejéis de mí, Dios mío, que yo con vuestra gracia no me apartaré un solo instante de Vos. Siempre conservaré en mi memoria vuestra adorable presencia, para que sirva de freno a todas mis acciones. No buscaré tampoco mi descanso en las criaturas; noche y día descansaré en tu regazo; estaré como niño asido a vuestros pechos; y aunque alguna vez deis a mis labios acíbar de trabajos, no por eso me apartaré de ellos; porque sé que castigáis al que amáis; y que azotáis a todo aquel que recibís por hijo (Hebr. 12, 6). Gracias infinitas os doy, Padre mío, por tanto amor como me tenéis, sin merecerlo.