Dispuesto por el padre Diego Álvarez de la Paz SJ, reimpreso en Madrid en 1830.
MES EUCARÍSTICO, ESTO ES, PREPARACIONES, ASPIRACIONES Y ACCIÓN DE GRACIAS PARA ANTES Y DESPUÉS DE LA SAGRADA COMUNIÓN
DÍA NOVENO
PREPARACIÓN
I. ¿Quién viene a mí en este Sacramento? Cristo, viático del que camina a la bienaventurada Sion, medicina de la inmortalidad, y prenda de la gloria eterna, que no es menos que la misma gloria prometida.
II. ¿A quién viene? Al extranjero y peregrino, que no tiene aquí su permanente ciudad, y busca la venidera (Heb. 13, 14).
III. ¿A qué viene? A que el alma, como otro Elías, camine con la fortaleza de esta comida por la observancia de los Mandamientos en los días de prosperidad, o en las noches de adversidad, hasta llegar al monte de Dios (3. Reg. 1, 8).
Aspiración: Atiende, Señor, a mis sollozos y lágrimas: no enmudezcas; porque soy extranjero para Ti, como todos mis padres (Ps. 38, 3). Ellos pecaron, pero ya murieron, y nosotros sus miserables descendientes cargamos sobre nosotros sus iniquidades (Trenos V, 7). Pero Vos, Señor, sois el Santo por esencia, moristeis por los impíos (Rom. 5, 6), para que justificados por la fe vuestra, tengamos paz cerca de Dios por nuestro Señor Jesucristo (Ibid., 1). Por esta infinita misericordia con que Vos moristeis por nuestros pecados (1.ª Cor. 15, 3), alcanzasteis para todos la gracia de adopción, que nos hizo hijos en el bautismo; nos hicisteis participantes del cáliz de bendición, en el que comunicamos de la Sangre de Cristo; y del pan, en el que participamos del Cuerpo del Señor (1.ª Cor. 10, 16). Con tan singular fineza no quisisteis mas de mí que el recuerdo de la inmortalidad, para que viviendo como extranjero en la presente vida, suspirase por la eterna, recibiéndote mientras llegaba, como prenda segura de la gloria. Pero mi ingratitud no supo apreciar tan sumo bien; y cono me faltó la fortaleza de tu divino pan, me enflaquecí en la observancia de tu santa Ley. Pero ya que conozco ser Vos la única medicina para mi alma, humilde os ruego me la dispenséis, para subir con tal ayuda de virtud en virtud hasta veros en la eterna Sion. Tu misericordia, Señor, no me desampare.
ACCIÓN DE GRACIAS
I. Considera, alma mía, a Jesucristo con viva fe en medio de tu corazón, como a proveedor de tu viaje a la tierra prometida, que te llueve mana para comer: y a ti como a peregrino en este desierto, cogiendo cada día el maná, hasta que llegue el tiempo de comer aquel que nunca se consumirá de los frutos inmortales de otra mejor tierra con los Bienaventurados en la gloria (Psalm. 77, 24. Josué 5, 14).
II. Ámalo sobre todos los olores de los aromas y fragancia de las flores, para correr en pos del suave olor de los ungüentos que despide; esto es, de sus ejemplos, hasta ser digno de que este Soberano Rey te introduzca en su dispensa (Cánticos 1, 3.).
III. Pídele te conceda el don de firmísima Esperanza, para que puedas decir confiadamente: En paz dormiré y descansaré en Él mismo; porque Tú, Señor, singularmente en esperanza me constituiste a mí (Psal. 4, 10).
Aspiración: Mucho gozo he recibido con la nueva que me han dado: iremos, me dicen a la casa del Señor: mientras tanto están nuestros pies en tus atrios, ¡oh Jerusalén! (Psal. 121, v. 1 y 2). Vos, Señor, fuisteis siempre y seréis en todo tiempo el objeto de mi esperanza, a Vos noche y día clamaré, porque sé que salvas a los que en Ti confían (Psal. 16, 7). En Ti esperaron nuestros padres, esperaron, y Tú los libraste (Psal. 21, 5). Esta esperanza de mi libertad eterna es la que alivia la pesada carga de esta carne, tan opuesta al espíritu, que como Vos, Padre mío, muy bien sabéis, ella es el enemigo que tantas veces me ha separado de Vos: esta carne es la que tantas veces ha extinguido en mí las centellas de buenos pensamientos que la Real presencia de vuestro Cuerpo Sacramentado excitaba en mi espíritu, haciéndome abrazar lo mismo que yo no quería: esta carne, en fin, me privaba de aquel dulce sabor que se halla en vuestra comunicación. Ya por vuestra misericordia he gustado que vuestro pan escondido es lo más suave (Prov. 9, 17), y que esta mi carne de corrupción de nada sirve (Joann. 6, 64). Por tanto yo la mortificaré hasta sujetarla a razón. Con esto quedará por último libre mi espíritu, y fortalecido con esta sagrada comida; mejor que Elías con el pan subcinericio caminare hasta llegar al monte santo de Sion, en donde confiadamente me gozaré con Vos. Haced que entretanto suspire por la sustancia de vuestro Maná en el Sacramento, único viático para entrar provisto en la tierra de Promisión de vuestra gloria. Gracias infinitas os doy por los beneficios que tan á manos llenas me dispensáis.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)