Una abominación desoladora
–sembrada donde menos se debiera–
desacredita a Dios, profana altares,
comete sacrilegio sobre mesas.
Con la venia papal fueron abiertas
las ventanas al mundo y por ellas
el humo de Satán ganó el estrado
seduciendo razones y conciencias.
Fueron los dueños del compás infecto,
esa luciferina y vana secta,
los que infiltraron el sagrado templo
y se adueñaron de sus áureas puertas.
Después, como parásitos voraces,
lo carcomieron todo y de su agenda
surgió la apostasía contagiosa
–fraternidad del mal sobre la tierra–.
Enajenados con el culto al hombre,
coronaron con tiaras sus miserias
dando gloria a su plomo venenoso
con el consenso de las masas ciegas.
Las herejías se multiplicaron
hasta hacerse encomiables y las letras
se hincharon, retadoras, en los libros
llenos de ambigüedades virulentas.
Se invitó al execrable ecumenismo,
impío contubernio de miserias
que pretende fundir todos los cultos
en un mismo crisol –oro con tierra–;
aspiración blasfema que equipara
la Verdad a mentiras que debieran
de doblar sus rodillas ante Cristo,
ante Su majestad, Su realeza.
Tras falsas luces hoy marchan las almas
ajenas al horror que las acecha.
Se ha devastado el sacro contenido
y una cáscara es todo lo que queda.
Un eclipse total envuelve a Roma
y cautivados por la Gran Ramera
caen fieles ante lobos disfrazados,
por causa de su equívoca obediencia.
Estamos advertidos. Es el tiempo
de mantener erguida la cabeza.
Llueven frutos podridos de las ramas.
Es la hora del poder de las tinieblas.
–sembrada donde menos se debiera–
desacredita a Dios, profana altares,
comete sacrilegio sobre mesas.
Con la venia papal fueron abiertas
las ventanas al mundo y por ellas
el humo de Satán ganó el estrado
seduciendo razones y conciencias.
Fueron los dueños del compás infecto,
esa luciferina y vana secta,
los que infiltraron el sagrado templo
y se adueñaron de sus áureas puertas.
Después, como parásitos voraces,
lo carcomieron todo y de su agenda
surgió la apostasía contagiosa
–fraternidad del mal sobre la tierra–.
Enajenados con el culto al hombre,
coronaron con tiaras sus miserias
dando gloria a su plomo venenoso
con el consenso de las masas ciegas.
Las herejías se multiplicaron
hasta hacerse encomiables y las letras
se hincharon, retadoras, en los libros
llenos de ambigüedades virulentas.
Se invitó al execrable ecumenismo,
impío contubernio de miserias
que pretende fundir todos los cultos
en un mismo crisol –oro con tierra–;
aspiración blasfema que equipara
la Verdad a mentiras que debieran
de doblar sus rodillas ante Cristo,
ante Su majestad, Su realeza.
Tras falsas luces hoy marchan las almas
ajenas al horror que las acecha.
Se ha devastado el sacro contenido
y una cáscara es todo lo que queda.
Un eclipse total envuelve a Roma
y cautivados por la Gran Ramera
caen fieles ante lobos disfrazados,
por causa de su equívoca obediencia.
Estamos advertidos. Es el tiempo
de mantener erguida la cabeza.
Llueven frutos podridos de las ramas.
Es la hora del poder de las tinieblas.
Jorge Antonio Doré
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)