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sábado, 24 de febrero de 2018

ONU: PEDÓFILO PROMOVÍA “DERECHOS DEL NIÑO”

Traducción del artículo publicado por Benedetta Frigerio para LA NUOVA BUSSOLA QUOTIDIANA

Peter Newell, exasesor del Unicef convicto de abuso contra los menores y posteriormente implementó la Convención de los Derechos del Niño, patrocinando en los Estados la idea de la “autodeterminación” de los pequeños que hoy permite la sexualización precoz. Pero MacLeod, ex-director de la Onu, ha declarado que son 60 mil los casos de abuso cometidos por cerca de 3.300 operadores en el sector.
  
Peter Newell, exasesor de Unicef, hoy CONVICTO por pedofilia.
 
Peter Newell, de 77 años, es un activista de los derechos de la infancia y exasesor de la Unicef y autor de la implementación de la “Convención sobre los Derechos del Niño”, promovida en Ginebra en 1998 y usada por todos los gobiernos del mundo. Peter Newell fue acusado de pedofilia y condenado a seis años y ocho meses de cárcel a causa de abuso contra menores cometidos repetidamente entre 1960 a 1968.
  
Los hechos salieron a la luz solo ahora en resultas de una investigación realizada en el 2017 en Gran Bretaña luego de que 125 activistas ingleses operantes en algunas oenegés para la infancia fueron acusados de pedofilia. Pero la dimensión del problema quedó clara el pasado 9 de febrero cuando el diario británico The Times publicó un reportaje que acusa a decenas de dependientes de la ONG Oxfam de abuso sexual contra menores en los países donde realizaban intervenciones humanitarias (entre los investigados se encuentran también los dependientes de Save the Children por 31 casos de abusos y de Médicos Sin Fronteras).
  
Pero desde el viernes pasado aparece que el abuso de posiciones de poder en las oenegés que deberían defender a los niños son la norma general. De hecho, el profesor Andrew MacLeod, ex director del Centro de coordinación de emergencias de las Naciones Unidas, ha declarado a The Sun que “el estupro de niños ha sido inadvertidamente financiado en parte por los contribuyentes del Reino Unido” (son 60 mil los casos de abuso reportados en los últimos diez años y cometidos por casi 3.300 pedófilos que operan en el sector). De hecho habrían “decenas de miles de operadores con tendencias pedófilas en todo el mundo, pero si visten el chaleco de la Unicef ninguno te pide cuentas de tu agente”. E incluso, el problema está “radicado y difundido en todo el mundo de las ayudas humanitarias”.
   
Pero, luego del arresto de un pez gordo, un portavoz de la Unicef ha declarado sorprendido que “estamos profundamente consternados por la noticia del arresto de Peter Newell. No sabíamos nada de estos crímenes cuando laboraba como consultor de Unicef hacía más de 10 años”. Acaeció lo mismo en 1987 cuando el líder de la Unicef belga, Gilbert Jaeger, dimitió tras el arresto de algunos operadores condenados por pedofilia junto a otros colegas franceses, ingleses y suizos. En el sótano del edificio con sede en Bruselas se descubrió un estudio fotográfico utilizado para revelar fotografías pornográficas de niños, muchos de ellos de origen norafricano (fueron secuestradas más de 1.000 fotografías, junto a una lista de correos de cerca de 400 nombres en 15 países europeos).
  
Pero veamos qué establece la “Convención sobre los Derechos del Niño” de Ginebra, luego implementados por el panfleto de Newell usado por varios Estados miembros de la ONU:
  • Art. 14: “Los Estados Partes respetarán el derecho del niño a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”;
  • Art. 16. “Ningún niño será objeto de injerencias arbitrarias o ilegales en su vida privada…” (gracias a dicho artículo, el año pasado fue aprobada en Canadá una norma por la cual los niños tienen derechos religiosos y sexuales que la familia no puede contrastar sin ser denunciada);
  • Art. 24: “Los Estados Partes reconocen el derecho del niño al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades… Los Estados Partes se esforzarán por asegurar que ningún niño sea privado de su derecho al disfrute de esos servicios sanitarios” (por este artículo los padres que se oponen, por ejemplo, al cambio de sexo del hijo pueden perder la pátria potéstas o no ser admitidos para el trámite de adopción. Punto seguido tiene dicho artículo una declaración usada para justificar la educación sexual precoz: “Los Estados Partes asegurarán la plena aplicación de este derecho y, en particular, adoptarán las medidas apropiadas para desarrollar […] servicios en materia de planificación de la familia”.
En el documento redactado por Newell se hablaba también de la necesidad “de reducir la edad legal del consentimiento de las relaciones homosexuales”. Todo el impianto de estos nuevos derechos también fundados sobre la autodeterminación del niño, como si ésta lo volviese libre. Mientras hasta antes de la “revolucióne sexual” de los años ’50/’60, la garantía del infante era el vínculo con su familia, considerada la incapacidad para el niño de tomar libres decisiones antes de cierta edad. Para tutelarles el derecho de los Estados democráticos partía del presupuesto de la existencia del derecho natural (de un bien y de un mal objetivos) en el cual la familia era considerada la primera institución potencialmente en capacidad de educar los hijos en el bien sin segundos fines.
  
Hoy, en nombre de los posibles abusos también en el interior de la familia, se ha aceptado un lenguaje de autodeterminación y derechos del niño menzognero, que responde al problema de las violencias empeorando las cosas y exponiéndolo a un mal aún mayor. Aquél que lo considera capaz de elecciones autónomas (sobre todo ligadas a la fe o a la sexualidad), exponiéndolo así a la violencia de un mundo pedófilo que no esperaba otra cosa que la difusión de la idea que el niño pueda ser consintiente. No hay nada que hacer, el relativismo ético, para el cual el sexo en cualquier forma corresponde al amor, basta que se quiera, y llega allí. No solamente lo dicen ahora los artículos ambiguos de las convenciones internacionales, sino una práctica propagada entre los ideólogos en las Naciones Unidas y los cooperantes de las oenegés que dicen tutelar los derechos de los niños.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)