Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
Lutero y Zuinglio (detalle de La disputa de Marburgo; August Noack, 1876. Darmstadt, Museo estatal de Hesse).
«[…] En marzo de 1522, Ulrico Zuinglio comenzó su oposición contra la autoridad de la Iglesia, afirmando desde el púlpito ser nulos los preceptos eclesiásticos sobre el ayuno: lo que repitió en un escrito propio, donde se declaró más generalmente contra el mérito de las buenas obras. Más tarde ese mismo año, según algunos de sus colegas, Zuinglio planteó una súplica al obispo Hugo von Hohenlandenberg de Constanza, para que nada se ordenase contra la predicación del evangelio puro, y se concediesen nupcias legítimas a los eclesiásticos. Y aquí Zuinglio y los suyos confesaban abiertamente y sin espantarse, “la vida deshonrada y vergonzosa” que hasta entonces habían llevado con mujeres, y pretendían, alegando a San Pablo (I Cor. VII, 9), serles imposible la continencia. El obispo no se los permitió, sino que se quejó fuerte ante el concejo y el capítulo de la ciudad por las novedades que de aquí comenzaron. Zuinglio en materia de fe, rechazaba cual tiranía a toda autoridad, que él llamaba tradición humana, los concilios y decretos pontificios; llamaba al celibato una invención del diablo, presionaba por el matrimonio de los sacerdotes, quería la comunión bajo ambas especies, impugnaba el primado petrino y la mayor parte de las instituciones de la Iglesia. Adriano VI le escribió el 23 de enero de 1523 una carta llena de ternura, mas no hizo impresión alguna en el alma de aquel sacerdote enceguecido por las pasiones [1].[…]Zuinglio entonces, animado por el consejo de la ciudad y apoyado por sus colegas, León de Judá (Jud), Enrique Engelhard y Luis Hätzer, avanzó más adelante en su obra de reforma, se soltó contra la Misa y las imágenes de los Santos, y demandó al concejo la suspensión de las procesiones, el entierro de las reliquias en lugares ordinarios, la abolición de la Extremaunción y de las ceremonias eclesiásticas y finalmente la institución de una censura, que compuesta por Zuinglio, su amigo Enrique Uttinger y otros dos consejeros, no permitía si no los libros conformes a los sentimientos del reformador.En 1524 fue publicada para todos los párrocos la “Introducción a la doctrina evangélica” de Zuinglio. Los eclesiásticos tomaron mujeres, Zuinglio a la viuda Ana Reinhard, con la cual había vivido disolutamente muchos años. Entrando el reformador en las iglesias con empleados, albañiles y carpinteros, hacía pedazos altares, imágenes y órganos. Suprimido el canto eclesiástico, el culto divino devino monótono y simple hasta el ridículo [2]: sobre una mesa común se ponían canastos de pan y vasos con vino: lo único que tenía vida era la prédica, en la cual se citaban muy frecuentemente los textos bíblicos en hebreo, griego y latín, y luego se traducían al alemán. Para uso de la nueva secta, León de Judá, en 1525 pidió la traducción alemana del Nuevo Testamento de Lutero “en el dialecto y en el sentimiento de los suizos” [3], luego (1526-1529) ayudado de Gaspar Großmann tradujo del hebrep el Antiguo Testamento; el todo vio la luz en Zúrich en 1531. Los miembros católicos del concejo, los cuales contradecían las novedades, fueron perseguidos por la mayoría zuingliana y se les negó toda facultad de retener el antiguo culto católico. Muy pronto, todo el cantón de Zúrich se halló reformado según la mente de Zuinglio».
Card. JOSÉ HERGENRÖTHER HORSCH, Historia universal de la Iglesia, vol. 9: “La pestilencia protestante, el Concilio de Trento, y el nacimiento de los jesuitas”.
NOTAS
[1] Pedro Sforza Pallavicino, Historia del Concilio de Trento, c. I, 19, 2; II. 12, 4, 5. Zuínglii Supplicátio, y Apologéticus, Archételes appellátus, Opúsculo, I., 3.
[2] Tichler, De índole sacrórum emendatiónis a Zuínglio institútæ rite dijudicánda (Juicio sobre el carácter de las enmiendas instituidas por Zuinglio a los ritos sagrados), Utrecht, 1827.
[3] Georg Alfred Kappeler, Die schweizer Bibelübersetzung neu beleuchtet (Una nueva luz sobre la traducción suiza de la Biblia). Zúrich, 1898. La Biblia fue editada por Cristóbal Froschauer en Zúrich. En 1534 salió también a la luz un nuevo catecismo de León de Judá.
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