“Bienaventurados los que padecen persecución por la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos”. (Mateo 5, 10)
Santa Juana de Arco (por Dominique Ingres)
Esta santa a los 17 años llegó a ser heroína nacional y mártir de la
religión. Juana de Arco nació en el año 1412 en Donremy, Francia. Su
padre se llamaba Jaime de Arco, y era un campesino.
Juana creció en el campo y nunca aprendió a leer ni a escribir. Pero su
madre que era muy piadosa le infundió una gran confianza en el Padre
Celestial y una tierna devoción hacia la Virgen María. Cada sábado la
niña Juana recogía flores del campo para llevarles al altar de Nuestra
Señora. Cada mes se confesaba y comulgaba, y su gran deseo era llegar a
la santidad y no cometer nunca ningún pecado. Era tan buena y bondadosa
que todos en el pueblo la querían.
Su patria Francia estaba en muy grave situación porque la habían
invadido los ingleses que se iban posesionando rápidamente de muchas
ciudades y hacían grandes estragos.
Los ingleses, invocando la antigua herencia de Enrique II Plantagenet,
querían establecer su dominio en Francia, por lo que inició la Guerra de
los Cien Años (Miniatura de la batalla de Crécy)
A los catorce años la niña Juana empezó a sentir unas voces que la
llamaban. Al principio no sabía de quién se trataba, pero después empezó
a ver resplandores y que se le aparecían el Arcángel San Miguel, Santa
Catalina y Santa Margarita y le decían: “Tú debes salvar a la nación y
al rey”.
Aparición de San Miguel a Juana de Arco
Por temor no contó a nadie nada al principio, pero después las voces
fueron insistiéndole fuertemente en que ella, pobre niña campesina e
ignorante, estaba destinada para salvar la nación y al rey y entonces
contó a sus familiares y vecinos. Las primeras veces las gentes no le
creyeron, pero después ante la insistencia de las voces y los ruegos de
la joven, un tío suyo se la llevó a donde el comandante del ejército de
la ciudad vecina. Ella le dijo que Dios la enviaba para llevar un
mensaje al rey. Pero el militar no le creyó y la despachó otra vez para
su casa.
Sin embargo unos meses después Juana volvió a presentarse ante el
comandante y este ante la noticia de una derrota que la niña le había
profetizado la envió con una escolta a que fuera a ver al rey.
Llegada a la ciudad pidió poder hablarle al rey. Este para engañarla se
disfrazó de simple aldeano y colocó en su sitio a otro. La joven llegó
al gran salón y en vez de dirigirse hacia donde estaba el reemplazo del
rey, guiada por las “voces” que la dirigían se fue directamente a donde
estaba el rey disfrazado y le habló y le contó secretos que el rey no se
imaginaba. Esto hizo que el rey cambiara totalmente de opinión acerca
de la joven campesina.
Ya no faltaba sino una ciudad importante por caer en manos de los
ingleses. Era Orleans. Y estaba sitiada por un fuerte ejército inglés.
El rey Carlos y sus militares ya creían perdida la guerra. Pero Juana le
pide al monarca que le conceda a ella el mando sobre las tropas. Y el
rey la nombra capitana. Juana manda hacer una bandera blanca con los
nombres de Jesús y de María y al frente de diez mil hombres se dirige
hacia Orleans.
Animados por la joven capitana, los soldados franceses lucharon como
héroes y expulsaron a los asaltantes y liberaron Orleans. Luego se
dirigieron a varias otras ciudades y las liberaron también.
Santa Juana de Arco en la batalla de Orleans
Juana no luchaba ni hería a nadie, pero al frente del ejército iba de
grupo en grupo animando a los combatientes e infundiéndoles entusiasmo y
varias veces fue herida en las batallas.
Después de sus resonantes victorias, obtuvo Santa Juana que el temeroso
rey Carlos VII aceptara ser coronado como jefe de toda la nación. Y así
se hizo con impresionante solemnidad en la ciudad de Reims.
Coronación de Carlos VII de Francia
Pero vinieron luego las envidias y entonces empezó para nuestra santa
una época de sufrimiento y de traiciones contra ella. Hasta ahora había
sido una heroína nacional. Ahora iba a llegar a ser una mártir. Muchos
empleados de la corte del rey tenían celos de que ella llegara a ser
demasiado importante y empezaron a hacerle la guerra.
Faltaba algo muy importante en aquella guerra nacional: conquistar a
París, la capital, que estaba en poder del enemigo. Y hacia allá se
dirigió Juana con sus valientes. Pero el rey Carlos VII, por envidias y
por componendas con los enemigos, le retiró sus tropas y Juana fue
herida en la batalla y hecha prisionera por los Borgoñones.
Los franceses la habían abandonado, pero los ingleses estaban
supremamente interesados en tenerla en la cárcel, y así pagaron más de
mil monedas de oro a los duques de Borgoña para que se la entregaran y
la sentenciaron a cadena perpetua.
Los ingleses la hicieron sufrir muchísimo en la cárcel. Las
humillaciones y los insultos eran todos los días y a todas horas, hasta
el punto que Juana llegó a exclamar: “Esta cárcel ha sido para mí un
martirio tan cruel, como nunca me había imaginado que pudiera serlo”.
Pero seguía rezando con fe y proclamando que sí había oído las voces del
cielo y que la campaña que había hecho por salvar a su patria, había
sido por voluntad de Dios.
En ese tiempo estaba muy de moda acusar de brujería a toda mujer que uno
quisiera hacer desaparecer. Y así fue que los enemigos acusaron a Juana
de brujería, diciendo que las victorias que había obtenido era porque
les había hecho brujerías a los ingleses para poderlos derrotar. Ella
apeló al Sumo Pontífice, pidiéndole que fuera el Papa de Roma el que la
juzgara, pero nadie quiso llevarle al Santo Padre esta noticia, y el
tribunal estuvo compuesto exclusivamente por enemigos de la santa. Y
aunque Juana declaró muchas veces que nunca había empleado brujerías y
que era totalmente creyente y buena católica, sin embargo la
sentenciaron a la más terrible de las muertes de ese entonces: ser
quemada viva.
Martirio de Santa Juana de Arco
Encendieron una gran hoguera y la amarraron a un poste y la quemaron
lentamente. Murió rezando y su mayor consuelo era mirar el crucifijo que
un religioso le presentaba y encomendarse a Nuestro Señor. Invocaba al
Arcángel San Miguel, al cual siempre le había tenido gran devoción y
pronunciando por tres veces el nombre de Jesús, entregó su espíritu. Era
el 29 de mayo del año 1431. Tenía apenas 19 años. Varios volvieron a
sus casas diciendo: “Hoy hemos quemado a una santa”. 23 años después su
madre y sus hermanos pidieron que se reabriera otra vez aquel juicio que
se había hecho contra ella. Y el Papa Calixto III nombró una comisión
de juristas, los cuales declararon que la sentencia de Juana fue una
injusticia. El rey de Francia la declaró inocente y el Papa Benedicto XV
la proclamó santa.
Santa Juana de Arco: ruega por la Resistencia Católica Francesa, y por la dinastía Borbón en el exilio.
MEDITACIÓN - EL SECRETO PARA SER FELIZ EN ESTE MUNDO
I. ¿De dónde proviene que encuentras la vida penosa y fastidiosa? Es
porque deseas muchas cosas que no puedes tener y porque tienes aversión
al estado en el que estás. No quieres ser pobre, estar enfermo o ser
despreciado; cuando esto te acaece, caes en la desesperación: quisieras
estar siempre sano, ser siempre rico, siempre estimado; si esto te falta
estás triste. ¡Ah! si supieses padecer las pruebas de la vida y no
desear lo que no tienes, ¡cuán dichoso serías! “Desgraciados ante los ojos de los ignorantes, los santos no pueden ser sino dichosos” (Salviano).
II. ¿Acaso no es ser feliz en esta vida tener las promesas de la vida
eterna? Los que sufren tienen estas promesas, porque Nuestro Señor les
ha asegurado que serán consolados en el cielo; por el contrario, Él
condena al rico malo que gozó toda suerte de bienes en este mundo.
¡Dichosos del siglo: cuidado, vuestra dicha es el triste presagio de la
desdicha eterna que os espera en la otra vida!
III. Jesucristo ha venido a este mundo a enseñamos el secreto para ser
felices, no sólo en la otra vida sino aun en ésta. Para ello, nos ha
recomendado el amor a los sufrimientos. Los santos lo han imitado y han
vivido muy contentos en medio de las tribulaciones de este mundo. “Estás en un error, hermano mío, si quieres regocijarte en el mundo y vivir después con Jesucristo en el cielo” (San Jerónimo).
La paciencia. Orad por los afligidos.
ORACIÓN
Oh Dios, que admirablemente levantaste a la bienaventurada virgen Santa
Juana para defender la fe y la patria: te suplicamos por su intercesión,
le des a tu Iglesia, vencidas las insidias de los enemigos, el gozar de
perpetua paz. Por. J. C. N. S. Amén.
Emocionado apago el ordenador por ver esta entrada. A ver si puedo poner algo en mi blog, y en su honor.
ResponderEliminarMi pregunta al respecto, hermano Jorge, para poder responder a aquellos "anticristianos" que me echan en cara que la Iglesia condenara a Juana de Arco, ¿quiénes la condenaron realmente? ¿La Inquisición y la Iglesia? ¿Los eclesiásticos ingleses por manipulación (cosa que dudo...)?
Salud. Cristo Rey.
Queridísima Juana, Ora Por Nosotros...
Los que la condenaron fueron los mismos franceses por los cuales Juana luchó. La nobleza le tenía envidia, pues no podían sufrir que una mujer (y de extracción humilde) obtuviera más victorias en la guerra que todos ellos juntos.
ResponderEliminar...(sigue del anterior)
ResponderEliminarJuana de Arco
Conminada a retractarse de sus (pretendidos) errores, santa Juana de Arco, en
muchas oportunidades hizo apelación al papa. Pero sus jueces, imbuidos de la herejía galicana antirromana, nunca lo tuvieron en cuenta. He aquí, a título de muestra, un diálogo en el que Juana apela al papa de Roma, apelación que sus jueces rehusaron transmitir por desprecio al papa:
“Yo me reporto a Dios y nuestro Santo Padre el papa”. ¿Qué respondieron los
doctores? “Eso no es suficiente; no se puede ir a buscar al papa tan lejos; y también los ordinarios son jueces cada uno en su diócesis. Por esto es necesario que tú te remitas a nuestra madre la Santa Iglesia y que te atengas a lo que los clérigos y las gentes competentes dicen y han determinado de tus dichos y de tus hechos” (Proceso ordinario, sesión del 24 de mayo de 1431)[10]
. ¡En definitiva,¡ SANTA JUANA DE ARCO FUE LLEVADA A LA HOGUERA A CAUSA DEL GALICANISMO!
Esta violación del derecho de apelación motiva la anulación del proceso por el
papado veinticinco años después: “Visto las recusaciones, sumisiones (a la autoridad de la Iglesia), llamados y múltiples requerimientos por los cuales la dicha Juana reclama que todos sus dichos y hechos fuesen transmitidos a la Santa Sede apostólica y a nuestro muy santo Señor el soberano pontífice, al cual ella se sometía y sometía todos sus actos (…), declaramos que los dichos proceso y sentencias son tachados de dolo, calumnia, iniquidad, mentira, error manifiesto de derecho y de hecho, (…) nulos, inválidos, inexistentes y vanos” (Juicio del proceso de rehabilitación, Julio 7 de 1456).
Así se encontraba justificada, a título póstumo, la confianza absoluta de Santa
Juana de Arco en la infalibilidad papal, expresada durante la sesión del 2 de mayo de 1434: “¡YO CREO FIRMEMENTE QUE LA IGLESIA MILITANTE NO PUEDE NI ERRAR NI FALLAR!”.