Tomado de FUNDACIÓN SAN VICENTE FERRER.
Bravamente
 clamaba y se insurgía José Antonio contra monstruosas desigualdades, 
contra abusos inveterados que parecían inconmovibles, contra la vida 
infrahumana de muchos españoles; y quería, con radical obsesión, que 
disfrutasen todos, plenariamente, de “la Patria, el Pan y la Justicia”.
Su
 expresión es lema incorporado al nuevo Fuero del Trabajo, código de 
avanzada justicia social. Y Franco tuvo por predilecta frase: “Ni un 
hogar sin lumbre, ni un español sin pan”. Y al propio tiempo que 
afrontaba las arduas urgencias de la guerra, quiso y logró implantar, 
con eficiencia admirable, reformas e instituciones que volviesen 
tangible el gran propósito.
Con
 más intensidad todavía prosigue en la tarea, después de la victoria. 
Por sobre los apremios económicos y los graves problemas internos y 
exteriores, persiste Franco, tercamente, con heroico denuedo, en la 
implantación de la justicia social.
Amonesta
 el caudillo a los que ahora, validos de lo excepcional de las 
circunstancias, quieren burlar la estabilización de los precios y 
especular con los artículos de consumo indispensable:
“Si el sentido patriótico de nuestro pueblo le ha llevado a consumar el máximo de sacrificio por la patria —dar la vida y la de los propios hijos—, ¿es mucho pedir el que sacrifiquen unos pocos los excesos de su codicia? La nueva España no puede aceptar el tipo de comerciante o productor desaprensivo que especula con la miseria ajena... En esto, como en todo, se implantará justicia, contra las murmuraciones de los unos, contra el egoísmo de los otros, contra las vanas intrigas de los politicastros para siempre caídos. Yo os dije desde el primer día de la guerra, que luchábamos por una España mejor, y que serían estériles los sacrificios nuestros si no realizábamos la Revolución indispensable a nuestro progreso económico y estabilidad política... Nada ni nadie puede torcer nuestro camino: que el tesón que pusimos en las duras batallas de la guerra, hemos de superar en las que imponga la realización de nuestra Revolución nacional”.
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Y,
 hombre verdaderamente identificado con su pueblo, hombre que abre su 
corazón y comunica democráticamente sus dificultades y propósitos con la
 nación que rige, prosigue el gran estadista:
“Cómo lo lograremos, es lo que hoy me interesa participaros; que lo mismo que ayer vivisteis en los partes de guerra el glorioso marchar de nuestras tropas, podáis seguir mañana los avances del resurgimiento de nuestra patria, sintiéndoos partícipes de esta obra común, que hizo posible la sangre generosa de nuestros héroes, y que será el más hermoso fruto de vuestras privaciones y de vuestro trabajo. Vosotros conocéis cómo es la España que recibimos: con los grupos en lucha, con sus burgos tristes y sus viviendas míseras, sus funcionarios hambrientos y sus obreros sin trabajo; la que entregaba a la muerte, sin defensa, millares de vidas de tuberculosos por año; la que registra la más alta mortandad infantil; la que ofrece el irritante contraste de los palacios suntuosos y las viviendas míseras”.
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Hubo,
 en las últimas décadas españolas, un gran auge económico que multiplicó
 las grandes fortunas. Pero “faltó el Estado previsor y justo que 
aprovechase este fenómeno de multiplicación de bienes, para lograr, con 
una más justa y equitativa distribución de la riqueza, que se elevase el
 bajo nivel de vida en que la mayor parte de la nación aparecía sumida”.
Lo que no se hizo a tiempo y fácilmente, hoy se hará a toda costa:
“Yo sé que cuando salgan a luz nuestros futuros presupuestos... no han de faltar los eternos agoreros, intentando sorprender la buena fe de los capitalistas timoratos. Yo les digo a estos espíritus apegados a los bienes, que el mejor seguro de sus caudales es la obra de redención que realizamos. Así lo sentíamos y lo anunciábamos cuando salían nuestros voluntarios para los frentes; así lo afirmamos sobre la sangre caliente de los caídos, y así lo exige el sentido profundamente católico de nuestro Movimiento”.
Sentido
 profundamente católico. Así es. Audacia católica. Reforma católica. No 
el tipo anquilosado y gruñón, que marcha a remolque y deja a los otros 
iniciar, a punta de odio, la tarea, sino el que se anticipa con alegre 
osadía y, rompiendo rutinas y componendas, instaura en el terreno de los
 hechos el Amor y la Justicia que Cristo anunció.
Por
 eso hechiza José Antonio. Por eso Franco y el Movimiento hispánico que 
rige, persuaden e impresionan a todo espíritu apasionado por la justicia
 social.
“¿Es que puede algún español permanecer indiferente ante los grandes problemas de la miseria ajena, de la tuberculosis y de tantos males como afectan a nuestras clases humildes?... Yo os aseguro que en estas recepciones que a mi presencia han tenido lugar en las provincias, cuando desfilan con los trajes raídos, su aire cansino y sus rostros macilentos por el trabajo y la vigilia tantos honrados funcionarios, siento la gran tragedia de España y el ansia de esta Revolución de que tanto se asustan los timoratos”.
Y
 ya se ha implantado la iniciación de la mejora, “en los términos 
discretos que los momentos aconsejan”: un aumento que fluctúa entre el 
cuarenta por ciento para los sueldos más modestos, y el dieciséis por 
ciento para los superiores.
Por
 otro lado, atácase victoriosamente la desocupación obrera, mediante la 
concienzuda multiplicación de obras públicas. Y tres campañas se 
intensifican: contra la tuberculosis; contra la mortalidad infantil; 
contra la vivienda sórdida.
Contra la tuberculosis.
“Hemos iniciado esta labor en plena guerra, y hemos de continuarla. En el campo sanitario, creamos más de siete mil camas en sanatorios, que son una quinta parte de las necesarias para la lucha antituberculosa. ¿Que para ello se imponen sacrificios mayores a la España sana? Cierto. Pero no debe importarnos el legar a nuestros hijos una carga mayor, ni cabe medida más justa. No dudemos que el juicio que en un mañana merezcamos, será muy distinto del que dolorosamente formamos de los que nos precedieron y no quisieron resolver este problema”.
Y todo se hará con matemática rapidez:
“¿Cuál ha de ser el tiempo necesario para realizar esta obra? El mínimo que impongan los estudios de emplazamiento y la materialidad de las construcciones”.
Es
 la enorme mortandad infantil otra causa de pérdidas humanas: son 
espantosas las cifras que hasta hoy alcanzaba, por descuidos y abandonos
 evitables. Su remedio es mucho menos costoso, y está en la propaganda, 
los pequeños auxilios y el admirable y amoroso cuidado, ya iniciado, de 
nuestra Falange femenina. Esta tiene que ser una de las grandes obras de
 nuestro Movimiento: llegar a los últimos lugares a donde el Estado no 
llega...
Y
 véase aquí cómo Franco entiende las limitaciones del Estado; cómo no 
piensa que el Estado lo absorba y lo haga todo; cómo quiere estimular la
 actividad privada, respetándole su riqueza de flexibilidad, de 
intimidad, de calor humano.
Finalmente,
“la cuestión de la vivienda constituye otra de las grandes lacras nacionales, y está intensamente ligada a la sanitaria. Más del treinta por ciento de las viviendas españolas son insalubres, según las estadísticas formuladas por nuestra Fiscalía de la Vivienda. Su sustitución por otras en excelentes condiciones no presenta dificultades, por cuanto su construcción significa la creación de una riqueza movilizable, que compensa con creces los pequeños sacrificios estatales”.
Ya
 se ha avanzado mucho, y ahora se activa la realización del inmediato 
programa: construir, “en diez años, más de doscientas mil casas, allí 
donde las necesidades son mayores”.
Y concluye Franco:
“Estas tres grandes obras —instituciones antituberculosas, de puericultura y viviendas— tienen en sí tal fortaleza, que cuanto pueda decirse en su favor es corto ante las realidades. Su ejecución ha de tener el más grande poder de captación entre nuestros adversarios. A estos golpes hemos de forjar la unidad de España”.
¡Magnífico
 intento! No el odio, no el simple peso material del triunfo, sino la 
conquista, lenta y segura, de los espíritus, a golpes de bien.
ALFONSO JUNCO VOIGT. El difícil paraíso.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)