Martirio del Beato Antonio Neyrot
Por
nacimiento es piamontés, pero no tenemos noticias ciertas sobre su
origen. Comenzamos a conocerlo cuando pide ser recibido en el convento
de los Dominicos en Florencia. El convento, San Marcos, es el que ya
pertenecía a los Silvestrinos, así llamado por Silvestre Gozzolini, que
le fundó en el siglo XII: ahora está confiado a los Dominicos, que lo
han adquirido con ayuda de Cosme de Medici “el Viejo”, que en Florencia
es soberano sin corona ni trono ni títulos. Propiamente para esta época
el fraile Giovanni da Fiesole, que el mundo conocerá como Fra Angélico, pintará sus famosos frescos.
El Prior de esta comunidad es Antonino Pierozzi, que ya había dirigido a
otras comunidades dominicas en Cortona, Roma y Nápoles, y que devendrá
en Arzobispo de Florencia.
El
joven Antonio Neyrot de Rívoli es uno de los últimos a los que Antonino
ha podido seguir antes de pasar al gobierno diocesano, llamándolo hacia
las órdenes sagradas, y siempre poniéndole en guardia contra la prisa: “Para ser buen dominico, le repetía, se requiere mucho estudio, con mucha oración y mucha paciencia”.
Mas él no conoce la paciencia. Soporta mal el lento aprendizaje sobre
los libros. Se considera ya preparadísimo, y quería ir enseguida a
primera línea, animado por su fácil predicación. Insiste con los
superiores, San Antonino incluido, pidiendo ser enviado a Sicilia. Ellos
le responden que no. Entonces decide apelar a Roma, y va a encontrar lo
que busca: por insistencia suya, por recomendaciones autorizadas,
quizá. Finalmente llega a Sicilia, con todos los permisos romanos.
En
1458 –y aún por razones que no se conocen– se embarca desde Sicilia a
Nápoles, según algunos; pero, según otros, hacia África: una hipótesis
que parece acorde a su conocida impaciencia misionera. Pero esta es
también una estación de piratas, y en esas se arrojan a su nave: así
llega verdaderamente al África, pero como prisionero. Desembarca en
Túnez, que es entonces la floreciente capital de Ifriqiya, un vasto
estado beréber creado por la dinastía musulmana de los Almohades, y
desde el siglo XIII bajo el gobierno de los emires Hafsíes. Un sólido
estado autónomo, ligado con los países mediterráneos por intensas
relaciones comerciales.
El
Padre Neyrot por tanto llegó –aunque en forma inesperada– a África para
reevangelizar, en la tierra de sus entusiasmos. Pero rápidamente se le
convierte en la tierra de todas sus caídas. El predicador impaciente de
los tiempos florentinos, para obtener su libertad (al principio fue del
agrado de sus captores, pero su impaciencia le terminó confinando a pan y
agua) traiciona sus votos, se quita el hábito dominico y apostata de la
fe, se casa con una otomana noble y se hace públicamente musulmán.
Incluso, protegido por el califa Otmán comienza una traducción del Corán
al dialecto piamontés.
Mientras
tanto, en Florencia, el 10 de Mayo de 1459, muere en olor de santidad
Antonino, el obispo y maestro al que Neyrot poco escuchaba, y la noticia
llega a Túnez por medio de los mercaderes genoveses. Antonio comienza a
recordar su pasado y le pide a Antonino que le perdone (se cuenta que
el obispo se le apareció en sueños reprochándole su apostasía) Antonio
se confiesa ante un sacerdote dominico y comienza a realizar penitencia
en público, y el Domingo de Ramos de 1460 (6 de Abril) pide perdón
públicamente por su apostasía de la fe Católica, siendo entonces
readmitido en la orden.
Aprovechando
el regreso del califa de Túnez de una expedición y que el puerto estaba
lleno de personas, Antonio fue a su encuentro y renegó públicamente del
Islam, y comenzó a predicar a Cristo a los presentes. El rey intentó
hacerle cambiar de parecer, y como no lo logró, lo encerró en la cárcel.
Allí le torturaron, pero confortado con la meditación en la Pasión de
Cristo, todo lo soportaba. Algunos cristianos le hicieron llegar buena
comida, pero él lo dio a los otros presos, bastándole con pan y agua.
A
los 5 días le dieron una segunda oportunidad para arrepentirse, y como
se negó a traicionar a Cristo una vez más, fue condenado a ser lapidado
(que era la pena que en dicho reino se aplicaba contra la apostasía del
islam). El día 10 de Abril, Jueves Santo, mientras lloraba sus pecados
en el patíbulo, la multitud lo apedreó y acribilló a puñaladas hasta que
murió. Luego lo arrastraron por las calles, e intentaron en vano
prenderle fuego.
Unos
mercaderes genoveses que presenciaron todo, a instancias del duque
Amadeo de Saboya, recuperaron el cuerpo y lo condujeron a Italia, y el
29 de Agosto de 1469 lo llevaron a Rívoli, donde se encuentra depositado
en la colegiata de Santa María della Stella. Ante la devoción que los
dominicos le rindieron y los milagros que bajo su intercesión sucedían,
Clemente XIII aprobó su culto como beato en 1767.
En Acta Sanctórum, agosto, vol. IV, hay dos relatos del martirio del beato Antonio. En Analécta Bollandiána,
vol. XXIV (1905), págs. 357-374, se encontrará una fuente todavía más
valiosa: se trata de una carta que Pedro Ranzano, provincial de los
dominicos de Sicilia, escribió en 1461 al Papa Pío II. Ver también John
Procter OP, Dominican Saints, págs. 87-90.
ORACIÓN
Oh
Dios, que misericordiosamente llamaste nuevamente al bienaventurado
Antonio hacia la luz de la Verdad y le hiciste eximio mártir, concédenos
por su intercesión, que seamos siempre estables en la fe y eficaces en
las obras. Por J. C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)