Desde Salutaris Hostia
Joan. 6.35.47
Dos  cosas tenemos que examinar aquí: la primera es, el fruto espiritual que  debemos sacar de la Eucaristía; y la segunda, el modo de sacar dicho  fruto. Qué fruto sea este, fácil es de entender, pues es el desapegarnos  de la vida mortal, y unirnos con Dios: lo cual explica Jesucristo  claramente con aquellas palabras: En verdad en verdad os digo, que  me buscáis, no porque habéis visto los prodigios que he obrado, sino por  haber comido de los panes que multipliqué en el Desierto, y de que os  hartasteis. Trabajad, no por la vianda que perece, sino por la que no  perece jamás, la cual el Hijo del Hombre os dará porque á éste  el Padre Dios aprobó con su sello, confirmando su doctrina, y su  misión con tantos milagros. 
¡Bien  claramente os explicais, Salvador mío! Vuestro ánimo es desprendernos  de la vianda, y de la vida presente, y caduca, que se lleva nuestras  atenciones, y por la que trabajamos todo el año; y traspasar nuestra  diligencia, y trabajo á la vianda, y á la vida que no perece. Enseñadme,  Salvador mío: atraedme de aquel modo admirable, que hace que pasemos á  Vos: apartadme de todos aquellos cuidados, que no se enderezan sino á  vivir para morir: hacedme gustar de aquella vida, en donde jamás se  muere. 
¡Qué  de milagros hacéis para que creamos en Vos! (Joan. 6. 30. 31) ¡Qué  de maravillas, y prodigios! Nos habéis saciado de pan en el Desierto,  es verdad. Pero ese pan, ¿acaso es comparable con el Maná que Moisés dio  á nuestros Padres, del cual está escrito: Que les dio á comer pan  del Cielo? El pan que Vos nos habéis dado, es pan de la tierra; y  hay tanta diferencia entre Vos, y Moisés, como entre la tierra, y el  Cielo. Las cuales palabras nos enseñan, que los Judíos no pensaban sino  en los medios de sustentar la vida perecedera , y mortal; y que no sin  razón Jesucristo les había reprehendido sus deseos carnales, porque no  ponían su pensamiento en otra comida mas noble, que la del Maná, con que  mantuvieron sus cuerpos en el Desierto; ni conocían otro Cielo, que las  nubes que lo habían llovido: sin trascender á que no había tomado la  denominación de Pan del Cielo, y de Ángeles, sino porque era figura de  Jesucristo que les había de traer la vida eterna. Por eso, pues , usa de  la expresión de que se sirve la Escritura para ensalzar el milagro del  Maná, y para levantar las almas al verdadero Pan de Ángeles , que es el  que las hace bienaventuradas ; puesto caso que después que Jesucristo  encarnó , se ha hecho familiar, y perceptible á los hombres para darles  vida. 
Díceles:  Que ha bajado del Cielo. Que quien venga á el, jamás tendrá hambre;  y quien crea en él, jamás tendrá sed (Ib.33. 35. 48) Que él es,  por consiguiente, el verdadero Pan, y el verdadero sustento de  las Almas, que vienen á él por la fe; empero que no por eso se  pueden prometer  los hombres unirse con su divinidad, supuesto que es  un objeto muy alto para una naturaleza pecadora, y abandonada á los  sentidos corporales: que se ha hecho hombre por habitar entre los  hombres: que la carne que ha tomado, es el solo, y único medio que les  ha dado para unirse á él; y que por eso la ha llenado de la misma  Divinidad, y consiguientemente del espíritu, y de la gracia, ó como dice  S. Juan, de la gracia, y de la verdad (Joan. I. 44)  y en otra  parte: que el espíritu no le ha sido dado con medida y que todos  hemos recibido de su plenitud (Ibid. 3. 34. ) es decir, del  espíritu de que está lleno. Con que de aquí sé sigue que nosotros  tenemos en él la verdadera vida, la vida eterna, la vida del alma, y del  cuerpo ; y no precisamente en él, como Hijo de Dios , sino también como  Hijo del hombre. Trabajad en prepararos á recibir la Vianda, que se os  dará por el Hijo del hombre; con tal que al mismo tiempo creáis que él  es el Pan que ha bajado del Cielo, esto es, que es el Hijo de Dios  y  con tal que creáis también que su carne, con que os quiere dar vida,  está llena de Vida, y de espíritu. Y así, el fin adonde se endereza, es á  hacernos vivir vida eterna, según el cuerpo, y el alma. La voluntad  de mi Padre, dice, es que no pierda Yo nada de lo que me ha dado, y que  para dar vida, así al cuerpo, como al alma, lo resucite en el  último día. Y aún más: nuestros padres comieron el Maná, y con  todo eso murieron; pero el que comiere de este Pan, vivirá eternamente  (Joan. 6. 39. 59.).
Ve  aquí, pues, el fruto de la Eucaristía, instituida para llenar el deseo  que tenemos de vivir; y para darnos, por medio de ella, la vida eterna  del alma, por la manifestación de la verdad  y del cuerpo, por la  gloriosa resurrección. Señor, ¡qué mas tengo que desear! Vivir; vivir en  Vos; vivir para Vos; vivir de Vos  y de Vuestra eterna verdad; vivir  enteramente; vivir en el alma y vivir en el cuerpo, no perder nunca la  vida, y vivir siempre. Todo esto lo tengo en la Eucaristía: luego lo  tengo todo: solamente me falta gozar de  ello.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)