Recomendemos a Jesucristo y a su Santa Madre todas las ánimas del Purgatorio, y especialmente las de nuestros padres, bienhechores, amigos y enemigos, y más particularmente las de aquellos por los que estemos obligados a orar, y ofrezcamos a Dios en su sufragio las siguientes oraciones, considerando las grandes penas que padecen aquellas santas esposas de Jesucristo:
PRIMERA CONSIDERACIÓN
Muchas
 son las penas que sufren las benditas ánimas del Purgatorio, pero la 
mayor de todas consiste en pensar que por  los pecados que cometieron en
 vida han sido ellas mismas la causa de sus propios sufrimientos.
¡Oh
 Jesús Salvador mío! Yo que tantas veces he merecido el Infierno, 
¿cuánta pena no experimentaría ahora si me viese condenado, al pensar 
que yo mismo había sido la causa de mi condenación? Gracias os doy por 
la paciencia que conmigo habéis tenido. ¡Oh Dios mío! Porque sois bondad
 infinita, os amo sobre todas las cosas; me arrepiento de todo corazón 
de haberos ofendido, y os prometo antes morir que volver más a 
ofenderos. Concededme la perseverancia; tened piedad de mí y de las 
almas benditas que  sufren en aquel fuego. Y Vos, ¡oh María, Madre de 
Dios!, socorredlas con vuestros poderosos ruegos.
    
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
   
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
     
SEGUNDA CONSIDERACIÓN
La segunda pena que aflige en alto grado a esas benditas almas es el tiempo que en vida perdieron, durante el cual habrían podido adquirir mayores méritos para el Cielo, y el pensamiento que esta pérdida es para siempre irreparable, terminando con la vida el tiempo de merecer.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
SEGUNDA CONSIDERACIÓN
La segunda pena que aflige en alto grado a esas benditas almas es el tiempo que en vida perdieron, durante el cual habrían podido adquirir mayores méritos para el Cielo, y el pensamiento que esta pérdida es para siempre irreparable, terminando con la vida el tiempo de merecer.
¡Infeliz
 de mí, oh Señor, que por espacio de tantos años he vivido en la tierra 
no mereciendo sino los castigos del Infierno! Gracias os doy porque 
todavía me concedéis tiempo para remediar el mal que he hecho. 
Arrepiéntome ¡oh Dios mío!, de haberos ofendido a Vos que sois tan 
bueno. Concededme vuestro socorro para que lo que me queda de vida lo 
emplee únicamente en serviros y amaros. Tened piedad de mí y de esas 
almas benditas que arden en el Purgatorio. Y vos ¡oh María, Madre de Dios!, socorredlas con vuestros poderosos ruegos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
TERCERA CONSIDERACIÓN 
Otra
 de las mayores penas que afligen a esas benditas ánimas es la vista 
espantosa de los pecados que están expiando. En la vida presente no se 
conoce bastante la fealdad de los pecados pero bien se comprende en la 
otra; y este conocimiento es uno de los más vivos dolores que sufren las
 almas en el Purgatorio.
¡Oh Dios 
mío! Os amo sobre todas las cosas porque sois infinita Bondad; duélome 
con todo mi corazón de haberos ofendido; os prometo antes morir que 
volver a ofenderos; concededme la santa perseverancia; tened piedad de 
mí y de aquellas santas almas que se purifican en aquel fuego. Y Vos, 
¡oh María Madre de Dios!, socorredlas con vuestros ruegos poderosos y 
rogad también por nosotros que estamos aún en peligro de condenarnos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
CUARTA CONSIDERACIÓN 
Una
 de las penas que más afligen a aquellas almas esposas de Jesucristo, es
 el pensar que en vida por sus culpas disgustaron a aquel Dios a quien 
tanto aman. Se han visto penitentes morir de dolor al pensar que habían 
ofendido a un Dios tan bueno. Mucho mejor que nosotros conocen las almas
 del Purgatorio cuán amable es Dios, y por consiguiente lo aman con 
todas sus fuerzas; por eso, al pensar que le disgustaron en vida, 
experimentan un dolor superior a todo otro dolor.
¡Oh,
 Dios mío! Porque sois Bondad infinita me arrepiento con todo mi corazón
 de haberos ofendido. Os prometo antes morir que volver a ofenderos. 
Dadme la santa perseverancia; tened piedad de mí y de aquellas santas 
almas que arden en ese fuego, y que os aman de todo corazón. Y Vos, ¡oh 
María, Madre de Dios!, socorredlas con vuestros poderosos ruegos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
QUINTA CONSIDERACIÓN 
Otra
 de las grandes penas que afligen a aquellas benditas almas es el sufrir
 aquel fuego sin saber cuándo tendrán fin sus tormentos: Es verdad que 
tienen la certidumbre de verse un día libres de ellos; pero la 
incertidumbre del tiempo en que se han de acabar, les causa un gravísimo
 tormento.
¡Oh
 Señor! ¡Qué desgracia 
tan grande la mía si me hubieseis enviado al Infierno, a esa cárcel de 
tormentos, teniendo la seguridad de no salir de ella jamás! Os amo sobre
 todas las cosas ¡oh Bondad infinita!, y me arrepiento con todo mi 
corazón de haberos ofendido y os prometo antes morir que volver a 
ofenderos. Concededme la santa perseverancia, tened piedad de mí y de 
aquellas santas almas que se purifican en el fuego del Purgatorio. Y Vos
 ¡oh María, Madre de Dios!, socorredlas con vuestros poderosos ruegos. 
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
SEXTA CONSIDERACIÓN 
Cuanto
 mayor es el consuelo que a aquellas benditas almas les causa el 
recuerdo de la Pasión de Jesucristo, por cuya virtud se salvaron, y del 
Santísimo Sacramento del Altar, que les proporcionó y aún les 
proporciona tantas gracias, por medio de Misas y comuniones, tanto más 
les atormenta el pensamiento de no haber correspondido en vida a estos 
dos grandes beneficios del amor de Jesucristo.
¡Oh,
 Dios mío! Vos moristeis también por mí, y os disteis muchas veces a mí 
en la Sagrada Comunión, y yo siempre os he correspondido con negra 
ingratitud; más ahora os amo sobre todas las cosas, ¡oh supremo Bien 
mío! Me arrepiento muy de corazón de haberos ofendido y os prometo antes
 morir que volver a ofenderos. Dadme la santa perseverancia; tened 
piedad de mí y de aquellas santas almas que arden en ese fuego. Y Vos, 
¡oh María, Madre de Dios!, socorredlas con vuestros poderosos ruegos. 
Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
SÉPTIMA CONSIDERACIÓN 
Aumentan
 también la pena de aquellas benditas almas todos los beneficios 
particulares que recibieron de Dios, como el haber recibido el Bautismo,
 el haber nacido en país católico, el haberlos esperado Dios a 
penitencia, y el haber alcanzado el perdón de sus pecados: porque todos 
esos favores les hacen conocer mejor la ingratitud con que han 
correspondido a su Dios.
Pero
 ¡oh 
Dios mío! ¿Quién ha sido más ingrato que yo? Vos me habéis esperado con 
tanta paciencia, me habéis tantas veces perdonado con tanto amor y yo, 
después de tantas promesas, os he vuelto a ofender. ¡Oh! no me arrojéis 
al Infierno, porque os quiero amar y en el Infierno no podría hacerlo. 
¡Oh Bondad infinita! Me arrepiento de haberos ofendido y os prometo 
antes morir que ofenderos de nuevo. Dadme la santa perseverancia; tened 
piedad de mí y de aquellas Santas que se purifican en el fuego del 
Purgatorio. Y Vos, ¡oh María Madre de Dios!, socorredlas con vuestras 
poderosas súplicas. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
Otra
 pena, en extremo amarga para aquellas benditas almas, es el pensar que 
durante su vida usó Dios con ellas de muchas misericordias especiales, 
que no tuvo con los demás; y que ellas con sus pecados le obligaron a 
que las odiara y condenara al Infierno, aunque después por su 
misericordia las haya perdonado y salvado.
Vedme
 aquí, ¡oh Dios mío! Yo soy uno de aquellos ingratos que después de 
haber recibido de Vos tantas gracias, he despreciado vuestro amor y os 
he obligado a condenarme al Infierno. ¡Oh Bondad infinita! Ahora os amo 
sobre todas las cosas; me arrepiento con toda mi alma de haberos 
ofendido y os prometo antes morir que volver más a ofenderos. Dadme la 
santa perseverancia; tened piedad de mí y de aquellas santas almas que 
se purifican en el fuego del Purgatorio. Y Vos, ¡oh María Madre de Dios!, socorredlas con vuestros poderosos ruegos. Amén. 
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
NOVENA CONSIDERACIÓN 
Grandes
 son todas las penas que sufren aquellas santas almas: el fuego, el 
tedio, la oscuridad, la incertidumbre del tiempo que han de verse libres
 de aquella cárcel; pero de todas, la mayor para esas santas esposas, es
 la de verse separadas de su divino Esposo y privadas de su vista y 
presencia.
¡Oh Dios mío! ¿Cómo he 
podido yo vivir tantos años lejos de Vos, privado de vuestra gracia? ¡Oh
 Bondad infinita! Os amo sobre todas las cosas, me arrepiento con todo 
mi corazón de haberos ofendido, y os prometo antes morir que volver más a
 ofenderos. Dadme la santa perseverancia, y no permitáis que vuelva a 
caer otra vez en vuestra desgracia. Os suplico tengáis piedad de 
aquellas santas almas, que las aliviéis en sus tormentos y abreviéis el 
tiempo de su destierro, ya admitiéndolas cuanto antes a la dicha de 
amaros para siempre en el Cielo. Y Vos, ¡oh María, Madre de Dios! 
socorredlas con vuestros poderosos ruegos. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Aquellas hijas y esposas,
Que son tan atormentadas,
¡Oh Jesús!, y tan amadas,
Consoladlas por piedad.
SÚPLICA A NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, PARA QUE POR LOS DOLORES DE SU PASIÓN, TENGA MISERICORDIA DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO.
- ¡Oh dulcísimo Jesús! Por el sudor de sangre que derramasteis en el Huerto de Getsemaní: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 - ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores de vuestra crudelísima flagelación: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 - ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que padecisteis en vuestra dolorosísima coronación de espinas: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 - ¡Oh dulcísimo Jesús! Por los dolores que padecisteis llevando hasta el Calvario la Cruz a cuestas: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 - ¡Oh dulcísimo Jesús! Por el inmenso dolor que sufristeis en vuestra crudelísima crucifixión: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 - ¡Oh dulcísimo Jesús! Por el inmenso dolor que sufristeis en la amarguísima agonía que padecisteis en la cruz: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 - ¡Oh dulcísimo Jesús! Por el inmenso dolor que padecisteis al separarse vuestra alma de vuestro cuerpo: tened piedad de las almas del Purgatorio.
 
Encomendémonos en fin todos a las almas del Purgatorio, diciendo:
¡Oh, ánimas benditas! Ya que por vosotras hemos rogado, vosotras que tan amadas sois del Señor, y que tenéis la certeza de no poderle ya perder, rogadle por nosotros que nos vemos todavía en peligro de condenarnos y perder a Dios para siempre.
℣. Dales, Señor el descanso eterno.
℟. Y brille para ellos la luz perpetua.  
℣. Descansen en paz.
℟. Amén. 
℣. Señor, escucha mi oración.
℟. Y llegue hasta Ti mi clamor. 
℣. El Señor sea con vosotros
℟. Y con tu espíritu.
OREMOS
Oh
 Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, conceded a las almas de 
vuestros servidores y servidoras, la remisión de todos sus pecados, a 
fin de que obtengan por nuestras humildísimas oraciones el perdón que 
ellas siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por los siglos de los
 siglos. Amén.
℣. Descansen en paz.
℟. Amén.
 
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)