Por Gabriel Oliveiro para RADIO SPADA. Traducción nuestra.
En el imaginario colectivo hodierno, el nombre al-Andalus evoca
 un lugar en el confín entre la realidad y la fantasía; un espacio y un tiempo 
míticos donde diferentes estilos de vida y creencias religiosas se 
abrazaron en un connubio perfecto de tolerancia y pacífica 
convivencia. En la opinión común, la España islámica viene descrita como una civildad multiétnica y multicultural ante lítteram,
 capaz de fascinar también la sociedad contemporánea que no 
raramente lleva a ejemplificar el modelo. Una comunidad capaz de 
amalgamar y hacer coexistir las tres principales fes monoteístas (sic), 
paternalmente vigiladas y tuteladas por la comprensiva y longánime clase
 
dirigente musulmana.
¿Pero
 de veras fue así? ¿Qué tanto hay de verdad en esta concepción, y cuánto
 en cambio es el producto de alteraciones posteriores?
Comencemos
 con decir que el mito de al-Andalus es relativamente reciente y se 
desarrolla prevalentemente en los ambientes culturales anglosajones a 
partir del siglo XVIII. Los ingleses, animados por una evidente aversión
 en contra de la España católica, comenzaron a 
contraponer el pasado islámico de la península al posterior período 
descrito como oscurantista, retrógrado y en rápida descomposición 
iniciado con los Reye Católicos y proseguido con sus descendientes. 
Una operación nacida con el intento de desacreditar un país rival, 
oponiéndole una sociedad antitética y de alto valor social y cultural
 nefastamente deshecha por la sed de conquista y de la codicia de los 
soberanos católicos. Como se puede notar entonces, en aquel contexto,
 
la descripción de la ya desaparecida al-Andalus no se funda (sería 
también difícil pretenderlo) en el análisis científicos de las fuentes, 
sino que tiene su linfa vital en una exigencia genuinamente política de 
propaganda antiespañola.
Otra
 fuente en la que el mito se alimenta es la de los escritos de los
 exiliados musulmanes, obligados durante las distintas fases de la 
Reconquista a 
dejar voluntaria o forzadamente la que consideraban ser su patria. 
Resulta sin embargo improponible una interpretación literal de este 
enorme material en cuanto no es una reseña histórica fidedigna, sino el 
producto de una literatura nostálgica decididamente 
poco realista. Como es fácil imaginar, el dolor de la pérdida 
genera una distorsión, una idealización de la realidad que la vuelve 
artificial, ficticia. Bastaría revisar pocos renglones de aquellos 
escritos y las enfáticas descripciones de cosas y lugares, para admitir 
su manifiesta inverosimilitud. Importantísimos manuscritos en árabe 
coleccionados en el “Fondo Kati” ahora conservados en Tombuctú (actual 
Mali), pueden darnos un ejemplo muy concreto y tangible de cuál fue el 
estado de ánimo de los muchos musulmanes obligados a dejar España, 
tierra de sus abuelos, descrita como un lugar lleno de toda suerte de 
delicias.
También autores franceses (pero no solo) del siglo XIX contribuyeron a la 
creación y a la difusión de esta concepcióne idílica de la sociedad
 andalusí y de su herencia cultural. En este caso las 
razones se encuentran en la fascinación ejercida en esa época por el 
exotismo romántico y en el gusto orientalizante puesto de moda en toda 
Europa. Se comenzó a buscar “en el jardíno de casa” los 
vestigios di un oriente más próximo y al alcance de la mano, cuyo 
redescubrimiento era seguramente más fácil y menos dispendioso. La 
literatura que le sigue y se difunde en todo el continente, generó
 una serie de descripciones noveladas, casi completamente alejadas de la
 realidad, pero capaces de forjar una percepción basada exclusivamente 
en la expectativa irracional y no sobre incontrovertibles datos reales y
 tangibles.
Víctima
 ilustre de este equívoco fue tambíen Edmondo De 
Amicis, que después de haber hecho un viaje en búsqueda de la España 
“auténtica” (la morisca, obviamente) externó su decepción al 
constatar que en las calles de Córdoba no había conseguido encontrar 
aquellos personajes y costumbres del sabor oriental, descritos en los 
muchos libros que había leíddo. Probablemente el máximo ejemplo de 
folclor 
exótico que llegó a encontrar en aquellas tierras, fue el de las 
comunidades 
gitanas; orientales sí, pero específicamente distintas a lo que esperaba
 encontrar.
Como
 hemos visto, el mito de al-Andalus tuvo origen fuera de sus confines y 
se desarrolló siglos después de su caída definitiva, pero entre el siglo
 XIX y el XX también ilustres historiadores ibéricos comenzaron a 
representar a la musulmana como una sociedad tolerante, 
armónicamente multicultural y próspera 
económica y culturalmente. El más famoso fue Américo Castro, cuya tesis 
describe la sociedad española actual como el producto de 
una armónica mescolanza de las tres culturas ya citadas. Analizando a 
fondo la visión de Castro se nota, sin embargo, que también estaba 
afectada por el mismo vicio de fondo que acanalaba la inglesa y este era
 la necesidad 
(política y no histórica) de contraponer un pasado glorioso al trágico 
presente de la España nacional que lo había condenado al exilio.
Aún
 hoy el mito de al-Andalus cuenta con numerosos y apasionados adeptos, 
sobre todo en ciertos ambientes nacionalistas y separatistas 
andaluces; perennemente comprometidos en el esfuerzo de fundar su 
legitimidad política sobre un pasado épico del cual pretenden descender.
 Naturalmente no hacen ninguna alusión al hecho que casi ninguno de 
ellos puede vanagloriarse ni de de una lejana parentela con los dichos 
moros, debiéndose contentar con una descendencia, genética y 
cultural, de los colonos provenientes de las regiones del norte y de 
Castilla, que repoblaron las tierras un tiempo musulmanas.
Otros
 sostenedores del mito los podemos encontrar en los grupos denominados 
“islamófilos” pertenecientes a los ambientes de la izquierda 
“antagonista” española y europea, dispuestos a exaltar más por deber 
ideológico que por un real conocimiento de los hechos, la realidad 
pasada y presente, leída en clave antioccidental o anticlerical.
Ahora
 que hemos escudriñado la génesis de la idealización, no podemos 
eximirnos de contar la historia a través de las fuentes, las únicas 
capaces de aportarnos la clave de lectura necesaria para comprender la 
verdad y la esencia de un pasado seguramente menos poético de como nos 
ha sido hasta ahora descrito.
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
Esta vez el comentario es gráfico:
   
COMENTARIO DEL TRADUCTOR
Esta vez el comentario es gráfico:
No les parezca indiferentes a los portugueses el tema de al-Andalus, porque tal proyecto separatista reclamará también las regiones de Alentejo y el Algarve.


Albión no es pérfida sino una pobrecita nación infiltrada por los hermanitos mayores del puto woytila...jaja
ResponderEliminardonde se instala esa gentuza dejan tierra arrasada igual que los comunistas o su versión moderada los socialistoides.
Mi desmemoriado amigo, los ingleses han querido desestabilizar a España desde mucho antes de la masonería. Sino, ¿cómo explica que el calvinista Oliver Cromwell apoyase a la separatista dinastía Braganza para destruir la Unión lograda por Felipe II, los ataques corsarios contra las Indias Españolas, y que el anglicanismo entrase a nuestra nación vía Lisboa y Gibraltar (que si no fuera por la alianza luso-británica, no nos la hubieran despojado)?
EliminarAparte, ¿le parece poco que Enrique VIII, habiendo ganado el título "Defensór Fídel" tras su defensa de los sacramentos contra el maldito Lutero, prefiriese separarse de la Iglesia Verdadera a romper con la puta de Ana Bolena?
Al igual que la estirpe judía, ¡PÉRFIDA ES ALBIÓN, SU GENTE Y SU TRONO!
Así se habla, o mejor, se escribe.
Eliminar21:24 los cabalistas talmúdicos con el nombre luego de sionistas ya estaban en el mismo gobierno de Enrique VIII, pregúntele sino a Hilaire Belloc en así ocurrió la reforma. Albión no tiene nada que ver, es más, al pueblo inglés le impusieron el anglicanismo ( para lo que puede consultar el ordo divino de cranmer de Davies) con casi el mismo método que luego un tal rojito montini impuso el novus desordoe, siendo que los ingleses de aquella época amaban la verdadera misa igual que los preconciliares.
Eliminar12:33, Si los ingleses amaban tanto la Misa celebrada en los ritos Sarum y Eboracense (y los de las órdenes religiosas que existieron en ese reino), hasta el punto que se rebelaron contra Enrique VIII y Eduardo VI por defenderla, ¿por qué siguieron yendo a los templos usurpados por el novel clero cranmeriano, en lugar de estarse en sus casas rezando el Rosario y el Oficio Parvo mariano? ¿Por qué no siguieron el ánimus beligerándi contra la ninfómana Isabel Tudor?
EliminarFes monoteístas !!!???
ResponderEliminarterminenlá de decir idioteces, quien escribió esto, Guillermito Rojas del blog red patriótica jaja
no existen fes monoteístas, la única fe monoteísta es la CATÓLICA, los musul/des/manes son monólatras y los judíos andan en la cábala y el talmudismo, y ya sabemos lo que es eso.
¿Tú no ves el (sic)? Ese latinazgo se usa para señalar que algo aparece así en el original, sin que ese algo sea de origen del editor o traductor.
Eliminarmade in sionismo mafia financiera -----
ResponderEliminarAsí es, en últimas. La mafia sionista que se benefició del anglicanismo político de los Whigs.
EliminarNunca existió esa tal España islámica qtparió....
ResponderEliminarSi se fijó bien, el título dice “El mito de al-Andalus...”, y según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra mito tiene las siguientes significaciones, a saber:
Eliminar1. Narración maravillosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divino o heroico.
2. Historia ficticia o personaje literario o artístico que encarna algún aspecto universal de la condición humana (El mito de don Juan).
3. Persona o cosa rodeada de extraordinaria admiración y estima.
4. Persona o cosa a la que se atribuyen cualidades o excelencias que no tiene.
Y la denominada “España Islámica” encuadra con la definición número 4, porque se le atribuye precisamente el “haber existido”, cuando como Vd. acota, NO ES ASÍ, como tampoco la “tolerancia” atribuida a la sociedad mora que tanto añoraba el apóstata Blas-Ahmed Infante.
Pero de seguir la tríada PP-PSOE-PODEMOS en las Cortes, la usurpadora dinastía Puigmoltó-Borbón en la Zarzuela, el separatismo mamertoide y el apoyo de la invasión sarracena vía patera y salta-cercas por parte de la Roma Apóstata y la Unión Europea, junto con la carreta esa de los "Derechos Humanos" impuesta por la satánica ONU, esa "España Islámica" que nunca existió, terminará tomando existencia. Y ESO, POR DIOS Y SAN SANTIAGO, ¡NO DEBEMOS PERMITIR NI TOLERAR QUE LA SANGRE DERRAMADA EN LA RECONQUISTA SEA EN VANO!
ResponderEliminarculpa del puto besacoranes... viejo de mierdas!
Eliminarda espasmos ver como esta madrileña, en el minuto 21:31, muestra, como si fuera una hazaña, una iglesia católica convertida en bar, en Utrech...
ResponderEliminarhttps://youtu.be/DRv7NUoV3w4