EL RITO ROMANO Y LA ORDEN FRANCISCANA

La Regla de San Francisco obliga a todos los clérigos a realizar sus oficios de acuerdo al “Ordo sanctæ Románæ Ecclésiæ”, que era el término preciso empleado en el siglo XIII para el Rito Romano Tradicional.

Justamente puede considerarse a San Francisco de Asís como el “salvador” del Rito Romano, porque, desde el tiempo de fundar la seráfica Orden, siguiendo su deseo de vivir la misma vida religiosa que los Apóstoles vivieron con Nuestro Señor durante los tres años previos a la Crucifixión, le pidió al Papa Inocencio III tomar como rito para los Frailes Menores, el antiguo Rito Romano, que era tenido entonces como “Rito de San Pedro Apóstol”. En tiempos de Inocencio III, este rito sólo se utilizaba en la fiesta de la Cátedra de San Pedro en la Capilla papal privada, porque el denominado Rito Galicano era empleado universalmente en la Diócesis de Roma. Sumado a ello, en 1215 solamente existían tres copias conocidas de los libros litúrgicos de este rito antiguo, una de las cuales se estaba cayendo a pedazos. El Papa Inocencio III concedió la petición de San Francisco y le dio una de las copias aún existentes en buena condición del Sacraméntum, Leccionario, Rituále y otros libros litúrgicos.

  

Por cuenta de la Regla de San Francisco, la Orden de los Frailes Menores publicó el primer Missále en 1245 —que fue intitulado como Missále Reguláre— para que todos los sacerdotes de la Orden pudieran fácilmente cumplir sus deberes, sin tener que cargar esos varios libros litúrgicos. El Papa Inocencio IV intentó reformar la liturgia de la Iglesia Romana el mismo año, reforma que fue ampliamente impopular entre el clero de la Diócesis de Roma para el año 1265 A.D..

 

Y también en el reinado del Papa Nicolás III, cercano colaborador de San Buenaventura de Bagnoregio, el papa había escuchado cuán bien recibido era el Missále Reguláre de la Orden en todas partes de Europa, por cuenta de la gran devoción de los fieles Católicos a San Pedro Apóstol, y decidió responder a la fallida renovación litúrgica de Inocencio IV estableciendo el Antiguo Rito Romano una vez más como el rito propio de la Diócesis de Roma.

 

Este mismo Missále Reguláre de 1245, que fue adoptado con muchas alteraciones menores para el calendario del clero diocesano en 1265, fue republicado en 1465 como el Misal curial. Fue este Missále el que el Papa San Pío V, mediante su bula Missále Románum de 1570, estableció como el Misal Romano, y lo impuso sobre todo el Rito Latino de acuerdo al mandato del Infalible Concilio Ecuménico de Trento, concediendo a todos los sacerdotes del Rito Romano el privilegio perpetuo de celebrar el Santo Sacrificio de la Misa siguiendo este Misal. Por ello, todo sacerdote franciscano, no sólo tiene el derecho, sino incluso el deber de rezar el Divino Oficio y ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa con el Rito Romano Tradicional.

  

Al ponderar los tiempos presentes, en los que el Rito Romano Tradicional es despreciado, perseguido (y en el caso conciliar, adulterado y tolerado apenas como una forma ocasional), los verdaderos hijos y seguidores del Seráfico San Francisco de Asís, deben ahora más que nunca, dar un buen y entero ejemplo de sobriedad espiritual, defendiendo el Rito Romano Tradicional como patrimonio litúrgico de los Frailes Menores y señal de la Unidad en la Oración y Creencia Católica Romana.