Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
[…]– 30 de abril de 1969: Pablo VI aprueba la Instrucción “Fídei Custos” [1] de la Sagrada Congregación para los Sacramentos. En la dicha instrucción, elPapaMontini, contra la precedente y constante prohibición de la Iglesia casi desde los tiempos apostólicos, autoriza a los laicos para distribuir la Sagrada Comunión, con el sólito pretexto engañoso de «especiales circunstancias o necesidades nuevas» intervinientes [2]. Casi que las mismas circunstancias y necesidades no las hubiesen también en el pasado, sin que por ello los Papas osaran autorizar semejantes providencias. En resumen, otro gesto ecuménico (en vista esto es de un futuro nivelamiento entre sacerdocio y laicado, como propugnara Lutero) y democonciliar: los laicos, hombres y mujeres, entran en el Santo de los Santos y desarrollan, en esto, la misma tarea reservada por Cristo a los Apóstoles y al Clero. Acto seguido, los dos sacerdocios (el jerárquico derivante del Sacramento del Orden y el común de los simples bautizados), teóricamente aún declarados distintos en su esencia, son gradualmente equiparados y asimilados en la práctica, o sea, en la liturgia y en la pastoral, campo de acción predilecto desde siempre, por obvias razones, por los modernistas de todos los tiempos.– 29 de mayo de 1969: Pablo VI aprueba la Instrucción “Memoriále Dómini” [3] de la Sagrada Congregación para el Culto divino, en la cual, con patente incoherencia e ilogicidad, después de haber confirmado la oposición de la Iglesia a la distribución de la Sagrada Eucaristía en la mano, motivada especialmente por el «peligro de profanar las especies eucarísticas» así sea involuntariamente, aparte de la necesidad de conservar «la reverencia de los fieles hacia la Eucaristía», se sale más adelante, pocas líneas después, con una autorización (para las Conferencias episcopales de las naciones donde la Comunión en la mano ya fue abusiva e ilegalmente introducida) a deliberar con voto secreto sobre su admisibilidad. A quien todavía alimenta dudas no le queda sino mirar a su alrededor, para constatar cómo actualmente aquello que era llamado explícitamente un gravísimo abuso y un gesto potencialmente sacrílego ha devenido, obviamente por obra de los inefablesObisposconciliares, usanza general en todo el mundo católico.– 15 de agosto de 1969: Pablo VI aprueba el nuevo Rito de las Exequias [4] con el cual, rompiendo también aquí con la Tradición apostólica, concede el rito de las exequias también «a aquellos que hubiesen elegido la cremación del cadáver» con la sola condición que «su elección no sea resultado de la motivación contraria a la doctrina cristiana». La materia era regulada, en el Código antiguo, por el can. 1203 § 1 y 2, que privaba de las exequias y de la sepultura eclesiástica –como pecadores públicos– a los que hubiesen elegido deliberadamente que su cuerpo fuese cremado [5] y condenaba con pena de excomunión y entredicho a los cooperadores en esto [6] (excepto que fuese en casos de necesidad como epidemia, guerra, etc.). De hecho, casi desde los tiempos apostólicos, la Iglesia había ordenado a los fieles la práctica de la inhumación o sepultura como manifestación de la fe católica en la resurrección de los cuerpos. Y precisamente por este motivo la propaganda por la práctica crematoria fue uno de los caballos de batalla usados por las logias entre fines del siglo XIX y las primeras décadas del XX, en la esperanza de corroer gradualmente la fe del pueblo cristiano. Hoy, esta propaganda retorna, siempre más insidiosa y cargada de argumentos engañosos (exigencias de espacio, de higiene, etc.): pero esta vez –y he aquí la triste novedad– con el apoyo, así sea indirecto, de la Jerarquía conciliar. La explicación de esto enésimo cambio la revista de los religiosos paulinos “Vita Pastorale”, uno de los tantos periódicos “católicos” (como también, para un público más vasto, “Famiglia Cristiana”, “Jesus” y otros muchos) destinados al reciclaje conciliar de los clérigos y los religiosos: «La Iglesia continúa prefiriendo la inhumación, pero cancela las sanciones canónicas adversas. En tal modo es facilitado el camino de la reconciliación con la masonería» [7].– 31 de marzo de 1970: Pablo VI, con el Motu Próprio “Matrimónia Mixta” [8] no requiere más al cónyuge acatólico la solemne promesa de dejar bautizar y educar la prole en la Iglesia Católica (como en cambio siempre fue previsto: cfr. Codex Juris Canónici de 1917, can. 1061). Ahora el cónyuge acatólico deberá ser simplemente informado de los compromisos asumidos por la parte católica, sin compromiso alguno de su parte. Esta normativa absurda y letal aparecerá después en el nuevo Código de 1983 (can. 1125). Y así, hoy, gracias a la «longánima caridad ecuménica y pastoral» de Pablo VI y del clero conciliar, queda solo sacar la cuenta de cuántas almas no han podido recibir el Bautismo, la Fe verdadera y la salvación.
ANDREA MANCINELLA (Ermitaño de Albano), Golpe nella Chiesa. Documenti e cronache sulla sovversione: dalle prime macchinazioni al Papato di transizione, dal Gruppo del Reno fino al presente/Golpe en la Iglesia. Documentos y crónicas sobre la subversión: desde las primeras maquinaciones al Papado de transición, del Grupo del Rin hasta el presente (Prólogo del padre Curzio Nittoglia, epílogo de Aldo María Valli), Edizioni Radio Spada.
NOTAS
[1] Enchíridion Vaticánum, vol. 3, nn. 1055-1065.
[2] Ibid., n. 1055.
[3] EV, vol. 3, nn. 1273-1291.
[4] EV, vol. 3, nn. 1421-1447.
[5] Canon 1240, § 1, n. 5.
[6] Canon 2339.
[7] Revista Vita Pastorale, n. 3, año 1999, pág. 90 ss.
[8] EV, vol. 3, nn. 2415-2447.
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