Traslación de la Santa Casa de Nuestra Señora
Era justo que la Iglesia de España tuviese una fiesta particular para celebrar la común alegría y grande consuelo que recibieron todos los fieles cuando la majestad de Dios se dignó establecer en el seno de la Iglesia aquella santa mansión en que se obraron tantos misterios y maravillas. Su historia es verdaderamente admirable; pero ¿qué obras de Dios no merecerán justamente todas nuestras admiraciones? Es cierto que si Dios no fuese capaz de hacer mucho más de lo que pueden imaginar los hombres, y que si el humano discurso y las débiles reglas de la crítica hubiesen de ser los límites a que se hubiese de estrechar la divina omnipotencia, esta tendría más de ilusión que de verdad. Pero los hombres, descendientes legítimos y herederos de las debilidades de aquel que quiso tener una sabiduría como la de Dios, pretenden con igual soberbia dar por verdadero o falso lo que de ellos conciben por tal, tal vez según sus caprichos; y examinan las obras de Dios, y las califican de apócrifas o legítimas según las reglas de su voluntad. Por esta causa, el hecho de la presente festividad, que se reduce a haber sido trasladada desde Nazaret a Dalmacia, y después a Piceno, aquella Santa Casa en que el Verbo divino se vistió de carne mortal, ha sufrido de los propios y extraños tantos exámenes, tantas contradicciones, que hubiera sido enteramente destruido o difamado si la piedad sólida, unida con la verdadera sabiduría, no se hubiesen empeñado en sostener su autenticidad. Del número de estos esclarecidos varones fueron el venerable Pedro Canisio, el gran Baronio, su continuador Reynaldo, Horacio Turselino, Francisco Turriano, Rafael Jovenzonio, y otros infinitos que sería largo referir. Hiciéronse varias comprobaciones para certificarse de la identidad de la Santa Casa por comisión de varios Sumos Pontífices, siendo los agentes hombres virtuosos, desinteresados, ingenuos y amantes de la verdad; y hallóse después de todo que nuestro Dios y Señor quiso favorecer a los cristianos en los tiempos más calamitosos con uno de los mayores favores que dispensó jamás su divina misericordia. Este fue la traslación de la Santa Casa de Nazaret, donde se crió y habitó la santísima Virgen, al campo Lauretano por ministerio de los Ángeles, cuya historia, deducida de los autores que mejor escribieron, es como se sigue.
Después que nuestro Redentor Jesús redimió al mundo por medio de una muerte ignominiosa, y que por medio de su Resurrección y gloriosa Ascensión subió triunfante a los Cielos, quedó su santísima Madre triste, sola y desamparada. Eran ya memorables aquellos lugares y sitios de Jerusalén en donde su Hijo había hecho tantos milagros y había manifestado al mundo su doctrina. En todos ellos no veía otra cosa que la imagen de aquella muerte sangrienta con que habían quitado de en medio de los hombres al Hijo de sus entrañas. Para no ver tan funestas imágenes, se retiró a su casa de Nazaret, en donde habia sido criada, y en donde el divino Verbo habia bajado a tomar carne de sus entrañas purísimas. En esta mansion dichosa fue donde la visitaron los Apóstoles, donde la sirvió y cuidó el evangelista San Juan, y donde los primeros fieles celebraban los divinos misterios, viéndose en aquel corto recinto congregada muchas veces la augusta, la santa, la magnífica pero naciente Iglesia. Habiendo vivido la santa Virgen aquel tiempo que su Hijo juzgó necesario para que con su doctrina se arraigase más fuertemente el Evangelio, y con su presencia cobrasen nuevos ánimos los propagadores del Cristianismo, llegó aquella hora bienaventurada en que embriagada su alma santísima del amor de su Esposo, salió fuera de sí en un dulcísimo y soberano éxtasis, que la trasladó de la tierra al cielo, y solo con mucha impropiedad puede llamársele muerte. La santa casa en que se obraron tan grandes maravillas, que dió abrigo a Jesús, María y José, y cuyo terreno fue consagrado con la augusta presencia de tan grandes personajes, comenzó desde luego a recibir de los fieles aquella veneracion y respeto que de justicia se la debia. Es tradición que, aun viviendo la santísima Virgen en ella, fue consagrada por San Pedro en iglesia, y que el Príncipe de los Apóstoles y Vicario de Jesucristo celebró en ella el incruento sacrificio, dando el sagrado Cuerpo y Sangre de su hijo Jesús a su Madre Santísima, que le recibía en el adorable Sacramento con toda la ternura y devoción de su alma. Por esta causa, el altar interior que existe actualmente en la misma santa casa se llama Altar de San Pedro, aludiendo sin duda a esta tradición antigua.
Altar de San Pedro en la Santa Casa, donde el Príncipe Apostólico
ofrecía el Santo Sacrificio de la Misa para la Virgen Santísima y la
primera Iglesia
Así se fue conservando la veneración de aquella Santa Casa hasta principios del siglo tercero, en que, dada la paz a la Iglesia por Constantino el Magno, hubo ocasión de darle nuevo esplendor, siendo mayor la libertad de los cristianos para profesar su religión, y coadyuvando la piedad y grandeza de Constantino y de su madre Santa Elena. Establecida la corte, por lo respectivo a Oriente, de este Emperador en la nueva Roma edificada por él, y á la que dió el nombre de Constantinopla, que quiere decir, ciudad de Constantino, comenzó Santa Elena a dar una particular veneración a aquellos Santas Lugares en que había obrado nuestra redención Jesucristo. A la casa de Nazaret, como tan principal entre todos ellos, la cupo la suerte de ser erigida en templo, formando sus paredes alrededor de la Santa Casa, y en su frontispicio mandó poner esta inscripción: «Esta es el ara en la cual se puso el fundamento de la salud del hombre». En los primeros tiempos fue llamada esta iglesia la casa de la Encarnación, y duró en ella el fervor de los fieles como a un particular santuario de muchos siglos. San Jerónimo hace mención de esta iglesia en la epístola a Eustoquio por estas palabras: «Es Nazaret, en donde vivió Cristo, una aldea de Galilea cerca del monte Tabor, por lo cual Nuestro Señor Jesucristo se llamó Nazareno. Tiene una iglesia en el lugar en que entró el ángel a saludar a la santísima Virgen, y otra en donde Jesucristo fue criado».
En el año de 700 fue tomada Jerusalén por los sarracenos, y, en su consecuencia, fueron prostituidos todos los Santos Lugares. En el de 1050 ocuparon los turcos no solamente a Jerusalén, sino también toda la Siria; pero, formando Urbano II una liga de príncipes católicos para la recuperación de la Tierra Santa, concurrieron poderosos ejércitos de todas partes del mundo cristiano; y en el año de 1100 volvieron los cristianos a la posesión de Jerusalén y de la Siria. Sobrevinieron después los partos, y fue perdida otra vez Jerusalén, destruida y saqueada por aquellos bárbaros, sin que las lágrimas que derramaban los fervorosos cristianos al ver sus desacatos y crueldades lograsen piedad de sus corazones crueles. San Luis, rey de Francia, movido de su piedad y de las instancias del vicario de Jesucristo, juntó un ejército poderoso, y en el año de 1245 se embarcó con él para la Siria, con ánimo de libertarla del yugo de los infieles. En el año de 1268, Benedocdar, general del Sultán, tomó a Antioquía, habiendo matado al filo de la espada diez y siete mil cristianos, y reduciendo otros cien mil a miserable esclavitud. En el de 1289 acometió a Tiro y Sidón el Gran Sultán, habiendo tomado antes y destruido a Trípoli; y, obrando de acuerdo con él la facción de los gibelinos, le incitaron en el año 1291 a que tomase y destruyese a Ptolemaida, capital de la Fenicia, y único asilo que en aquellas partes tenían los católicos. Ejecutóse así, y perdieron los cristianos el reinado en la Siria, y toda la Palestina y Santos Lugares quedaron expuestos desde entonces a los desacatos de los infieles. Pagó bien el Sultán su atentado y temeridades; pues al año siguiente, cuando pensaba invadir a Chipre y hacerla esclava de su poder, fue asesinado de los suyos, perdiendo de un solo golpe la vida y el reino.
En esta última acción, contraria a los cristianos, quedó la casa de Nazaret expuesta a los ultrajes y abominaciones de una gente pérfida, enemiga del nombre de Cristo. Pero Dios, que quería que aquella adorable mansión en que había ejecutado las mayores obras su omnipotencia tuviese la veneración y culto que se le debían, dispuso otra obra no menos digna de su grandeza y poder, la cual fue la traslación de esta Santa Casa a tierra de cristianos. El día 9 de Mayo de 1291, bien fuese por un soberano decreto de su omnipotencia, o por ministerio de Ángeles, la Santa Casa de Nazaret fue arrancada de sus cimientos y trasladada a Tersato, lugar de Dalmacia. El descubrimiento de esta traslación fue prodigioso. Hallábase enfermo gravemente el párroco del territorio de Tersato, llamado Alejandro de Jorge; su enfermedad le había conducido a términos que ninguna esperanza había de que pudiese salvar la vida. Hacíanse todas las disposiciones para los funerales, y todos los asistentes y feligreses suyos le contaban ya por difunto. En este mismo tiempo ven que se levanta de la cama sano, robusto, y como si tal accidente hubiera tenido. Quédanse todos suspensos y pasmados al ver un caso tan maravilloso: todos acuden a él a preguntarle la causa, y a que les descifre quién ha sido el agente de tan grande maravilla. Entonces el párroco les anunció a todos cómo estando a los umbrales de la muerte se le había aparecido la Madre de Dios, le había avisado de cómo en un collado vecino estaba la Santa Casa de Nazaret que acababa de ser allí trasladada, y que, dicho esto, la santísima Virgen se había desaparecido, dejándole perfectamente sano y convalecido de su dolencia.
Santuario de Nuestra Señora de Tersato (Croacia), donde aterrizó la Santa Casa por primera vez
La relación de Alejandro causó no menos admiración en los que le oían que había causado el milagro de su salud repentina. Todos se encaminaron al collado inmediatamente, sin que quedase en la población de Tersato persona que no aspirase a ser el primer testigo de una tan grande misericordia de Dios. Quedaron todos admirados notablemente cuando, observando la celestial casita con atención, vieron al fin de ella una ventana cuadrada, que desde luego supusieron sería por donde entró el Ángel a anunciar a María la Encarnación del Verbo divino, y al testero de ella una chimenea en donde tantas veces se guarecían del frío y gastarían mucho tiempo en celestiales conversaciones Jesucristo, su Madre santísima, y su padre putativo San José. A un lado de la puerta en un rincón a la mano izquierda, hallaron también un vasar en donde encontraron algunos pocos platos y unas escudillas de barro en que tomaban su pobre alimento las tres augustas personas de esta Sagrada Familia. Es indecible la ternura, alegría, admiración, compunción, sobresalto, lágrimas y otros semejantes afectos que experimentó aquella venturosa gente. Dieron a Dios gracias infinitas por tamaño beneficio, y publicaron el caso por todas las regiones circunvecinas.
No
solamente los dálmatas, sino los eslavones, los croatas y los
habitantes de los países más remotos, venían en tropas a visitar aquella
bienaventurada habitación y honrarla con dones y votos, manifestando
una piedad verdaderamente cristiana. Pero muy en breve comenzó la
desconfianza de los hombres a manifestarse, dudando de la identidad de
la casa, y poniendo dificultades sobre la posibilidad del suceso. Para
desvanecer uno y otro pensaron los dálmatas enviar a Nazaret personas de
autoridad y fidedignas que, confrontando las medidas de la casa con los
cimientos que habían quedado en Nazaret, y examinando con sagacidad las
demás circunstancias de la traslación, declarasen, bajo juramento, si
ésta se había de tener por verdadera o por apócrifa. Enviáronse en
efecto tres sujetos de los más nobles y distinguidos de Dalmacia,
juntamente con el párroco Alejandro, los que, llegados a Nazaret,
hicieron una confrontación escrupulosa de las medidas y del tiempo, y
hallaron que todo probaba la identidad de la casa y la verdad de la
traslación.
Después
de esta averiguación era la Santa Casa venerada y frecuentada mucho más
de los fieles; pero, sin embargo, no tenía toda aquella veneración y
toda aquella seguridad que podría tener estando colocada en el seno de
la Iglesia. Por tanto, a los tres años y nueve meses de haber sido
trasladada a Tersato, quiso Dios hacer de esta santa casa una nueva
traslación, haciendo que sus santos Ángeles atravesasen con ella por los
aires el mar Adriático y la llevasen a la Marca de Ancona, colocándola
en una selva, cuatro millas distante de la ciudad de Recanate, y una del
mar. Sucedió esta segúnda traslación el día 10 de Diciembre de 1294, en
cuyo día la celebra la Iglesia. La selva en donde fue colocada la Santa
Casa era posesión de una noble señora de Recanate, llamada Laureta, de
cuyo nombre vino después a llamarse aquel famoso santuario Nuestra
Señora de Loreto. El concurso de peregrinos y de familias enteras que comenzaron a
frecuentar aquel sitio, viniendo en peregrinacion de las tierras más
remotas, hizo que se detuviesen allí varias familias, y formasen sus
habitaciones, de lo cual se formó una ciudad que se llamó Loreto, a la
que Sixto V rodeó de murallas. En este mismo recinto se dice tambien que
la Santa Casa mudó de situación por dos veces, la una para evitar que
los peregrinos fuesen asaltados de los asesinos y ladrones que se
ocultaban en la espesura de la selva, y la otra para cortar el pleito de
dos hermanos, los condes Simón y Esteban Rinaldo, que se disputaban mutuamente la posesion del terreno en
que eslaba la Santa Casa. Lo cierto es, que está situada en un terreno
ameno y fertilísimo, y de un aire saludable después que fue talada la
selva que la ceñía, y desecada una gran laguna que exhalaba vapores poco
sanos.
Imagen devota de Nuestra Señora de Loreto
Referir la grandeza de esta Santa Casa, la nobleza y majestad de su edificio, las inmensas riquezas con que la han enriquecido a porfía los Sumos Pontífices, los emperadores, los reyes, los cardenales y todas las personas poderosas del Universo, sería emprender un trabajo incapaz de reducirse a la estrechez de pocas páginas, y de poca utilidad para el principal fin que se intenta en la relación de estas festividades. Lo que más sorprende a cuantos visitan este gran santuario de la Cristiandad, es el rico e inmenso tesoro que posee de oro, plata y piedras preciosas, en tanta copia, que con dificultad se encontrará en el mundo otro sitio en donde se vean juntas tantas preciosidades. El señor Felipe IV, rey de España, dio a Ntra. Señora un vestido con cincuenta y ocho botones y ciento doce alamares, todo de oro vaciado, y engastados en diferentes partes del vestido seis mil cincuenta y cuatro diamantes, muchos de ellos de una magnitud y brillantez asombrosa. La señora duquesa de Uceda regaló a María Santísima un globo, un gran racimo o montón de diamantes, rubíes y esmeraldas, todo cuajado de oro, y sobre él un pelícano formado de un gran rubí en ademán de herirse el pecho para alimentar a sus hijos. Es verdad que este santuario es también el más digno de cuantos hay en el mundo por las grandes obras que en él se hicieron. En esta Santa Casa fue concebida sin pecado original, nacida y educada la siempre Virgen María. En ella vivió por espacio de muchos años con su santo esposo José. En esta casa recibió esta santa Doncella aquella augusta embajada de toda la Santísima Trinidad, por medio del Arcángel San Gabriel, a la cual, dando su consentimiento, el Verbo divino se hizo hombre en sus purísimas entrañas, que es la obra mayor de la Omnipotencia Divina. Dicho esto, se deja conocer fácilmente la multitud de prerrogativas, gracias y dones que le son debidos por haberse obrado en ella tantos y tan grandes misterios, y con cuánta razón y justicia celebra la Iglesia de España esta festividad, convidando a los fieles a que testifiquen su agradecimiento al Dios de las misericordias por medio del culto y veneración que tributen a esta Santa Casa.
PADRE JUAN CROSSET SJ. Año Cristiano - Diciembre (Traducción de Fray Pedro Centeno y Fray Juan de Rojas OSA). Barcelona, Librería Religiosa, 1863.
ORACIÓN
Oh Señor, Dios nuestro, que por el Misterio de la Encarnación del Verbo
os dignásteis consagrar la Casa Santa de la Bienaventurada Virgen María,
disponiendo además fuese milagrosamente colocada en el seno de tu
Iglesia: concédenos, que segregados del gremio de los pecadores, nos
hagamos dignos habitadores de tu Casa Santa. Por J. C. N. S. Amén.
En Rusia hay un icono de la Madre de Dios que se conoce como «Подательница ума» (Iluminadora de la mente o) «Прибавление ума» (Adición de la mente), que es celebrado el 15 de Agosto (28 en el calendario gregoriano) y ayuda a obtener éxito en el año escolar, salir de una enfermedad mental o esclarecer dudas (el autor, un iconógrafo del siglo XVII, lo escribió en acción de gracias porque la Virgen lo sanó de la locura que le produjo el no poder entender la reforma del patriarca Nikón). Según el arqueólogo ruso Andréi Alexandróvic Titov, es la misma imagen de la Virgen que se venera en Loreto, y que los rusos desde el siglo XVI sabían de la traslación de la Santa Casa de Nazaret.
ResponderEliminarORACIÓN A LA MADRE DE DIOS DEL ICONO «ILUMINADORA DE LAS MENTES»
¡Oh Virgen Bendita! ¡Tú eres la Novia de Dios Padre y la Madre de su divino Hijo Jesucristo! Tú eres la Reina de los Ángeles y la salvación del pueblo, la acusadora de los pecadores y la castigadora de los apóstatas. Ten piedad de nosotros también, que hemos pecado gravemente y no hemos cumplido los mandamientos de Dios, que hemos roto los votos del bautismo y los votos monásticos, y muchos otros votos que hemos prometido cumplir. Cuando el Espíritu Santo se apartó del rey Saúl, entonces el miedo y el desánimo lo atacaron, y la oscuridad de la desesperación y el estado sombrío del alma lo atormentaron. Ahora nosotros también, por nuestros pecados, hemos sido privados de la gracia del Espíritu Santo. La mente está llena con vanidad de pensamientos, el olvido de Dios ha oscurecido nuestras almas, y ahora brota todo tipo de tristeza, pena, enfermedad, odio, maldad, enemistad, venganza, gloating y otros pecados. Y sin alegría y consolación, te llamamos, oh Madre de Jesucristo nuestro Dios, para que deteniendo a tu Hijo perdone todos nuestros pecados, y nos envíe el Espíritu Consolador, como Él lo envió a los Apóstoles, y siendo confortados e iluminados por Él, cantemos un himno de agradecimiento para Ti: Salve, Santísima Madre de Dios, que agregaste nuestra mente a la salvación. Amén.