Meditaciones dispuestas
por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español, publicadas
en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859. Imprimátur por D.
Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador del Obispado de
Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 46.ª (DÍA SÉPTIMO INFRAOCTAVA DE LA EPIFANÍA): De la morada de Jesús en Nazaret.
El
evangelista San Lucas hablando de la permanencia de Jesús en Nazaret
dice: «Y Jesús crecía en sabiduría y en edad, y en gracia delante de
Dios y de los hombres» (San Lucas II). Así como Jesús iba creciendo en
edad, así crecía en sabiduría; no porque con los años fuese adquiriendo
mayor conocimiento de las cosas como nos sucede a nosotros, pues que
desde el primer momento de su vida Jesús estuvo lleno de toda la ciencia
y sabiduría divina, «estando escondidos en Él todos los tesoros de la
«sabiduría y de la ciencia», según San Pablo Pero se dice que crecía
porque iba con la edad siempre manifestando más su sublime sabiduría.
Del mismo modo se entiende también que Jesucristo crecía en gracia
delante de Dios y de los hombres; pues en cuanto Dios, aunque todas sus
acciones divinas no le hiciesen más santo ni le aumentasen mérito,
estando desde el principio en su plenitud; no obstante las operaciones
del Redentor eran por sí todas suficientes para acrecentarle la gracia y
el mérito. Crecía además en la gracia delante los hombres, aumentándose
su hermosura y amabilidad. ¡Oh, y cómo se mostraba siempre más precioso
Jesús y más amable en su juventud, haciendo conocer de cada día más las
bellas cualidades por las que debía ser amado! ¡Con qué alegría el
santo jovencito obedecía a María y a José! ¡Con qué recogimiento de
espíritu trabajaba! ¡Con qué parsimonia y modestia se alimentaba! ¡Con
qué compostura hablaba!, ¡con qué dulzura y afabilidad conversaba con
todos! ¡Con qué devoción oraba! En suma, toda acción, toda palabra, todo
movimiento de Jesucristo enamoraba y hería el corazon de cuantos le
contemplaban, y especialmente de María y de José que tuvieron la dicha
de tenerle siempre al lado. ¡Oh, y cómo estaban los santos Esposos
siempre atentos a contemplar y admirar todas las operaciones, las
palabras y los gestos de aquel Hombre Dios!AFECTOS Y SÚPLICAS
Creced,
pues, amado Jesús, creced por mí. Creced para enseñarme con vuestros
divinos ejemplos todas las virtudes. Creced para consumar el gran
sacrificio sobre la Cruz, del cual depende mi salvación eterna. ¡Ah!
Haced, oh mi Señor, que yo tambien crezca siempre en vuestro amor y en
vuestra gracia. ¡Miserable de mí, que hasta aquí he crecido siempre en
ingratitud hacia Vos, que tanto me habéis amado! En adelante haced que
suceda todo lo contrario: Vos sabeis mi debilidad y habeis de darme luz y
fuerza. Hacedme conocer las bellas prendas que tenéis para ser amado.
Sois un Dios de infinita hermosura y bondad, que no habeis rehusado
bajar a esta tierra y haceros hombre por nosotros, llevando una vida
humilde y penosa, terminándola despues con una muerte cruel. Y ¿dónde
podíamos encontrar un objeto más amable y más amante que Vos?
¡Insensato!, en el tiempo pasado no he querido conoceros, y por esto os
he perdido. De ello os pido perdón, lo detesto con toda el alma, y
resuelvo ser todo vuestro. Pero Vos ayudadme, recordadme siempre la vida
trabajosa y la muerte amarga que habéis sufrido por mi amor. Dadme,
pues, luz y dadme fuerza. Cuando el demonio me presente algún fruto
vedado, hacedme fuerte para despreciarlo; no permitáis que por cualquier
vil y momentáneo interés os pierda yo, bien infinito. Os amo, Jesús
mío, muerto por mí: os amo, bondad infinita: os amo, enamorado de mi
alma. María, Vos sois mi esperanza; por vuestra intercesión confío amar
de hoy en adelante para siempre a mi Dios, y de no amar a otro que a
Dios.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)