Advertimos al lector que con este artículo NO PRETENDEMOS DE NINGUNA MANERA ATACAR LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ (que es, después de la devoción a Nuestro Señor y a María Santísima, la más excelente y recomendada por los santos y los Papas), sino DENUNCIAR CÓMO LOS MODERNISTAS QUISIERON VALERSE DE ÉL PARA ATACAR EL BIMILENARIO CANON DE LA MISA TRADICIONAL.
Algunos Católicos ignorantes y proto-modernistas estuvieron intentando presionar la adición del nombre de San José al Sagrado Canon de la Misa en la segunda mitad del siglo XIX (aunque ya desde 1815 se reportan ciertas peticiones al respecto, y fueron denegadas por el Papa Pío VII el 16 de Septiembre de ese año mediante el decreto “Pia devotióne moti”), cuando el culto de San José experimentó un gran crecimiento. En esencia ellos sostenían que los Apóstoles dejaron algo fuera de la verdadera Misa de Cristo, a veces llamada la Misa de San Pedro, la Misa Latina Tradicional. En esa oportunidad, el Papa Pío IX les dio la respuesta correcta que un Papa Católico les podía dar, siguiendo la Tradición Apostólica: «Sólo soy el Papa. ¿Qué poder tendría yo para tocar el Canon?».
Su sucesor, el Papa León XIII, fue un gran devoto de San José, y en 1892 tildó de abominación cualquier cambio al Sagrado Canon, citando la Tradición de la Iglesia que el Canon Apostólico no se debe tocar. Nuevamente, en 1908, una petición fue firmada por más de 900 prelados pidiendo específicamente que «el venerable nombre de José, como Supremo Patrono de la Iglesia Católica, sea invocado después de la Madre de Dios, en el Confíteor, el Ofertorio, el Canon y la Comunión de la Misa». A pesar del número y prominencia de los peticionarios, y de 31 “tesis teológicas confirmadas” en esta petición, el Papa San Pío X se rehusó categóricamente a violar la Sagrada Tradición.
Pío IX actuó en forma Católica. Él extendió a la universalidad de la Iglesia Católica la fiesta del Patronato de San José el 10 de Septiembre de 1847 por el decreto “Ínclytus Patriárcha Joseph”, y el 8 de Diciembre de 1870, declaró solemnemente con el decreto “Quemadmódum Deus” que San José es el Patrono de la Iglesia Católica y elevó su fiesta del 19 de Marzo al rango de Doble de Primera Clase (pero sin Octava, por causa de estar dentro de la Cuaresma). Pero nunca se atrevió a modificar el Sagrado Canon.
Su sucesor, el Papa León XIII, fue un gran devoto de San José, y en 1892 tildó de abominación cualquier cambio al Sagrado Canon, citando la Tradición de la Iglesia que el Canon Apostólico no se debe tocar. Nuevamente, en 1908, una petición fue firmada por más de 900 prelados pidiendo específicamente que «el venerable nombre de José, como Supremo Patrono de la Iglesia Católica, sea invocado después de la Madre de Dios, en el Confíteor, el Ofertorio, el Canon y la Comunión de la Misa». A pesar del número y prominencia de los peticionarios, y de 31 “tesis teológicas confirmadas” en esta petición, el Papa San Pío X se rehusó categóricamente a violar la Sagrada Tradición.
Pío IX actuó en forma Católica. Él extendió a la universalidad de la Iglesia Católica la fiesta del Patronato de San José el 10 de Septiembre de 1847 por el decreto “Ínclytus Patriárcha Joseph”, y el 8 de Diciembre de 1870, declaró solemnemente con el decreto “Quemadmódum Deus” que San José es el Patrono de la Iglesia Católica y elevó su fiesta del 19 de Marzo al rango de Doble de Primera Clase (pero sin Octava, por causa de estar dentro de la Cuaresma). Pero nunca se atrevió a modificar el Sagrado Canon.
Fue el Antipapa Roncalli/Juan XXIII bis quien, con el decreto “Novis hisce tempóribus” del 13 de Noviembre de 1962, violó la Tradición Apostólica y el Sagrado Canon Apostólico añadiendo el nombre de San José a la Misa de 1962 ideada por el modernista y masón Anníbale Bugnini (sí, la misma que Ratzinger/Benedicto llama con el erróneamente teológíco término de “Extraordinaria”). Esa Misa corrompida se ha convertido en la “Forma Extraordinaria” de la Misa de la Iglesia Conciliar, simulada inválidamente no por sacerdotes Católicos ordenados con el Rito Tradicional por obispos Católicos tradicionales, sino por presbítero Novus Ordo “instalados” con el Rito Montiniano por obispos inválidos e ilegítimos. Y no lo hizo por su devoción personal (como repiten muchos historiadores y sus hagiógrafos), sino como monumento de haberlo erigido como Patrono del Concilio.
Communicántes en el Misal Carmelitano descalzo (edición de 1950), con la adición del nombre de San José en fecha posterior.
Más recientemente, el 19 de Junio de 2013, por iniciativa del Antipapa Benedicto XVI (y su sucesor, Francisco Bergoglio, quien finalmente lo decretó), la conciliar Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos aprobó con el decreto “Patérnas vices” extender la invocación del nombre de San José a los otros cánones de la Misa Novus Ordo de 1969 (la que, en oposición a su antecesor inmediato, se llama “Forma Ordinaria”), presidida por presbíteros Novus Ordo “instalados” con el Rito Montiniano por obispos inválidos e ilegítimos “instalados” a su vez con el mismo ceremonial. De todos modos, esto es una prueba más de que el Novus Ordo Missæ es NULO E INACEPTABLE ante Dios, ya que cada quien le añade, le quita y le modifica ad líbitum (a su gusto).
Pudiera uno preguntarse ¿Por qué el nombre de San José no era parte de la Misa Tradicional en los tiempos Apostólicos? La respuesta es obvia: San José es el último Patriarca del Antiguo Testamento. Él no vivió para ver la muerte de Nuestro Señor en la Cruz (que es el punto inicial del Nuevo Testamento). Por eso, en la Letanía de los Santos, se lo menciona después de San Juan Bautista:
Pudiera uno preguntarse ¿Por qué el nombre de San José no era parte de la Misa Tradicional en los tiempos Apostólicos? La respuesta es obvia: San José es el último Patriarca del Antiguo Testamento. Él no vivió para ver la muerte de Nuestro Señor en la Cruz (que es el punto inicial del Nuevo Testamento). Por eso, en la Letanía de los Santos, se lo menciona después de San Juan Bautista:
℣. Sancte Joánnes Baptísta.
℟. Ora pro nobis.
℣. Sancte Joseph.
℟. Ora pro nobis.
℣. Omnes sancti Patriárchæ et Prophétæ.
℟. Oráte pro nobis.
En la oración Communicántes de la Misa Tradicional, después de la Bienaventurada Virgen María (que estuvo presente al pie de la Cruz), se invoca a los Apóstoles y a otros doce santos mártires, así:
«Communicántes, et memóriam venerántes, in primis gloriósæ semper Vírginis Maríæ, Genetrícis Dei et Dómini nostri Jesu Christi: sed et beatórum Apostolórum ac Mártyrum tuórum, Petri et Pauli, Andréæ, Jacóbi, Joánnis, Thomæ, Jacóbi, Philíppi, Bartholomǽi, Matthǽi, Simónis et Thaddǽi: Lini, Cleti, Cleméntis, Xysti, Cornélii, Cypriáni, Lauréntii, Chrysógoni, Joánnis et Pauli, Cosmæ et Damiáni: et ómnium Sanctórum tuórum; quorum méritis precibúsque concédas, ut in ómnibus protectiónis tuæ muniámur auxílio. Per eúndem Christum Dóminum nostrum. Amen».Que traduce:
«Unidos por la comunión de los Santos y honrando primeramente, la memoria de la gloriosa siempre Virgen María, Madre de Jesucristo, Señor y Dios nuestro, y la de tus bienaventurados Apóstoles y Mártires: Pedro y Pablo, Andrés, Santiago, Juan, Tomás, Santiago, Felipe, Bartolomé, Mateo, Simón y Tadeo, Lino, Clemente, Sixto, Cornelio, Cipriano, Lorenzo, Crisógono, Juan y Pablo, Cosme y Damián, y de todos tus Santos; te pedimos, por sus meritos e intercesión, nos concedas ser fortalecidos en todo con el auxilio de tu protección. Por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén».Todos los santos mencionados en la oración arriba citada tienen en común que todos fueron mártires, todos murieron antes de terminar el siglo IV, y todos fueron especialmente venerados en Roma. A la Santísima Virgen, aun cuando en la realidad no murió como mártir (y no podía morir en manera alguna, desde luego), se le da el título de Reina de Mártires, ya que siete espadas dolorosas atravesaron su corazón (y como enseñan Dionisio Cartujano, Pelbarto de Temesvár, Ambrosio Catarino y Santo Tomás de Aquino, basta para adquirir la palma del martirio obedecer ofreciéndose a sufrir por Cristo y su Iglesia un dolor capaz de causar la muerte –aunque ésta no se dé–). San José, en cambio, no fue mártir, por tanto, la Iglesia no lo colocó en el Canon.
Reiteramos que DE NINGUNA MANERA ESTAMOS ATACANDO LA DEVOCIÓN A SAN JOSÉ (que es, después de la devoción a Nuestro Señor y a María Santísima, la más excelente y recomendada por los santos y los Papas), sino que DENUNCIAMOS CÓMO LOS MODERNISTAS QUISIERON VALERSE DE ÉL PARA ATACAR EL BIMILENARIO CANON DE LA MISA TRADICIONAL.
El Padre Wiltgen nos cuenta cómo se insertó el nombre de San José en el Canon de la Misa:
ResponderEliminarEl último orador en tomar la palabra el 30 de octubre de 1962 fue Monseñor Sansierra, obispo auxiliar de San Juan de Cuyo en Argentina. Expresó la esperanza de que no se olvidaría “el deseo que tienen un gran número de obispos y sacerdotes” de ver el nombre de San José en el canon de la Misa.
El 5 de noviembre, la misma petición fue hecha, aunque con más detalles, por Monseñor Cousineau, obispo de Cap Haïtien, en Haití, antiguo superior del Oratorio de San José en Montréal, el cual solicitó que “el nombre de San José, esposo de la Santísima Virgen María, sea introducido en la Misa cada vez que se mencione el de la Santísima Virgen”.
Al final de la décimo octava congregación general, tenida el 13 de noviembre, el cardenal secretario de Estado hizo una declaración a este respecto. Dijo que el Santo Padre deseoso de conformarse al voto “manifestado por numerosos Padres conciliares”, había decidido insertar el nombre de San José en el Canon de la Misa, inmediatamente después del de la Santísima Virgen María.
Esta medida debía servir en adelante para recordar que San José había sido el Patrono del Concilio Vaticano Segundo. “Esta decisión del Santo Padre –añadió el Cardenal– entrará en vigor el próximo 8 de diciembre y mientras tanto la Sagrada Congregación de Ritos preparará los documentos necesarios”.
El cardenal Montini debía decir más tarde que esta iniciativa inesperada había sido “una sorpresa dada al Concilio por el Papa”.
Este decreto no era sino el resultado de campañas, esporádicas pero intensas, llevadas a cabo desde 1815: cientos de miles de firmas de obispos y de laicos habían llegado al Vaticano.
Esas campañas habían sido especialmente intensas cuando se anunció la convocatoria del primer Concilio Vaticano por Pío IX y la del segundo Concilio Vaticano por Juan XXIII.
La principal responsabilidad de la medida tomada por Juan XXIII incumbía, sin embargo, a los Padres de la Santa Cruz Roland Gauthier y Guy Bertrand, directores del centro de investigación y documentación del Oratorio de San José de Montréal, que en 1961 habían escrito un folleto de 75 páginas en el que se reseñaba la historia de estas campañas. En él se exponía cómo la inserción del nombre de San José después del de la Santísima Virgen María en el Canon de la Misa tendría como efecto, doctrinal y litúrgicamente, el reconocimiento oficial de la preeminencia de la santidad de San José sobre la de todos los santos, excepto María.
A mitad de marzo de 1962, habían sido remitidos seis volúmenes de peticiones firmadas por 30 cardenales, 436 patriarcas, arzobispos y obispos y 60 superiores generales a Juan XXIII, quien, después de haber examinado las firmas, dijo: “Algo se hará por San José”.
El 13 de noviembre se anunció en el aula conciliar “la soberana decisión” de Juan XXIII.
Ese mismo día un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos, firmado por el Cardenal Larraona, prefecto, y Monseñor Dante, secretario, la hacía pública y obligatoria.
Fue ésta la única modificación que se hizo a la edición típica del Misal Romano de 1962 hasta la reciente de Benedicto XVI cambiando el formulario de la oración solemne del Viernes Santo por los judíos.
Fuente: https://radiocristiandad.wordpress.com/2010/05/27/el-misal-de-san-pio-v-2da-parte-especial-de-radio-cristiandad-con-el-p-ceriani/