Tomado de CATÓLICOS ALERTA.
«Estará
 borracho, pero no por eso deja de ser mi padre». Así justifican algunos
 católicos desorientados su adhesión a los recientes jefes vaticanos. 
Como el mal hijo de Noé se burló de su embriaguez involuntaria y sus 
buenos hijos la disimularon, así un buen católico debería disimular la 
conducta desordenada de los recientes jefes vaticanos y permanecerles 
leal y no exponer sus vergüenzas. Pero la «embriaguez» de los recientes 
jefes vaticanos no es meramente personal, accidental y pasajera: es 
gubernamental, fundamental, y permanente, y efectúa el envenenamiento de
 los intelectos y la muerte de las almas. Proteger y respetar ese 
alcoholismo crea problemas de conciencia. Además, los sujetos de ese 
alcoholismo están privados de la paternidad espiritual con que se 
pretende justificar esa discreción disimuladora.
I. Los nuevos jefes vaticanos carecen ciertamente de lo que los constituiría en Padres de los católicos.
La
 paternidad biológica es irreversible; pero no puede decírselo mismo de 
la paternidad espiritual ni de una potestad administrativa dada por 
Dios, pues se fundan en un parentesco espiritual y en una transmisión y 
protección de vida espiritual que puede faltar y hasta puede constatarse
 categóricamente que falta. Esto puede comprenderse del otro lado de la 
relación. Un hombre que tiene la Fe Católica por mucho que peque es hijo
 de la Iglesia, aunque precario, malo o muerto. Pero un hombre que no 
tiene la Fe Católica, no puede ser hijo de la Iglesia de ninguna manera.
 ¡Menos todavía puede ser Cabeza de la Iglesia y Padre de los creyentes!
El
 Doctor Angélico nos señala en su tratado sobre el Decálogo anota que 
los apóstoles y los maestros de Fe son verdaderos padres y dadores de 
vida en sentido espiritual, y se apoya en dos pasajes escriturísticos:
- yo soy el que os he engendrado en Jesucristo por medio del Evangelio. [1]
 - Alabemos a los varones ilustres, a nuestros mayores, a quienes debemos el ser. [2]
 
La
 razón de ser del Orden Sagrado es que la Iglesia tenga multiplicación y
 gobierno. [3] Del Orden Sagrado dependen por lo pronto los 
importantísimos sacramentos de la Eucaristía y la Confesión; también la 
preservación y propagación ordenada, ordinaria, e idónea, de la Doctrina
 Católica, y todo lo mucho que de ella depende en lo político, cultural,
 y familiar. Pero en la cumbre del Orden Sagrado está el Papa. Por ende 
el Papa concentra, al menos de manera funcional, pero no por cierto 
superflua, toda la paternidad espiritual del sacerdocio. Un Papa es nada
 menos que un personaje público en quien Cristo encabeza todo lo que 
ocurre visiblemente en su Iglesia: jerarquía, legislación, magisterio.
Si
 un hombre niega y ataca la Fe Católica y la Iglesia Católica en su 
propia constitución, ¿cómo podría tener el encargo divino de hacer de 
«Padre de los católicos»? ¿A quién o a qué da la vida? ¿A quién o a qué 
mantiene?
El
 padre espiritual y doctrinario de los católicos en la tierra jamás 
puede malearse en su encargo divino de sostener la constitución visible y
 la Fe invisible de toda la Iglesia, ni puede jamás transmitir a sus 
hijos vida mala, y menos aún muerte, ni sostener su disgregación.
El
 Papa coincide nada menos que con Dios en paternidad espiritual sobre la
 Iglesia. Por lo que respecta a la vida de la Iglesia, tratándose de la 
invisible, Dios es su Padre en sí mismo, y tratándose de la visible, 
Dios es su Padre en el Papa.
Por
 ende, cada jefe vaticano que fomente el anticatolicismo, no es un mal 
padre, sino un padre falso de los católicos, y el padre de una familia 
anticatólica.
II. Los nuevos jefes vaticanos son diabólicos y enemigos de la Iglesia.
El
 profeta Daniel [4] predijo que el diablo, en figura de macho cabrío, 
quitaría el sacrificio perenne y abatiría el lugar de su santificación. 
Esto fue cumplido por P6, JP1, JP2 y ahora B16.
Los
 católicos nunca pueden ser hijos de un macho cabrío ni del diablo. Lo 
son los judíos malos: «Vosotros tenéis por padre al diablo, y así 
queréis satisfacer los deseos de vuestro padre». [5]
Mal
 seríamos seguidores de Cristo y de la Iglesia si tuviéramos por padre 
propio a un jefe vaticano ecumenista, independientemente de que queramos
 o no satisfacer sus deseos. Porque ellos quitan el sacrificio perenne y
 abaten el lugar de la santificación, y así, pues, ejecutan obras 
extremadamente diabólicas contra la vida de los católicos y hasta contra
 su existencia como tales.
El
 Padre eclesiástico dado por Dios a los católicos no puede impedir y 
menos destruir la transmisión principal de vida a los católicos, que es 
la Doctrina y la Misa.
La
 cuestión papal se comprende mejor a partir de la esencia de la Iglesia y
 a partir de la función hacia la Iglesia, en la Iglesia y sobre la 
Iglesia que Dios dio a un Papa.
III. Bajo los nuevos jefes vaticanos las almas se ven en dificultades para hacerse católicas o seguir siéndolo.
San
 Juan dice [6] que la cabeza invisible de la Iglesia dio poder de llegar
 a ser hijos de Dios a todos los que creen en su nombre.
Pero nadie puede creer en el nombre de Jesús sino a partir de la Iglesia, a través de la Iglesia, y adentro de la Iglesia.
Por
 un lado, la Cabeza invisible de la Iglesia dio a una determinada 
persona un poder que corresponde a aquel universal y condicional. En 
efecto, Cristo dio al Papa el poder de apacentar su Iglesia, y no 
cualquier medida de ese poder, sino su plenitud, como lo enseñan los 
concilios florentino y vaticano primero y único. Si un jefe de estado 
vaticano emplea, y por lo tanto tiene, un poder contrario a ese, su 
poder de apacentar la Iglesia no puede ser pleno y estaría al menos 
recortado. Pero el poder de un Papa de apacentar la Iglesia no puede ser
 menos que pleno, puesto que un tal poder no puede tener otra medida que
 la que Cristo le adjuntó para la firmeza de la Iglesia. Faltando el 
poder de apacentar la Iglesia en cuanto pleno, falta en absoluto, y 
falta así un Papa o Santo Padre.
Quien
 cree en Jesús —no de cualquier modo, sino como Dios lo ha requerido, es
 decir, según Su Iglesia— recibe el poder de llegar a ser hijo de Dios. 
¿Cómo podría esto ocurrir bajo un jefe de estado vaticano que, al 
contrario de transmitir los medios visibles de la vida divina, los 
destruye, y obstruye al máximo la vida visible de la Iglesia que sigue a
 Dios?
No, es tan imposible que sean nuestros padres, como lo es que Dios pueda engendrar o fundamentar maldad, falsedad, y extravío.
PATRICIO SHAW
NOTAS
[1] 1 Cor 4, 15.
[2] Eclo. 44, 1.
[3] Super Sent., lib. 4 d. 24 q. 1pr.
[4] Dn 8, 11.
[5] Jn 8, 44.
[6] Jn 1, 12.
Pero la «embriaguez» de los recientes jefes vaticanos no es meramente personal, accidental y pasajera: es gubernamental, fundamental, y permanente...
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