«Haga cada uno lo que les es propio, trabaje con sus manos como lo hemos ordenado» (1 Tesalonicenses 4, 11).
San Eligio (más conocido como Eloy), nacido cerca de Limoges hacia el año 590 fue, primeramente, orfebre. Hizo dos tronos para Clotario II con el oro destinado para uno solo y esta probidad le valió el puesto de platero del rey. Nombrado obispo de Noyon, en el año 640, nunca iba a la corte de Dagoberto sin haber orado, y un cortejo de pobres lo seguía. Sus austeridades, sus lágrimas, sus milagros y sus predicaciones sobre los cuatro fines del hombre convirtieron a una muchedumbre de idólatras. Murió en el año 659.
MEDITACIÓN SOBRE EL TRABAJO
I. El hombre ha nacido para trabajar. Mandó Dios a Adán que cultivase la tierra, y nadie, sea cual fuese su posición, escapa a la ley del trabajo. Imita a Jesucristo que trabajaba con San José en el taller de Nazaret; es el medio para hacerte agradable a Dios, útil a los demás y a ti mismo. «Quien trabaja, decían los Padres del desierto, no tiene para combatir sino al demonio de la ociosidad; el que está ocioso, es tentado por todos los otros demonios, porque la ociosidad es la madre de todos los vicios».
II. Trabaja como hacía San Eligio, ofreciendo a Dios tu trabajo al comienzo del día y de cada una de tus acciones. De tiempo en tiempo renueva esta intención; si hay algo que sufrir, ofrécelo a Jesús crucificado. Terminada tu tarea, examínate y pide perdón a Dios por las faltas que hayas cometido: he aquí el medio para santificar tu trabajo y acumular méritos para la eternidad. Hazlo así en todas tus ocupaciones, tanto corporales como espirituales, sean las que fueren.
III. No emprendas demasiadas cosas; el exceso de trabajo es tan contrario a la salud como la ociosidad. En efecto, traba tu espíritu con infinidad de afanes que ahogan la devoción y te privan de todo tiempo para pensar en Dios. Recuerda siempre que una sola cosa es necesaria: trabajar en tu salvación. ¿Cómo lo haces tú? «Buscas las riquezas, y aunque mucho te hayas afanado, tal vez no las encontrarás; pero a Dios, lo encontrarás siempre que quieras» (San Agustín).
El recogimiento. Orad por los que os gobiernan.
ORACIÓN
Haced, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad del bienaventurado Eligio, vuestro confesor pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)