El famoso comunicado de la Conferencia Episcopal Panameña del 14 de Septiembre pretendidamente alertando sobre la Fraternidad San Pío X, aparentemente había salido como respuesta para distraer a la opinión pública sobre la reciente condena en sede judicial seglar a un presbítero conciliar.
Sucedió que el 18 de Agosto, después de cuatro días de vista, el presbítero Arístides Rodríguez Otero (foto), de 60 años de edad y perteneciente a la diócesis de David (la del cardenal José Luis Lacunza Maestrojuan OSA, uno de los firmantes del comunicado), fue condenado por el Tribunal de Juicio de la provincia de Chiriquí a 30 años de prisión por los delitos de Exhibicionismo obsceno (12 años), Actos libidinosos (6 años) y Violación sexual agravada (12 años) contra su menor sobrino y ahijado, cometidos en el año de 2020.
Rodríguez Otero, miembro del movimiento Encuentro Matrimonial Mundial, fue párroco de Nuestra Señora de los Ángeles en Gualaca, donde era conocido por los lugareños como “El cura casamentero” por su afán de casar a los que vivían en concubinato. Fue detenido en Abril de 2021, luego que la madre del menor lo denunciara al ver comportamientos extraños en su hijo, quien le contó los vejámenes a que era sometido por el presbítero.
El fiscal del caso, Ricardo Jurado dijo que se ha logrado una condena ejemplar. Rodríguez Otero (que había sido apartado de sus funciones por el cardenal Lacunza) fue además condenado a inhabilitación de funciones públicas en lugares con niños por 30 años después de cumplida la pena principal [Parte de la información para este Comentario proviene de La Prensa (Panamá) y La Prensa Gráfica (El Salvador)].
Católicos tradicionales, los obispones de Panamá habían creído que con el comunicado del 14 de Septiembre, los panameños iban a olvidar fácilmente el escándalo que dio uno de sus presbíteros corruptos. Pero como se vio, no hay nada oculto que no llegue a saberse, y se deja ver que son encubridores y corruptos también. Ellos deberían, por sus crímenes y apostasías, colgarse una piedra de molino y arrojarse al mar (cf. San Mateo XVIII, 6).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)