Vexílla Regis

Vexílla Regis
MIENTRAS EL MUNDO GIRA, LA CRUZ PERMANECE

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER

LOS QUE APOYAN EL ABORTO PUDIERON NACER
NO AL ABORTO. ELLOS NO TIENEN LA CULPA DE QUE NO LUCHASTEIS CONTRA VUESTRA CONCUPISCENCIA

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN

NO QUEREMOS QUE SE ACABE LA RELIGIÓN
No hay forma de vivir sin Dios.

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

ORGULLOSAMENTE HISPANOHABLANTES

lunes, 3 de noviembre de 2025

PRÉVOST, COMO BERGOGLIO: «¿MARÍA CORREDENTORA?, ¡NO!»


Fuentes cercanas a Messa in Latino obtuvieron el texto (obviamente en italiano, el idioma de la Curia vaticana moderna) de “Mater Pópuli Fidélis: Nota doctrinal sobre algunos títulos marianos referidos a la participación de María en la obra de la salvación”, redactada por el cardenal Víctor Manuel “Tucho” Fernández Martinelli y que se presentará mañana martes 4.
  
Como se había anticipado, el documento le cerró la puerta a reconocerle el título de Corredentora a la Santísima Virgen María. Si no, mirar los párrafos 17 a 22 (traducción no oficial):
Corredentora
17. El título de Corredentora aparece en el siglo XV como una corrección de la invocación de Redentora (abreviatura de Madre del Redentor) que María venía recibiendo desde el siglo X. San Bernardo le asigna a María un papel al pie de la Cruz, lo que da origen al título de Corredentora, título que encontramos por primera vez en un himno anónimo del siglo XV en Salzburgo [31]. Si bien el título de Redentora se conservó durante los siglos XVI y XVII, desapareció por completo en el siglo XVIII, siendo reemplazado por el de Corredentora. La investigación teológica sobre la cooperación de María en la Redención, durante la primera mitad del siglo XX, condujo a una comprensión más profunda del título de Corredentora [32].

18. Algunos pontífices han utilizado este título sin detenerse a explicarlo [33]. Generalmente, lo han presentado de dos maneras distintas: en relación con la maternidad divina, puesto que María, como madre, hizo posible la Redención realizada por Cristo [34]; y en referencia a su unión con Cristo junto a la Cruz redentora [35]. El Concilio Vaticano II evitó el uso del título Corredentora por razones dogmáticas, pastorales y ecuménicas. San Juan Pablo II lo utilizó, al menos en siete ocasiones, vinculándolo sobre todo al valor salvífico de nuestro sufrimiento ofrecido junto con el de Cristo, a quien María se une especialmente bajo la Cruz [36].

19. En la Feria IV del 21 de febrero de 1996, el Prefecto de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el Cardenal Joseph Ratzinger, al ser preguntado sobre si era aceptable la petición del movimiento Vox Pópuli Maríæ Mediatríci de una definición del dogma de María como Corredentora o Mediadora de todas las gracias, respondió en su voto particular lo siguiente: «Negativo. El significado preciso de los títulos no está claro y la doctrina contenida en ellos no está madura. Una doctrina definida de fide divína pertenece al depósitum fídei, es decir, a la revelación divina transmitida en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica. Aún no está claro cómo se presenta la doctrina expresada en los títulos en la Sagrada Escritura y en la tradición apostólica» [37]. Posteriormente, en 2002, expresó públicamente su opinión en contra del uso de este título: «La fórmula “Corredentora” se aleja demasiado del lenguaje de la Sagrada Escritura y la patrística, y por lo tanto causa malentendidos… Todo proviene de Él, como afirman sobre todo las Cartas a los Efesios y a los Colosenses. María es lo que es gracias a Él. El término “Corredentora” oscurecería su origen». El cardenal Ratzinger no negó que hubiera buenas intenciones y aspectos valiosos en la propuesta de usar este título, pero sostuvo que se trataba de una «terminología incorrecta» [38].

20. El entonces Cardenal mencionó las Cartas a los Efesios y a los Colosenses, donde el vocabulario empleado y el dinamismo teológico de los himnos presentan la singular centralidad redentora y la fuente del Hijo encarnado de tal manera que excluyen la posibilidad de añadir otras mediaciones, puesto que «toda bendición espiritual» se nos da «en Cristo» (Ef. 1, 3), porque en Él somos hijos adoptivos (cf. Ef. 1, 5) y en Él hemos sido agraciados (cf. Ef. 1, 6), «por su sangre tenemos redención» (Ef. 1, 7) y Él «ha derramado sobre nosotros» (Ef. 1, 8) su gracia. En Él «hemos sido hechos herederos» (Ef. 1, 11) y hemos sido predestinados. Dios también quiso que en Él «habitara toda la plenitud» (Col. 1, 19) y que «por medio de Él y para Él todas las cosas fueran reconciliadas» (Col. 1, 20). Esta alabanza del lugar único de Cristo invita tanto a considerar a toda criatura como receptiva, como a una cautela religiosa y prudente al contemplar cualquier forma de posible cooperación en la Redención.

21. El Papa Francisco ha expresado, al menos en tres ocasiones, su clara oposición al uso del título de Corredentora, afirmando que María «nunca quiso tomar nada de su Hijo para sí misma. Nunca se presentó como corredentora. No, discípula» [39]. La obra de la Redención fue perfecta y no requiere adición alguna. Por lo tanto, «Nuestra Señora no quiso tomar ningún título de Jesús […]. No pidió ser cuasi-redentora ni corredentora: no. Solo hay un Redentor y este título no puede duplicarse» [40]. Cristo «es el único Redentor: no hay corredentores con Cristo» [41]. Porque «el sacrificio de la Cruz, ofrecido con un espíritu amoroso y obediente, presenta una satisfacción superabundante e infinita» [42]. Aunque podemos prolongar sus efectos en el mundo (cf. Col. 1, 24), ni la Iglesia ni María pueden reemplazar ni perfeccionar la obra redentora del Hijo de Dios encarnado, que fue perfecta y no necesita añadidos.

22. Dada la necesidad de explicar el papel subordinado de María a Cristo en la obra de la Redención, resulta siempre inapropiado utilizar el título de Corredentora para definir su cooperación. Este título corre el riesgo de oscurecer la singular mediación salvífica de Cristo y, por lo tanto, puede generar confusión y desequilibrio en la armonía de las verdades de la fe cristiana, porque «en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos» (Hechos 4, 12). Cuando una expresión requiere numerosas y continuas explicaciones para evitar que se desvíe de su verdadero significado, no sirve a la fe del Pueblo de Dios y se torna inapropiada. En este caso, no conviene exaltar a María como la primera y más grande colaboradora en la obra de la Redención y la gracia, porque el peligro de oscurecer el papel exclusivo de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre para nuestra salvación, el único capaz de ofrecer al Padre un sacrificio de valor infinito, no constituiría un verdadero honor para la Madre. En efecto, como «sierva del Señor» (Luc. 1, 38), ella nos señala a Cristo y nos pide que hagamos «todo lo que él nos diga» (Jn. 2, 5).

NOTAS
[31] Por lo que sabemos, esto ocurrió en el siglo XV, por un himnógrafo benedictino, que nos dejó la siguiente oración escrita, conservada en el monasterio de San Pedro de Salzburgo: «Pia dulcis et benígna / nullo prorsus luctu digna / si fletum hinc elígeres / ut compássa Redemptóri / captiváto transgressóri / tu corredémptrix fíeres». «Piadosa, dulce y benigna / que no mereces dolor, / si de aquí arrancas la conversión / compartiendo la Pasión del Redentor/ por el prisionero pecador, / te has convertido en Corredentora»: De compassióne Beátæ Maríæ Vírginis, 20: Ms S. Petri Salisburgensis (s. XV); Codex Petrinus, III, 20 A; Orat. Ms S. Petri. (ss. XIV-XV), Codex Petrinus, 1, 20 B. En Guido María Dreves (ed.), Analécta Hýmnica Médii Ævi, Leipzig, Reisland, tomo 46, 1905, n. 79, 127. 
[32] Los teólogos entienden el título de corredentora de diferentes maneras: a) Cooperación inmediata, cristotípica o maximalista, que sitúa la cooperación de María como próxima, directa e inmediata a la Redención misma (Redención objetiva). En este sentido, los méritos de María, si se subordinan adecuadamente a los de Cristo, tendrían un valor redentor para la salvación; b) Cooperación mediada o minimalista, limitada al «sí» de la Anunciación. Esta sería una cooperación mediada que posibilita la Encarnación como paso previo a la Redención; c) Cooperación inmediata, receptiva o eclesiotípica, que coopera en la Redención objetiva en el sentido de que aceptó los frutos del sacrificio redentor del Salvador, representando a la Iglesia. En esta cooperación inmediata y receptiva, María simplemente aceptó la Redención de Cristo, convirtiéndose en la «primera Iglesia».
[33] Durante el pontificado de San Pío X, el título de Corredentora se encuentra en un documento de la Sagrada Congregación de Ritos y del Santo Oficio. Cf. Sagrada Congregación de Ritos, Dolóres Vírginis Deíparæ (13 de mayo de 1908): Acta Sanctæ Sedis 41 (1908), 409; Sagrada Congregación del Santo Oficio, Decreto Sunt Quos Amor (26 de junio de 1913): Acta Apostólicæ Sedis 5 (1913), 364, que alaba la costumbre de añadir al nombre de Jesús el nombre «de su madre, nuestra corredentora, la bienaventurada María»; Ibíd., Oración de Reparación a la Bienaventurada Virgen María (22 de enero de 1914): Acta Apostólicæ Sedis 6 (1914), 108, en la que María es llamada «corredentora del género humano». El primer Papa en utilizar el término Corredentora fue Pío XI, en el Breve del 20 de julio de 1925, dirigiéndose a la Reina del Rosario de Pompeya: «Pero recuerda también que en el Calvario te convertiste en Corredentora, cooperando mediante la crucifixión de tu corazón por la salvación del mundo, junto con tu Hijo crucificado»: Pío XI, Ad Beátæ Vírginis Maríæ a sacratíssimo Rosário in Valle Pompejána, en Sagrada Penitenciaría Apostólica, Enchiridion Indulgentiarum, Imprenta Políglota Vaticana, Roma 19522, n. 628; cf. Id., Discurso “He aquí otra vez” a un grupo de peregrinos de Vicenza (30 de noviembre de 1933): L’Osservatore Romano, 1 de diciembre de 1933, 1.
[34] Cf. Ibíd., Mensaje radiofónico de clausura del Año Santo de la Redención en Lourdes (28 de abril de 1935): L’Osservatore Romano, 20-30 de abril de 1935, 1.
[35] Cfr. Id., Ad Beátæ Vírginis Maríæ a sacratíssimo Rosário in Valle Pompejána, en Sagrada Penitenciaría Apostólica, Enchiridion Indulgentiarum, Roma 1952, n. 628.
[36] Cfr. San Juan Pablo II, Audiencia general (10 de diciembre de 1980): Insegnamenti III/2 (1980), 1646; Id., Audiencia General (8 de septiembre de 1982): Insegnamenti V/3 (1982), 404; Id., Angelus (4 de noviembre de 1984): Insegnamenti VII/2 (1984), 1151; Id., Homilía en el Santuario de Nuestra Señora de Alborada en Guayaquil (Ecuador) (31 de enero de 1985): Insegnamenti VIII/1 (1985), 319; Id., Ángelus del Domingo de Ramos (31 de marzo de 1985): Insegnamenti VIII/1 (1985), 890; Ibíd., Discurso a los peregrinos de la Obra Federal de Transporte de Enfermos a Lourdes (OFTEL) (24 de marzo de 1990): Insegnamenti XIII/1 (1990), 743; Ibíd., Ángelus (6 de octubre de 1991): Insegnamenti XIV/2 (1991), 756. Tras la Feria IV de la entonces Congregación para la Doctrina de la Fe, el 21 de febrero de 1996, San Juan Pablo II dejó de usar el título de Corredentora. Cabe destacar, sin embargo, que este título no aparece en la Carta Encíclica Redemptóris Mater del 25 de marzo de 1987, documento por excelencia en el que San Juan Pablo II explica el papel de María en la obra de la Redención.
[37] J. Ratzinger, Actas de la Feria IV del 21 de febrero de 1996, en los Archivos del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.
[38] J. Ratzinger ‒ P. Seewald, Dios y el mundo. Ser cristianos en el nuevo milenio. Una conversación con Peter Seewald, Milán 2001, 278.
[39] Francisco, Homilía en la Fiesta de Nuestra Señora de Guadalupe (12 de diciembre de 2019): Acta Apostólicæ Sedis 112 (2020), 9.
[40] Ibíd., Meditaciones diarias: Nuestra Señora de los Dolores, discípula y madre (3 de abril de 2020): L’Osservatore Romano, 4 de abril de 2020, 8.
[41] Ídem, Audiencia general (24 de marzo de 2021): L’Osservatore Romano, 24 de marzo de 2021, 8.
[42] Pío XII, Carta encíclica Hauriétis Aquas (15 de mayo de 1956) n. 10: Acta Apostólicæ Sedis 48 (1956), 321. 
Y en cuanto al título de Mediadora, solo le reconocen un papel pasivo en cuanto (Tucho dixit) «su disposición a dejarse llenar por el Espíritu» (¿cuál?), simplemente para tener al Hijo de Dios (perdón por la comparación) como si fuera un vientre de alquiler:
Mediadora
23. El concepto de «mediación» se utiliza en la patrística oriental desde el siglo VI. En los siglos siguientes, San Andrés de Creta [43], San Germán de Constantinopla [44] y San Juan Damasceno [45] emplearon este título con distintos significados. En Occidente, su uso se hizo más frecuente a partir del siglo XII, si bien no fue hasta el siglo XVII cuando se afirmó como tesis doctrinal. En 1921, el cardenal Mercier, arzobispo de Malinas, con la colaboración científica de la Universidad Católica de Lovaina y el apoyo de los obispos, el clero y el pueblo belga, solicitó al papa Benedicto XV una definición dogmática de la mediación universal de María; sin embargo, el Papa no la concedió, sino que únicamente aprobó una fiesta, con su propia misa y el oficio de María Mediadora [46]. Desde entonces hasta 1950, se llevó a cabo una investigación teológica sobre la cuestión, que llegaría a la fase preparatoria del Concilio Vaticano II. Sin embargo, el Concilio no formuló declaraciones dogmáticas [47] y prefirió ofrecer una amplia síntesis sobre «la doctrina católica acerca del lugar que debe atribuirse a la Bienaventurada Virgen María en el misterio de Cristo y de la Iglesia» [48].

24. La expresión bíblica que se refiere a la mediación exclusiva de Cristo es perentoria. Cristo es el único Mediador: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, quien se entregó a sí mismo en rescate por todos» (1.ª Tim. 2, 5-6). La Iglesia ha explicado este lugar único de Cristo por el hecho de que, siendo el Hijo eterno e infinito, la humanidad que asumió está hipostáticamente unida a Él. Este lugar es exclusivo de su humanidad, y las consecuencias que de él se derivan solo pueden aplicarse a Cristo. En este sentido preciso, el papel del Verbo encarnado es exclusivo y único. Dada esta claridad del Verbo revelado, se requiere especial prudencia al aplicar el título de «Mediadora» a María. Ante la tendencia a ampliar el alcance de la cooperación de María, partiendo de este término, conviene precisar tanto su valioso significado como sus límites.

25. Por un lado, no podemos ignorar el uso tan común del término «mediación» en los más diversos ámbitos de la vida social, donde se entiende simplemente como cooperación, asistencia e intercesión. En consecuencia, se aplica inevitablemente a María en un sentido subordinado y de ninguna manera pretende añadir eficacia o poder alguno a la mediación única de Jesucristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

26. Por otro lado, es evidente que hubo una verdadera mediación de María para hacer posible la verdadera Encarnación del Hijo de Dios en nuestra humanidad, porque era necesario que el Redentor «naciera de mujer» (Gál. 4, 4). El relato de la Anunciación muestra que no se trató de una mediación meramente biológica, ya que destaca la presencia activa de María, quien pide (cf. Lc. 1, 29.34) y acepta con decisión: «Hágase» (Luc. 1, 38). Esta respuesta de María abrió las puertas a la Redención que aguardaba toda la humanidad y que los santos describieron con dramatismo poético. [49]  En las bodas de Caná, María también desempeña un papel de mediadora, cuando presenta a Jesús las necesidades de los esposos (cf. Jn. 2,3) y cuando pide a los sirvientes que sigan sus instrucciones (cf. Jn. 2, 5).

27. En el Concilio Vaticano II, el término mediación se refiere principalmente a Cristo y, en ocasiones, también a María, aunque de manera claramente subordinada [50]. De hecho, se prefería una terminología diferente para referirse a ella, centrada en la cooperación [51] o en la asistencia maternal [52]. La enseñanza del Concilio formula claramente la perspectiva de la intercesión maternal de María, con expresiones como «multiplicidad de intercesiones» y «protección maternal» [53]. Estos dos aspectos, juntos, configuran la especificidad de la cooperación de María en la acción de Cristo por medio del Espíritu. Estrictamente hablando, no podemos hablar de otra mediación de la gracia que la del Hijo de Dios encarnado [54]. Por esta razón es necesario recordar siempre, y no ocultar, la convicción cristiana de que «la verdad de Jesucristo, Hijo de Dios, Señor y único Salvador, que en su encarnación, muerte y resurrección consumó la historia de la salvación, que tiene en él su plenitud y su centro, debe ser firmemente creída como un hecho perenne de la fe de la Iglesia» [55].

María en la singular mediación de Cristo
28. Al mismo tiempo, debemos recordar que la singularidad de la mediación de Cristo es inclusiva; es decir, Cristo posibilita diferentes formas de mediación en el cumplimiento de su plan salvífico para que, en comunión con él, todos podamos ser, de algún modo, colaboradores con Dios, mediadores los unos para los otros (cf. 1.ª Cor 3, 9). Precisamente porque Cristo posee un poder supremo e infinito, puede capacitar a sus hermanos y hermanas, haciéndolos capaces de una verdadera cooperación en la realización de sus planes. El Concilio Vaticano II sostuvo que «la singular mediación del Redentor no excluye, sino que inspira en las criaturas una cooperación diversa que participa de una sola fuente» [56]. Por esta razón, «es necesario profundizar en el contenido de esta mediación participativa, aunque siempre debe regirse por el principio de la singular mediación de Cristo» [57]. Sigue siendo cierto que la Iglesia prolonga en el tiempo y comunica en todas partes los efectos del acontecimiento pascual de Cristo, [58] y que María ocupa un lugar único en el corazón de la Madre Iglesia [59].

29. La participación de María en la obra de Cristo se hace evidente si partimos de la convicción de que el Señor resucitado impulsa, transforma y capacita a los creyentes para colaborar con Él en su obra. Esto no se debe a ninguna debilidad, incapacidad o necesidad por parte de Cristo mismo, sino precisamente a su glorioso poder, capaz de involucrarnos, generosa y libremente, como colaboradores en su obra. Lo que debe destacarse aquí es precisamente esto: cuando Él nos permite acompañarlo y, bajo el impulso de su gracia, dar lo mejor de nosotros mismos, es su poder y su misericordia los que, en última instancia, son glorificados.

Fructíferos en el glorioso Cristo
30. El siguiente texto es particularmente esclarecedor: «El que cree en mí, las obras que yo hago, las hará también; y aun mayores hará, porque yo voy al Padre» (Jn. 14, 12). Los creyentes, unidos a Cristo resucitado, que ha vuelto al seno del Padre, pueden realizar obras que superan las maravillas del Jesús terrenal, pero siempre gracias a su unión, por la fe, con el Cristo glorioso. Esto se manifestó, por ejemplo, en la admirable expansión de la Iglesia primitiva, porque el Resucitado hizo partícipe a su Iglesia de esta obra suya (cf. Mc. 16, 15). De este modo, su gloria no disminuyó, sino que se manifestó aún más, mostrándose como un poder capaz de transformar a los creyentes, haciéndolos fecundos junto a él.
  
31. En los Padres de la Iglesia, esta visión encontró una expresión particular en el comentario a Jn. 7, 37-39, ya que algunos interpretaron la promesa de los «ríos de agua viva» como una referencia a los creyentes. Es decir, los mismos creyentes, transformados por la gracia de Cristo, se convierten en fuentes para los demás. Orígenes explicó que el Señor cumple lo anunciado en Jn. 7, 38 haciendo que de nosotros broten ríos de agua: «El alma humana, hecha a imagen de Dios, puede contener en sí misma y producir de sí misma pozos, manantiales y ríos» [60]. San Ambrosio recomendó beber del costado abierto de Cristo «para que la fuente de agua que brota para vida eterna abunde en vosotros» [61]  Santo Tomás de Aquino lo expresó afirmando que, si un creyente «se apresura a comunicar a los demás los diversos dones de gracia que ha recibido de Dios, de su corazón brota agua viva» [62].

32. Si esto es cierto para todo creyente, cuya cooperación con Cristo se vuelve más fecunda cuanto más se deja transformar por la gracia, con mayor razón debe decirse lo mismo de María, de manera única y suprema. Porque ella es la «llena de gracia» (Lc. 1, 28) que, sin poner obstáculos a la obra de Dios, dijo: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc. 1, 38). Ella es la Madre que dio al mundo al Autor de la Redención y la gracia, que permaneció firme al pie de la Cruz (cf. Jn. 19, 25), sufriendo con su Hijo, ofreciendo el dolor de su corazón maternal traspasado por la espada (cf. Lc. 2, 35). Permaneció unida a Cristo desde la Encarnación hasta la Cruz y la Resurrección de una manera exclusiva y superior a cualquier cosa que pudiera sucederle a cualquier creyente.

33. Todo esto no por sus méritos, sino porque los méritos de Cristo en la Cruz le fueron aplicados plenamente, de manera especial y anticipada, para la gloria del único Señor y Salvador [63]. En resumen, María es un himno a la eficacia de la gracia de Dios, de modo que cualquier testimonio de su belleza remite inmediatamente a la glorificación de la fuente de todo bien: la Trinidad. La grandeza incomparable de María reside en lo que recibió y en su confiada disposición a dejarse llenar por el Espíritu. Cuando intentamos atribuirle funciones activas, paralelas a las de Cristo, nos alejamos de esa belleza incomparable que le es propia. La expresión «mediación participativa» puede expresar un sentido preciso y precioso del lugar de María, pero si no se comprende adecuadamente, podría fácilmente oscurecerlo e incluso contradecirlo. La mediación de Cristo, que en ciertos aspectos puede ser «inclusiva» o participativa, en otros es exclusiva e incomunicable.
  
NOTAS
[43]  Cfr. San Andrés de Creta, In Nativitátem Maríæ, IV: Patrología Græca 97, 865A.
[44]  Cfr. San Germán de Constantinopla, In Annuntiatiónem Sanctæ Deíparæ: Patrología Græca 98, 322 a.C.
[45]  Cf. San Juan Damasceno, In dormitiónem Deíparæ I: Patrología Græca 96, 712B-713A.
[46]  El 12 de enero de 1921, Benedicto XV, a petición del cardenal Désiré-Joseph Mercier, concedió a la Iglesia de Bélgica el Oficio y la Misa de la Bienaventurada Virgen María, «Mediadora de todas las gracias», para ser celebrada el 31 de mayo. Posteriormente, la Sede Apostólica concedió el mismo Oficio y Misa a numerosas otras diócesis y congregaciones religiosas, previa solicitud: cf. Acta Apostólicæ Sedis 13 (1921), 345.
[47]  Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen géntium (21 de noviembre de 1964), n. 62: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 63; Pontificia Academia Mariana Internacional, ¿Un nuevo dogma mariano?: L’Osservatore Romano, 4 de junio de 1997, 10: «La Constitución Lumen géntium, que por una decisión meditada no contiene la definición dogmática de mediación, fue aprobada con 2151 votos a favor de un total de 2156 votantes […] Tan solo 33 años después de la promulgación de Lumen géntium […] el panorama eclesial, teológico y exegético no ha cambiado sustancialmente». Esta declaración de la Pontificia Academia Mariana Internacional se añadió a la Declaración de la Comisión Teológica creada en el marco del XII Congreso Mariológico Internacional (Częstochowa, 12-24 de agosto de 1996), que consideró inapropiado proceder con la definición dogmática de María como «mediadora», «corredentora» y «abogada». Cf. Comisión Teológica del Congreso de Częstochowa, Solicitud de definición del dogma de María como Mediadora, Corredentora y Abogada. Declaración de la Comisión Teológica del Congreso de Częstochowa: L’Osservatore Romano, 4 de junio de 1997, pág. 10.
[48]  ​​San Pablo VI, Discurso de clausura de la tercera sesión del Concilio Vaticano II (21 de noviembre de 1964): Acta Apostólicæ Sedis 56 (1964), 1014.
[49]  Cfr. S. Bernardo de Claraval, Homilía in láudibus Vírginis Matris, IV, 8: Patrología Latína 183, 83CD-84AB.
[50]  Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen géntium (21 de noviembre de 1964), nn. 55-62: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 59-63.
[51]  Véase Ibid., núms. 53, 56, 61, 63: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 59; 60; 63; 64.
[52]  Véase Ibid., núms. 60, 62, 63, 65: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 62; 63; 64; 65.
[53]  Ibíd., n. 62: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 63.
[54]  Cf. Francisco, Audiencia general (24 de marzo de 2021): L’Osservatore Romano, 24 de marzo de 2021, 8.
[55]  Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dóminus Jesus (6 de agosto de 2000), n. 13: Acta Apostólicæ Sedis 92 (2000), 754-755.
[56]  Concilio Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen géntium (21 de noviembre de 1964), n. 62: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 63.
[57]  Congregación para la Doctrina de la Fe, Declaración Dóminus Jesus (6 de agosto de 2000), n. 14: Acta Apostólicæ Sedis 92 (2000), 755.
[58]  Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen géntium (21 de noviembre de 1964), n. 1: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 5; Francisco, Exhortación Apostólica Evangélii gáudium (24 de noviembre de 2013), n. 112: Acta Apostólicæ Sedis 105 (2013), 1066.
[59]  Cf. Concilio Ecuménico Vaticano II, Constitución Dogmática Lumen géntium (21 de noviembre de 1964), n. 65: Acta Apostólicæ Sedis 57 (1965), 64-65; Francisco, Exhortación Apostólica Evangélii gáudium (24 de noviembre de 2013), n. 288: Acta Apostólicæ Sedis 105 (2013), 1136.
[60]  Orígenes, Homilía en Números, XII, 1:  Patrología Græca 12, 657.
[61]  San Ambrosio, Epístola 11, 24: Patrología Latína 16, 1106D.
[62]  Santo Tomás de Aquino, Super Joannem, cap. 7, lección 5.
[63]  Cfr. Pío IX, Constitución Apostólica Ineffábilis Deus (8 de diciembre de 1854): Pontíficis Máximi Acta. Pars prima, Roma 1854, 616: «… por singular gracia y privilegio de Dios todopoderoso, en vista de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano» (Denzinger-Hünermann 2803).
   
Así, con esta decisión (que borra de un plumazo siglos de testimonios patrísticos y litúrgicos de Oriente y Occidente, y pronunciamientos papales hasta Pío XII inclusive, que hacían de la Corredención y Mediación de María, si no dogma, una doctrina cierta) se culminó el rechazo que desde el Vaticano II, e incluso antes, se ha tenido hacia la Santísima Virgen solamente para complacer a los herejes protestantes. Y el título “Mater Pópuli Fidélis” (Madre del Pueblo fiel) propuesto en el presente documento tucho-bergoglio-prevostiano es, lejos de exaltación, una afrenta a la Santísima Virgen mucho peor que el rebajarla a “Mater Ecclésiæ” del Vaticano II.

Como Católicos, necesariamente hemos de ver que el documento no vale el papel (ni los bytes) que lo soportan, al provenir de usurpadores sin autoridad alguna, como quiera que son apóstatas.

2 comentarios:

  1. Las citas de los Padres y Doctores de la Iglesia, y de los Papas hasta Pío XII inclusive los condenan. Y no podía ser de otra forma, si los conciliares, desde Juan XXIII Roncalli a Francisco Bergoglio y León XIV Prévost para abajo son protestantes, y odian a la Santísima Virgen María tal como hacen ellos imitando a su padre el diablo.

    ResponderEliminar
  2. A todo esto, ¿qué harán en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, cuyo seminario en La Reja (Argentina) se llama precisamente “Nuestra Señora Corredentora”?

    ResponderEliminar

Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad civil, administrativa, penal y canónica por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración constituyen causal de no publicación.

Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.

+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)