YA HABÍA SUCEDIDO ANTES: EL PRIMER ANTIPAPA JUDÍO
En
la historia de la Iglesia ha habido hombres maliciosos que guiados por
sus mundanos intereses o que por aversión a la Santa Fe Católica han
pretendido ocupar el Sagrado Trono de Pedro con el fin de usar de tan
magno y sagrado cargo para sacar provecho económico-político o para
disolver los sagrados fundamentos en los que se asienta la Iglesia: la
fe y la Doctrina. Así también sabemos que éstos hombres que han
alcanzado sus viles objetivos de ocupar el trono pontificio con esas
sacrílegas intenciones han sido declarados por verdaderos Pontífices
como Antipapas, ya sea por la irregularidad o invalidez de sus procesos
electores, sea ya por al pérdida de potestad a causa de la profesión de
herejías. En toda la historia de la Iglesia ha habido en total un lista
de 41 antipapas como tal declarados, más los 6 antipapas que desde 1958
han usurpado la Sede Romana desde 1958 comenzando con el “bonachón”
comunista y masón de Angelo Roncalli (Juan XXIII) y terminando con este
actual Bergoglio, el peor de todos, heresiarca por excelencia.
Entre
los antipapas los ha habido de procedencia judía, destacándose el más
reciente, Giovanni Battista Montini Alghisi (Pablo VI), pero se ignora
el hecho de que un desgraciado hijo de la raza maldita haya usurpado ya
mucho antes el Papado. “La meta suprema de la quinta columna judía
introducida en el clero católico ha sido siempre adueñarse del papado,
colocando en la silla de San Pedro a un judío secreto que les permita
utilizar a la Iglesia en beneficio de los planes imperialistas
revolucionarios de la sinagoga y causar a nuestra santa religión todos
los daños que permitan facilitar su destrucción“La Croix” (Maurice
Pinay, “Complot contra la Iglesia”, t. III, pág. 395). Para una mayor
comprensión de la cuestión judía ver aquí, aquí y aquí.
Entre
los antipapas que figuran en esta lista se halla Anacleto II, de nombre
secular Pietro Pierleoni cuya imagen está al principio de nuestro post.
La familia Pierleoni era una poderosa familia judía asentada en Roma
que adquirió fama y prestigio gracias a la milenaria práctica judía: la
usura. El bisabuelo de éste antipapa, judío de pura cepa de nombre
Baruch, sacó a su familia de las estrecheces del Ghetto judío de Roma
gracias a los préstamos a interés que realizaba con los más eminentes
nobles, incluso clérigos, de la Ciudad Eterna, quienes en sus apuros
económicos acudían a la casucha de este ávido judío para solventarlos,
sin saber que éste viejo lobo de la usura se enriquecería a costa de
esos préstamos. Para evitar la mira de las autoridades civiles y
eclesiásticas se hace bautizar y adopta el nombre de Benedictus
Cristianus, convirtiéndose falsamente al catolicismo para atraer mayores
beneficios, más seguía bajo tela de juicio: porque si bien el judío
“Cristianus” había logrado enriquecerse y salir del ghetto colocándose
en un provechoso matrimonio con una noble romana los nobles lo
aborrecían por el descarado robo que hizo de sus bienes y el pueblo
desconfiaba de él, ya que muchos romanos comunes habían sufrido también
las estafas de Cristianus.
El
blanqueamiento de la familia Pierleoni vendría con el nieto de
Cristianus: Pietro Leoni (quien fue el primero en llevar éste apellido),
quien había heredado el oficio de comerciante y usurero y cuya
exaltación vino por el problema de la Querella de las Investiduras
eclesiásticas, problema que consistió en la disputa entre Emperadores
del Sacro Imperio Germánico y los Sumos Pontífices por la potestad sobre
las investiduras y cargos eclesiásticos, donde dos bandos se
enfrentaron a favor de cada uno de los querellantes, por un lado los
gibelinos, que apoyaban las pretensiones imperiales alemanas, y los
güelfos, que apoyaban la causa papal. Pietro Leoni y su familia
(aparentemente cristiana) vino a apoyar la causa güelfa y a subvencionar
económicamente a los ajetreados movimientos del Papa Pascual II; éste
Papa tan afanado por este grave problema no dudó en aceptar una ayuda
más, y mucho menos si esta ayuda era también económica, de estos
criptojudíos que aparentaron ser fervientes cristianos y defensores de
la causa Pontificia; fue así que los Pierleoni obtuvieron gracia de la
Corte Pontificia y respeto y afecto del pueblo romano, y desde aquí se
viene a engrandecer de manera exorbitante la riqueza de esta familia
judía y su posición en la Sociedad Romana.
Pietro
Leoni “... dejó mucha descendencia y que tan maravillosa como una
fábula fue la fortuna de estos vástagos del ghetto, que uno de sus hijos
llegó a ser Papa, otro fue hecho patricio de Roma y una hija se casó
con Rogerio de Sicilia” (Ferdinand Gregorovius,
“Geschichte der Stadt Rom im Mittelalter”, vol. II, tomo II, cap. III,
pág. 74). Fue tanta la influencia de los Pierleoni que uno de sus hijos,
también llamado Pietro, fue a estudiar a la Universidad de París,
ingresó en la Abadía de Cluny y allí vistió los hábitos eclesiásticos,
mas por una condescendencia con su padre el Papa Pascual II lo llamó a
Roma y le nombró Cardenal cura de San Cosme y San Damián, el Papa
Gelasio II (1118-1119) le hizo Embajador Apostólico en Francia y el Papa
Calixto II (1119-1124) lo elevaría a la dignidad de Cardenal de Santa
María Maggiore. Como se puede observar, el Cardenal criptojudío
Pierleoni hizo una espectacular carrera eclesiástica, asumiendo los
mayores cargos y aumentando las riquezas de su familia a costa del
Patrimonio de la Iglesia; sólo le faltaba la ocasión perfecta para el
último golpe: la usurpación del Pontificado, situación que se presentó
con la muerte del Papa Honorio II (1124-1130), pues de los 30 cardenales
electores, Pierleoni tenía comprado, chantajeado y amenazado el voto de
23 cardenales; pero no contó con la apostólica prudencia de los 7
cardenales restantes que, en un movimiento audaz, aprovechando la
ausencia de Pierleoni en Roma llevaron al enfermo Papa al Monasterio de
San Gregorio, y una vez muerto procedieron a las exequias y al cónclave,
en el que resultaría elegido el Cardenal Gregorio Papareshi (Cardenal
de Sant’Angelo) siendo inmediatamente consagrado y eligiendo el nombre
de Inocencio II.
Enterado
Pierleoni de la situación: “asistido por sus hermanos León, Giordano,
Rogerio, Uguccione y de numerosos clientes, marchó hacia San Pedro,
abrió las puertas con violencia y se hizo consagrar Papa por Pietro di
Porto, tomó por asalto el Laterano, y se sentó sobre los tronos papales
que estaban en aquella Iglesia y fue a Santa María la Mayor y secuestró
el tesoro de la Iglesia. Toda Roma resonó con el estruendo de la guerra
civil, ahí mismo donde millares de manos se extendían ávidamente para
recoger el oro que Anacleto derrochaba” (Ferdinand Gregorovius,
“Geschichte der Stadt Rom in Mittelalter”. vol. II, tomo II, cap. III,
pág. 76). El criptojudío Pierleoni se impuso el nombre de Anacleto II
(en mofa del Papa Anacleto, tercer Papa de la Iglesia y discípulo
directo de San Pedro) y se impuso sobre la ciudad de Roma y los Estados
Pontificios gracias a la ayuda militar del Rey Rogerio de Sicilia
(recordemos que una hermana suya estaba casada con él... Ésta es la más
vieja estrategia de la Sinagoga: poner a mujeres judías en las camas de
los poderosos gentiles para seducirlos y hacerlos propicios a sus
inicuos planes) y desterró y “excomulgó” al verdadero Papa Inocencio II,
quien al verse desprotegido y abandonado de la nobleza huyó al norte de
Italia y parecía temporalmente que el Antipapa judío había prevalecido.
Cabe destacar que durante el reinado de este Antipapa se fueron
confabulando postulados heréticos que luego eran presentados como
doctrina segura de la Iglesia, con el fin de extraviar a las almas: “El
principal factor para la preparación del estallido de la herejía
judaizante durante el siglo XII, fue la elección de Anacleto II, un
miembro de la casa judía de los Pierleoni, a la silla pontifical en el
año de 1130” (Louis Israel Newman, “Jewish Influence on Christian Reform
Movements”, Libro II, cap. IV, pág. 248)
En
esta deshonrosa situación para la Santa Iglesia Dios Nuestro Señor
inspiró a dos hombres para devolverle la Paz y la Libertad: San Bernardo
Abad de Clairvaux (Francia) y San Norberto, fundador de la Orden
norbertina (Sacro Imperio Germánico), quienes desde el púlpito y desde
la acción política predicaban la sujeción al Papa Inocencio y la
obligación de la Cristiandad de restituirlo a la Sede Romana. San
Bernardo acudió con esta petición al Rey Luis VI de Francia, quien para
asegurarse reunió un Concilio en Étampes, en el que por supuesto predicó
San Bernardo, decidiendo así al Episcopado Francés a apoyar al Papa
Inocencio; otro tanto hacía San Noberto con el Emperador alemán Lotario
quien convocó un Concilio en Wurzburgo, donde también se decidió el
Episcopado alemán por el Papa Inocencio, y en el gravísimo Concilio de
Reims los obispos de Inglaterra, Castilla y Aragón también se decidieron
por el Papa Inocencio, quedando así sólo Rogerio de Sicilia del lado de
su cuñado el Antipapa judío.
En
1131 las tropas imperiales alemanas ocupan Roma replegando a las tropas
sicilianas hasta el sur e instalando en la Ciudad Eterna al verdadero
Papa, más poco después de la retirada de Lotario las tropas sicilianas
volvieron a reconquistarlo casi todo y el Papa Inocencio se vió en la
obligación de huir de nuevo, uniéndose esta vez algunos rebeldes condes
de los Estados Pontificios y de Lombardía, lo cual hizo posible un muro
de defensa contra las tropas francesas y alemanas en la bota itálica.
Anacleto II murió en Roma en 1138 sucediéndole inmediatamente el
Antipapa Víctor IV, filojudío y cliente de la banca Pierleoni; más poco
después el Papa Inocencio volvió al Trono Papal con ayuda militar
franco-alemana restituyéndose de esta manera el Sumo Pontificado en
Roma; los hermanos Pierleoni capitularon y fingieron arrepentimiento,
por lo cual fueron perdonados en un acto de clemencia por el Papa
Inocencio pero diezmados en sus riquezas, continuando con la subversión
anticristiana desde el ghetto al que volvieron.
¿Acaso
no se nos hace conocida esta historia? ¿No es pues idéntico el proceder
en la usurpación del Papado en estos últimos tiempos? Si el judío tiene
una virtud (o si por lo menos a eso podemos llamar virtud) es la
perseverancia, una diabólica perseverancia para el mal, logrando
conseguir poner a sus pies a gobiernos, países y hasta el mismo aparato
externo de la Iglesia; contrastando con el cristiano que abandona la
empresa al primer revés que encuentra. Sírvanos este ejemplo histórico
de reflexión y de acción.
PAX VOBIS.
Ya dejen de hacer comparaciones estúpidas, lo que sucedía antes ni la sombra de este desastre actual posconciliar.
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