Tomado de RADIO CRISTIANDAD.
A San Francisco le han creado una imagen falsa, parcial y mítica, a pesar de los avances habidos hacia un mejor conocimiento del personaje y de su tiempo.
También le atribuyen al santo composiciones inexistentes. Un ejemplo de ello es la llamada “Oración Simple”, que todos le atribuyen a él (y que no se encuentra en ningún escrito suyo), pero que es de autor anónimo.
Investigaciones posteriores realizadas por el académico francés Christian Renoux permitieron entrever los verdaderos orígenes de la oración, cuya autoría continúa siendo incierta.
En la búsqueda del origen de la oración no se puede ir más allá de diciembre de 1912, cuando fue publicada en “La Clochette” (La campanilla), una “petite revue catholique pieuse”, fundada por el sacerdote y periodista normando Esther (o Esiher) Auguste Suquerel (+ 1923). Entre las hipótesis dadas, suponen que el autor fue el mismo Suquerel.
La siguiente es la primera versión que se ha encontrado (en la revista parisina La Clochette, Nº 12, diciembre de 1912, pág. 285, en idioma francés):
Seigneur, faites de moi un instrument de votre paix.
Là où il y a de la haine, que je mette l’amour.
Là où il y a l’offense, que je mette le pardon.
Là où il y a la discorde, que je mette l’union.
Là où il y a l’erreur, que je mette la vérité.
Là où il y a le doute, que je mette la foi.
Là où il y a le désespoir, que je mette l’espérance.
Là où il y a les ténèbres, que je mette votre lumière.
Là où il y a la tristesse, que je mette la joie.
Ô Maître, que je ne cherche pas tant à être consolé qu’à consoler,
à être compris qu’à comprendre,
à être aimé qu’à aimer,
car c’est en donnant qu’on reçoit,
c’est en s’oubliant qu’on trouve,
c’est en pardonnant qu’on est pardonné,
c’est en mourant qu’on ressuscite à l’éternelle vie.
Una traducción de la oración al idioma español es la siguiente:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
[En algunas versiones se agrega un «amén» final, para darle más verosimilitud como oración cristiana].
En 1913 la descubre el padre Louis Boissey (+ 1932), apasionado por el problema de la paz, y la publica en los “Annales de Notre Dame de Paix” (Tinchebray, Francia), en enero de ese año, citando como origen “La Clochette”.
El mismo año, Estanislao de la Rochethoulon Grente (+ 1941), fundador de “Le Souvernir Normand”, la publica en su revista.
El 20 de enero de 1916 aparece en “L’Osservatore Romano”, donde se dice que “Le Souvenir Normand” había enviado al Santo Padre “el texto de algunas oraciones por la paz. Entre ellas nos complace reproducir una, dirigida especialmente al Sagrado Corazón. He aquí el texto, con su conmovedora sencillez”.
El 3 de febrero del mismo año, “La Croix” de París daba a conocer que el 25 de enero, el cardenal Gasparri había escrito al marqués de La Rochethoulon Grente, agradeciéndole el envío hecho a su Santidad. Tres días después, el mismo periódico reproducía el texto publicado por el Osservatore Romano.
Fue por aquel entonces cuando el Padre capuchino Étienne (Benoît) de París, director de la Orden Tercera, hizo imprimir en Reims una estampa de San Francisco, con la invocación al Sagrado Corazón en su reverso. Al pie de la página subrayaba que aquella oración, tomada de “Le Souvenir Normand”, era una síntesis perfecta del ideal franciscano que había que promover en el mundo de hoy.
Los primeros que relacionaron la oración con San Francisco fueron los “Chevaliers de la Paix” (caballeros de la paz), una organización protestante, en vísperas del VII centenario de la muerte del santo (1926).
A partir de 1925 empezó a difundirse en todo el mundo, en especial en Estados Unidos y Canadá y siguieron los países germánicos. En los medios católicos franceses no empezaron a atribuirla a S. Francisco hasta 1947.
En la segunda mitad del siglo XX la “Oración Simple”, como la llaman en Asís, empezó a hacerse popular, sobre todo, cuando los frailes del Sacro Convento la imprimieron en diversas lenguas, bajo su nombre, en las estampas de San Francisco.
El resto de la historia es conocido: difusión mundial, infinidad de versiones en cada lengua y muchos cantos inspirados en ella. Se ha convertido casi en la oración oficial de los scouts y de las familias franciscanas; los herejes anglicanos la consideran la oración ecuménica por excelencia; algunas sectas protestantes la han adoptado incluso como texto litúrgico; ha sido pronunciada en una sesión de las Naciones Unidas y, últimamente, está teniendo una gran acogida entre las religiones no cristianas, sobre todo desde que Asís se ha convertido en el centro mundial del falso ecumenismo y del diálogo interreligioso.
El éxito se debe a la manipulación del nombre y fama de San Francisco (y a esto hay que agregar la aparición de Bergoglio, el usurpador de turno del Trono de San Pedro y su falsa bondad y misericordia), pero también a la riqueza del contenido, junto con su sencillez; y es precisamente el contenido y el título original: Invocación al Sagrado Corazón, lo que permite atribuir su composición a un autor de principios del siglo XX.
Giuseppe Lanza del Vasto, filósofo, poeta, activista de la no violencia, fue uno de los difusores de la falsa «Oración de san Francisco».
Fuente de inspiración pudo haber sido la siguiente fórmula de consagración al Sagrado Corazón, promulgada por León XIII en 1899, y recomendada por San Pío X en 1905 para ser recitada cada año:
“Sé el rey de los que viven en el error o que la discordia ha separado de ti; llévalos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que no haya más que un único pastor.
Sé el rey de todos los que viven en las viejas supersticiones populares, no te resistas a atraerlos de las tinieblas a la luz y al reino de Dios.
Concede, Señor, a tu Iglesia una libertad segura y sin obstáculos, concede a todos los pueblos el orden y la paz”.
En esta oración anónima hay cierta concordancia con el espíritu y el estilo franciscano. Para comprobarlo es suficiente leer, por ejemplo, la Admonición 27 de San Francisco, escrita a modo de estribillo:
Donde hay amor y sabiduría, allí no hay temor ni ignorancia.
Donde hay paciencia y humildad, allí no hay ira ni turbación.
Donde hay pobreza con alegría, allí no hay ambición ni avaricia.
Donde hay quietud y meditación, allí no hay preocupación ni disipación.
Donde está el temor de Dios guardando la casa, allí el enemigo no puede encontrar la puerta de entrada.
Donde hay misericordia y discreción, allí no hay soberbia ni dureza.
O, mejor aún, los siguientes “Dichos” del beato Gil de Asís, tercer compañero del santo:
Dichoso el que ama y no desea, en cambio, ser amado.
Dichoso el que teme y no desea, en cambio, ser temido.
Dichoso el que sirve, y no desea ser servido.
Dichoso el que se comporta bien con los demás, y no desea que los demás se comporten bien con él.
Un Ermitaño urbano, devoto de San Francisco
FUENTES
- Díaz, Alejandro Francisco (1998). Instrumento de tu paz: comentario a la “Oración simple” de San Francisco de Asís.
- Renoux, Christian (2001). La prière pour la paix attribuée à saint François, une énigme à résoudre (en francés) (1ª edición). París: Editions Franciscaines. págs. 92-95. La misma obra fue publicada en italiano: Renoux, Christian (2003). La preghiera per la pace attribuita a san Francesco, un enigma da risolvere. Padua: Messaggero. El título puede traducirse como: La oración por la paz atribuida a San Francisco, un enigma por resolver.
- Renoux, Christian. «The Origin of the Peace Prayer of St. Francis». The Franciscan Archive (en inglés).
- Van Dijk, Willibrord Christiann (1975). «Une prière en quête d’auteur» (Una oración en busca de un autor). Evangile Aujourd’hui (París: Les Editions Franciscaines).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)