Aparición de Nuestra Señora y el Niño Jesús a Sor Lucía de Fátima (Capilla de las apariciones. Tuy-Pontevedra)
Lucía
de Fátima entra en religión muy joven. El 25 de Octubre de 1925 llega
al convento de las hermanas Doroteas en Pontevedra, donde nuevamente
será testigo de las apariciones de la Santísima Virgen.
En
la tarde del 10 de Diciembre de 1925, la joven postulante está retirada
en su celda, y recibe la visita de la Virgen y a su lado, rodeado por
una nube luminosa, el Niño Jesús. La Santísima Virgen le muestra un
Corazón rodeado de espinas que Ella tiene en su mano. El Niño Jesús
dice:
«Ten compasión del Corazón de tu Santísima Madre. Está cercado de las espinas que los hombres ingratos le clavan a cada momento, y no hay nadie que haga un acto de reparación para sacárselas».
Luego, nuestra Madre del Cielo le dice:
«Mira, hija Mía, Mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer Sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos, meditando en los Misterios del Rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación».
Lucía
consultó a Nuestro Señor acerca de la confesión para los Primeros
Sábados y preguntó si valía hacerla en los ocho días. Jesús contestó:
«Sí; todavía
con más tiempo, con tal que Me reciban en estado de gracia y tengan
intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María».
Resaltemos
aquí que esta demanda de la Comunión en los primeros sábados es
paralela a la del Sagrado Corazón de Jesús a Santa Margarita María para
los primeros viernes. También, es conveniente comprender que la
intención primera de la devoción reparadora de los cinco primeros
sábados no es la de obtener la gracia de la perseverancia final, esto
es, ser asistido en la hora de la muerte para llegar al Cielo (como es
la de los nueve primeros viernes); sino la de consolar el Corazón de
Nuestra Madre del Cielo retirándole las espinas que nosotros mismos le
hemos puesto por nuestra tibieza, como también las que los herejes,
impíos y apóstatas traspasan en Su Corazón; mediano que, la Santísima
Virgen promete asistencia en el momento donde nuestra alma comparecerá
ante Dios.
Una
carta del padre José Aparício da Silva SJ, fechada a 10 de Enero de
1938 y dirigida a Mons. José Alves Correia da Silva, nos muestra que la
joven religiosa le participó en 1927 de la devoción de los cinco
primeros sábados. El sacerdote le preguntó si ella le había comentado a
otro sobre la revelación. Ella le respondió que sí, que lo puso todo por
escrito por órdenes de su confesor de entonces, el padre Lino García;
pero también le había hablado a la Madre María de los Dolores Magalhães,
Superiora del convento de Nuestra Señora de los Dolores, y, sin
precisar qué contenía el escrito, le pidió el permiso de quemarlo,
permiso que le fue concedido y que ella ejecutó inmediatamente (en
1927).
Entonces
el padre Aparício le ordena escribirlo nuevamente y entregárselo. Por
humildad, ella le manifiesta su repugnancia a rescribirlo en primera
persona, porque entonces no había sido liberada todavía del voto de
silencio sobre su identidad, que le había impuesto Mons. da Silva, hacía
14 años, antes de abandonar su país natal. El padre Aparício le dice
que puede redactarlo en tercera persona, y así lo hizo. Por esta razón,
el documento está escrito en tercera persona.
LA DEVOCIÓN DE LOS CINCO PRIMEROS SÁBADOS
En el curso de la aparición del 13 de Julio de 1917, la Santísima Virgen dijo:
«Para impedir la guerra vendré a pedir la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón y la comunión reparadora de los Primeros Sábados».
Esta
última devoción vino a pedirla, apareciéndose a la Hermana Lucía el 10
de Diciembre de 1925, en Pontevedra, España. Dijo entonces:
«Mira, hija Mía, Mi Corazón cercado de espinas que los hombres ingratos me clavan sin cesar con blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme y di que a todos los que, durante cinco meses, en el primer Sábado, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen el Rosario y me hagan compañía durante quince minutos, meditando en los Misterios del Rosario con el fin de desagraviarme les prometo asistir en la hora de la muerte con las gracias necesarias para su salvación».
La
presencia de Nuestro Señor al lado de su santísima Madre significa que
Jacinta tenía razón en lo que dijo, siete años antes, a Lucía: «Tú dirás que Jesús quiere que el Corazon de su Madre sea honrado al mismo tiempo que el Suyo»
y nos recuerda, por otra parte, la enseñanza del Ángel de la Paz, que
nos dice que el Corazón de María conduce infaliblemente al Corazón de
Jesús.
15 misterios = 15 minutos; son 1 minuto solamente para cada misterio.
Nuestra
Señora mostró su Corazón rodeado de espinas, que signifi can nuestros
pecados. Para sacar estas espinas, Ella pidió que hiciésemos actos de
desagravio, con la devoción reparadora de los cinco Primeros Sábados.
Como recompensa Ella nos promete «todas las gracias necesarias para
nuestra salvación».
Jesús, en los dos años siguientes (15 de Febrero de 1926 y 17 de Diciembre de 1927) insiste para que se propague esta devoción. Lucía escribió el 19 de Marzo de 1939:
«De la práctica de la devoción de los Primeros Sábados, unida a la consagración al Inmaculado Corazón de María, depende la guerra o la paz del mundo. Es por eso que deseo tanto su difusión, y sobre todo porque es la voluntad del Buen Dios y de nuestra Madre del Cielo».
CINCO: ¿POR QUÉ?
Esto
se realiza en Cinco Sábados porque, según le revelara Jesús el 29 de
Mayo de 1930 en Tuy, hay cinco especies de ofensas y blasfemias contra
ei Inmaculado Corazón de María:
- las blasfemias contra la Inmaculada Concepción;
- las blasfemias contra la Virginidad de María;
- las blasfemias contra su Maternidad divina, y el rechazo de reconocerla igualmente como Madre de los hombres;
- los que procuran meter en el corazón de los niños la indiferencia, el desprecio, e incluso el odio, contra esta Madre inmaculada;
- los que la ultrajan directamente en sus santas imágenes.
CONDICIONES
Hay cuatro condiciones para ganar el privilegio de los Cinco Primeros Sábados de mes.
- La Confesión:
- Para cada Primer Sábado es necesaria una confesión con intención reparadora. Se puede hacer cualquier día, antes o después del Primer Sábado, siempre y cuando se reciba la Comunión en estado de gracia.
- La vidente le preguntó a Nuestro Señor: «Mi Jesús, ¿y las (personas) que se olviden de formular esta intención (reparadora)», a lo que Jesús respondió: «Pueden formularla en la confesión siguiente, aprovechando la primera ocasión que tengan para confesarse».
- La Comunión Reparadora.
- El Rosario.
Este fue el mensaje frecuentemente reiterado de la Madre de Dios a los pastorcitos. Además del rezo del Rosario los cinco primeros sábados, rezadlo cada día de vuestra vida. Ítem, imitad el ejemplo de la pequeña Jacinta Marto y esforzaros en hacerlo rezar cada tarde en familia. Nuestra Señora tenía siempre un rosario en sus manos durante las apariciones.
Ella pidió también a los tres niños rezar una oración especial luego de cada decena: «Después de cada Gloria Patri de cada decena, diréis la oración siguiente:
Oh mi Jesús perdónanos, líbranos del fuego del Infierno, alivia a las almas del Purgatorio, principalmente a las mas abandonadas» (1).
Después de cada decena de nuestro rosario, recitemos esta bella oración, la cual está en perfecta armonía con el espíritu de las apariciones de Fátima. Es de la mayor importancia que la meditación sobre los Misterios al recitar las oraciones del rosario es una condición esencial para rezarlo bien; de otra manera, se convertirá fácilmente en una simple repetición mecánica de palabras.
- La meditación, durante 15 minutos, de un solo misterio, de varios o de todos. También vale una meditación o explicación de tres minutos antes de cada uno de los 5 misterios del Rosario que se está rezando.
En todas estas cuatro prácticas se debe tener la intención de desagraviar al Inmaculado Corazón de María.
ESTA DEVOCIÓN FUE APROBADA POR EL OBISPO DE LEIRÍA-FÁTIMA EL 13 DE SEPTIEMBRE DE 1939.
He
aquí las condiciones de la devoción de los primeros Sábados, como lo
explica la Gran Promesa. Esto es lo que se puede llamar la mínima
exigencia. Por tanto, el espíritu de la devoción al Inmaculado Corazón
de María implica otra cosa. Sus exigencias van más allá. Encontrarás
reiteradas veces la expresión en el curso de las conversaciones entre la
Santísima Virgen y los niños de Fátima.
Para
las almas generosas (y sabemos que existen muchas) que deseen llegar
“hasta el fondo” de esta sublime devoción, creemos útil agregar estas:
- La Consagración al Inmaculado Corazón de María: Cualquier fórmula
conocida de consagración es suficiente. Debes, por tanto, confiar sin
reservas en Santa María. Si deseas una fórmula más solemne, puedes
emplear esta:
«Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, yo me consagro a vuestro Inmaculado Corazón para ser plenamente ofrecido y consagrado al Señor.
Dignaos tomarme bajo vuestra protección maternal; defendedme contra los peligros, ayudadme a vencer las tentaciones, a huir del pecados, y quisiera pediros sobre la pureza de mi cuerpo y de mi alma. Que vuestro Corazón Inmaculado sea mi refugio y el camino que me conduzca hacia Dios.
Dadme la gracia de orar y sacrificarme por amor a Jesús, por la conversión de los pecadores y en reparación de los pecados cometidos contra vuestro Inmaculado Corazón.
Confiándome a Vos y en unión con el Corazón de vuestro divino Hijo, yo quiero vivir para la Santísima Trinidad en la cual creo, adoro, espero y amo. Amén». - Sacrificaros por los pecadores: El sacrificio y la reparación
requeridos por la Santísima Virgen fue definido muy especialmente por la
misma Lucía. Nuestra Santísima Madre demanda que sus hijos estén
dispuestos a hacer el sacrificio requerido por la práctica de sus
devociones cristianas. La Santísima Virgen le dijo en una revelación
privada que «El
buen Señor permitirá ser aplacado, pero Él se queja amarga y
tristemente por el muy limitado número de almas en estado de gracia,
dispuestas a negarse a sí mismas, de acuerdo a lo que la observancia de
Su Ley requiere de ellas» Mucha gente, explica Lucía, piensa
que la palabra ‘penitencia’ se refiere a grandes austeridades, y como no
sienten ni la fortaleza ni la generosidad para aquella, se desalientan y
se dejan caer en una vida de tibieza y pecado. Ella informa que Nuestro
Señor le dijo: «La
penitencia que Yo quiero y exijo ahora es el sacrificio reclamado a
todos para el cumplimiento de su propio deber y la observancia de Mi Ley» (Carta de Sor Lucía a los obispos de España y Portugal, 28 de Febrero de 1943).
La penitencia es, en efecto, el retorno del alma a Dios, una suerte de marcha atrás para recuperar la inocencia bautismal. Se vincula a la virtud y al deber de la penitencia todo lo que contribuya a purificarnos del pecado, a liberarnos de los obstáculos que retarden nuestro ascenso hacia Dios. Ella pertenece pues, a la vía purgativa, y pasa lógicamente antes de la oración, que es el acto principal de la vía unitiva. ¿Cómo podría ser aceptada por Dios nuestra oración si vivimos en el pecado que Le ofende? ¿Cómo osar dirigirse a Él si uno no está en amistad con Él, a menos que sea para implorar su perdón? Dios nos demanda igualmente de nosotros satisfacer nuestros deberes de estado, es decir, cumplir los deberes generales que incumben al hombre y al cristiano en cuanto tales, y los deberes particulares que son propios a ciertas categorías.
El sacrificio que Dios demanda no se opone en manera alguna a la práctica loable y piadosa de la mortificación voluntaria para los que quieran hacer más que el mínimo requerido. Pero, de nuestros días, Dios demanda al menos este mínimo de cada persona y, en este siglo paganizado, el hacer una virtud prácticamente heroica para ser fiel a los deberes de cristiano (por ejemplo, los deberes de esposo).
Finalmente,
señalemos una coincidencia curiosa y afortunada: Ya desde antes, la
Santa Sede había llamado la atención de las almas piadosas sobre este
día al conceder una Indulgencia plenaria con las condiciones de rigor a
los fieles que hayan cumplido, el primer sábado de mes, los ejercicios
espirituales de devoción en honor a la Inmaculada Virgen Santa María
(Raccolta de Oraciones y Prácticas pías, edición de 1957, nros. 365 y
367 A y B respectivamente):
- «Se concede Indulgencia Plenaria a todos los que pasen algún tiempo en devotas oraciones o meditaciones en honor de la Inmaculada Virgen Santa María, el primer Sábado de cada mes con la intención de perseverar en la misma práctica por el espacio de doce meses, con la condición de Confesión, Santa Comunión y oraciones por el Papado». (San Pío X, Decreto del Santo Oficio, 1 de Julio de 1905. Indulgencia confirmada por el Papa Pío XI mediante Decreto de la Sagrada Penitenciaría Apostólica fechado a 15 de Noviembre de 1927).
- «Los fieles que el primer Sábado de cada mes realicen algún ejercicio de devoción en honor a la Inmaculada Virgen Santa María, a fin de hacer reparación por las blasfemias con las que su Nombre y sus prerrogativas son envilecidas, pueden ganar Indulgencia Plenaria, con la condición de Confesión, Santa Comunión y oraciones por el Papado» (San Pío X, Decreto del Santo Oficio, 13 de Junio de 1912)
- «Sin perjuicio de la Indulgencia anterior, aquellos que hayan realizado una vez en su vida este ejercicio devoto en los primeros Sábados durante ocho meses sucesivos, pueden ganar Indulgencia plenaria in artículo mortis, si después de la Confiesión y Comunión, o al menos estando debidamente contritos, invocan con sus labios si es posible, o en sus corazones, el Santísimo Nombre de Jesús, y aceptan de la mano de Dios la muerte con resignación como debido castigo por sus pecados» (Papa Benedicto XV, Rescripto del 9 de Noviembre de 1920).
Para
merecer la gran promesa de las gracias necesarias para la salvación, la
Virgen demanda incluso rezar al menos un tercio este día del Primer
Sábado. A los fieles y religiosos que tienen la piadosa costumbre del
Rosario cotidiano, tan recomendado por Nuestra Señora de Fátima, bastará
con ofrecerlo ese día a las intenciones del Inmaculado Corazón de
María.
NOTA
[1]
Ha habido mucha confusión sobre la oración que se dice luego de las
decenas del tercio, ya que en los medios conciliares han hecho circular
una versión que dice: “¡Oh! Jesús mío, perdona nuestros pecados,
líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas,
especialmente a las más necesitadas de Tu misericordia”, basándose
en la afirmación “muchas almas se van al Infierno porque no hay quien
ore ni se sacrifique por ellas”, y valiéndose de las Memorias de la Hermana Lucía
editadas por el conciliar Centro de Estudios del Santuario de Fátima.
No quiere decir esto que no se ore por la conversión de los pecadores,
pero lo que se ha de recordar es que la versión original, la que escucharon los pastorcitos
y rezaban en Portugal es: “Oh mi Jesús, perdónanos, líbranos del fuego
del Infierno y
alivia a las almas del Purgatorio, especialmente a las mas abandonadas”,
ya que las Benditas Ánimas del Purgatorio necesitan nuestras oraciones y
sufragios para que puedan salir de allí y llegar a la Gloria celestial.
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