«El
 alma del condenado tendrá los bienes y delicias de su vida pasada, y su
 recuerdo lo afligirá. “Todo pasó para mí, exclamará: APENAS GOCÉ DE MIS 
RIQUEZAS, CUANDO LAS DEJÉ PARA QUE OTROS LAS DISIPASEN. ¿De qué me han 
aprovechado?… ¡Y hubiese yo podido, usando bien de ellas, adquirir el 
cielo!”.
Recordará
 las gracias de que abusó: los sermones que oyó, los remordimientos con 
que Dios le punzaba, las inspiraciones  a que cerró voluntariamente los 
oídos… ¡Ah! Otros… quizás los cómplices de sus vicios, se aprovecharon, y
 él no quiso, y se condenó…
Recordará
 los males que hizo, los pecados que cometió: pecados de la mocedad, de 
la juventud, de la edad viril… contra Dios. Contra el prójimo, contra sí
 mismo… desordenes opuestos a la razón… Su recuerdo lo avergonzará...
Padecerá
 el condenado horriblemente sumergido en aquel inmenso mar de fuego, sin esperanza de conseguir misericordia con SUS LÁGRIMAS Y SÚPLICAS, SIN
 ESPERANZA DE ABLANDAR NUNCA A DIOS CON PENITENCIAS, SIN ESPERANZA DE 
PAGAR  POR ENTERO, NI DISMINUIR JAMÁS LAS DEUDAS CON LOS TORMENTOS. 
¡Eterna desesperación!».
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)