Dispuesto
 por un sacerdote de la Compañía de Jesús a devoción de don Ignacio 
Vallarta, Regidor de la ciudad de Puebla, e impreso en México en la 
Imprenta del Real Colegio de San Ildefonso en 1755, con licencia 
eclesiástica.
PRÓLOGO (Del Autor)
No
 puede el mundo poner en disputa que debe mucho a San Ignacio, Fundador 
de la Compañía de Jesús, pues todo su anhelo fue procurar por sí y por 
sus hijos la salvación de las almas. Es virtud noble el agradecimiento, y
 este ejecuta a que lo amemos con verdadera devoción. Ni cesa desde el 
Cielo de provocarnos a su amor, siendo continuos los beneficios que 
experimentan así en el alma como en el cuerpo sus amartelado. Parece que
 como él escogía dejar en contingencias su bienaventuranza por quedarse 
entre los hombres para bien de sus almas, Dios, que quiso llevarlo al 
premio debido a su caridad, le ha concedido que desde el Cielo asista a 
sus amadas las almas, como quedándose de un modo bien sensible con 
ellas. O parece que quiere Dios darle a San Ignacio en honra para con 
las criaturas lo que en honra para con ellas le procuró Ignacio.
Hálo
 hecho Dios poderoso contra los demonios, que a su invocación huyen, 
confesando lo mucho que este Santo puede contra ellos. Es San Ignacio 
poderoso en el agua, donde lo han hallado propicio muchos que perdían 
ahogados la vida: poderoso en el fuego, apagándolo tal vez una Imagen 
suya, que aunque de papel quedó ilesa de las voraces llamas: poderoso en
 el aire, ya sosegando tempestades, ya amonestando con repetidos rayos 
al mayor esmero en su culto: poderoso en la tierra, pues apenas habrá 
especie alguna de enfermedad en que no haya mostrado su poder milagroso.
 Es jurado Patrón de los embarazos difíciles, y en cualquier dolencia 
parece que beben la salud los que con fe viva toman el agua que por su 
específica bendición se llama de San Ignacio.
Con que, o sea por amor al Santo según su mérito, o por amor propio nuestro, debemos ser fervorosos en su veneración.
Pretendemos
 ahora en esta pequeña obrita dar a los devotos de este Santísimo 
Patriarca un método de obsequio (siguiendo el que con otros se practica)
 que esperamos le será muy grato. Este es consagrar a sus particulares 
cultos el día postrero de cada mes en memoria del treinta y uno de 
Julio, que fue el de su dichosísimo tránsito, y tiene dedicado la 
Iglesia a su festividad.
En
 este día será bueno confesar y comulgar: la Misa se dirá u oirá, 
ofreciéndola, como también las obras todas del día, a Dios por manos de 
San Ignacio, a fin de vivir una vida buena y tener una buena muerte. Se 
dedicará media hora a leer con atención algún libro que trate de los 
Novísimos, o a meditar alguno de los puntos de los Ejercicios 
Espirituales del Santo. Y en alguna parte del día, se dirán las 
oraciones siguientes.  
DÍA ÚLTIMO DEL MES, CELEBRADO CON PARTICULAR DEVOCIÓN EN HONRA Y CULTO DEL GLORIOSO PADRE SAN IGNACIO DE LOYOLA
Por la señal ✠ de la Santa Cruz; de 
nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del 
Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN
Jesús
 Crucificado, Dios y Señor mío, que quisiste clavado en la Cruz morir de
 puro dolor para bien de mi alma; yo, Redentor mío, yo he sido el que 
tantas veces con mis pecados he despreciado tu amor. Pero me pesa, 
Señor, de mi ingratitud: quisiera jamás haber pecado, por no haberte 
ofendido. Mal hice, y por eso en adelante quiero y propongo ser el que 
debo: quiero amarte y no pecar más, y espero de tu infinito amor me des 
tu gracia. Amén.
ORACIÓN A LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Beatísima
 TRINIDAD, Dios y Señor mío, en quien creo, en quien espero, a quien amo
 y deseo amar por toda la eternidad, yo te doy gracias por lo que 
engrandeciste a tu gran Siervo San Ignacio de Loyola: él te reconoció 
digno de ser amado, y por eso él en sí te sirvió fervorosísimamente, y 
procuró por sí y por sus hijos ganar muchas almas de gentiles, herejes y
 cristianos, que reconociéndose criaturas tuyas te amaran y sirivieran. 
Por sus méritos, pues, te ruego me des a mí este celo: haz que yo salve 
mi alma amándote, haz que salve las de mis prójimos con mi buen ejemplo,
 con mis buenos consejos, con el buen gobierno de los que me tocan: no 
permitas que alguno se pierda por mi culpa. Sírvame el patrocinio de tu 
querido San Ignacio para vivir siempre en tu gracia. Amén.
Tres Credos a la Santísima Trinidad: luego la petición al Santo de lo que particularmente se desea; después esta Oración:
Gloriosísimo
 San Ignacio, amante y querido de la Virgen MARÍA, Madre de Dios y 
Señora nuestra, cuya Concepción en gracia y cuyos acerbísimos Dolores 
con especial devoción y ternura veneraste; yo te suplico que por su 
Concepción me consigas una pureza total de alma y cuerpo, y por sus 
Dolores un entrañable odio y horror al pecado mortal, que sienta y llore
 los que he cometido, y que por ningún modo vuelva a cometer otro. ¡Oh 
Santo mío! Yo te entrego mi alma, tú tómala a tu cargo, tú ponla al 
amparo de la Reina del Cielo; tú haz que yo sea devoto verdadero de la 
que es Madre de los pecadores. Como ella te dictó a ti los Ejercicios, 
con que tantos se han salvado, inspíreme a mí siempre buenos 
pensamientos y deseos santos, para que amándola y procurándole muchos 
que le sean devotos, entre yo en el número de los que por hijos de MARÍA
 y por favorecidos de San Ignacio logran el vivir bien, el morir en 
gracia, y el ser bienaventurados para siempre en la gloria. Amén.
ORACIÓN DE SAN FRANCISCO JAVIER (A partir de sus palabras en una Carta a San Ignacio):
¡Oh
 Padre de mi alma, y a quien yo debo sumamente venerar! Yo, puestas en 
el suelo las rodillas, como si presente te viera, humildemente te ruego 
que nunca ceses de suplicar por mí al Señor, a fin que me dé gracia de 
perfectamente conocer y de ejecutar tu santísima voluntad. Amén.
℣. Ruega por nosotros, Santo Padre Ignacio.
℞. Para que seamos dignos hijos tuyos.
ORACIÓN
Oh
 Dios, que para propagar la mayor gloria de tu Santo Nombre, 
fortaleciste a la Iglesia Militante por medio de San Ignacio con un 
nuevo subsidio, concédenos que por su auxilio e imitación, peleando en 
la tierra, merezcamos con él ser coronados en el Cielo. Por nuestro 
Señor Jesucristo tu Hijo, que contigo vive y reina por los siglos de los
 siglos. Amén.
En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)