Meditaciones
 dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español, 
publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859. 
Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador 
del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 17.ª: Oriétur vobis sol justítiæ, et sánitas in pennis ejus. (Nacerá para vosotros el sol de justicia, y la salud bajo sus alas. Malaquías IV, 2). 
Vendrá
 vuestro Médico, dice el Profeta, a sanar los enfermos, y vendrá veloz 
como ave que vuela, y cual sol que al asomar en el horizonte envia al 
momento su luz al otro polo. Pero he aquí que ya ha venido. 
Consolémonos, pues, y démosle gracias, dice San Agustin, porque ha 
bajado hasta el lecho del enfermo, quiere decir, hasta tomar nuestra 
carne; puesto que nuestros cuerpos son los lechos de nuestras almas 
enfermas. Los otros médicos, por mucho que amen a los enfermos, solo 
ponen todo su cuidado para curarlos; pero ¿quién por sanarlos toma para 
sí la enfermedad? Jesucristo solo, ha sido aquel médico que se ha 
cargado con nuestros males, a fin de sanarlos. No ha querido mandar a 
otro, sino venir Él mismo a practicar este piadoso oficio, para ganarse 
nuestros corazones. Ha querido con su misma Sangre curar nuestras 
llagas, y con su muerte librarnos de la muerte eterna, de que éramos 
deudores. En suma, ha querido tomar la amarga medicina de una vida 
continuada de penas, y de una muerte cruel, para alcanzarnos la vida y 
librarnos de todos nuestros males. El cáliz que me ha dado el Padre ¿no 
lo tengo de beber? decia el Salvador a Pedro (San Juan XVIII, 11). Fue, 
pues, necesario, que Jesucristo abrazase tantas ignominias para sanar 
nuestra soberbia: abrazase una vida pobre para curar nuestra codicia: 
abrazase un mar de penas, hasta morir de puro dolor, para sanar nuestro 
deseo de placeres sensuales.AFECTOS Y SÚPLICAS 
Sea
 siempre loada y bendita vuestra caridad, Redentor mío. Y ¿qué seria de 
mi alma tan enferma, y afligida por tantas llagas, si no tuviese a Vos, 
Jesús mío, que me podeis y quereis sanar? ¡Ah! Sangre de mi Salvador, en
 ti confio; lávame y sáname: Me arrepiento, amor mío, de haberos 
ofendido. ¡Vos para manifestarme el amor que me tenéis, habeis llevado 
una vida tan atribulada, y sufrido una muerte tan amarga!... Yo quisiera
 manifestaros tambien mi amor; mas ¿qué puedo hacer miserable enfermo y 
tan débil? ¡Oh Dios de mi alma! Vos podeis curarme, y hacerme santo, 
pues sois todopoderoso. Encended en mí un gran deseo de daros gusto. 
Renuncio a todas mis satisfacciones por agradaros, Redentor mío, que 
mereceis ser complacido a toda costa. ¡Oh sumo Bien! Yo os estimo, y os 
amo sobre todo otro bien; haced que os ame, y que os pida siempre 
vuestro amor. Hasta aquí os he ofendido, y no os he amado porque no he 
solicitado vuestro amor. Este busco ahora, y os pido la gracia de 
buscarlo siempre. Oídme por los méritos de vuestra Pasión. ¡Oh madre 
mía, María! Vos estais siempre dispuesta para oír a quien os ruega; Vos 
amais a quien os ama. Yo os amo, pues, Reina mía; alcanzadme la gracia 
de amar a Dios, y nada más os pido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Los comentarios deberán relacionarse con el artículo. Los administradores se reservan el derecho de publicación, y renuncian a TODA responsabilidad civil, administrativa, penal y canónica por el contenido de los comentarios que no sean de su autoría. La blasfemia está estrictamente prohibida, y los insultos a la administración constituyen causal de no publicación.
Comentar aquí significa aceptar las condiciones anteriores. De lo contrario, ABSTENERSE.
+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)