Meditaciones
dispuestas por San Alfonso María de Ligorio, y traducidas al Español,
publicadas en Barcelona por la imprenta de Pablo Riera en 1859.
Imprimátur por D. Juan de Palau y Soler, Vicario General y Gobernador
del Obispado de Barcelona, el 30 de Octubre de 1858.
MEDITACIÓN 9.ª: Diléxit nos, et trádidit semetípsum pro nobis. (Nos amó y se entregó a Sí mismo por nosotros. Efesios V, 2).
Considera
cómo el Verbo eterno es aquel Dios infinitamente feliz en Sí mismo; de
manera que su felicidad no puede ser ya más grande, ni la salvación de
todos los hombres podía aumentarla, ni disminuirla cosa alguna. Y con
todo, ha hecho y padecido tanto por salvar a nosotros miserables
gusanos, que «si su bienaventuranza (dice Santo Tomás) hubiese dependido
de la del hombre, no habria podido padecer ni sufrir más», Quasi sine
ipso beátus esse non posset. Y en verdad, si Jesucristo no pudiera haber
sido bienaventurado sin redimirnos ¿cómo hubiera podido humillarse más
de lo que se ha humillado, hasta tomar sobre Sí nuestras enfermedades,
los abatimientos de la infancia, las miserias de la vida humana, y una
muerte tan cruel e ignominiosa? Solo un Dios era capaz de amar con todo
exceso a nosotros miserables pecadores, que éramos tan indignos de ser
amados. Dice un devoto autor, que si Jesucristo nos hubiese permitido
pedirle las pruebas más grandes de su amor, ¿quién jamás se habría
atrevido a demandarle que se hiciese niño como nosotros, que se vistiese
de todas nuestras miserias, y además fuese el más pobre entre todos los
hombres, el más vilipendiado y el más maltratado, hasta morir por manos
de verdugos y a fuerza de tormentos sobre un infame patíbulo, maldecido
y abandonado de todos, hasta de su mismo Padre que desampara el Hijo,
por no dejarnos sepultados en nuestras ruinas? Pero lo que nosotros no
nos habríamos ni aun atrevido a pensar, el Hijo de Dios lo pensó, y lo
ha ejecutado. Desde niño se ha sacrificado por nosotros a las penas, a
los oprobios y a la muerte. Diléxit nos, et trádidit semetípsum pro nobis.
Nos ha amado, y por amor se nos ha dado a Sí mismo, a fin de que
ofreciéndole por víctima al Padre en satisfacción de nuestras deudas,
podamos por sus méritos alcanzar de la bondad divina cuantas gracias
deseemos: víctima más estimada al Padre, que si le fuesen ofrecidas las
de todos los hombres y de todos los Ángeles. Ofrezcamos, pues, nosotros
siempre a Dios los méritos de Jesucristo, y por ellos pidamos y
esperemos todo bien. AFECTOS Y SÚPLICAS
¡Jesús
mío! Demasiada injusticia haría yo a vuestra misericordia y a vuestro
amor, si después que me habeis dado tantas muestras del afecto que me
teneis, y de la voluntad de salvarme, desconfiase de vuestra piedad y
amor. ¡Mi amado Redentor, yo soy un pobre pecador, pero a estos habeis
venido Vos a buscar, según aquello que dijisteis: No he venido a llamar
los justos, sí los pecadores. Soy un pobre enfermo, pero a estos habeis
venido a curar. Estoy perdido por mis pecados, mas a tales perdidos
habeis venido a salvar, porque el Hijo del Hombre vino a salvar lo que
había perecido! (San Mateo XVIII, 11). ¿Qué puedo temer, pues, si quiero
enmendarme y ser vuestro? Solamente debo temer de mí y de mi debilidad;
pero esta mi debilidad y pobreza debe aumentarme la confianza en Vos,
que habeis protestado ser el refugio de los pobres, y escuchar sus
deseos [Factus est Dóminus refúgium páuperi (Salmo IX, 10). Desidérium
páuperum exaudívit Dóminus (Salmo X, 17)]. Esta gracia, pues, os pido,
Jesús mío, dadme confianza en vuestros méritos, y haced que por ellos
siempre me encomiende a Dios. Padre eterno, salvadme del Infierno, y
antes del pecado por amor de Jesucristo. Por los méritos de este Hijo
dadme luz para seguir vuestra voluntad: dadme fuerza contra las
tentaciones; dadme el don de vuestro santo amor. Y sobre todo os suplico
me deis la gracia de pediros siempre que me ayudeis por amor de
Jesucristo, el cual ha prometido que Vos concederéis cuanto os
pidiéremos en su Nombre. Si de esta manera continúo pidiéndoos,
ciertamente me salvaré; pero si no lo hago así, me perderé seguramente.
María Santísima, alcanzadme esta gracia suma de la oración de perseverar
encomendándome a Dios y también a Vos, que alcanzais de Dios cuanto
quereis.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)