Es un demonio que “nació” en la Edad Media (se habla de él por primera vez en 1285 en el Tractátus de Peniténtia, de Juan Galesio) y “murió” al principio del Renacimiento.
Es el demonio acusador “de todo lo mal hecho en la liturgia”: palabras
mal pronunciadas, textos mutilados, cambiados, ritos inobservados, etc.
Es, pues, un demonio muy ocupado. Ya se decía de él “Quáque die mille
vícibus sarcínat ille” (cada día llena su saco con mil fallas). Luego va
y apunta todo en un gran libro que será leído el día del juicio final.
Alrededor del 1460 se detalla su cosecha:
«janglers, cum jappers, nappers, galpers, quoque drawers, momlers, forskippers, overenners, sic overhippers...» (Los janglers y jappers hablan demasiado rápido y sin cuidado, los nappers se duermen, los galpers bostezan, los drawers y momlers no pronuncian claramente, los forskippers se saltan textos y ritos, los overenners [overrunners] se los saltan más rápido y los overhippers lo hacen con más brío...). (Spéculum Cantántium sive Psalléntium, Detestación contra los cantantes perversos)
Hacia 1475 se añade otro pecado: Titivilo esta con los “ad Missam garulántes” (los que cuchichean en Misa).
En estos tiempos habría que añadir: “los que inventan textos, añaden
cosas personales, los que buscan siempre novedades, los que no se
preparan, los que no están atentos en lo que están”.
Titivilo también sirvió de amenaza contra los copistas que cometían
errores tipográficos en su tediosa tarea de reproducir manuscritos antes
de que existiera la imprenta, y también su “demonio patrón”, puesto que
los copistas atribuían sus errores a ese influjo “demoniaco”.
(Ideas tomadas de Medieval Calligraphy, its history and technique -Caligrafía medieval, su historia y técnica-, de Marc Drogin, Dover Publication Inc., Nueva York 1989).
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)