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miércoles, 20 de noviembre de 2024

DE LA ABSTINENCIA DEL VIERNES

Traducción del artículo publicado en la sección ¿Cómo explicas estas prácticas Católicas Tradicionales? de TRADITIO.  
   
Se hace mención explícita de la práctica de abstinencia de carne los viernes en un documento de fines del siglo I después de Cristo, la “Didajé de los Apóstoles” (cap. VIII, 1), como también por Clemente de Alejandría (Strómata, libro VI, cap. LXXV) y Tertuliano (De Jejúniis, advérsus Psýchicos, cap. XIV) en el siglo II. La perpetua tradición de la Iglesia es clara más allá de toda posibilidad de error en esta materia, y desde los primeros tiempos los cristianos se negaban la carne y el vino, o incluso se restringían a pan y agua (Concilio de Laodicea, canon 50).
        
La abstinencia de los viernes fue la costumbre universal desde el principio, porque el viernes estaba dedicado a la memoria de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, como un día en el cual deberíamos hacer un esfuerzo especial para practicar penitencia. Es en reconocimiento del hecho que Cristo padeció y murió, y entregó su cuerpo y vida por nuestros pecados un viernes que los católicos no comen carne los viernes. También la abstinencia del viernes nos recuerda el pecado de Adán y Eva, y la Sangre de Cristo que fue derramada en expiación del Pecado Original.
        
Por la abstinencia del viernes, recordamos y, en una pequeña forma participamos, en el Gran Sacrificio que hizo Nuestro Señor por nosotros el Viernes Santo. Además, absteniéndonos de la carne, entregamos lo que es, en totalidad, el más agradable y el más nutritivo alimento, y así hacemos satisfacción por la pena temporal debida al pecado aun cuando su culpa haya sido perdonada.
        
La ley de la abstinencia prohíbe so pena de pecado mortal la carne y las salsas y los caldos hechos de carne. Todos los otros tipos de comida están permitidos (CIC [1917], cánones 1250-1254). Toda persona de más de siete años debe guardar abstinencia. Esto significa que no pueden comer nada de carne, salsa de carne, o sopa de carne en los días de abstinencia total (excepto en fiestas de precepto), Miércoles de Ceniza, Sábado Santo (hasta el medio día), y las Vigilias de la Inmaculada Concepción y la Navidad [en España y sus antiguos dominios, también en la Vigilia de San Santiago Apóstol; la abstinencia del 23 de Diciembre fue trasladada al sábado de las Témporas de Diciembre, N. del T.]. Ellos pueden tomar carne, pero solo en la comida principal, en los días de abstinencia parcial, que son los miércoles y sábados de Témporas, y las Vigilias de Pentecostés y Todos los Santos.
        
La abstinencia de carne es una ley eclesiástica con asociaciones al Derecho Divino Positivo, como se expresa, por ejemplo, en la 1.ª Epístola de San Pablo a los Corintios (IX, 25) y la 2.ª Epístola de San Pablo a los Corintios (VI, 5). Hace mucho que obliga so pena de pecado mortal, desde el Papa San Nicolás I en el siglo IX. A comienzos del siglo XIII, el Papa Inocencio III confirmó esta enseñanza, y el Papa Alejandro VII anatematizó a los que minimizan el carácter de tal ruptura como solo venialmente pecaminosa. Los católicos tradicionales saben muy bien que tienen una obligación grave de mantener esta práctica inmemorial desde los Apóstoles. Ellos deben confesar la ruptura consciente y deliberada como pecado mortal.
        
La Iglesia no prohíbe ciertas clases de comida por la razón que son impuras (la creencia judía, disputada por San Pablo en la 1.ª Epístola a Timoteo IV, 4). La abstinencia requerida es una razonable, y no se exige a aquellos a los cuales perjudicaría en su salud o incapacitaría para sus tareas ordinarias. La abstinencia es un medio, no un fin, y es meritoria solo en la medida que se proceda desde la fe y el amor de Dios (Santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, parte II-IIæ, cuestión 146, art. 1). La abstinencia promueve nuestra salud espiritual al permitirnos subyugar nuestra carne (1.ª Corintios IX, 27).
        
¿Qué se dirá cuando, sin razón alguna, el aparato Novus Ordo da la espalda a esta práctica apostólica de la Iglesia? ¿No podemos hacer una pequeña automortificación por nuestra salud espiritual absteniéndonos de carne en ese solo día de la semana, el cual muchos acatólicos lo hacen de todos modos por cualquier razón o «para salvar a las ballenas»?

martes, 3 de septiembre de 2024

ORDENAMIENTO DE LA ACCIÓN POPULAR CRISTIANA, O SÝLLABUS SOCIAL

Tomado del Motu Próprio Fin dalla prima Nostra Enciclica (lat. A primis Nostris Litteris Encyclicis) del Papa San Pío X, 18 de Diciembre de 1903.
   
ORDENAMIENTO DE LA ACCIÓN POPULAR CRISTIANA
   
I. - La humana sociedad, cual Dios la estableció, consta de elementos desiguales, como desiguales son los miembros del cuerpo humano; hacerlos todos iguales es imposible; seguiríase de allí la ruina de la misma sociedad (Encíclica Quod Apostólici Múneris, 28 de Diciembre de 1878).
   
II. - La igualdad de los varios miembros sociales consiste en esto sólo, a saber: que todos los hombres tienen su origen de Dios Creador; fueron redimidos por Jesucristo, y deben ser juzgados y premiados o castigados por Dios, según la exacta medida de sus méritos (Encíclica Quod Apostólici Múneris, 28 de Diciembre de 1878).

III. - Síguese de allí que en la humana sociedad es conforme al ordenamiento de Dios que haya príncipes y vasallos, patronos y obreros, ricos y pobres, sabios e ignorantes, nobles y de condición modesta; los cuales, todos unidos entre sí con vínculo de amor, se han de ayudar recíprocamente a conseguir su último fin en el cielo, y aquí en la tierra su bienestar material y moral (Encíclica Quod Apostólici Múneris, 28 de Diciembre de 1878).
   
IV. - El hombre tiene de los bienes de la tierra no sólo el mero uso, como el animal, sino también el derecho de propiedad estable; propiedad no sólo de las cosas que usadas se consumen, sino aun de aquellas que no se gastan con el uso (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).
   
V. - Es imborrable de naturaleza el derecho de la propiedad privada, fruto del trabajo o de la industria, o bien de cesión o de donación ajena; de la propiedad puede cada cual razonablemente disponer a su arbitrio (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).

VI. - Para componer desavenencias entre ricos y proletarios hay que distinguir la justicia de la caridad. No hay derecho a compensación sino cuando la justicia sufrió quebranto (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).
    
VII - Las obligaciones de justicia cuanto al proletario y obrero son éstas: hacer entera y fielmente el trabajo que libremente y conforme a la equidad se pactó; no causar daño a la hacienda ni agravio a la persona del dueño; en la misma defensa de los propios derechos abstenerse de actos violentos, ni convertirla jamás en motines (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891). 
    
VIII. - Las obligaciones de justicia tocante a los capitalistas y patronos éstas: pagar el justo jornal a los trabajadores; no perjudicar sus justos ahorros ni con violencias, ni con fraudes, ni con usuras manifiestas ni paliadas; darles libertad para cumplir con sus obligaciones religiosas; no exponerlos a seducción corruptora ni a riesgos de escándalo; no apartarlos del espíritu de familia ni de la afición de ahorro; no imponerles labores desproporcionadas a sus fuerzas, o mal avenidas con la edad o sexo (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).
   
IX. - Obligación de caridad de los ricos y adinerados es el acudir con socorro a los pobres y menesterosos conforme al precepto evangélico, el cual obliga tan gravemente, que en el día del juicio se pedirá cuenta especial del cumplimiento de esa obligación, como lo elijo el propio Cristo [Matth. XXV, 21 ss] (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).
   
X. - Los pobres no han de avergonzarse de su pobreza ni desdeñar la caridad de los ricos, en especial, teniendo en cuenta el ejemplo de Jesús Redentor, que, pudiendo nacer en la opulencia hízose pobre para honrar la pobreza y enriquecerla con méritos incomparables para el cielo (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).
   
XI. - Los capitalistas y los mismos obreros con instituciones ordenadas a facilitar oportunos socorros a los necesitados, pueden ayudar mucho a resolver la cuestión obrera, y a juntar y unir las dos clases entre sí. Tales son: Las compañías de socorros mutuos, las de seguros privados, los patronatos para niños, y en particular las corporaciones de artes y oficios (Encíclica Rerum Novárum, 15 de Mayo de 1891).
    
XII. - A este fin va encaminada principalmente la Acción Popular Cristiana o la Democracia Cristiana, con sus muchas y diversas obras. Esta Democracia Cristiana, empero, ha de entenderse en el sentido ya autorizadamente declarado, el cual, como totalmente ajeno del que se da a la Democracia Social tiene por fundamento los principios de la fe y de la moral católica, entre los cuales sobresale el no hacer agravio alguno al inviolable derecho de la propiedad privada (Encíclica Graves de Commúni, 18 de Enero de 1901).
   
XIII. - Además, la Democracia Cristiana no ha de entrometerse en la política, ni ha de servir a partidos y fines políticos; no es éste su campo, sino que ha de ser acción benéfica en favor del pueblo, fundada en el derecho natural y en los principios del Evangelio (Encíclica Graves de Commúni, 18 de Enero de 1901; Instrucción Nessuno Ignora de la Sagrada Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, 27 de Enero de 1902).
   
Los demócratas cristianos de Italia deberán abstenerse en absoluto de tomar parte en cualquier acción política, que en las presentes circunstancias, por razones de orden altísimo, está prohibida a todos los católicos *. 
   
XIV. - En el cumplimiento de su oficio, la Democracia Cristiana tiene la severísima obligación de depender de la autoridad eclesiástica, prestando a los obispos y a quien los representa total sujeción y  obediencia. No es celo meritorio ni devoción sincera el emprender cosas gallardas y buenas en sí cuando no lleven la aprobación del propio Pastor (Encíclica Graves de Commúni, 18 de Enero de 1901).
   
XV. - Para que esta Acción Democrática Cristiana posea unidad de rumbo en Italia, deberá ser dirigida por la Obra de los Congresos y Juntas Católicas, obra que, en tantos años de loables esfuerzos, mereció bien de la Santa Iglesia; a ella Pío IX y León XIII de piadosa memoria, confiaron el oficio de dirigir el movimiento general católico, siempre bajo los auspicios y la guía de los Obispos (Encíclica Graves de Commúni, 18 de Enero de 1901).
   
XVI. - Los escritores católicos, en orden a lo que mira los intereses religiosos y la acción de la Iglesia en la sociedad, deben sujetarse completamente, con entendimiento y voluntad, como el resto de los fieles, a sus Obispos y al Romano Pontífice. Deben guardarse principalmente de anticiparse, acerca de cualquier grave asunto, a los juicios de la Sede Apostólica (Instrucción Nessuno Ignora de la Sagrada Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, 27 de Enero de 1902).
    
XVII. - Los escritores democrático -cristianos, como los demás escritores católicos, deben someter a la previa censura del Ordinario todos los escritos que miran a la Religión, a la moral cristiana y a la ética natural, en virtud de la Constitución Officiórum et Múnerum (artículo 41).
    
También los eclesiásticos, al tenor de la misma Constitución (artículo 42), aunque publiquen escritos de índole puramente técnica, deberán obtener primero licencia del Ordinario (Instrucción Nessuno Ignora de la Sagrada Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, 27 de Enero de 1902).
    
XVIII. - Han de hacer, además, toda clase de esfuerzos y sacrificios para ver triunfar la caridad y concordia entre todos, excusando cualquier injuria o baldón. Cuando asoman motivos de disgustos, en vez de divulgar cosa alguna en escritos públicos, acudan a la autoridad eclesiástica, la cual proveerá según justicia. Reprendidos por ella, obedezcan en el acto, sin tergiversaciones y sin lanzar quejas en público, salvo el recurso a la autoridad superior, en la debida forma y cuando el caso lo requiera (Instrucción Nessuno Ignora de la Sagrada Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, 27 de Enero de 1902).
   
XIX. - Finalmente, los escritores católicos, al patrocinar la causa de los obreros y pobres, guárdense de usar un lenguaje que introduzca en el pueblo la aversión a las clases superiores de la sociedad. No hablen de reivindicaciones ni de justicia cuando se trate de mera caridad, como arriba se dijo. Acuérdense de que Jesucristo quiso unir a todos los hombres con el vínculo del amor mutuo, que es la perfección de la justicia y trae consigo la obligación de emplearse en procurar el bien recíproco (Instrucción Nessuno Ignora de la Sagrada Congregación de los Asuntos Eclesiásticos Extraordinarios, 27 de Enero de 1902).
  
CUESTIÓN ÚNICA
* Esta prohibición se mitigó más tarde. La Encíclica Il Fermo Proposito ya trae otras disposiciones (en el número 17) donde en 1905 dice San Pío X que gravísimas razones lo disuaden de seguir la norma decretada por Pío IX y León XIII. Con el Tratado de Letrán de Pío XI desaparecieron por completo las razones de las restricciones para los católicos de Italia, de tomar parte en la vida política activa.

martes, 6 de agosto de 2024

EL MISTERIO DEL PAPADO EN LA TRANSFIGURACIÓN

Traducción del artículo publicado en el Semanario Il Divino Salvatore, año I n. 46, Roma, 5 de Agosto de 1865, págs. 721-525; vía RADIO SPADA.
   
LA TRANSFIGURACIÓN Y LA BASÍLICA DEL SANTÍSIMO SALVADOR LATERANENSE
   

En la economía de la Sabiduría Divina se decretó que el Verbo de Dios, tomando carne humana y habitando entre los hombres durante treinta y tres años, debería aparecer en todas las cosas como un hombre, y debería ser objeto de fe incluso para aquellos que conversaban con Él. Es cierto que las obras fueron extraordinarias y divinas las palabras de Aquel a quien las multitudes seguían asombradas, por cuyo poder arcano los demonios huían de los poseídos, las enfermedades desaparecían de los enfermos, y quitaba su presa a la muerte, incluso después de haberla tomado. Pero, por otra parte, sin una fe sobrenatural, ¿quién habría reconocido al Creador del cielo y de la tierra en el hombre pasivo y mortal, sujeto a todos los dolores y miserias de la fragilidad humana? De hecho, cuando el Redentor invitó a sus Apóstoles, que eran muy cercanos a Él, a declarar: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? (Matth. 16, 13), los Apóstoles, que bajo el apelativo de hijo del hombre entendían bien que se refería a Él mismo, respondieron como lo juzgó el pueblo, algunos como Juan Bautista, otros como Elías y algunos como Jeremías o alguno de los Profetas. Mientras que a la siguiente pregunta: ¿Y qué decís que soy yo mismo?, respondió solo San Pedro a quien se lo había revelado no el afrcto, ni la razón, ni la penetración del intelecto, ni la fuerza del razonamiento, sino el Eterno Divino Padre que está en el Cielo. Por lo tanto pudo hacer inmediatamente aquella excelente confesión: Tú eres Cristo, hijo del Dios vivo, que a cambio le valió la promesa de la infalibilidad, del primado del honor y de la jurisdicción, y del fundamento de aquella Iglesia, contra la cual el Infierno ha amenazado en vano. Tanto es así que el Señor, aunque muy manifiesto a los ojos de la fe, estaba escondido y envuelto en la sombra del misterio para los ojos de carne y sangre.
   
Por lo tanto era necesario que en la vida del Señor hubiera algún hecho en el que su Divinidad brillara tan claramente, que los textos pudieran incluso con ojos carnales ver las dos naturalezas, divina y humana, unidas en la única Persona de Jesucristo. Y hubo un buen número de ellos, pero ninguno quizás tan claro como su gloriosa Transfiguración.
   
Hay una montaña casi en el centro de Palestina, que parece estar compuesta de cantos rodados aglomerados, casi tantos escalones hacia un trono real, preparado por la Providencia y elegido para la gloria de Dios hecho hombre. Se levanta sola en el fondo del inmenso y agradable valle de Esdrelón, y desde lo alto hay una magnífica vista del Líbano y de las montañas de Tierra Santa, así como de las majestuosas olas del Mediterráneo. Se llama Tabor, que quiere decir cosa elegida, Pureza. Y cosa bien elegida, porque ¿qué otro lugar en la tierra estaba destinado a un designio más noble que el de ser Manifestación del Dios-Hombre? Mejor aún la pureza, porque ningún otro terreno era estrado para una criatura más pura y santa que Jesucristo glorificado. Aquí la tradición nos enseña que el gran acontecimiento ocurrió, aunque el Nuevo Testamento guarda silencio al respecto, llamándolo simplemente montaña alta.
   
Después que San Pedro había hecho esa admirable confesión de la Divinidad del Salvador, Este había ordenado a todos sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era Jesucristo (Matth. 16, 20). Y he aquí, seis días después, Jesús toma consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los lleva consigo aparte a un monte alto. Los tres bien escogidos fueron llamados (creo que) como testigos de la manifestación futura: Pedro como recompensa por su confesión; y los hijos de Zebedeo como recompensa por la fe viva de su madre, que había pedido a Cristo que sus dos hijos se sentaran a derecha e izquierda de Él, en Su Reino. Aunque San Ambrosio (Exposición sobre San Lucas, lib. 7, 9) informó que Pedro fue llamado allí porque iba a recibir las llaves del Reino de los Cielos; Juan porque a él había que confiarle la Madre de Dios; y Santiago porque tenía que ser el primero en coger la palma del martirio. Supremo era el honor y la gracia de esta elección que el Redentor había anunciado seis días antes, diciendo: He aquí algunos que no morirán antes de haber visto al Hijo del Hombre que viene a su Reino (Matth. 16, 28), como diciendo: Entre vosotros hay algunos que serán elegidos antes de morir para ver los esplendores de mi divinidad.
   
De hecho, apenas subieron al Tabor y Jesús comenzó a orar (Luc. 9, 29), y he aquí, se transfiguró en su presencia. Su rostro brilla como el sol y su ropa también, como el texto griego de San Mateo y San Marcos dicen (Marc. 9, 2), son claras como la luz, de un blanco puro, como sería imposible que cualquier purgador de cortinas blanqueara la tierra. Y ¡oh, qué delicioso debió ser aquel espectáculo a los ojos de los afortunados Apóstoles, quienes se puede creer que ayudaron en la representación de las tres virtudes teologales: Pedro de la Fe, Santiago de la Esperanza, Juan de la Caridad! Porque ¿qué otra fe es más viva que la de Pedro, que fue confirmado para confirmar a los demás? ¿Qué esperanza más brillante que la de Santiago, quien, el primero de los Apóstoles, dio su vida como testimonio de la verdad del cristianismo? ¿Qué caridad más inflamada que la del Discípulo Amado que se puso sobre el pecho del Señor y bebió en aquel Corazón amoroso el vino exquisito del verdadero Amor? Sólo estos, la fe, la esperanza y la caridad pudieron saborear sustancialmente el torrente de luz que entonces irradió de la carne del Redentor. Ya que sólo con estos ojos se puede ver el verdadero Sol de las almas regeneradas, es decir, el Verbo de Dios Humanado.
  
¿Qué dije de las almas regeneradas? Él es también el sol para los pobres extraviados entre tinieblas y sombras de muerte, sólo si quieren comprenderlo y obedecerlo con fe, esperanza y caridad. En verdad, después del pecado de Adán, una noche oscura y tormentosa se extendió sobre la humanidad miserable, agitada por fantasmas y fantasmas terribles: Facta est nox (1). En el que los hombres, transfigurados en otras tantas bestias, andaban errantes y feroces, en guerra consigo mismos y con los demás, ávidos de los más viles e inmundos de la tierra. Y aquí los leones por el orgullo abrumador, y allí los tigres por la ira desenfrenada, y las panteras por diversas avaricias, y los lobos por la lujuria de los cadáveres, y las serpientes por la vil envidia de la felicidad ajena, y los animales inmundos por el deseo. revolcarse en la naturaleza. ¡Pero viva la misericordia de Dios! Esta horrible noche habría de terminar con la aparición del hermosísimo día, que sería precedido por la celeste Aurora, María Santísima, entre los rayos rosados ​​de la pureza inmaculada. Y de ella habría salido el Sol, que ilumina a todo hombre, no en el orden sensible, sino en el intelectual y amoroso; no para los ojos, sino para el corazón (San Agustín, Sermón 23, De la divinidad). Ese Sol, del cual cantó el santo Zacarías, diciendo: Per víscera misericórdiæ Dei nostri, in quíbus visitávit nos Óriens ex alto (Luc. 1, 78). Así la escena del Tabor nos hace exclamar con el Salmo (Ps. 103, 2) Ha salido el Sol, ortus est Sol. Y comparando el pasaje adjunto del Canto de Zacarías, debemos concluir que el Sol de las almas es nuestro Dios, que surge de lo alto, y viene a visitarnos en las entrañas de su misericordia, es decir, con un Corazón Divino, muy dulce, incomparable. Entonces observando por último las palabras del Evangelio, donde se dice que el Rostro de Cristo resplandeció como el sol, evidentemente conocemos en la transfiguración la manifestación de la Divinidad del Salvador. Y en las vestiduras que transmiten luz, reconocemos a hombres, según la expresión del Apóstol, vestidos de Jesucristo, que también dan testimonio de esa Divinidad con la fe y las obras. Así como el Sol, reflejándose en un espejo, lo hace no sólo brillante, sino casi deslumbrante como fuente de luz y calor.
    
Pero para completar la prueba, los evangelistas narran que Moisés y Elías aparecieron para cortejar a Jesús, para adorarlo, para conferenciar con Él, Moisés, el Legislador del Pueblo Elegido; Elías el más privilegiado entre los profetas; el que ya había pagado el tributo a la muerte; el otro, que fue secuestrado en un carro de fuego, sigue vivo; el uno, testigo de toda la ley; la otra de todas las profecías, vienen a reconocer en el Salvador el propósito de la ley y el cumplimiento de las profecías: Finis legis Christus. Mientras tanto, ya que la recta razón nos enseña que las pruebas de toda revelación divina son milagros y profecías; así la escena del Tabor nos muestra que los milagros de Moisés y en él todos los prodigios de la historia sagrada, y las profecías de Elías y en él de todos los profetas, han de dar testimonio de la Divinidad del Salvador. Cuál fue el tema de la conferencia, lo dice San Lucas (cap. 9, 31); es decir, hablaban de ese exceso de misericordia y bondad, que pronto se cumpliría en Jerusalén, sobre la Cruz [1]. ¡Singular contraste! Cristo, glorificado en los deslumbrantes esplendores de su Divinidad, llama a la ley y a los profetas por testigos, para declarar que es Dios quien da la vida por el hombre, y se hace maldito por nosotros, humillándose hasta la muerte en la Cruz. Sin embargo, el argumento a favor de esta misma razón crece y pasa a primer plano. porque es lo mismo proclamar como el sol salió sobre el mundo, ni por la acumulación de nubes, ni por el estallido de las tormentas, ni por la extinción misma de sus luces, Él desaparece; pero más lúcidamente brilla la claridad perenne para la salud de las almas. El elemento de la gran maravilla de la Resurrección reside, pues, en la transfiguración. Y estos dos hechos contradictorios constituyen tal prueba de la Divinidad del Redentor que nada puede oponerse excepto la ignorancia o la malicia.
   
Después viene el deseo de sonreír devotamente ante la querida sencillez de uno mismo. Pedro, que exclama: ¡Señor, qué bueno es estar aquí! Si lo quieres, hagamos aquí tres tabernáculos, uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías. Nos parece que el Príncipe de los Apóstoles, completamente encantado con aquella visión, no busca más que su propio bienestar y felicidad. Bien es cierto que el evangelista afirma que no sabía lo que decía (Marc. 9, 5). Pero precisamente por eso está claro que Pedro, como recompensa por su confesión, recibió en ese momento una comunicación como la propia de alguien que no sólo debía ser la roca de la fe, sino que debía transmitir el privilegio de la infalibilidad a sus sucesores en el Pontificado Romano. Si, dice San León (Sermón sobre la Transfiguración), Pedro, fuera de sí por la revelación de tanto misterio, despreciando el mundo y despreciando la tierra, quedó arrebatado por el deseo de los bienes eternos; tan satisfecho con el gozo de esa visión, anhelaba vivir allí con Jesús, cuya gloria se regocijaba al ver manifiesta. Y así, ¡oh cuántas veces los Sumos Romanos Pontífices repitieron –Bonum est nos hic esse– a las Naciones y a los Pueblos, para despertarlos y excitarlos a estimar la fe y la Unidad Católica! Invocando la ley y los profetas para confirmar todos los Dogmas y haciendo sentir su armonía intrínseca, lectificando el intelecto en la sumisión, hicieron repetir a las Naciones y a los Pueblos: Oh Señor, qué dicha la nuestra de estar en esta Iglesia, donde todo es verdad, todo es santo, todo es uno, todo es católico y apostólico, más bien todo es de Pedro, en definitiva todo es romano: Dómine, bonum est nos hic esse. De hecho, para expresar esta unidad católica de la Iglesia, apareció sobre el Tabor una nube brillante que envolvió a Jesús, Moisés, Elías y los tres Apóstoles. San Pedro quiso hacer tres tabernáculos porque aún no conocía la unidad de la ley de los profetas y el Evangelio; y la Manifestación Divina hace una sola tienda con la nube brillante, en medio de la cual está la Fuente de toda verdad, el fin de toda ley, el cumplimiento de las profecías, el Sol de la Divinidad de Cristo. Al sello de esta verdad eterna, resuena desde el Monte sagrado una voz inefable, que resonará por todos los siglos futuros diciendo: Este es mi Hijo, en quien tengo complacencia: Escuchadlo (Matth. 17, 5).
   
De hecho, todo lo que había sucedido hasta ahora en el Tabor como revelación de la gran Verdad no fue suficiente para la inagotable Sabiduría Divina; pero el mismo Padre Eterno quiso declarar al mundo con palabras formadas, la consustancialidad de su Hijo humanizado, la realidad de la Encarnación en una sola Hipóstasis o Persona, en la que señalaba la naturaleza divina y humana conjunta. La voz de la nube dijo: Éste es mi Hijo amado; es decir, como comenta San Cipriano (Del Bautismo de Cristo): Éste es mi Hijo por la maravillosa unión del Verbo encarnado; no en este hombre está mi Hijo, sino este hombre es mi Hijo, él es Hombre y Dios, el Hijo de María es mi Hijo, y por tanto María es Madre de Dios. ¿Quién bien pudo escuchar la elocuencia y la sublimidad de estas divinas palabras? Sólo Pedro lo probó un poco, y lo dejó escrito (1.ª Pe. I, 16, 17, 18): Que predicaba la Omnipotencia y Presencia divina de Nuestro Señor Jesucristo, no porque hubiera oído historias ni por doctas elucubraciones, sino porque había sido testigo ocular de Su Majestad; cuando Dios Padre le dio honor y gloria, con la voz que descendió sobre él desde la magnificencia de la gloria: Qué voz (concluye) enviada desde el cielo oímos, cuando estábamos con Él en el monte santo.
   
Sí, oh firme Columna de la Verdad, senyisteis la Divinidad de Cristo en el Tabor de una manera completamente inexplicable; probasteis su confirmación en el Sepulcro descubierto y vacío: os animasteis a predicarla el día de Pentecostés. ¿Y quién podrá oponer sentimientos y razones al testimonio, muy válido como hombre y divino como Cabeza de la Iglesia? La Iglesia romana, por vos Madre y Maestra de todos, ciertamente aprendió de vos a dedicar su primera basílica al misterio de la Transfiguración del Salvador. Vuestra fe inquebrantable obtuvo aquel ilustre milagro, que la Imagen acherópita del Salvador se apareció al pueblo romano en la misma Basílica. Para vos, primer testigo de la Transfiguración, el Señor obró el nuevo milagro en Letrán, como hizo el primero en el Tabor en vuestra presencia. Por el don de vuestra infalibilidad la Imagen Acherópita ha transformado Letrán en el Tabor afortunado, como testimonio perenne de la Divinidad de Jesucristo. Es, pues, oportuno que en la Basílica Caput Urbis et Orbis resuenen aleluyas festivas el día que la Tradición asigna a este solemne acontecimiento. Así como el Cielo y la tierra se unen para celebrar la Resurrección de Cristo en el Templo del Santo Sepulcro de Jerusalén, así es conveniente que ángeles y hombres canten el Hosanna de la fe en Roma, en su Archibasílica, el día de la Transfiguración. El mundo católico viene todos los años, y vendrá hasta el fin de los siglos, a escuchar en Letrán el Precepto que el Padre Eterno ordenó en el Tabor, y los Apóstoles, con Pedro a la cabeza, anunciaron en todo el mundo: Ipsum audíte. Oh pueblos, oh pueblos, oh naciones, escuchad la Sabiduría de Dios encarnada. Por eso se levanta en Letrán la Imagen Acherópita del Salvador, a la que PÍO NONO, el Pedro viviente, mira y exclama: Bonum est nos hic esse... Ipsum audíte.

Oh pueblo, oh pueblos, oh naciones, que en este siglo verdaderamente oscuro os perdéis en la huella de una libertad que es licencia, de una independencia que es esclavitud, de una hermandad que es hermandad de iniquidad, escuchad al Hijo de Dios. que habló por sí mismo al mundo, y continúa hablando por la Boca inmaculada de la Iglesia. Aquí en el Salvador está la verdadera libertad, que os libera de todas las pasiones y vicios del presente siglo. He aquí la verdadera independencia en Él, fruto de la extraordinaria victoria que os obtuvo sobre el mundo, sobre el diablo y sobre el pecado. Aquí estás finalmente en el Salvador, el amoroso Cabeza de una familia católica. unidos con los sagrados lazos de la fe, la esperanza y el amor. Ipsum audíte. Si queréis salvaros de las horribles tinieblas del paganismo, hacia las cuales corréis constantemente, dirigid vuestra mirada al sol de la humanidad redimida y gozad de los brillantes rayos y del reconfortante calor de los Dogmas y de las buenas obras.

Además, esto se os dice más particularmente a vosotros, romanos; ya que aquí la Voz de la Verdad siempre ha sido impecable durante diecinueve siglos, aquí innumerables milagros la han confirmado, aquí los Santos Apóstoles Pedro y Pablo la han grabado con caracteres indelebles en sus tumbas, aquí ha residido el sol del cristianismo, el Papa, ya que esta cátedra siempre se predica y defiende la verdad. Porque PIUS NONUS, Sucesor de San Pedro y Vicario de Jesucristo, es la Boca de la Iglesia, el Representante del Salvador, de quien el Padre Eterno dijo: Ipsum audíte.
      
FRANCESCO LEOPOLDO ZELLI OSB.

NOTA
[1] Se cree que la Transfiguración ocurrió aproximadamente ocho meses antes de la Crucifixión.

domingo, 26 de mayo de 2024

INSTRUCCIÓN DEL SANTO OFICIO CONTRA ASOCIACIONES JUVENILES ACATÓLICAS

En el contexto actual, donde se ven todo tipo de calamidades en tantos lugares del mundo, son incontables las asociaciones que valiéndose de estas situaciones pretenden articular un movimiento interreligioso donde trabajen juntas personas de distintas religiones para reconstruir la sociedad, o incluso (como dicen ellos, la sociedad “cristiana”), cuando es claro desde el vamos que de ello no saldrá el orden cristiano, sino otra sociedad secular, fuera de y contra el orden querido por Dios y su Iglesia
    
Alguno (especialmente entre esas asociaciones) objetará: «Ante los desastres y las necesidades que surgen de estos, las opiniones y creencias religiosas pasan a un segundo plano». Pero la Iglesia les opone que primordial es salvar las almas, y que tal visión naturalista del problema es reprochable, sobre todo porque esas ayudas materiales son una tapadera para el proselitismo.
   
Un ejemplo de esas asociaciones interreligiosas es la Asociación Cristiana de Jóvenes (en inglés Y.M.C.A. –si os viene a la mente la canción setentosa del grupo Village People, no los culpamos–, fundada en el Londres de la Revolución Industrial por el anglicano George Williams el 6 de Junio de 1844 y cuya rama inglesa viajó al frente para dar apoyo, alojamiento, comida, papel, etc. a los jóvenes soldados en la Gran Guerra Europea (como en su momento la rama de Estados Unidos –donde nacieron el baloncesto y el boleivol– hizo en la Guerra de Secesión), y posterior a ella prestaron servicios a las poblaciones afectadas. Si bien se manifestaba abierta a todas las denominaciones (y entre 1890 y 1930 habían sido fundadas sus filiales en países católicos como Méjico, Argentina, Panamá –más exactamente en la antigua Zona del Canal; la rama de Panamá propiamente dicha fue fundada en 1966–, Uruguay –allí se crearon las reglas del fútbol de salón–, Chile, Perú y las Filipinas), sus directivas y finalidad son exclusivamente protestantes.

Ante tal panorama, el Santo Oficio, cuyo secretario lo era el cardenal Rafael Merry del Val (que había sido secretario de Estado de San Pío X) emitió una instrucción a los obispos advirtiendo del peligro de tales asociaciones y conminándoles a fortalecer y crear asociaciones juveniles católicas para contrarrestar el indiferentismo religioso al que necesariamente conducen estas iniciativas interreligiosas camuflajeadas de asistencia humanitaria.
    
Por primera vez, presentamos el original latino (cfr. Acta Apostólicæ Sedis, vol. 12 –año 1920–, págs. 595-597) y la traducción española de este decreto.
   
LATÍN

SUPRÉMA SACRA CONGREGÁTIO SANCTI OFFÍCII
EPÍSTOLA AD LOCÓRUM ORDINÁRIOS, QUA EÓRUM VIGILÁNTIA EXCITÁTUR CIRCA NOVA QUǼDAM ACATHOLICÓRUM MOLÍMINA CONTRA FIDEM.
   
Emminentíssimi ac Reverendíssimi Dómines Cardináles in rebus fídei et morum una mecum Inquisitóres Generáles cúpiunt locórum Ordinários vigilánter attendére, quemadmódum novæ quǽdam acatholicórum consociatiónes, suis ex omni gente asséclis adjuvántibus, jam dudum sóleant nostris, máxime adolescéntibus, perniciosíssime insidiári, magnam adjumentórum varietátem eis præbéndo, quíbus spécie quídem córpora confírmant, méntesque et ánimos exclunt, re áutem vera cathólicæ fídei integritátem corrúmpunt et a compléxu Ecclésiæ matris fílios erípiunt. Profécto, quod consociatiónes hujúsmodi favóre, ópibus stúdioque florent hóminum spectatissimórum, quod in multíplici beneficéntiæ génere utilíssime versántur, non est mirándum si fucum fáciant imperítis qui eárum natúram pénitus perspéctam et cógnitam non habent. At quáles illæ sint, jam némini, qui sápiat, potest esse dúbium, cum finem quo spectant, sensim hucúsque indicárint, nunc vero apérte declárent ídque opúsculis, diáriis scriptísque periódicis, quíbus támquam suis órganis utúntur. Dicunt enim se velle ingénia et mores júvenum bonis disciplínis excólere, et hanc cultúram pro religióne habéntes, defíniunt: ubérrimam et a quávis religióne aut confessióne aliénam solútamque licéntiam cogitándi. Proféssæ ígitur se lumen præférre adolescéntibus, eos ab Ecclésiæ magistério, quod ipsum est lumen veritátis divínitus constitútum avértunt, eósdemque hortántur ut ex suo ipsórum íntimo spíritu ídeoque ex humánæ ratiónis angústiis lucem petant qua ducántur.
    
Hujúsmodi in láqueos præcípue, déditi stúdiis adolescéntes utriúsque sexus impellúntur; qui quídem, cum ad christiánam sapiéntiam ediscéndam et ad fidem, a pátribus tráditam, conservándam, aliénæ opis máxime índigent, contra in hómines incídunt, a quíbus, de magnæ illíus hereditátis possessióne deturbáti, grádatim adducúntur, ut primo contrárias inter opiniónes nutent, deínde de ómnibus, quæcúmque sunt, dúbitent, dénique in vaga quádam nec definíta forma religiónis acquiéscant, quæ sane relígio áliud omníno est quam quod Jesus Christus prædicávit. In hac áutem re detriméntum longe majus accípiunt illi, útinam non ita multi, quíbus intra domésticos paríetes, propter paréntum vel incúriam vel inscítiam, ea défuit prima fídei institútio, qua nihil est hómini christiáno magis necessárium. Quáre, Sacramentórum usu destitúti, et ab omni pietátis cultu remóti, sóliti ínsuper de sanctíssimis quibúsque rebus summa judícii libertáte decernére, in eum mísere labúntur indifferentísmum religiósum quem vocant, plúries Ecclésiæ auctoritáte damnátum, quócum cujúsvis religiónis negátio conjúncta est. Ita, floréntes ætáte, in tenebris tamen tristítiaque dubitatiónum, nullo jam viæ duce, tabéscunt; ut enim quis naufrágium in fide fáciat, satis est si vel unum dogma in ánimo suo impróbet. Quod si pietátis áliqua in eórum vel ore significátio vel corde umbra resídua est, si non mediócrem quóque beneficéntiæ alacritátem osténdunt, hoc non áliam ob cáusam accídere dicéndum est, nisi aut inveterátæ consuetúdinis, aut lenióris cujúsdam molliórisque ánimi, aut étiam humánæ prorsus naturálisque virtútis, quae tamen ad vitam ætérnam non est per se conducíbilis.
     
Jam vero ex his societátibus súfficiet eam memoráre, quæ, plúrium aliárum velúti mater, pervulgatíssima est (quod præsértim, dum mansit crudéle bellum, plúrimis calamitósis admódum profúit) opibúsque instructíssima: socíetas scílicet título appelláta Young Men’s Christian Association, contrácto in siglam Y. M. C. A., cui quídem insciénter et favent acathólici bonæ fídei, eam judicántes ómnibus salutárem aut certe nóxiam némini, et suffragántur indigentióres quídam cathólici, quíbus ipsíus est ignóta natúra. Hæc enim socíetas sincérum quídem erga júvenes amórem jactat, quási nihil hábeat antíquius quam eórum et corpóribus et méntibus esse utilitáti; at simul ipsórum labefáctat fidem, cum propósitum sibi esse conténdit eam purificáre, et meliórem veræ vitæ cognitiónem eis tradére «supra omnem Ecclésiam et præter quámlibet religiósam confessiónem» [1]. At num quid boni de iis sperári líceat, qui, excússa pénitus ex ánimo fide, cum in Jesu Christi ovíli felíciter conquievérint, longe inde vagántur, quo sua quémque libído ingéniumque dedúcat? 
   
Quáre Vos, quótquot estis, quíbus peculiárem in modum Domínici gregis gubernándi cura divínitus mandáta est, hæc Sacra Congregátio rogat, ut vestros adolescéntes studióse intáctos ab harum societátum contagióne præstétis, quárum ex beneficéntia, Christi administráta nómine, illud periclitátur, quod ipsi habent, Christi grátia, pretiosússimum. Ergo admonéte incáutos et confirmáte vacillántes in fide; quæ áutem sunt apud Vos júvenum ex utróque sexu sodalitátes, eas Vos christiáno spíritu ac róbore instruíte, áliasque excitáte géneris ejúsdem; quíbus quídem ut súppetat unde possint adversáriis obsistere, locupletióres e nostris appelláte ad opitulándum. Simul etiam paráchos et júvenum consociatórum moderatóres hortámini ut strénue offícium suum fáciant, maxímeque, libris et opúsculis evulgándis, diffluéntes late erróres coërceant, artes fráudesque inimicórum apériant, studi⁹sis veritátis apte succúrrant.
   
Ítaque Vestrum erit, in episcopálibus regiónis convéntibus de hac ipsa cáusa diligénter, pro rei gravitáte, ágere, et quæ opportúna factu videántur, collátis consíliis constitúere. Quo in génere, Sacra Congregátio in síngulis regiónibus per eárum Præsúles públice declarándum censet, ephemérides, periódica et ália societátum harum scripta sane perniciósa, quæ ad erróres rationalísmi et indifferentísmi religiósi ánimis nostrórum insinuándos, large disseminántur, ipso jure prohibéri [2].

Metropólitæ áutem, quídquid pro uniuscujúsque diœ́cesi ratiónibus deliberátum áctumque erit, ut ad Apostólicam Sedem intra sex menses reférant, curábunt.
   
Datum Romæ, ex Ǽdibus Sancti Offícii, die 5 novémbris 1920.
   
RAPHAËLIS Card. MERRY DEL VAL, a Secretis.

NOTÆ
[1] Vide opúsculum Romæ éditum ab offício centráli Y. M. C. A. «Che cosa è la Y. M. C. A.: ciò che si propone, etc.», passim.
[2] Cfr. Codex Juris Canónici, can. 1384, § 2, et 1399, § 4. Hujúsmodi sunt, inter ália, apud Ítalos: «Fede e vita, rivista mensile di cultura religiosa, organo della Federazione Italiana degli studenti per la cultura religiosa, Sanremo»; «Bilýchnis, rivista mensile di studi religiosi, Roma»; «Il testimonio, rivista mensile delle chiese battiste italiane, Roma».

TRADUCCIÓN
   
SUPREMA Y SAGRADA CONGREGACIÓN DEL SANTO OFICIO
EPÍSTOLA A LOS ORDINARIOS LOCALES, PARA EXCITAR SU VIGILANCIA ANTE ALGUNOS NUEVOS MOVIMIENTOS ACATÓLICOS CONTRA LA FE.
   
Los Eminentísimos y Reverendísimos Señores Cardenales, Inquisidores Generales junto conmigo en materia de fe y de moral, deseamos que los Ordinarios locales vigilen con atención a la forma como ciertas nuevas asociaciones de acatólicos, con el concurso de sus miembros de toda nacionalidad, se acostumbraron, algún tiempo ha, a tender a los fieles, particularmente a los jóvenes, trampas muy peligrosas: ellas ofrecen abundantemente facilidades de toda naturaleza, que en apariencia solo apuntan a la cultura física y la formación intelectual y moral, mas en realidad corrompen la integridad de la Fe católica y alejan a los hijos de los brazos de la Madre Iglesia. Estas organizaciones gozan de favor, disponen de recursos materiales y del celo de personajes muy influyentes, y prestam servicios destacados en los diversos campos de la beneficencia; por ende no es de admirar que ellas se impongan a las personas inexpertas que no hayan hecho un examen a profundidad de estas obras. Pero ninguna persona informada puede tener duda sobre su verdadero espíritu; porque, si hasta aquí ellas no habían dejado entrever sino gradualmente el fin a que tienden, hoy proclaman abiertamente en folletos, diarios y revistas que son los órganos de su propaganda. Su fin, dicen ellas, es asegurar por buenos métodos la formación intelectual y moral de la juventud; y haciendo de esa formación su religión, ellas la definen como una plena y entera libertad de pensamiento, fuera e independientemente de toda religión o confesión. So pretexto de ilustrar a los jóvenes, ellas los desvían del magisterio de la Iglesia, constituida por Dios como antorcha de la verdad, y los incitan a buscar en su propia consciencia, y por tanto en el estrecho límite de la razón humana, la luz que los debe guiar.

Las principales víctimas de estas trampas son los jóvenes estudiantes de uno y otro sexo. Estos adolescentes que, para aprender la doctrina cristiana y conservar la Fe herdada de seus padres, tenían más necesidad de socorro que otras personas, están sufriendo la influencia de personas que los despojan de este precioso patrimonio y los llevan insensiblemente hoy a vacilar entre opiniones contrarias, mañana a dudar de todas, cualesquiera que ellas sean, finalmente a abrazar una especie de religión vaga e indecisa, que nada tiene absolutamente de común con la religión predicada por Jesucristo. Estas maniobras ejercen muy considerables devastaciones en las almas (¡quiera Dios que fuesen menos numerosas!) que, por negligencia o ignorancia de los padres, no recibieron en el ambiente familiar esa primera instrucción de la Fe, que es una necesidad primordial para todo cristiano. Privados así del uso de los sacramentos y mantenidos apartados de toda práctica religiosa, acostumbrados a no considerar las cosas sacratísimas sino con una independencia de juicio, caen esas almas en ese miserable indiferentismo condenado muchas veces por la autoridad de la Iglesia, con el que se combina la negación de cualquier religión. Así, en la flor de la edad, perecen en la oscuridad y la angustia de las dudas, sin ya guía del camino, porque para que un hombre naufrague en su fe, basta con que refute incluso un dogma en su mente. Pero si queda alguna expresión de piedad en sus bocas o en sus corazones, o si muestran un celo moderado por la beneficencia, esto no debe deberse a otra causa que la de un hábito arraigado, o de un alma más apacible y blanda, o incluso de una virtud desde un punto de vista completamente natural y humano, que, sin embargo, no es en sí misma conducente a la vida eterna.
     
De estas sociedades bastará mencionar aquella que, como madre de muchas otras, es la más extendida (que especialmente, mientras duró la cruel guerra, benefició a muchos desdichados) y la más dotada de recursos: a saber, la sociedad llamada Asociación Cristiana de Jóvenes, abreviada bajo las siglas inglesas YMCA, a la que, en efecto, sin saberlo, los acatólicos favorecen de buena fe, juzgándola beneficiosa para todos, o ciertamente no perjudicial para nadie, y apoyada por algunos católicos muy ingenuos cuyo carácter desconocen. En efecto, esta asociación profesa un amor genuino por los jóvenes como si no hubiera nada más caro que proporcionar su bienestar físico y espiritual. Pero al mismo tiempo socava su fe en la medida que pretende «purificar esa fe» e impartirles un mejor conocimiento de la vida verdadera «por encima de toda Iglesia e independientemente de cualquier confesión religiosa» [1]. Pero, ¿es lícito esperar algo bueno de aquellos que, sacudida completamente la fe de su corazón, cuando han descansado felices en el redil de Jesucristo, se alejan de allí, a dondequiera que les lleven su pasión y su intelecto? 
   
Por tanto, vosotros, cuantos sois, a quienes Dios confirió una solicitud especial para gobernar la grey del Señor, esta Sagrada Congregación os conjura a emplear todo vuestro celo en preservar a vuestros jóvenes del contagio de toda sociedad de esta clase, cuyas buenas obras, presentadas en nombre de Cristo, ponen en peligro lo que la gracia del propio Cristo les dio de más precioso. Poned, pues, en guardia a los imprudentes y fortificad las almas, cuya Fe se halla vacilante; armad de espíritu y de coraje cristianos las organizaciones juveniles de los dos sexos ya existentes en vuestras diócesis y fundad otras semejantes, y para proveer a estas sociedades los medios de contrarrestar la acción de sus adversarios, apelad a la generosidad de los católicos más prósperos. Incitad del mismo modo a los curas y directores de obras de la juventud a cumplir valientemente su misión y sobre todo, por la difusión de libros y folletos, a contraponer un dique a las olas avasalladoras del error, a desenmascarar las mañas y celadas del adversario y a dar un apoyo eficaz a los defensores de la verdad.
    
Procurad, pues, tratar en las reuniones regionales del episcopado esta grave cuestión con la atención que ella merece y tomar, tras deliberación, las medidas que parezcan oportunas en la práctica. En este orden de ideas, la Sagrada Congregación pide que, en cada región, un acto oficial de la Jerarquía declare interdictos de jure todos los diarios, periódicos y demás publicaciones de esas sociedades cuyo caracter pernicioso es manifesto [2], y que son distribuidos con profusión para sembrar en las almas de los católicos los errores del racionalismo y del indiferentismo religioso.

Los metropolitanos, sin embargo, se ocuparán de informar a la Sede Apostólica dentro de seis meses de lo que se delibera y actúa por razones de cada diócesis.
   
Dado en Roma, junto al Palacio del Santo Oficio, a 5 de noviembre de 1920.

RAFAEL Card. MERRY DEL VAL, Secretario del Santo Oficio
   
NOTAS
[1] Véase el folleto publicado en Roma por la oficina central de la YMCA: «Che cosa è la Y. M. C. A.: ciò che si propone, etc.» (¿Qué es la Y. M. C. A., y qué se propone, etc?), aquí y allá.
[2] Cfr. Código de Derecho Canónico, can. 1384, § 2, y 1399, § 4. De este modo son, entre otros, en Italia: «Fede e vita, rivista mensile di cultura religiosa, organo della Federazione Italiana degli studenti per la cultura religiosa, Sanremo» (Fe y vida, revista mensual de cultura religiosa, órgano de la Federación Italiana de estudiantes de cultura religiosa, Sanremo); «Bilýchnis, rivista mensile di studi religiosi, Roma» (Bilýchnis, revista mensual de estudios religiosos, Roma); «Il testimonio, rivista mensile delle chiese battiste italiane, Roma» (El testimonio, revista mensual de las iglesias bautistas italianas, Roma).

martes, 26 de marzo de 2024

LA ORACIÓN DEL VIERNES SANTO

Traemos con la suficiente antelación para prepararnos debidamente al Viernes Santo las oraciones que antes (y como antes) se usaban en la intercesión general. Oraciones antiecuménicas y antiliberales, por ende, oraciones católicas.
   
En la ceremonia del Viernes Santo, leída la Pasión según San Juan, el Sacerdote puesto de pie en el lado de la Epístola*, extendidos y levantados los brazos, presenta las siguientes sublimes plegarias públicas por todo el mundo, sin excepción de nadie (a diferencia de los Meméntos de los vivos y los difuntos en la Misa, que están reservados para los fieles católicos). Esta práctica, que fue incorporada por el Papa San Gregorio Magno, es en recuerdo de las preces litánicas que se hacían en tiempos de los primeros cristianos (y que en los Ritos Orientales se conserva en la Divina Liturgia de cada día, y en el Rito Ambrosiano hay dos letanías para los domingos de Cuaresma –Divínæ Pacis para los domingos I, III y V; Dicámus omnes para los domingos II y IV–), y para enseñarnos que los efectos de la muerte de Nuestro Señor alcanzan a todas las necesidades de la Iglesia y el género humano (cf. Misal Diario de Dom Gaspar Lefebvre OSB).

La Iglesia hace estas oraciones con rendida humildad (por eso nos manda arrodillarnos antes de cada Oración –excepto en la oración por los judíos–), llena de confianza y de optimismo (por eso nos manda estar de pie todo el tiempo de la Oración), y con frases ardientes que dice en voz absoluta (alta):
  
LATÍN
TRADUCCIÓN
Primus: Pro Ecclésia.
Orémus, dilectíssimi nobis, pro Ecclésia sancta Dei: ut eam Deus et Dóminus noster pacificáre, adunáre, et custodíre dignétur toto orbe terrárum: subjíciens ei principátus et potestátes: detque nobis quietam et tranquíllam vitam degentibus, glorificáre Deum, Patrem Omnipoténtem.
    
Non respondet Amen, sed statim subjungatur:
Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.
 
Oratio cantatur in tono feriali Orationis Missæ, extensis manibus. Et hic modus servatur in subsequentibus.
Omnípotens sempitérne Deus, qui glóriam tuam ómnibus in Christo géntibus revelásti: custódi ópera misericórdiæ tuæ; ut Ecclésia tua, toto orbe diffúsa, stábili fide in confessióne tui nóminis persevéret. Per eúndem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
1.º Por la Iglesia.
Oremos, muy amados míos, por la santa Iglesia de Dios, para que nuestro Dios y Señor se digne conservarla en paz y en unión, y defenderla por toda la redondez de la tierra, sujetando a ella los principados y las potestades: y concedernos que viviendo esta mortal vida con descanso y tranquilidad, glorifiquemos a Dios Padre Todopoderoso.
  
No se responde Amén, sino que se dice inmediatamente:
Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.

La oracion se canta teniendo las manos extendidas, en el tono que se suele en las misas feriales: y este modo de cantar se ha de observar en las que se siguen.
Omnipotente y sempiterno Dios, que en Jesucristo manifestaste tu gloria a todas las gentes: conserva las obras de tu misericordia, para que tu Iglesia extendida por todo el mundo, persevere con firme fe en la confesión de tu noinbre. Por el mismo Jesucristo tu Hijo nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Secúndus: Pro Papa (Ommititur in Sede vacante).
Orémus et pro beatíssimo Papa nostro N., ut Deus et Dóminus noster, qui elégit eum in órdine episcopátus, salvum atque incólumem custódiat Ecclésiæ.
 
Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Fléctamus génua. ℞. Leváte.
 
Omnípotens sempitérne Deus, cujus judício univérsa fundántur: réspice propítius ad preces nostras, et electum nobis Antístitem tua pietáte consérva; ut christiána plebs, quæ te gubernátur auctóre, sub tanto Pontífice, credulitátis suæ méritis augeátur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
2.º Por el papa (Se omite en Sede Vacante).
Oremos tambien por nuestro santísimo Papa N. para que nuestro Señor Dios, que lo ha escogido en el orden episcopal, le conserve sano y salvo para bien de su santa Iglesia y acertado gobierno de su santo pueblo.
  
Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.

Omnipotente y sempiterno Dios, en cuyo decreto se fundan todas las cosas: recibe benignamente nuestros ruegos, y conserva por tu piedad al pastor que nos has dado: para que el pueblo cristiano que es gobernado por tu autoridad, crezca en los méritos de su fe bajo la dirección de tan gran pontífice. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Tértius: Pro Ecclésia Servus.
Orémus et pro ómnibus Epíscopis, Presbýteris, Diacónibus, Subdiacónibus, Acólythis, Exorcístis, Lectóribus, Ostiáriis, Confessóribus, Virgínibus, Víduis: et pro omni pópulo sancto Dei [1].
 
Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.
 
Deus, cujus Spíritu totum corpus Ecclésiæ sanctificátur et régitur: exáudi nos pro univérsis ordínibus supplicántes; ut, grátiæ tuæ múnere, ab ómnibus tibi grádibus fidéliter serviátur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte ejúsdem Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
3.º Por todos los órdenes de la Iglesia.
Oremos tambien por todos los obispos, presbíteros, diáconos, subdiáconos, acólitos, exorcistas, lectores, ostiarios, confesores, vírgenes, viudas, y por todo el pueblo santo de Dios.

Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.
  
Omnipotente y sempiterno Dios, que con tu Espíritu santificas y gobiernas todo el cuerpo de la Iglesia, oye los ruegos que te hacemos por todos los órdenes, para que por don de tu gracia te sirvan todos ellos fielmente. Por nuestro  Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del mismo Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Quártus: Pro Rege (Si non est coronatus, dicatur: * elécto Rege. Si vero defunctus sit et Regnum vacans, dicitur: Orémus et pro Hispáno regno) [2]
Orémus pro Cathólico * Rege nostro N., ut Deus et Dóminus noster súbditas illi fáciat omnes bárbaras natiónes, ad nostram perpétuam pacem.
 
Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.

Omnípotens sempitérne Deus, in cujus manu sunt ómnium potestátes et ómnium jura regnórum: réspice ad Hispánum benígnus Régnum; ut gentes, quæ in sua feritáte confídunt, poténtiæ tuæ déxtera comprimántur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
4.º Por el Rey (Si no está coronado, decir: * Rey electo. Si es difunto, y el Reino está vacante, decir: Oremos por el reino de España).
Oremos tambien por nuestro católico rey N., para que nuestro Dios у Señor sujete a su dominio todas las naciones bárbaras, para nuestra perpetua paz.

Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.

Omnipotente y sempiterno Dios, en cuya mano está todo el poderío y derecho de todos los reinos: vuelve tus misericordiosos ojos a la monarquía de España, para que las naciones que confian en su propia fiereza, sean abatidas por la diestra de tu poder. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Quíntus: Pro Catechúmenis. [3]
Orémus et pro catechúmenis nostris: ut Deus et Dóminus noster adapériat aures præcordiórum ipsórum januámque misericordiæ; ut, per lavácrum regeneratiónis accépta remissióne ómnium peccatórum, et ipsi inveniántur in Christo Jesu, Dómino nostro.
 
Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.

Omnípotens sempitérne Deus, qui Ecclésiam tuam nova semper prole fecúndas: auge fidem et intellectum catechúmenis nostris; ut, renáti fonte baptismátis, adoptiónis tuæ fíliis aggregéntur. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
5.º Por los catecúmenos.
Oremos tambien por nuestros catecúmenos, para que nuestro Dios y Señor les abra los oídos del corazón y la puerta de su misericordia; y así recibido el perdón de todos sus pecados en el bautismo, sean incorporados con nosotros en Cristo Jesus Señor nuestro.
   
Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.

Omnipotente y sempiterno Dios, que haces siempre fecunda a tu Iglesia con nuevos hijos: acrecienta en nuestros catecúmenos la fe y la inteligencia, para que reengendrados en la fuente del bautismo, vengan a ser del número de tus hijos adoptivos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Sextus: Pro Infirmántibus et Pœniténtes.
Orémus, dilectíssimi nobis, Deum Patrem omnipoténtem, ut cunctis mundum purget erróribus: morbos áuferat: famem depéllat: apéri at cárceres: víncula dissólvat: peregrinántibus réditum: infirmántibus sanitátem: navigántibus portum salútis indúlgeat.
  
Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.
 
Omnípotens sempitérne Deus, mœstórum consolátio, laborántium fortitúdo: pervéniant ad te preces de quacúmque tribulatióne clamántium; ut omnes sibi in necessitátibus suis misericórdiam tuam gáudeant affuísse. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
6.º Por los enfermos y los penitentes.
Oremos, amados míos, a Dios Padre Todopoderoso, para que se digne purificar al mundo de todo error, disipar las enfermedades, desterrar el hambre, abrir las cárceles, romper las cadenas de los cautivos, conceder a los caminantes regreso, a los enfermos salud, y a los que navegan puerto de salvación.
  
Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.

Omnipotente y sempiterno Dios, consuelo de los afligidos, fortaleza de los atribulados, lleguen a Ti los ruegos de los que te invocan en cualquiera tribulacion: para que todos tengan el gozo de experimentar en sus necesidades los efectos de tu misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Séptimus: Pro Convérsio Hæréticis et Schismáticis.
Orémus et pro hæréticis et schismáticis: ut Deus et Dóminus noster éruat eos ab erróribus univérsis; et ad sanctam matrem Ecclésiam Cathólicam atque Apostólicam revocáre dignétur.

Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.

Omnípotens sempitérne Deus, qui salvas omnes, et néminem vis períre: réspice ad ánimas diabólica fraude decéptas; ut, omni hærética pravitáte depósita, errántium corda resipíscant, et ad veritátis tuæ rédeant unitátem. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
7.º Por la conversión de los herejes y cismáticos.
Oremos tambien por los herejes у cismáticos, para que nuestro Dios y Señor los libre de todos sus errores, y se digne traerlos a la santa madre Iglesia Católica y Apóstolica.
  
Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.
  
Omnipotente y sempiterno Dios, que a todos salvas, y no quieres que nadie perezca: vuelve tus ojos a las almas seducidas por engaño del diablo, para que estos corazones descarriados dejando toda herética malicia vuelvan al buen camino, y a la unión de tu verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Octávus: Pro Convérsio Pérfidis Judǽis. [4]
Orémus et pro pérfidis Judǽis: ut Deus et Dóminus noster áuferat velámen de córdibus eórum; ut et ipsi agnóscant Jesum Christum, Dóminum nostrum.
 
¶ Non respondetur Amen, nec dicitur Orémus, aut Flectámus génua, aut Leváte, sed statim dicitur:
Omnípotens sempitérne Deus, qui étiam judáicam perfídiam a tua misericórdia non repéllis: exáudi preces nostras, quas pro illíus pópuli obcæcatióne deférimus; ut, ágnita veritátis tuæ luce, quæ Christus est, a suis ténebris eruántur. Per eúndem Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen.
8.º Por la conversión de los pérfidos judíos.
Oremos tambien por los perfidos judíos, para que quitando nuestro Dios у Señor el velo de sus corazones, vengan al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.

¶ No se responde Amén, ni se dice Oremos, Hinquemos las rodillas, o Levantaos, sino que inmediatamente se prosigue diciendo:
Omnipotente y sempiterno Dios, que no excluyes de tu misericordia aun a los pérfidos judíos: oye los ruegos que te hacemos por la obstinada ceguedad de aquel pueblo, para que conociendo la luz de tu verdad que es Cristo, sean libertados de sus tinieblas. Por el mismo  Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
Nonus: Pro Convérsio Pagánis.
Orémus et pro pagánis: ut Deus omnípotens áuferat iniquitátem a córdibus eórum; ut, relíctis idólis suis, convertántur ad Deum vivum et verum, et únicum Fílium ejus Jesum Christum, Deum et Dóminum nostrum. Non respondet Amen.

Diaconus et Subdiaconus: Orémus. Flectámus génua. ℞. Leváte.

Omnípotens sempitérne Deus, qui non mortem peccatórum, sed vitam semper inquíris: súscipe propítius oratiónem nostram, et líbera eos ab idolórum cultúra; et ággrega Ecclésiæ tuæ sanctæ, ad laudem et glóriam nóminis tui. Per Dóminum nostrum Jesum Christum Fílium tuum, qui tecum vivit et regnat in unitáte Spíritus Sancti, Deus, per ómnia sǽcula sæculórum. ℞. Amen. 
9.º Por la conversión de los paganos.
Oremos tambien por los paganos, para que Dios Todopoderoso aparte de sus corazones la iniquidad; y abandonando sus ídolos se conviertan al Dios vivo y verdadero, y a su único Hijo Jesucristo, Dios y Señor nuestro. No se responde Amén.
   
Diácono: Oremos. Hinquemos las rodillas. Subdiácono: Levantaos.

Omnipotente y eterno Dios, que procuras siempre la vida, y no la muerte de los pecadores: admite benignamente nuestra oracion, y librándolos de la adoracion de los ídolos, únelos a tu santa Iglesia para alabanza y gloria de tu nombre. Por nuestro  Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, Dios, por todos los siglos de los siglos. ℞. Amén.
   
NOTAS
* El Sacerdote no pasa al lado del Evangelio en la parte final de la Pasión según San Juan, simbolizando cómo los judíos se quedaron en la Ley, rechazando el Evangelio.
[1] Aquí se mencionan a todos los ministros, mayores e inferiores, del Orden Sagrado; y además los monjes (llamados “confesores”), las Religiosas consagradas a Dios (llamadas “vírgenes”); las Viudas (que antiguamente solían consagrarse al servicio de Dios para santificar su viudez), y todo el pueblo cristiano.
[2] Por el breve “Ad hoc nos Deus unxit” de San Pío V, se ratificó para España remplazar la mención del Sacro Emperador Romano por la del Rey de España. Además, era costumbre este día que el Rey, mientras estaba arrodillado adorando la Cruz, indultase a algunos reos condenados a muerte poniendo la mano sobre sus procesos diciendo «Como yo perdono a estos reos, así Dios me perdone».
  
Sobre la vacancia del trono, la Sagrada Congregación de Ritos dispuso mediante decreto del 6 de Abril de 1658 que en tal caso, se puede sustituir la mención del rey por la del país. Solución que también es aplicable si en el país no hay gobierno monárquico.
[3] En los primeros tiempos de la Iglesia, los catecúmenos constituían una gran y cara preocupación durante la Cuaresma, especialmente en la Semana Santa. Y actualmente, hay que orar mucho en este momento por los catecúmenos y misioneros en tierras de infieles.
[4] La magnanimidad de la Iglesia se muestra particularmente en esta parte al orar por los judíos, intentando responder no solo a la maldición que se echaron encima al decir: «Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos», sino también a la maldición que lanzan continuamente contra los cristianos en su oración del Birkat haMiním. Aun así, no se arrodilla en esta oración, para no imitar las genuflexiones sacrílegas y escarnios que con este gesto los judíos y los soldados hicieron burlándose de Jesús durante la Pasión. Y como definió el Santo Oficio el 10 de Junio de 1948, la palabra “pérfido” se entiende como “incrédulo” o “infiel”, siguiendo a los Padres de la Iglesia, como San Agustín, que anota en su Comentario al Salmo LIV, v. 10: «Si enim justus est, qui ex fide vivit, iníquus est qui non habet fidem. Quod ergo hic ait, iniquitátem, perfídiam intéllego» (Si es justo el que vive de la fe, el que no tiene fe es un inicuo. Lo que aquí llama iniquidad, yo lo entiendo como perfidia).

domingo, 7 de enero de 2024

ORDENACIONES EN ARGENTINA Y NIGERIA


Ayer 6 de Enero de 2024, en la iglesia de Santa Filomena de Rumuigbo (Port Harcourt, edo. Ríos, Nigeria), los reverendos diáconos Benjamin Ikhiaemoh y Jonathan Okafor recibieron recibieron el Sacramento de las Órdenes Sagradas en el Orden mayor del Sacerdocio de manos de Mons. Bede Nkamuke.
   

Ese mismo día, en la iglesia de San José de El Retiro-Mater Dei (Molinari, prov. Córdoba, Argentina) los reverendos Lenin Velásquez y Lucio Simbrón recibieron el Sacramento de las Órdenes Sagradas en el Orden mayor del Diaconado de manos de Mons. Pío Espina Leupold, en tránsito para su futura ordenación sacerdotal.

lunes, 1 de enero de 2024

ORDENACIONES SACERDOTALES EN NIGERIA


El próximo 6 de Enero serán ordenados sacerdotes los Rvdos. diáconos Benjamín Ikhiaemoh y Jonathan Okafor por Mons. Bede Nkamuke en la iglesia de Santa Filomena en Rumuigbo (área metropolitana de Port Harcourt, estado de Ríos, Nigeria).
   
Se agradece oración por ellos, para que considerando el ministerio que recibirán, sirvan al Señor y lo cumplan debidamente (cf. Colosenses IV, 17).

LA VALIDEZ DE LOS OBISPOS CONSAGRADOS SIN MANDATO PAPAL

Traducción del Comentario de los Padres de TRADITIO, ampliado en algunos lugares. Si bien es de 2015, se publica en contestación al sacerdote-presbítero Jean-François Mouroux FSSPX y su Carta prioral del boletín de Enero de 2024.
   
«Queridos padres de TRADITIO: Si un obispo ordena sacerdotes sin mandato papal, él incurre automáticamente en excomunión. ¿Los sacerdotes que él ordena son válidamente ordenados?» (Bill).
   
RESPUESTA DE LOS PADRES DE TRADITIO: Sí, ellos son válidos, pero tu declaración es incorrecta. Nunca se ha requerido un “mandato papal” para ordenar a un sacerdote. Cualquier obispo puede ordenar a cualquier sacerdote en cualquier momento sin requerir permiso de nadie. Este hecho es verdad incluso en la Iglesia Conciliar. Probablemente estás confundiendo con la consagración de un obispo por otro obispo. Normalmente, se requiere un mandato papal para la consagración de un obispo, pero no siempre. Por ejemplo, varios obispos fueron consagrados sin un mandato papal durante la II Guerra Mundial en lugares donde la Iglesia fue forzada a la clandestinidad, y no era posible ningún contacto con el Vaticano.
     
Sin una situación de necesidad, hay una pena en el Código de Derecho Canónico tradicional (canon 2370) para las consagraciones no exentas sin un mandato papal, pero no es la excomunión. En el Código de la Neoiglesia de 1983 (que generalmente los católicos tradicionales estiman nulo e inválido porque emana de la inexistente autoridad de la patentemente anticatólica Iglesia Conciliar Novusordita), se menciona en el canon 1389 una pena de excomunión, pero no es automática para todos los casos. Nuevamente, una situación de emergencia (entre otras varias excepciones) exime de responsabilidad.
     
Los obispos católicos tradicionales que consagran a otros obispos católicos tradicionales (como el arzobispo Marcel Lefebvre) regularmente han anunciado antes de consagrar que están actuando bajo un Mandato Apostólico de emergencia, previsto en la Teología sacramental católica y el Derecho canónico, a fin de preservar la verdadera Fe Católica (para muestra, apartes del mandato apostólico de Mons. Richard Williamson para la consagración de Mons. Jean-Michel Faure – Fuente: NON POSSUMUS):
MANDATO APOSTÓLICO DE EMERGENCIA
   
Tenemos un Mandato para consagrar de la Iglesia Romana la cual en su fidelidad a las santas tradiciones recibidas de los Apóstoles nos comanda a transmitir fielmente estas santas tradiciones – a saber el Depósito de la Fe– a todos los hombres por la razón de su deber de salvar sus almas.
     
Pues ciertamente por un lado las autoridades de la Iglesia de Roma desde el Concilio Vaticano Segundo hasta hoy en día están movidas por un espíritu de modernismo que socava en profundidad la Santa Tradición al punto de torcer la propia noción: Porque vendrá el tiempo en que no soportarán más la sana doctrina, apartarán de la verdad el oído, mas se volverán a las fábulas, como dice San Pablo a Timoteo en su segunda Carta (IV, 3,5). ¿De qué serviría pedir a tales autoridades un Mandato para consagrar un obispo que va a estar profundamente opuesto al error más grave de ellas?
     
Por esta transmisión del poder episcopal de las Ordenes, no se asume ni se otorga poder episcopal de jurisdicción y tan pronto como Dios intervenga para salvar Su Iglesia, que ya no tiene más esperanza humana de rescate, los efectos de esta consagración y de su Mandato de emergencia serán sin dilación puestos de vuelta en las manos de un Papa una vez más totalmente Católico.
Ninguna de estas situaciones excepcionales hace diferencia alguna a la validez del Sacramento en sí. Las penas, como la excomunión, son materia administrativas (cuestiones de legalidad administrativa, no de validez sacramental) que ciertamente son sujetas a error, y no tienen nada que ver con la validez del Sacramento en sí. Es un dogma católico que los Sacramentos operan ex ópere operáto, esto es, del Sacramento en sí, porque la autoridad Sacramental viene propiamente de Nuestro Señor Jesucristo, no de cualquier hombre, así que cualesquiera pretendidas disputas sobre la legalidad que pueda o no haber en una situación dada, no tienen ningún impacto sobre la validez del Sacramento. Esta doctrina es pétrea teología sacramental católica, la cual se remonta tan lejos hasta, por lo menos, al Doctor de la Iglesia San Agustín de Hipona, en el siglo IV (Réplica a las cartas de Petiliano, libro primero, cap. V, 6; Tratado sobre el Bautismo, libro tercero, cap. XV).
     
El problema actualmente para la Iglesia Conciliar es que no usa más el válido y tradicional Sacramento de las Órdenes Sagradas, sino un sustituto, basado en modelos protestantes, que la Antiiglesia adoptó en 1968 en su Nuevo Ordinal protestantizado. De hecho, la Iglesia Conciliar ya no “ordena” sacerdotes ni “consagra” obispos, sino que meramente “instala” presbíteros “para presidir la asamblea del pueblo”, y obispones para “supervisar a los fieles”. La forma protestantizada conciliar de 1968 es defectuosa, no confiere el Sacramento, y no solo es ilegal, sino inválida.

domingo, 17 de diciembre de 2023

LA CAPILLA PAPAL EN EL GAUDETE

Traducción del artículo publicado en RADIO SPADA.
   
CAPILLA PAPAL DEL III DOMINGO DE ADVIENTO, LLAMADO GAUDÉTE
    
Ornamentos en color rosa seca (capa pluvial, tunicela, dalmática y casulla).
   
Siempre se celebra en la casa del Pontífice, aunque anteriormente se celebraba en la basílica de Santa Cruz en Jerusalén, como el cuarto de Cuaresma. Esto también lo confirmó Sixto V. En la antigüedad el altar estaba adornado con ocho estatuas de plata de los apóstoles con la cruz y los candeleros más nobles, para los cuales ahora se usa la cruz con los candeleros de oro; así el trono y el dosel del altar estaban hechos de telas de color rosado o rosa seco y ahora son de color púrpura.
   
Los Cardenales van allí con capas de color púrpura, pero vestidos con enaguas, fajín con lazos de oro, muceta y capa de color rosado, que no es ni violeta ni púrpura; y el Pontífice con capa rosada o de rosa seca y con mitra de hoja de oro, como también se practica el dicho domingo Lætare de Cuaresma.
   
Este domingo desde el Introito Gaudéte in Dómino semper, íterum dico gaudéte, tiene algo de particular alegría de la que toma el nombre de Gaudete y la Iglesia lo demuestra con la variedad de colores y otros ritos. El diácono y el subdiácono, en lugar de las casullas dobladas delante del pecho, llevan dalmáticas y tunicelas rosas, de cuyo color son el frontal, la capa del vicario y las vestiduras del celebrante, que es cardenal del orden presbiteral.
   
Este domingo fue tan famoso que el Sumo Pontífice cantaba allí misa y rezaba el Glória in excélsis Deo, además de la asistencia que le prestaba el sábado antes de vísperas, en la que colocaba una moneda de oro que le regalaba el cardenal camarlengo de San Pedro, en boca de quien entonaba la quinta antífona, como se lee en el códice 4737 publicado por el padre Juan Bautista Gattico, Acta selécta cæremoniália Sanctæ Románæ Ecclésiæ, página 79:
“In III domínica de Advéntu, quæ dícitur domínica de Gaudéte, in quo die est V antíphona Juste, in qua antíphona Dómino Papa facit quámdam solemnitátem quæ talis est … Primicérius prænúntiat primam antíphonam Papæ; álias vero tres dicunt scholénses canónici Sancti Petri, quíntam quæ est Juste prænunciátur Papæ et idem Dómino Papa post talem prænunciatiónem áccipit monétam áuream de manu camerárii et ponit in ore ipsíus prænunciántis eódem prænunciatóre tenente os apértum. Et hoc facto ipse Papa íncipit solémniter Juste“. [En el III Domingo de Adviento, que se llama domingo Gaudéte, en cuyo día se dice la 5.ª antífona ‘Juste’, la cual antífona el Señor Papa hace alguna solemnidad, que es tal… El primicerio anuncia al Papa la primera antífona; otras tres las dicen tres escolenses de los canónigos de San Pedro, y la quinta que es ‘Juste’ la pronuncia el Papa, y el mismo Señor Papa después de tal pronunciación, recibe del mano del camerario una moneda de oro y la pone en la boca del mismo pronunciante, teniendo el mismo pronunciador la boca abierta. Y hecho esto, el Papa inicia más solemnemente ‘Juste’].
Actualmente la Capilla se realiza con las ceremonias habituales de los demás domingos de Adviento, menos las particularidades descritas anteriormente. El motete del ofertorio Veni Dómine, que es uno de los más armoniosos y se puede cantar fácilmente, es de Palestrina. Es hora de dar el discurso del p. procurador general de los Ermitaños Agustinos en el hábito de su religión, quien en su tiempo promulga la indulgencia de veinticinco años concedida por el Papa.

Caballero GAETANO MORONILas Capillas papales, cardenalicias y prelaticias.

sábado, 18 de noviembre de 2023

PIERRE ROY, NUEVO OBISPO CATÓLICO EN CANADÁ


Junto al padre Fernando Altamira, será consagrado Obispo el padre Pierre Roy (foto), de la Misión Nuestra Señora de la Alegría (Canadá francés). Así lo anunció Mons. Rodrigo da Silva el 16 de Noviembre:
Consagración Episcopal del Padre Pierre Roy

Su Excelencia Reverendísima Monseñor Rodrigo H. Ribeiro da Silva
Seminario San José, Estr. dos Padeiros, 6300 - Sítio Tres Nascentes, Juquitiba - SP, 06950-000
      
16 de noviembre de 2023
   
Queridos fieles de Canadá y América del Norte,
   
Actualmente me encuentro en Méjico, visitando varias iglesias y sacerdotes que trabajan con nosotros en el apostolado. Hace aproximadamente dos meses, como ya sabéis, tuve graves problemas de salud, pero ahora –¡Deo gratias!– estoy bien y gozo de buena salud. El motivo de esta carta es daros una noticia muy importante, que creo será para mayor bien de la Santa Iglesia Católica, para Gloria de Dios y para el bien y salvación de las almas. Tengo la intención de consagrar al Episcopado al Rev. P. Pierre Joseph Roch Roy. La ceremonia tendrá lugar el 7 de Enero de 2024 en San Pablo, Brasil.
    
El P. Roy, de nacionalidad francocanadiense, ha tenido desde hace muchos años un apostolado muy amplio y fructífero en Canadá, y es un buen sacerdote de sana doctrina; por lo cual juzgo que es apto para ser elevado al Episcopado.
    
¿Por qué otro obispo? Algunos preguntarán, ¿no son suficientes los obispos que ya tenemos? Como vosotros sabéis es mi deber cuidar de las iglesias y misiones a las que asistió Su Excelencia el Obispo Daniel Dolan (QEPD) en México y toda Sudamérica; que han demostrado, en estos dos últimos años, ser un trabajo enorme, abrumador y agotador. Por lo tanto, consagraré al Episcopado al Rev. P. Pierre Roy para que pueda trabajar junto a mí en el apostolado y la administración de los Sacramentos en Canadá, del que también he sido responsable anteriormente. Además, considero prudente esta consagración, teniendo en cuenta la situación actual que vivimos en todo el mundo: las cuarentenas y los confinamientos no se quedan atrás; el pasaporte de “vacunas” Covid podría volver; muchos países han cerrado sus fronteras durante un período prolongado no hace mucho tiempo y muy bien podrían volver a hacerlo en el futuro; estamos viendo guerras en pleno apogeo (Rusia-Ucrania; Israel-Palestina) y no sabemos cómo pueden intensificarse en el futuro cercano. Parece prudente mirar la historia de los últimos años como una advertencia de Dios para prepararnos para tiempos más terribles y no esperar a que la situación degenere para organizar todo lo necesario para asegurar la supervivencia del pueblo cristiano.
   
Los fieles de Canadá han sido privados de los sacramentos de la Confirmación y del Orden Sagrado durante años durante los confinamientos, y han pasado por largos períodos de fronteras cerradas. No sólo durante este tiempo más de cien personas esperaban ansiosamente recibir el Sacramento de la Sagrada Confirmación, sino que incluso ahora sería difícil que en este país se aceptaran vocaciones sacerdotales debido a la incertidumbre sobre su ordenación, si se produjera una situación similar. En cualquier momento, es posible que no pueda visitar Canadá, lo que haría imposible su ordenación. También está la cuestión de los Santos Óleos, que serían difíciles de suministrar en tales circunstancias. Todas estas cuestiones hacen que la consagración de un obispo local canadiense no sólo sea algo prudente y necesario, sino también algo que considero urgente.
    
Pido sus oraciones por el Rev. P. Pierre Roy y por todos nosotros, vuestros obispos y sacerdotes.
    
Con mucho gusto os doy a todos mi bendición episcopal.
    
En Jesús y María,
    
✠ Su Excelencia Reverendísima Monseñor Rodrigo H. Ribeiro da Silva
     
Pierre Roy fue ordenado sacerdote en la Fraternidad Sacerdotal San Pío X el 17 de Junio de 2011 por el obispo Bernard Fellay. El 3 de Junio de 2016 abandonó la Fraternidad como rechazo a las negociaciones en curso con el Vaticano Modernista, y estuvo un tiempo con la Resistencia de Mons. Richard Williamson, antes de adherir al Sedevacantismo. En ocasión de su futura consagración episcopal, escribió esta carta (Fuente: CÍRCULO SAN ROBERTO BELARMINO; traducción propia):
“Non enim ddit nobis Deus Spiritum timoris: sed virtutis, et dilectionis, et sobrietatis”. 2 Tim. 1.7

«Dios no nos ha dado un espíritu de temor, sino de poder, de amor y de sobriedad» 2Tim. 1, 7

Queridos fieles,

Estamos muy solos ante ciertas decisiones que involucran nuestra eternidad y la salvación de nuestros hermanos... Y sin embargo, a veces estas decisiones deben tomarse y no podemos hacer nada para escapar de ellas, estando obligados a hacerlo por las circunstancias en las que el Señor nos coloca.

Han pasado más de siete años desde mi salida de la FSSPX y de mi carta explicando los motivos de esta salida. Como podéis comprender, entonces me enfrenté a una decisión muy difícil, un punto de inflexión sin precedentes en mi existencia previamente pacífica. Bendito sea Dios, hoy estoy contento con esta decisión tomada entonces y no me arrepiento más que de no haber cruzado el Rubicón hasta muy tarde ante los compromisos doctrinales a los que estuve expuesto.

Ahora me veo frente a un punto de inflexión de importancia igualmente capital. Como saben, Mons. Ribeiro da Silva tomó la decisión de elevar al episcopado al padre Fernando Altamira para Colombia y a mí para Canadá. Esta decisión obviamente fue discutida durante un año y medio, en el difícil contexto global que afrontábamos. A pesar de estas circunstancias objetivas que nos sitúan en una situación en la que nos hemos visto privados de la ayuda de un obispo durante un período prolongado, y del riesgo real de que esta situación se repita durante un tiempo aún mayor, algunos pueden opinar que esta decisión de Mons. Ribeiro da Silva es imprudente o innecesaria. Para aclarar los motivos de esta decisión, os escribo hoy esta carta.

Permitidme recordaros que estamos en guerra contra la falsa Iglesia del Vaticano II que continúa sus estragos en toda la tierra. Como sabéis, mi ministerio se extiende sobre un territorio inmenso, más de 1900 kilómetros, y tengo que cuidar de muchas almas en seis provincias de Canadá. En este inmenso territorio reinan los modernistas, que aplican constantemente las directivas de la Roma apóstata. ¿No sería vano e ilusorio pretender luchar contra su influencia nociva, sin darnos los medios para afrontarlas? La presencia de al menos un obispo verdaderamente católico parece necesaria en esta batalla contra la falsa Iglesia en nuestro país a cualquiera que sea consciente de la gravedad de la situación actual. «Hijitos míos, no amemos de palabra y lengua, sino de acción y en verdad» I Jo III, 18.

Mons. Ribeiro da Silva recordó en su carta las circunstancias que hemos vivido en los últimos años. No volveré. Le estamos agradecidos por ayudarnos.
   
Y, sin embargo, cuando Mons. da Silva acudió en nuestra ayuda, su presencia entre nosotros no le permitió llegar a todos los fieles que necesitaban los sacramentos. ¿Cómo puedo pedirle que viaje en el espacio de una semana a todos lados en el campo del apostolado que yo sólo puedo viajar cada seis semanas y aún menos a ciertos lugares? A pesar de la generosidad que mostró al venir y regresar de Brasil, sólo pudimos organizar la ceremonia de Confirmación en Moncton y Lévis. Después de un agotador viaje desde Brasil hasta nosotros, todavía nos llevó 14 horas de viaje. Los fieles de todas partes, al no poder viajar, no pudieron recibir los sacramentos que deseaban de todo corazón. Sin mencionar el hecho de que cada mes se nos unen nuevos fieles que necesitan la misma ayuda espiritual. Monseñor da Silva no quiere correr el riesgo de dejarnos nuevamente sin los sacramentos por un período prolongado. Fue en este contexto que me pidió que aceptara asumir parte de la carga y que acepté, no sin dudar mucho tiempo, sabiendo muy bien que me exponía a la furia de las olas.
     
No tengo ninguna duda de que algunos se sentirán conmovidos por esta decisión tomada por Mons. da Silva y que hemos aceptado, pero no podemos tener en cuenta sus reticencias. El Cielo nos ha cuidado de manera admirable hasta ahora. Sin embargo, un pastor es alguien que ve venir los peligros y no huye. «El mercenario huye, porque es mercenario y no se preocupa por las ovejas» (Juan 10.13). El amor que tengo por mi rebaño me obliga, a mi pesar, a dejar de lado mis miedos y tomar sobre mí el yugo del Señor.
    
Como sabéis, he aceptado a jóvenes para que lleven con nosotros la vida religiosa e incluso se preparen para la vida sacerdotal, si Dios quiere. La vida de estos jóvenes es preciosa y no podemos aceptarlos con nosotros sin tener la certeza moral de que podrán seguir las etapas de su vocación. La presencia de un obispo resulta, por tanto, necesaria para ser justos con estos jóvenes, a menos que nos decidamos a no construir nada serio y a esperar hasta que la desaparición del único sacerdote presente reduzca a la nada todo el trabajo realizado a costa de tanto. muchos sacrificios por parte de todos. De hecho, me encuentro ante un dilema: abandonar todo deseo de formar sacerdotes para cuidar de vuestras almas, o aceptar la petición de Mons. da Silva.
   
Para concluir, queridos fieles, permitidme señalaros que esta decisión es una continuación lógica de todo lo que hemos hecho durante más de siete años. Habiendo observado los compromisos de la FSSPX, que no han hecho más que aumentar desde entonces, confiamos nuestras almas a Dios y navegamos solos en alta mar, confiando en la ayuda del Señor. «Adjutorium nostrum in nomine Domini. Nuestra ayuda es en el nombre del Señor». Se trata ahora de garantizar la sostenibilidad de la Misión Nuestra Señora de la Alegría (Mission Notre Dame-de-Joie) y no podemos dar marcha atrás después de que el Señor nos ha mostrado tantos signos de su bendición.
    
Si tuviera la más mínima duda de que la Iglesia del Vaticano II es la Iglesia instituida por Nuestro Señor Jesucristo, jamás tendría la temeridad de recibir la consagración episcopal contra la voluntad de esta Iglesia. Teniendo la evidencia de que Roma ha caído en apostasía, no sólo tenemos el derecho, sino que tenemos el deber de luchar contra esta apostasía con todos los medios que el Señor ponga a nuestra disposición. Por supuesto, las circunstancias son excepcionales y soy muy consciente de ello. Mi mayor deseo será poder poner lo antes posible mi episcopado en manos de un verdadero Soberano Pontífice y estoy seguro de que Mons. Ribeiro da Silva está lleno del mismo deseo.
    
Habéis recibido con alegría la visita de monseñor Ribeiro da Silva. Recibisteis su autoridad espiritual al recibir de sus manos el sacramento de la Confirmación. Felizmente le confiasteis vuestras almas. Mons. da Silva, después de una atenta reflexión, consideró necesario dar un paso más para asegurarnos los sacramentos de la Iglesia y vemos en ello el amor que tiene por nuestras almas. Tened la bondad de recibir su decisión con la misma Fe y el mismo entusiasmo con que lo recibisteis a él mismo. Rezad por mí. Seré juzgado tanto más severamente por el Señor cuanto más elevado a mayor dignidad sea en su Iglesia. Pero la Iglesia de Cristo no puede sobrevivir sin pastores, por eso no me gustaría que se quedara sin pastores por timidez, por miedo, o por miedo a los ataques que sufriremos por todos lados y que las ovejas sigan ser dispersado por lobos rapaces.

¡Dios los bendiga a todos!

P. Pierre Roy

¡Servid al Señor con alegría! (Salmo 99)