El pasado 30 de Octubre tuvo lugar en Bolonia (Italia) la inauguración del año académico de la Facultad de Teología de Emilia Romaña, en presencia del canciller, el cardenal Matteo María Zuppi Fumagalli.
El anticatólico cardenal Jozef de Kesel Boels, de 77 años, arzobispón emérito de Malinas-Bruselas, dio una conferencia titulada: “Creyentes en un mundo que ya no es cristiano: Un desafío para la teología”.
Kesel ha publicado recientemente un libro en la Libreria Editrice Vaticana: “Cristianos en un mundo que no lo es más. Fe en la sociedad moderna” [¿Alguna vez “el mundo” fue cristiano?]
El controvertido prelado cree que hay un “cambio de época” en la Iglesia (“cambio de época” señalado por Francisco Bergoglio).
Según La Nuova Bussola Quotidiana, su tesis es que la secularización requiere una Iglesia que esté «presente en forma de ausencia» (sic), que sea «útil precisamente en su inutilidad» (sic) y que sólo se encuentre con el otro sin pedirle que cambie nada.
Kesel no respondió a la pregunta de quién querría ser miembro de su “nueva iglesia”, o cómo y por qué una institución tan vacía podría o debería sobrevivir.
Argumentó que la “religión cultural” (sea lo que sea) propia de la Cristiandad impregnaba toda la realidad, pero luego fue reemplazada por una cultura secular, el supuesto «pluralismo religioso» y la supuesta «tolerancia de la modernidad», los cuales hacen que la “religión cultural” sea ilegítima porque desprecia la “libertad” y la “diversidad”.
Para Kesel, esta “revolución copernicana” es “buena” para la Iglesia. Para él, las “religiones culturales” (o “culturas religiosas” si se quiere) son “peligrosas” porque «no permiten a las minorías» (como si los regímenes secularizados lo hicieran).
Introdujo la distinción entre el secularismo, que para él es “malo”, y la secularización, que para él es “buena” (como si tal distinción existiera en la vida real).
Según la teoría de Kesel, la iglesia no está llamada a vivir en “su” mundo, un mundo cristiano, sino en el mundo, como pueblo de Dios entre las naciones:
«No podemos retirarnos de la vida en sociedad y construir un mundo aparte. ¡Digamos no a una Iglesia cerrada y retraída en sí misma, no a la privatización de la fe, no a un cristianismo ajeno al mundo! La nuestra debe ser una Iglesia que dé testimonio del Evangelio y haga oír su voz en los grandes debates éticos y sociales, para ayudar a salvaguardar la humanidad del hombre y el futuro de nuestro planeta. A esto me refiero con la expresión “estar presente en la sociedad”».
El Concilio Vaticano II, dice Kesel, ya no habla de “la Iglesia y el mundo” sino de “la Iglesia en el mundo”.
Él consuela a los cristianos con que el mundo secular supuestamente «no está sin Dios», puesto que fue creado y [teóricamente] «amado» por él «hasta el punto de dar a su Hijo unigénito», a quien no se supone que la Iglesia traiga al mundo.
El prelado retirado tiene un entendimiento mágico de la salvación, que según él «es obra de Dios y no de la Iglesia». Nadie sabe cómo funcionaría esto en la práctica, pero Kesel no ve el problema, ya que su facción Novus Ordo de la Iglesia ha perdido el contacto con el Evangelio y ahora “evangeliza” solo por interpretación.
No faltó la inevitable diatriba contra una “Iglesia clerical”. Según la caricatura de Kesel, la “Iglesia clerical” (sea lo que sea) está «por encima del mundo» y «no escucha» porque «ya lo sabe todo» y cree que «no necesita ser convertida».
Pero si el mundo no necesita convertirse, ¿por qué la Iglesia debería hacerlo?
De hecho, en muchos países la Iglesia Novus Ordo ha hecho lo que Kesel predica. Donde esto ha sucedido, la Iglesia Novus-Ordo ha desaparecido de regiones enteras, porque nadie tiene el tiempo o el interés de “encontrarse” con una Iglesia por el mero hecho de reunirse. Ahí está Bélgica de ejemplo.
Hay un antecedente para toda esta palabrería de un Jozef de Kesel Boels que equiparó el cristianismo con el islam (que ese sí es el que aplasta el mundo y destruye toda muestra de cultura) y la naturaleza con la gracia (porque afirmar que la Revelación y la vida de la gracia sean capaces de aplastar lo que la naturaleza pueda hacer en el campo cultural por sus propias fuerzas, se significa necesariamente que la naturaleza por sí sola es capaz de la gracia) en su cátedra magistral: Martín Lutero. Como nominalista ockhamista (por ende antiescolástico), él separó la naturaleza y la gracia, y por tanto la historia y la metafísica, liberando la existencia terrena de cualquier relación con Dios. También sostuvo que no es la Iglesia la que da la salvación sino sólo Dios y abandonó la cultura y el conocimiento de sí mismo, que ya no necesitan ser “salvados”.
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)