Tomada del devocionario “Áncora de Salvación”, compilado y
publicado por el Padre José Mach SJ en 1860; con Imprimátur de Mons.
Antonio Rocca, Vicario General del Arzobispado de Buenos Aires, fechado a
31 de Marzo de 1949. Los Lamentos de las Benditas Ánimas del Purgatorio
son tradicionales, sin autor ni fecha conocidos.
Por la señal ✠ de la Santa Cruz; de nuestros ✠ enemigos líbranos, Señor ✠
Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠ y del Espíritu Santo.
Amén.
ACTO DE CONTRICIÓN - PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Señor mío Jesucristo, Creador, Padre y Redentor mío, en quien creo y
espero, a quien amo y quisiera haber siempre amado sobre todas las
cosas; me pesa, sí, una y mil veces me pesa de haberos ofendido, por ser
Vos quien sois, bondad infinita; pésame también porque merecí las
terribles penas del Purgatorio, y ¡ay!, tal vez las eternas llamas del
Infierno. Propongo firmemente nunca más pecar, y apartarme de todas las
ocasiones de ofenderos, ayudado de vuestra divina gracia. ¡Oh! Tenga yo,
Jesús mío, la dicha de confesarme bien, enmendar la vida y perseverar
hasta la muerte. Os lo pido por esas benditas Ánimas, por vuestra Sangre
preciosísima y por los dolores de vuestra afligidísima Madre. Amén.
ORACIÓN AL PADRE ETERNO PARA TODOS LOS DÍAS DE LA NOVENA
Padre celestial, Padre amorosísimo, que para salvar a las almas
quisisteis que Vuestro Hijo unigénito, tomando carne humana en las
entrañas de una Virgen purísima, se sujetase a la vida más pobre y
mortificada, y derramase su Sangre en la Cruz por nuestro amor; ¿cómo?
¿Dejaríais sufrir largo tiempo a esas almas en el Purgatorio, habiendo
costado tanto a Jesucristo y siendo vuestras amadísimas hijas?
¿Permitiríais fuese malograda Sangre de tan grande valor?
Compadeceos, pues, de esas pobrecitas almas, y libradlas de aquellas
horrorosas llamas. Compadeceos también de la mía, y libradla de la
esclavitud del vicio. Y si vuestra Justicia divina pide satisfacción por
las culpas cometidas, yo os ofrezco todas las obras buenas que haga en
este Novenario. ¡Ay! De poquísimo, de ningún valor son, en verdad; pero
yo las uno con los méritos infinitos de vuestro Hijo divino, con los
dolores de su Madre santísima, y con las virtudes heroicas de cuantos
justos han existido en la tierra. Miradnos a todos, vivos y difuntos,
con ojos de compasión, y haced que celebremos un día vuestras
misericordias en el eterno descanso de la Gloria. Amén.
DÍA PRIMERO - 24 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: DE LA EXISTENCIA DEL PURGATORIO
PUNTO PRIMERO
Es un artículo de fe que las almas de los que mueren con alguna culpa
venial, o sin haber satisfecho plenamente a la Justicia divina por los
pecados ya perdonados, están detenidas en un lugar de expiación que
llamamos Purgatorio. Así lo enseña la santa Madre Iglesia, columna
infalible de la verdad; así lo confirma la más antigua y constante
tradición de todos los siglos; así lo aseguran unánimemente los santos
Padres griegos y latinos: Tertuliano, San Cirilo, San Cipriano, San Juan
Crisóstomo, San Ambrosio, San Agustín, y tantos otros; así lo han
definido los sagrados Concilios de Roma, Cartago, Florencia, Letrán y
Trento, dirigidos por el Espíritu Santo. Y aunque la Iglesia no lo
enseñase así, ¿no lo dice bastante la misma razón natural? Supongamos
que sale de este mundo un alma con algún pecado venial: ¿Qué hará Dios
de ella? ¿La arrojará al Infierno y, siendo su hija y esposa amadísima,
la confundirá con los réprobos y espíritus infernales? Eso repugna a la
Justicia y Bondad divinas. ¿La introducirá en el Cielo? Eso se opone
igualmente a la santidad y pureza infinita del Creador; pues sólo aquel
cuyas manos son inocentes y cuyo corazón está limpio subirá al monte del
Señor. Nada manchado puede entrar en aquel reino purísimo. ¿Qué hará,
pues, Dios de aquella alma? Ya nos lo dice por Malaquías: “La pondré
como en un crisol, esto es, en un lugar de penas y tormentos, de donde
no saldrá hasta que haya plenamente satisfecho a la Justicia divina”.
¿Crees tú eso, cristiano? Creas o no creas, te burles o no te burles de
ello, la cosa es y será así. Negar el Purgatorio, sólo poner en duda
deliberadamente su existencia, es ya pecado grave. ¿Crees tú esta
verdad, y con esa indiferencia miras tan horribles penas? ¿Crees en el
Purgatorio y con tus culpas amontonas tanta leña para arder en el más
terrible fuego?
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
Es también un artículo de fe que nosotros podemos aliviar a aquellas
almas afligidísimas. Sí; en virtud de la Comunión de los Santos, hay
plena comunicación de bienes espirituales entre los Bienaventurados que
triunfan en el Cielo, los cristianos que militamos en la tierra y las
Ánimas que sufren en el Purgatorio. En virtud de esta comunicación de
bienes, podemos con mucha facilidad y mérito nuestro bajar al Purgatorio
con nuestros sufragios y, a imitación de Jesucristo después de su
muerte, librar a aquellas almas, y alegrar al Cielo con un nuevo grado
de gloria accidental, procurando nuevos príncipes y moradores a aquella
patria felicísima. ¡Oh admirable disposición de la Sabiduría divina!
¡Oh! ¡Qué dicha y felicidad la nuestra! Viéndose Dios obligado a
castigar a aquellas sus hijas muy amadas, busca medianeros que
intercedan por ellas, a fin de conciliar así el rigor de la Justicia con
la ternura de su Misericordia infinita. Y nosotros somos estos dichosos
medianeros y corredentores; de nosotros depende la suerte de aquellas
pobres almas. Haz, pues, amado cristiano, con fervor este santo
Novenario. No faltes a él ningún día; ¿Quién sabe si abrirás el Cielo a
alguno de tus parientes y amigos ya difuntos? ¿Y serás tan duro e
insensible que les niegues este pequeño sacrificio, pudiéndoles hacer
ese gran favor a tan poca costa?
Medita lo dicho un poco; encomienda a
Dios las Ánimas de tu mayor obligación y pide, por la intercesión de
María Santísima, la gracia que deseas conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Entre las muchas apariciones que confirman el dogma del Purgatorio y lo
adeptos que son a Dios los sufragios que ofrecemos por los difuntos, es
muy notable la que tuvo el gran caudillo de los ejércitos de Dios, Judas
Macabeo. Había este piadoso general derrotado a Gorgias, aunque no sin
pérdida de varios soldados que murieron en la batalla, y conociendo, por
las alhajas que se les encontraron ocultas en los vestidos, que habían
muerto en castigo de un robo cometido en el templo de Jamnia, exhortó al
ejército a que rogase por aquellos infelices. Hizo una cuestación, y
reuniendo doce mil dracmas de plata, las envió a Jerusalén para que se
ofreciesen sacrificios en sufragio de aquellas pobres almas. Conducta
admirable, que el Espíritu Santo alabó con estas memorables palabras:
“Santa y saludable cosa es rogar por los difuntos, para que se les
perdone el reato de sus pecados”. Conducta que le alcanzó de Dios una
insigne victoria, pues habiendo sucedido a Gorgias el soberbio Nicanor, y
venido con un crecidísimo ejército y gran número de caballos y
elefantes, la víspera, cansado Judas de combinar el plan y de hacer los
preparativos de la batalla, se queda dormido; cuando he aquí que se le
aparecen el profeta Jeremías y el Sumo Sacerdote Onías, ya difuntos, y
presentándole una espada muy preciosa, le dicen: “Recibe esta espada
santa como una prenda que Dios te envía: con ella abatirás a los
enemigos de mi pueblo Israel”. Armado con esta visión y armado con esta
espada divina, embistió con un pequeño ejército al enemigo y mató a
treinta y cinco mil, siendo uno de los principales el mismo Nicanor.
ORACIÓN A JESÚS SUDANDO SANGRE EN EL HUERTO
¡Oh Jesús amantísimo, alegría de los Ángeles y gloria del Cielo! ¡Cómo
os contemplo anegado en un mar de amargura en el huerto de Getsemaní!
¡Ay!, responde San Agustín, “Rogabais y sudabais sangre por las
horribles penas que habían de sufrir las almas en el Purgatorio”. ¡Y que
no pueda yo consolaros, oh Dios mío, y regocijar a la celeste
Jerusalén, librándolas de tan terribles tormentos! A lo menos aceptad,
oh Padre celestial, la tristeza y agonía que Jesús sufrió por ellas y
por mí. Sí; por mí está su alma triste hasta la muerte; por mi causa
bajó un Ángel del Cielo a consolarle; mío este sudor, mía esta Sangre
preciosa que baña la tierra. Yo os la ofrezco, oh Dios de amor;
aceptadla en expiación de mis culpas y sufragio de las Ánimas. Y pues es
sangre de valor infinito, dejad caer una gota sobre mi corazón y
quedarán borradas mis culpas. Caiga una gota siquiera en el Purgatorio y
se apagarán sus horribles llamas. ¡Ay!, no merecemos tan gran favor;
pero muévaos el afecto con que acudimos a vuestra divina Majestad. Amén.
Ahora se dirán cinco Padre nuestros y
cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en sufragio de las Benditas Ánimas y
para impetrar de Dios Nuestro Señor la gracia que se desea recibir.
ORACIÓN A LAS ÁNIMAS EN EL PURGATORIO
Esposas
muy queridas del Señor, que encerradas en la cárcel del Purgatorio
sufrís indecibles penas, careciendo de la presencia de Dios hasta que os
purifiquéis, como el oro en el crisol, de las reliquias que os dejaron
las culpas; ¡con cuánta razón desde aquellas voraces llamas clamáis a
vuestros amigos pidiendo misericordia! Yo me compadezco de vuestro
dolor, y quisiera tener caudal suficiente para satisfacer deuda tan
crecida; y aunque más pobre que vosotras mismas, os ofrezco y aplico
cuantas indulgencias pudiere ganar en este día, y cuantas obras de
supererogación hiciere, a excepción de aquellas que por alguna necesidad
particular aplicare. Pero siendo tan pobres mis méritos para satisfacer
por vosotras a la Justicia divina, apelo a la piedad de los Justos, a
los ruegos de los Bienaventurados, al tesoro inagotable de la Iglesia, a
la intercesión de María Santísima y al precio infinito de la Sangre de
Jesucristo. Conceded, Señor, a esas pobres Ánimas, sobre todo al alma de
N., el deseado
consuelo y descanso. Pero confío también, almas agradecidas, que tendré
en vosotras poderosas medianeras que me alcancen del Señor gracia con
que deteste mis culpas, adelante en la virtud, sojuzgue mis pasiones y
llegue a la eterna bienaventuranza. Amén.
LAMENTOS DE LAS BENDITAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Oíd, mortales piadosos,
Y ayudadnos a alcanzar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
¡Oh vosotros, caminantes,
Suspended, oíd, parad!
Bastará solo el oírnos
A mover vuestra piedad:
Hoy pide nuestra aflicción
Que queráis cooperar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
¡No hay dolor, angustia, pena,
Ni martirio el más cruento,
Que llegue a sombra o pintura
De nuestro menor tormento!
Sólo alivia nuestros males
De vuestro amor esperar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Aquí estoy en Purgatorio,
De fuego en cama tendido,
Siendo mi mayor tormento
La ausencia de un Dios querido:
Padezco sin merecer,
Por mí no basto a alcanzar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
¡Ay de mí, ay Dios severo!
¡Ay llama voraz y activa!
¡Ay bien merecido fuego!
¡Ay conciencia siempre viva!
¡Ay Justicia que no acabas!
Ay, ¿cuándo se ha de llegar?
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
¡Ay culpa, lo que me cuestas!
Nunca pensé en tu fiereza:
Pues con tanto fuego pago
Lo que juzgué ligereza.
¡Cielos, piedad! ¡Basta, Cielos!
¿Cuándo el día se ha de llegar?
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Todo lo que aquí padezco
Es justo, santo y debido,
Pues no se purga con menos
Haber a un Dios ofendido.
¡Ay, que pude no ofenderle!
¡Ay, que no hay más que esperar!
Haber a un Dios ofendido.
¡Ay, que pude no ofenderle!
¡Ay, que no hay más que esperar!
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Padres, hermanos, amigos,
¿Dónde está la caridad?
¿Favorecéis a un extraño
Y para mí no hay piedad?
¡Ea, venga una limosna,
Un sufragio o un rogar!
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Hijo ingrato que paseas
Tan ricamente vestido,
Y a costa de mis sudores
Descansas en tanto olvido:
¡Mira a tu padre quemando,
Y lo puedes remediar!
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Quizá en ti no será arbitrio,
Sí obligación de justicia,
Pues no cumples testamentos,
Aquí estoy por tu perezosa malicia.
¡Abre los ojos, despierta!
Paga, haciendo acelerar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Hermanos todos en Cristo,
Los que oís estos suspiros,
Si queréis podéis sacarnos
De estos lóbregos retiros,
Con sufragios, sacrificios,
Y devotamente orar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
El más alto sacrificio
Del Cordero Inmaculado
Nos es el primer sufragio
Para purgar el pecado.
Su santa Cruz y Pasión
Son medios para lograr
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
De Getsemaní en el Huerto
Sangre sudó el Redentor,
Contemplando de estas penas
El gran tormento y rigor:
Al Padre Eterno se ofrece,
No cesando allí de orar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Es María del Monte Carmelo
Y su ilustre Cofradía,
Quien nos libra de los males
Y nos colma de alegría:
Su nombre el mal nos mitiga,
Siendo el medio de alcanzar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
En vista de tal piedad,
No te olvides, oh mortal,
De este pío camposanto,
Cementerio de hospital.
Sigue, pues, la Cofradía
Que tierna te insta a clamar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Atiende y mira, cristiano,
Que en aqueste cementerio
Tal vez tus padres y deudos
Esperan de ti el remedio.
A la Virgen y a los santos,
Pedidles, quieran mediar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Cofrades, fieles, amigos,
Dad crédito a estos lamentos:
Obrad bien, evitad culpas,
Para huir de estos tormentos.
¡Socorro, piedad, alivio!,
Concluimos con gritar:
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Oíd, mortales piadosos,
Y ayudadnos a alcanzar
Que Dios nos saque de penas
Y nos lleve a descansar.
Antífona: Dales, Señor, el descanso eterno, y brille para ellos la luz perpetua.
V. Y oí del Cielo una voz que me decía.
R. Bienaventurados los que murieron en el Señor.
ORACIÓN
Oh
Dios, Creador y Redentor de todos los hombres, conceded a las almas de
vuestros servidores y servidoras, la remisión de todos sus pecados, a
fin de que obtengan por nuestras humildísimas oraciones el perdón que
ellas siempre han deseado. Vos que vivís y reináis por los siglos de los
siglos. Amén.
En el Nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
OBSEQUIO:
En sufragio de las santas Ánimas, tomar la generosa resolución de
asistir al Novenario cada día o de suplir haciendo la Novena en casa, si
alguno estuviese impedido de ir a la iglesia.
DÍA SEGUNDO - 25 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: SOBRE LA PENA DE SENTIDO EN GENERAL
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
Ven, mortal, tú que vives como si después de esta vida no te quedase
nada que temer ni que esperar; ven, penetra con el espíritu en aquellos
horrendos calabozos donde la Justicia divina acrisola las almas de los
que mueren con algún pecado venial; mira si, fuera del Infierno, pueden
darse penas mayores, ni aun semejantes a las que allí se padecen.
Considera todos cuantos dolores han sufrido los enfermos en todos los
hospitales y lugares del mundo; aquellos dolores de cabeza y de vientre
tan agudos, aquellos tan rabiosos de costado y de muelas, aquellas
convulsiones y contorsiones espantosas de miembros, aquellas llagas y
postemas insoportables, aquellos dolores y males de corazón tan vivos
que han acabado con la vida de tantas personas; ¿igualarían todos estos
males reunidos a los dolores que padece un alma en el Purgatorio? “No,
-dice San Agustín- pues éstos exceden a todo cuanto se puede sentir, ver
o imaginar en este mundo”. Añadid a todos estos males los suplicios y
tormentos que la crueldad de los Nerones, Dioclecianos, Decios y demás
perseguidores de la Iglesia inventaron contra los cristianos. Aquellas
tenazas y garfios de hierro con que les despedazaban las carnes,
aquellas parrillas con que los asaban vivos, aquellas catastas y ecúleos
con que les descoyuntaban los miembros, aquellas ruedas de navajas y
puntas de hierro, aquellas prensas y máquinas con que los martirizaban;
todo este horrible aparato de dolores y tormentos acerbísimos, ¿no
igualaría al Purgatorio? “Tampoco, -dice San Anselmo- pues la menor pena
de aquel lugar de expiación es más terrible que el mayor tormento que
se pueda imaginar en este mundo”. Pues, ¿qué penas serán aquéllas? ¡Ah!
“Son tales, -dice San Cirilo de Jerusalén- que cualquiera de aquellas
almas querría más ser atormentada hasta el día del Juicio con cuantos
dolores y penas han padecido los hombres desde Adán hasta la hora
presente, que no estar un solo día en el Purgatorio sufriendo lo que
allí se padece”. Pues todos los tormentos y penas que se han sufrido en
este mundo, comparados con los que sufre un alma en el Purgatorio,
pueden tenerse por consuelo y alivio. “Solátia erunt”. ¡Ah! ¡Quién no tiembla!
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
¿Y quiénes son esas Ánimas tan horriblemente atormentadas en el
Purgatorio? ¡Ay! ¡Qué motivo éste tan grande para hacernos temblar! Son
obra maestra de la mano del Omnipotente, y vivas imágenes de su
divinidad; son amigas, hijas y esposas amadísimas del Señor; ¡y no
obstante son tan severamente castigadas! Dios las amó desde la
eternidad, las redimió con la sangre de sus venas, ahora las ama con un
amor infinito, como que están en su gracia y amistad divina; ¡y no
obstante sufren penas imponderables! ¡Ay! ¡Purgatorio! ¡Purgatorio!
¡Cuán claramente nos manifiestas la justicia y santidad de Dios! ¡Qué
horror debes inspirarnos al pecado! Pues si con tanto rigor trata Dios a
sus estimadísimas esposas por faltas ligeras, ¿cómo serás tratado tú,
pecador, tú que vives abandonado al arbitrio de las pasiones? “Si en el
árbol verde hacen esto, en el seco ¿qué harán?”. Si el hijo y heredero
del Cielo es así castigado por faltas que a muchos parecerán virtudes,
¿cómo serás castigado tú, pecador y enemigo de Dios, por vicios y
pecados tan horrendos y abominables? Piénsalo bien y enmienda tu vida.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Refiere Tomás de Cantimprato que a un hombre muy virtuoso, pero que a
causa de una larga y terrible enfermedad, estaba muy deseoso de morir,
se le apareció el ángel del Señor y le dijo: “Dios ha aceptado tus
deseos; escoge, pues: o pasar tres días en el Purgatorio y después ir al
Cielo, o ir al Cielo sin pasar por el Purgatorio, pero sufriendo
todavía un año de esa enfermedad”. Eligió lo primero: murió y fue al
Purgatorio. No había aún pasado un día, cuando el Ángel se le presentó
de nuevo. Apenas le hubo visto aquella pobre alma, “no es posible
–exclamó– que tú seas el ángel bueno, pues me has engañado así. Me
decías que sólo estaría tres días en este lugar, ¡y hace ya tantos años
que estoy sufriendo aquí las más horribles penas!”. “Tú eres quien te
engañas –contestó el ángel–; todavía no ha pasado un día; tu cuerpo está
aún por enterrar; si prefieres sufrir un año más esta enfermedad, Dios
te permite aún salir del Purgatorio y volver al mundo”. “Sí, ángel santo
–replicó–; no sólo esta enfermedad durante un año, sino cuantas penas,
dolores y males haya en el mundo sufriré gustoso, antes que padecer una
sola hora las penas del Purgatorio”. Volvió, pues, a la vida y sufrió
con admirable alegría un año más de aquella enfermedad, publicando a
todos lo terrible que son las penas del Purgatorio.
ORACIÓN A JESÚS PRESO POR NUESTRO AMOR
¡Oh Padre celestial! No me espanta el ver a vuestras amabilísimas
esposas presas y tan severamente castigadas en el Purgatorio. Las
infelices ofendieron un día a vuestra divina Majestad y pisaron vuestra
ley santísima. Lo que me pasma es ver entregado por el traidor Judas y
preso como un facineroso por hombres vilísimos e inhumanos ¿a quién? A
Jesús, centro de vuestras complacencias infinitas. ¡Ah! Le veo con una
soga al cuello, tirado por tierra, atadas sus manos, cargado de oprobios
y de cadenas. Mas por otra parte, ¡oh dichosas cadenas! Ellas son mi
esperanza, y serán el consuelo y alivio de las benditas almas del
Purgatorio. Sí, Padre de clemencia; usad con ellas y conmigo de
misericordia; y pues Jesús se deja prender por darnos libertad, aceptad
las ignominias, injurias y golpes cruelísimos que padece por nuestro
amor. Aceptadlas en remisión de nuestras culpas y en sufragio de
nuestros hermanos difuntos; dadles la libertad, que con ansia esperan,
para alabaros eternamente en el Cielo. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
OBSEQUIO: Asistir mañana y todos los días que se pueda, al santo sacrificio de la Misa en sufragio de las Almas del Purgatorio.
DÍA TERCERO - 26 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: SOBRE EL FUEGO DEL PURGATORIO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
Considera, amado cristiano, el tormento que causa a las almas el fuego
abrasador del Purgatorio. Si el fuego de este mundo, creado para
servicio del hombre y efecto de la bondad divina, es ya el más terrible
de todos los elementos; si es ya tal su virtud, que consume bosques,
abrasa edificios, calcina mármoles durísimos, hace saltar piedras y
murallas espantosas, derrite metales y ocasiona horrendos terremotos,
¿qué será el fuego del Purgatorio, encendido por un Dios santísimo y
justísimo, para con él demostrar el odio infinito que tiene al pecado?
“Es tal, -dice San Agustín- que el fuego de este mundo, comparado con
él, no es más que pintado”. “Tamquam ignis depíctus!” Dios mío,
¡qué expresión! ¡Las llamas que vomitan los Vesubios, las que devoraron a
Roma y tantas otras ciudades, el fuego de Babilonia, el que Elías hizo
bajar del Cielo, hasta el diluvio de llamas que en tiempo de Lot llovió
sobre las nefandas ciudades de Sodoma y Gomorra, todo es fuego pintado
en comparación del que atormenta a las Almas del Purgatorio! Tamquam ignis depíctus!
Ahora bien: si tener el dedo en la llama de una vela sería para
nosotros insoportable dolor, ¿qué tormento será para aquellas almas
estar sepultadas en un fuego que es, dicen Santo Tomás y San Gregorio,
“igual en todo, menos en la duración, al del Infierno”? Sí; escuchadlo,
almas tibias, y estremeceros. Con el mismo fuego se purifica el elegido y
arde el condenado, con la única diferencia que aquél saldrá cuando haya
satisfecho por sus culpas y éste arderá allí eternamente. ¿Y en esas
abrasadoras llamas quieres tú caer por tu tibieza? ¡Oh ceguera! ¡Oh
locura sin igual!
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
Considera cuáles son las faltas por las que Dios infinitamente bueno y
misericordioso castiga a sus amadísimas esposas con tanto rigor y verás
que son faltas leves, y a veces un solo pecado venial. ¡Oh! ¡Y qué mal
tan grave debe ser éste delante de Dios, cuando es tan severamente
castigado en el Purgatorio! En efecto; el pecado venial es leve, si se
le compara con el mortal, pero en sí es mayor mal que la ruina de todos
los imperios y que la destrucción del universo; es un mal tan espantoso,
que excede en malicia a todas las desgracias y calamidades del mundo;
es un mal tan grande, que si cometiéndolo pudieses convertir a todos los
pecadores, sacar a todos los condenados del Infierno, librar a todas
las almas del Purgatorio, aun entonces no debieras cometerlo, pues todos
estos bienes no igualarían la malicia del pecado más leve, porque
aquéllos son males de la criatura y éste es un mal y una ofensa hecha al
mismo Creador. ¿Puedes oír esto sin horrorizarte y sin mudar de
conducta? Pero ¡Ay! ¿Qué es tu vida, sino una serie ininterrumpida de
pecados? ¡Pecados cometidos con los ojos, con los oídos, con la lengua,
con las manos, con todos los sentidos! ¡Cuántas culpas por la ignorancia
crasa y olvido voluntario de tus obligaciones! ¡Cuántas indiscreciones
por la distracción de tu espíritu, por la violencia de tu genio, por la
temeridad de tus juicios, por la malicia de tus sospechas! ¡Cuántas
faltas por no querer mortificarte, ni sujetarte a otro, por tu ligereza
en el hablar! ¡Ay! Llora, cristiano, tu ceguedad; y a la claridad del
fuego espantoso del Purgatorio, comprende por último cuán grande mal es
cometer un pecado venial. Pero ¡ay!, es un mal tan grande; ¡y tú, lejos
de llorarle, lo cometes sin escrúpulo, a manera de juego, pasatiempo y
diversión!
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Nada hace tan sensible la malicia del pecado venial como las muchas
almas, de que consta por varias y auténticas apariciones, que han
expiado en el Purgatorio faltas, según nuestro modo de hablar, muy
ligeras. Unas fueron condenadas a él por haber hablado en la iglesia sin
necesidad, como una niña de siete años, según refiere Cesáreo de Heisterbarch; otras,
como la hermana de San Pedro Damián, por haber escuchado con gusto una
canción profana cuando se levantó a Maitines. Murió Vitalina, noble doncella romana, tenida por Santa
Mónica en tan buena opinión que encomendaba a su hijo Agustín en sus
oraciones; y a pesar de esto, se apareció muy triste a San Martín obispo
diciéndole: “Estoy ardiendo por haberme lavado dos o tres veces la cara
con demasiada vanidad en día Viernes”. Un religioso fue al Purgatorio por no haber
hecho inclinación de cabeza al decir el Gloria Patri al fin de los
Salmos; otro por estarse a la lumbre más de lo ordinario en tiempo de
invierno; allá fue a parar San Severino, obispo coloniense, por ciertas negligencias en el
rezo divino; un niño de nueve años por no haber pagado o devuelto
algunas frioleras que había tomado; muchos años estuvo en aquel fuego un
padre de familia por haber descuidado la buena educación de sus hijos;
San Valero por haber favorecido demasiado a un sobrino suyo; y así de
otros muchos.
ORACIÓN A JESÚS CONDUCIDO DE TRIBUNAL EN TRIBUNAL
¡Oh Padre amantísimo! Cuando considero las innumerables ofensas que cada
día cometí contra vuestra soberana Majestad, cuando me veo siempre
iracundo, soberbio, vengativo, falto de virtudes y lleno de defectos y
vicios, no puedo menos que temblar al postrarme a vuestros pies. ¿Y cómo
me atreveré yo a interceder por las afligidas almas del Purgatorio,
siendo merecedor de penas más graves que las suyas? No obstante, me
anima vuestro benignísimo y pacientísimo Hijo. ¡Ah! Si le veis cargado
de cadenas y conducido de tribunal en tribunal, es por mi amor; sí, a
pesar de ser Juez de vivos y muertos, oye las más inicuas acusaciones y
falsos testimonios; si le veis insultado, escupido, abofeteado y
pisoteado, es por mi amor. Aceptad, pues, oh Padre amantísimo, la
paciencia inalterable de mi dulce Redentor; aceptad su silencio,
humildad y mansedumbre asombrosos. Estas virtudes confunden y condenan,
es verdad, mi altivez, mis impaciencias e ímpetus de ira y de venganza;
mas, por tan sublime santidad, perdonaréis a las pobres Ánimas del
Purgatorio, y purificándome de mis defectos y manchas, me transformaréis
todo en Vos. ¡Oh! Concededme estas gracias, Jesús mío benignísimo.
Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
OBSEQUIO: Mañana
procuraremos sufrir con paciencia, así los trabajos que Dios nos envíe,
como las molestias del prójimo, en sufragio de las benditas almas del
Purgatorio.
DÍA CUARTO - 27 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: SOBRE LA PENA DEL DAÑO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
Por horrorosos que sean los tormentos que padecen las Ánimas en el
Purgatorio, por espantosas que sean las llamas en que se abrasan, no
igualarán jamás la pena vivísima que sienten al verse privadas de la
vista clara de Dios. En efecto, aquéllas constituyen la pena de sentido,
ésta la de daño; aquéllas son limitadas; ésta infinita; aquéllas privan
a las almas de un bien accidental, cual es el deleite; por ésta carecen
de un bien esencial a la bienaventuranza, en el cual consiste la
felicidad del hombre, y es la posesión beatífica de Dios. Ahora no
comprendemos esta pena; pero ella es atroz, incomprensible, infinita.
¡Ah! ¡Pobres Ánimas! Vosotras conocéis a Dios, no con un conocimiento
oscuro, como nosotros, sino con una luz clara y perfectísima; veis que
es el centro de vuestra felicidad, que contiene todas las perfecciones
posibles, y en grado infinito; sabéis que si cayera en el Infierno una
sola gota de aquel océano infinito de delicias que en sí encierra,
bastaría para extinguir aquellas llamas y hacer del Infierno el paraíso
más delicioso. Comprendéis todo esto perfectísimamente, y así os lanzáis
hacia aquel Bien infinito con más fuerza que una enorme peña desgajada
de la montaña se precipita a lo profundo del valle; ¡y no obstante no le
podéis abrazar ni poseer! ¡Qué pena! ¡Qué tormento! Absalón, privado
solamente dos años de la amable vista de su padre David, vive
desconsoladísimo; nada le alegra: ni riquezas, ni amigos, ni delicias;
continuamente suspira por verle, hasta llegar a elegir la muerte antes
que verse más tiempo privado de su presencia, siendo su padre un simple
mortal; ¿qué será, pues, para vosotras el veros privadas de Dios, y con
Él de todo bien, de todo consuelo y felicidad? Preciso fuera sentirlo,
para formarse una idea cabal y completa de estado tan horriblemente
angustioso.
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
Si tan horrible pena sienten las Ánimas, viéndose privadas del
hermosísimo rostro de Dios, ¿cuál debería ser tu desconsuelo, oh
pecador, que vives privado de su gracia y amistad? Las almas benditas
del Purgatorio no poseen aún a Dios, es verdad; pero están seguras de
poseerle un día, porque son amigas, hijas y esposas suyas muy queridas.
Pero tú, infeliz, sabes que, viviendo como vives, no poseerás jamás a
Dios. Sabes que desde el momento en que te rebelaste contra Él perdiste
su gracia, y con ella la rica herencia de la Gloria. ¡Ah! ¿Cómo dices
“Padre nuestro, que estás en los cielos”? Te engañas: Dios ya no es tu
padre, ni tu señor, ni tu rey. ¿Sabes quién es tu padre y señor? ¡Ay de
ti! Es el demonio: “Vos ex patre diábolo estis”. A él te
entregaste pecando, él es tu compañero inseparable; tú eres su esclavo.
Si Dios rompiera el hilo delgado de tu vida, ¡ay!, el demonio se
apoderaría de ti y arrastraría su presa al fuego del Infierno. ¡Ay!
¿Crees esto, pecador, y no obstante duermes tranquilo? Dios todopoderoso
es tu enemigo, tiene firmada contra ti la sentencia de condenación
eterna; ¡y tú, lejos de borrarla con una buena confesión, juegas, ríes,
te diviertes, pasas días, meses, años y la vida entera en el pecado! ¡Oh
deplorable ceguedad! ¡Oh insensibilidad más que de bruto irracional!
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Refieren varios autores, entre ellos fray José de Jesús María OCD y el padre Pedro de Moncada SJ, que estando un religioso carmelita descalzo en
oración, se le apareció un difunto con semblante muy triste y todo el
cuerpo rodeado de llamas. “¿Quién eres tú? ¿Qué es lo que quieres?”
–preguntó el religioso–. “Soy –respondió– el pintor que murió días
pasados, y dejé cuanto había ganado para obras piadosas”. “¿Y cómo
padeces tanto, habiendo llevado una vida tan ejemplar?” –volvió a
decirle el religioso–. “¡Ay! –contestó el difunto–; en el tribunal del
supremo Juez se levantaron contra mí muchas almas, unas que padecían
terribles penas en el Purgatorio y otras que ardían en el Infierno, a
causa de unas pinturas obscenas que hice a instancias de un caballero. Por
fortuna mía se presentaron también muchos Santos, cuyas imágenes pinté, y
dijeron para defenderme que había hecho aquella pintura inmodesta en la
juventud, que después me había arrepentido y cooperado a la salvación
de muchas almas, pintando imágenes de Santos; y por último, que había
empleado lo que había ganado a fuerza de muchos sudores, en limosnas y
obras de piedad. Oyendo el Juez soberano estas disculpas, y viendo que
los Santos interponían sus méritos, me perdonó las penas del Infierno,
pero me condenó a estar en el Purgatorio mientras dure aquella pintura.
Avisa, pues, al caballero N. N., que las eche al fuego; y ¡ay de él si no
lo hace! Y en prueba de que es verdad lo que digo, sepa que dentro de
poco tiempo morirán dos de sus hijos”. Creyó, en efecto, el caballero en la
visión y arrojó al fuego las imágenes escandalosas. Antes de dos meses se
le murieron dos hijos, y él reparó con rigurosa penitencia los daños
ocasionados en las almas, y en satisfacción hizo pintar cuadros de la Pasión de Cristo, de la Virgen y de otros Santos, con lo cual pudo salir libre el pintor.
ORACIÓN A JESÚS TRATADO COMO LOCO Y POSPUESTO A BARRABÁS
¿Qué decíais, oh Ángeles del cielo, cuando visteis a la Majestad y
Sabiduría infinita tan vilmente despreciada en casa de Herodes y en el
pretorio de Pilatos? ¿Cómo? ¡Vos, oh Jesús mío, vestido de ropa blanca y
tenido por loco! ¡Vos, Rey de cielos y tierra, conducido así por las
calles de Jerusalén, cargado de oprobios e ignominias! ¡Vos, el Hijo de
Dios, pospuesto al más vil facineroso! Pero ¡Ay de mí! ¡Yo también os he
tratado de necio, prefiriendo las locas máximas del mundo a vuestra ley
sapientísima! ¡Yo también ingrato os he abandonado y pospuesto a un vil
interés, a un sucio deleite, a un puntillo de honra por un miserable
“qué dirán”! ¡Ay!, merecía estar por siempre privado de vuestra
presencia amabilísima; pero, ya que por mí sufristeis escarnios tan
crueles, tened compasión de mí y de las pobres Ánimas del Purgatorio.
Sí, Jesús mío; por esas vuestras ignominias curad mi loca vanidad y
soberbia; por aquel grito tremendo que oísteis en casa del juez,
gritando todos a una voz: “Crucificadle, crucificadle”, haced que yo
crucifique mis pasiones, para que, junto con las Ánimas del Purgatorio,
logre un día alabaros eternamente en la Gloria. Amén.
OBSEQUIO: Mañana, en
sufragio de las benditas Ánimas, y en satisfacción de las palabras
altivas que hubiéremos dicho, besar tres veces la tierra; y el que
quiera aún humillarse más, podrá hacer con la lengua una pequeña cruz en
el suelo.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
DÍA QUINTO - 28 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: DEL REMORDIMIENTO DE UN ÁNIMA EN EL PURGATORIO
Por la señal...
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
Figúrate, cristiano que esto meditas, a un alma que haya llevado en este
mundo una vida enteramente semejante a la tuya; que haya vivido tibia,
inmortificada, distraída en los ejercicios de piedad como tú, sin tener
horror más que al pecado mortal y al Infierno. Supongamos, no obstante,
que haya tenido la dicha (no sabes si tú la tendrás) de hacer una buena
confesión, morir en gracia e ir al Purgatorio. ¿Qué pensará en aquel
horrible fuego entre penas y tormentos tan espantosos? ¡Ay!, dos
pensamientos la afligirán sobremanera.
PRIMER PENSAMIENTO
“Pude librarme de estas penas y no quise. Sí; ¡yo misma he encendido
estas llamas! ¡Yo soy la causa de estas penas atrocísimas! Dios no hace
más que ejecutar la sentencia que yo, en el mundo, pronuncié contra mí
misma. ¡Qué medios no me había proporcionado para ahorrarme estos
tormentos! Caricias, amenazas, beneficios, todo lo había agotado;
gracias singularísimas de inspiraciones, buenos ejemplos, libros
piadosos, padres vigilantes, celosos confesores, maestros y predicadores
fervorosos, remordimientos continuos, todo lo había empleado. Mas, ¡qué
locura tan grande la mía! ¡Por no privarme de un frívolo pasatiempo,
por ir a bailes, por divertirme o jugar con tal compañía, por no
abstenerme de una mirada, de un vil gusto, de una vana complacencia, por
hablar de los defectos del prójimo, me sujeté voluntariamente a tantas
penas y tormentos! Me lo decían todos los años, me lo predicaban y
repetían; ¡mas yo no hacía caso!… ¡Dichoso San Pablo, primer ermitaño,
dichosas Gertrudis, Escolástica, y tantos otros Santos que, habiendo
satisfecho a la Justicia divina en el mundo, subisteis al Cielo sin
pasar por el Purgatorio! ¡Yo podía hacer lo que vosotros, pero no quise!
¡Oh locuras mundanas, oh conversaciones frívolas, oh pasatiempos, oh
vanidad, y qué caro me costáis ahora! ¡Oh amarga memoria! ¡Estoy
sufriendo penas y tormentos acerbísimos; y yo los he querido! ¡Podía
evitarlos fácilmente, y no quise!”.
Medita un poco sobre lo dicho.
SEGUNDO PENSAMIENTO que aflige, oh cristiano, al alma tibia, que vivió enteramente como tú vives.
“Yo querría librarme ahora del Purgatorio y no puedo. ¡Oh, si pudiera yo
ahora volver al mundo! -dirá cada una de aquellas Ánimas-, ¡con qué
gusto me sepultaría en los desiertos con los Hilariones y Arsenios!
Haría penitencias más espantosas que las de un Ignacio en la cueva de
Manresa, que las de un Simeón Estilita y de un San Pedro de Alcántara;
pasaría noches enteras en oración, como los Antonios, Basilios y
Jerónimos; me arrojaría en estanques helados y me revolcaría entre
espinas, como los Benitos y los Franciscos; haría…” ¡Ah pobres e
infelices almas! No era necesario nada de esto; con mucho menos podíais
apagar esas abrasadoras llamas, sin hacer más que lo que hacíais cada
día, pero haciéndolo con perfección, evitabais estos tormentos. Sí; los
mismos Sacramentos, pero recibidos con mejores disposiciones; las mismas
Misas, pero oídas con más recogimiento y atención; las mismas
devociones, pero practicadas con más fervor; las mismas mortificaciones,
ayunos y obras de misericordia, pero hechas con menos ostentación,
únicamente por agradar a Dios, no sólo os hubieran librado de todas esas
penas, sino también asegurado a vosotras y a muchas otras almas la
posesión del Reino de los Cielos. Ahora no os canséis, vuestros deseos
son inútiles; ya no es tiempo de merecer; ya ha llegado para vosotras
aquella noche intimada por San Juan, en la que nadie puede hacer obra
alguna meritoria; “ahora es necesario sufrir, y sufrir penas
inexplicables, y sufrirlas sin mérito alguno. ¡Y yo lo he querido! ¡Pude
facilísimamente evitar estos tormentos, y no quise! ¡Quisiera poder
evitarlos ahora, y no puedo! ¡Dichoso cristiano que oyes esto! Tú tienes
tiempo todavía; no es aún llegada para ti aquella noche tenebrosa. ¿Y
perderás días tan preciosos? ¿No tomarás la seria resolución de
confesarte bien, de enmendar tu vida?”.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Estaba Santa Brígida en altísima contemplación, cuando fue llevada en
espíritu al Purgatorio. Allí vio, entre otras, a una noble doncella, y
oyó que se quejaba amargamente de su madre, por el demasiado amor que le
había tenido: “¡Ah! –decía–, en vez de reprenderme y sujetarme, ella me
proporcionaba modas, novios; me excitaba a ir a los bailes, saraos,
teatros, y hasta me engalanaba ella misma. Es verdad que me enseñaba
algunas devociones, pero ¿qué gusto podían dar éstas a Dios, yendo
mezcladas con tanto galanteo y profanidad? No obstante, como la
misericordia del Señor es tan grande, por aquellas pocas devociones que
hacía, Dios me concedió tiempo para confesarme bien y librarme del
Infierno. Pero ¡ay! ¡Qué penas estoy padeciendo! Si lo supieran mis
amigas, ¡qué vida tan distinta llevarían! La cabeza, que antes ataviaba
con dijes y vanidades, está ahora ardiendo entre llamas vivísimas; las
espaldas y brazos, que llevaba descubiertos, los tengo ahora cubiertos y
apretados con hierros de fuego ardentísimo; las piernas y pies, que
adornaba para el baile, ahora son atormentados horriblemente; todo mi
cuerpo, en otro tiempo tan pulido y ajustado, ahora se halla sumergido
en toda clase de tormentos”. Contó la Santa esta visión a una prima de
la difunta, muy entregada también a la vanidad, y ésta cambió de vida en
términos que, entrando en un convento de muy rigurosa observancia,
procuró con rigidísimas penitencias reparar los desórdenes pasados y
auxiliar a su parienta, que estaba padeciendo tanto en el Purgatorio.
ORACIÓN A JESÚS AZOTADO EN LA COLUMNA
¡Oh Jesús amabilísimo! ¡Vos, desnudo y azotado por mí! ¡Vos, la
inocencia y santidad infinitas, despedazado por mi amor con innumerables
azotes! ¡Ay! ¡Qué extraño es que se paguen caros en el Purgatorio los
gustos del pecado, si así pagáis Vos en vuestro purísimo cuerpo las
sensualidades del mío! ¡Ay infeliz de mí! Yo soy quien he pecado; yo
merecía ese castigo tan humillante y riguroso; y no obstante, lejos de
mortificar mis apetitos y de castigar con penitencias una carne impura,
no busco sino delicias y regalos. Mas no será así en adelante, dulcísimo
Jesús. Caiga sobre mi corazón una gota de esa Sangre preciosa y
arrepentido abrazaré la mortificación, y quedaré todo encendido en
vuestro santo amor. Y Vos, Padre celestial, ya que vuestro Hijo
santísimo satisfizo sobreabundantemente a vuestra divina Justicia,
perdonad mis culpas, usad de clemencia con las benditas Ánimas del
Purgatorio, aceptad en sufragio de ellas todo cuanto yo sufriere en este
día, aceptad la cruel flagelación de Jesús y los dolores de su Madre
Santísima. Amén.
OBSEQUIO: Mañana no comer
fuera de las horas acostumbradas, o hacer alguna mortificación corporal
en sufragio de las benditas almas del Purgatorio.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
DÍA SEXTO - 29 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: DE LA PACIENCIA Y RESIGNACIÓN DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
Es verdad que las almas del Purgatorio padecen imponderables penas, y
sin mérito, pero las padecen con una paciencia y resignación admirables.
Conocen a Dios con luz perfectísima, le aman con purísimo amor y desean
ardentísimamente poseerlo, pero al ver sus faltas, bendicen y adoran la
mano justa y amorosa que las castiga. ¡Oh!, ¡y con cuánta más
resignación que los hermanos de José, exclaman: “Mérito hæc pátimur!,
Con mucha razón nos castigáis, Señor; pues cuando pecamos no temimos
vuestro poder y justicia, frustramos los designios de vuestro amor y
sabiduría, despreciamos vuestra majestad y grandeza, y ofendimos
vuestras perfecciones infinitas. Justo es que seamos castigadas. Hombres
sin conocimiento de la verdadera religión fueron agradecidos a sus
bienhechores: Faraón hizo a José virrey de Egipto, porque le interpretó
un sueño misterioso; Asuero elevó a Mardoqueo a los primeros empleos de
la Persia, porque le descubrió una conspiración; hasta los osos y leones
y otras fieras indómitas, agradecidas defendieron a sus bienhechores; y
nosotras, creadas a vuestra imagen, redimidas con vuestra Sangre,
honradas con bienes de fortuna y exaltadas con tantos dones de la
gracia, ingratas, ¡ay!, os abandonamos en vida. Sí; purificadnos en este
fuego; ¡por acerbas que sean nuestras penas, bendeciremos y
ensalzaremos vuestra justicia y misericordia infinita! Justus es, Dómine, et rectum judícium tuum”.
Todavía más: es tanta la fealdad del pecado, por leve que sea, que si
Dios abriera a esas Almas las puertas del Cielo, no se atreverían a
entrar en él, manchadas como están, sino que suplicarían al Señor las
dejara purificarse primero en aquellas llamas. No de otra suerte que una
doncella escogida por esposa de un gran monarca, si el día de las bodas
apareciese una llaga asquerosa en su rostro, no se atrevería a
presentarse en la Corte, y suplicaría al Rey que difiriese las bodas
hasta que estuviera perfectamente curada. ¡Oh pecado! Por leve que
parezcas, ¡qué mal eres tan grave, cuando las mismas almas preferirían
los horrores del Purgatorio a entrar en el Cielo con la menor sombra de
tu mancha!
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
Mira, cristiano, si puede darse locura mayor que la tuya... Te reconoces
deudor a la Justicia divina de horribles penas por los pecados enormes
que cometiste en la vida pasada, y por las innumerables faltas en que,
al presente, caes todos los días; que no basta confesarte; que la
absolución borra, sí, la culpa, mas, no condonando toda la pena, es
preciso satisfacer a la Justicia divina en este o en el otro mundo; y no
obstante, jamás te cuidas de hacer penitencia. Ahora podías expiar tus
culpas fácilmente, y con mucho más mérito tuyo: una confesión bien
hecha, una Misa bien oída, un trabajo sufrido con paciencia, una ligera
mortificación, una limosna, una indulgencia, un Vía Crucis hecho con
devoción, podría excusarte espantosos suplicios; y tú todo lo descuidas,
todo lo dejas para la otra vida. ¡Ay! ¿Has olvidado, por ventura, cuán
horribles son y cuánto tiempo duran aquellos tormentos? ¿No sabes que,
según afirman ciertos autores, fundados en revelaciones muy respetables,
varias de aquellas almas han estado siglos enteros en el Purgatorio, y
otras estarán allí hasta el Juicio final? ¡Insensato! “Las Ánimas, -dice
San Cirilo de Jerusalén- mejor querrían sufrir hasta el fin del mundo
todos los tormentos de esta vida, que pasar una sola hora en el
Purgatorio”; ¿y tú quieres más arder siglos enteros en el Purgatorio,
que mortificarte en esta vida un solo momento? ¡Oh espantosa locura!
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Refiere el venerable jesuita Pablo Señeri que había en Bolonia una viuda noble, que tenía un hijo único y muy querido.
Estando divirtiéndose un día con otros jóvenes, pasó un forastero y les
interrumpió el juego. Reprendióle ásperamente el hijo de la viuda, y
resentido el forastero, sacó un puñal, se lo clavó en el pecho, y
dejándole palpitando en el suelo, echó a huir calle abajo con el puñal
ensangrentado en la mano y se metió en la primera casa que encontró
abierta. Allí suplicó a la señora que por amor de Dios le ocultase; y
ella, que era precisamente la madre del joven asesinado, le escondió en
efecto. Entre tanto llegó la justicia buscando al asesino; y no
hallándole allí, “sin duda –dijo uno de los que le buscaban– no sabe
esta señora que el muerto es su hijo, pues si lo supiera, ella misma nos
entregaría al reo, que indudablemente debe estar aquí”. Poco faltó para
que muriese la madre de sentimiento al oír estas palabras. Mas luego,
cobrando ánimo y conformándose con la voluntad divina, no sólo perdonó
al que había matado a su único y estimado hijo, sino que le entregó
todavía una cantidad de dinero y el caballo del difunto para que huyese
con más prontitud; y después lo adoptó por hijo. Pero ¡cuán agradable
fue a Dios esta generosa conducta! Pocos días después estaba la buena
señora haciendo oración por el alma del difunto, cuando de pronto se le
apareció su hijo, todo resplandeciente y glorioso, diciéndole: “Enjugad,
madre mía, vuestras lágrimas y alegraos, que me he salvado. Muchos años
tenía que estar en el Purgatorio, pero vos me habéis sacado de él, con
las virtudes heroicas que practicasteis perdonando y haciendo bien al
que me quitó la vida. Más os debo por haberme librado de tan terribles
penas, que por haberme dado a luz. Os doy las gracias por uno y otro
favor; adiós, madre mía, adiós; me voy al Cielo donde seré dichoso por
toda la eternidad”.
ORACIÓN A JESÚS CORONADO DE ESPINAS
¡Oh amabilísimo Redentor mío! ¡Los pecadores se coronan de rosas, los
reyes de la tierra se ciñen coronas de diamantes y perlas, y Vos, Rey
inmortal de los siglos, estáis coronado de espinas! ¡Oh! ¡Si esa vuestra
corona se clavase en mi cabeza, para arrancar de una vez mi soberbia y
malos pensamientos! ¡Oh! ¡Si a lo menos una de esas espinas atravesara
mi conciencia y no me dejara reposar hasta que hubiese mudado de vida!
Señor, no quiero ya más coronarme de flores en este mundo, sino de
espinas por vuestro amor. Y Vos, Padre misericordiosísimo, aceptad, en
sufragio de las pobres almas del Purgatorio, aquellas befas,
humillaciones y dolores acerbísimos que sufrió vuestro amable Hijo
cuando le coronaron de espinas. Por aquellas asquerosas salivas que
recibía, por aquellos escarnios con que le ultrajaban, por aquella
sangre que corría de su cabeza santísima, a fuerza de los cruelísimos
golpes que sobre las espinas le daban, por aquel dolor que atravesó el
corazón de su angustiadísima Madre, aliviad, os suplico, a las afligidas
almas del Purgatorio y concededles pronto la corona incorruptible de la
Gloria. Amén.
OBSEQUIO: En sufragio
de las Ánimas del Purgatorio, aplicar las indulgencias parciales que se
pueden ganar, cada vez, diciendo devotamente: Jesús, José y María, os doy el corazón y el alma mía.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
DÍA SÉPTIMO - 30 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: DEL DESCUIDO DE LOS MORTALES EN ALIVIAR A LAS ÁNIMAS DEL PURGATORIO
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
¡Pobres almas! ¡Están padeciendo tormentos y penas inexplicables; no
pueden merecer, ni esperar alivio sino de los vivos; y éstos, ingratos,
no cuidan de ellas! Tienen en el mundo tantos hermanos, parientes y
amigos, y no hallan, como José, un Rubén piadoso que las saque de
aquella profunda cisterna. Sus tinieblas son más dolorosas que la
ceguedad de Tobías, y no encuentran un Rafael que les dé la vista
deseada, para contemplar el rostro hermosísimo de Dios. Se abrasan en
más ardiente sed que el criado de Abrahán, y no hallan una oficiosa
Rebeca que se la alivie. Son infinitamente más desgraciadas que el
caminante de Jericó y el paralítico del Evangelio; mas no encuentran un
Samaritano, u otra persona compasiva que las consuele. ¡Pobres Almas!
¡Qué tormento tan grande será para vosotras este olvido de los mortales!
¡Podrían tan fácilmente aliviaros y libertaros del Purgatorio; bastaría
una Misa, una Comunión, un Vía Crucis, una indulgencia que aplicasen; y
nadie se preocupa de ofrecérosla! ¿Y quiénes son esos ingratos? ¡Ah!
son vuestros mismos parientes y amigos, vuestros herederos, vuestros
hijos mismos. Ellos se alimentan y recrean con los bienes que les
dejasteis; y ahora desconocidos no se acuerdan ya de vosotras. Tal vez
por haberlos estimado y complacido demasiado, por haberlos enriquecido
con usuras y otros modos ilícitos, ardéis en esas llamas; y los ingratos
se divierten ahora, sin compadecerse ni acordarse de vuestras penas…
¡Pobres almas! Con mucha más razón que David podéis decir: “Si un
extraño que no hubiese jamás recibido ningún favor de mi mano, si un
enemigo me tratara así, por sensible que me fuera, podría soportarlo con
paciencia; ¡pero tú, hijo mío, que me debes tantos beneficios, y te
sustentas y regalas con el sudor de mi rostro; tú, hija mía, por quien
pasé tantos dolores y noches tan malas; tú, esposo; tú, esposa mía, que
tantas pruebas recibiste de mi amor, siendo objeto de mis desvelos y
blanco de mis incesantes favores; que tú me trates así, que descuidando
los sufragios que tanto te encargué, me dejes en este fuego, sin querer
socorrerme!”. ¡Ah! ¡Ésta sí que es ingratitud y crueldad superior a toda
ponderación!
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
¡Pobres almas! Pero más pobres e infelices seremos nosotros, si no las
socorremos. “Acuérdate -gritan los difuntos- de cómo he sido yo juzgado,
porque así mismo lo serás tú. A mí ayer; a ti hoy. Tú también serás del
número de los difuntos, y tal vez muy pronto. Y por rico y poderoso que
seas, ¿qué sacarás de este mundo? Lo que nosotros sacamos, y nada más:
las obras. Si son buenas, ¡qué consuelo! Si malas, ¡qué desesperación!
Como tú hayas hecho con nosotros, harán contigo”. ¿Lo oyes? Si ahora
eres duro e insensible con las benditas Ánimas, duros e insensibles
serán contigo los mortales, cuando tú hayas dejado de existir. Y no es
éste el parecer de un sabio; es el oráculo de la Sabiduría infinita que
nos dice por San Mateo: “Con la misma medida con que midiereis, seréis
medidos”. Sí; del mismo modo que nos hubiésemos portado con las almas de
nuestros prójimos, se portarán los mortales también con nosotros; y
“¡Ay de aquel que no hubiese usado de misericordia, porque le espera
-dice el Apóstol Santiago- un juicio sin misericordia!” ¿Y no tiemblas
tú, heredero y testamentario, insensible para con los difuntos? Si lleno
de indignación el Juez supremo arroja al Infierno al que niega la
limosna a un pobre, que tal vez era enemigo de Dios por el pecado, ¿con
cuánta justicia y rigor condenará al que niegue a sus amadísimas esposas
los sufragios de los bienes que le pertenecían?
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Registra San Nicéforo de Constantinopla que, siendo derrotado por Cayano el ejército de Mauricio, y hechos prisioneros gran
número de soldados, Cayano pidió al Emperador una moneda, y no de valor
muy subido, por el rescate de cada prisionero. Mauricio se negó a darla.
Cayano pidió entonces una de menos valor; y habiéndosela también
rehusado, exigió por último una ínfima cantidad; la que no habiendo
podido lograr tampoco, irritado el bárbaro, mandó cortar la cabeza a
todos los soldados imperiales que tenía en su poder. Mas, ¿qué sucedió?
Pocos días después, Mauricio tuvo una espantosa visión. Citado al
tribunal de Dios, veía gran multitud de esclavos que arrastraban pesadas
cadenas, y con horrendos gritos pedían venganza contra él. Oyendo el
Juez supremo tan justas quejas, se volvió a Mauricio y le preguntó:
“¿Dónde quieres más ser castigado: en ésta, o en la otra vida?” “¡Ah!
Benignísimo Señor –respondió el prudente emperador–, prefiero ser
castigado en este mundo”. “Pues bien –dijo el Juez–, en pena de tu
crueldad con aquellos pobres soldados, cuya vida no quisiste salvar a
tan poco precio, uno de tus soldados te quitará la corona, fama y vida
acabando con toda tu familia”. En efecto, pocos días después se le
insurreccionó el ejército, proclamando a Focas por emperador. Mauricio,
fugitivo, se embarcó en una pequeña nave con algunos pocos que le
seguían; mas en vano: furiosas las olas lo arrojaron a la playa, y
llegando los partidarios de Focas, le ataron a él y cuantos le seguían y
los llevaron a Eutropia, en donde, ¡oh padre infeliz!, después de haber
visto con sus propios ojos la cruel carnicería que hicieron de cinco
hijos suyos, fue muerto ignominiosamente, y no pasó mucho tiempo sin que
el resto de su familia sufriese la misma desgracia.
¡Ah! cristianos que oís esto: no son unos pobres soldados, son vuestros
propios hermanos y vuestros propios padres los que han caído prisioneros
de la Justicia divina. Este Dios misericordioso pide por su rescate una
muy pequeña moneda; de gran valor, es verdad, pero muy fácil de dar. ¿Y
seréis tan duros que se la neguéis? ¿Tan insensibles seréis a la
felicidad de las Ánimas y a vuestros propios intereses?
ORACIÓN A JESÚS LLEVANDO LA CRUZ A CUESTAS
¡Oh dulcísimo Jesús, y qué sensible habrá sido a tu corazón mi olvido e
indiferencia para con las almas del Purgatorio, pues tanto las amas por
una parte, y por otra eres tan caritativo, que cuando subías a la
montaña del Calvario olvidaste tu dolor acerbísimo para consolar a
aquellas piadosas mujeres que lloraban tu suerte! Aplaque, pues, oh
Padre celestial, tu ira la caridad inmensa de tu Hijo santísimo. Acepta
esos dolorosos pasos que da, oprimido con el enorme peso de la cruz;
acepta esas tres lastimosas caídas, junto con los escarnios y con el
sudor y sangre que derrama por nuestro amor. Yo te lo ofrezco todo, en
remisión de mi poca paciencia en los trabajos y en sufragio de las
pobres almas del Purgatorio. ¡Ah! Compadécete de sus lágrimas;
enjúgalas, oh Padre clementísimo, y haz que dichosas participen cuanto
antes de la gloria de tu rostro divino en la Patria celestial. Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
OBSEQUIO: El mayor sufragio
que reclaman las benditas Ánimas, el más necesario para nosotros y el
más adepto a Dios es hacer una buena confesión, sin callar pecado alguno
al confesor.
DÍA OCTAVO - 31 DE OCTUBRE
MEDITACIÓN: DE CÓMO RECOMPENSARÁ EL SEÑOR A LOS DEVOTOS DE LAS BENDITAS ÁNIMAS
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
Supongamos, cristiano piadoso, que movido por estas meditaciones, haces
una sincera y dolorosa confesión, y ganando la indulgencia plenaria de
este santo Novenario, sacas un alma de la horrenda prisión del
Purgatorio. ¡Ah! ¡Y qué grande será tu dicha! Si perseveras, ¡qué
galardón tan grande recibirás en el Cielo! Si los reyes de la tierra,
siendo miserables mortales, recompensan con tanta munificencia al que
libra a uno de sus vasallos de un gran peligro, o expone su vida
sirviendo generosamente a los apestados, ¿cómo pensáis vosotros que
premiará el Señor al que libre a una o más almas de las abrasadoras
llamas del Purgatorio? Decid, padres y madres: si aquel hijo, que es la
niña de vuestros ojos, cayese en un río o en el fuego y un hombre
generoso os le sacara y presentara vivo, ¿cómo se lo agradeceríais? Si
vosotros fueseis ricos y potentados, y él pobre, ¿cómo le premiaríais?
Ahora bien: ¿qué tiene que ver el cariño del padre más amoroso con el
amor que Dios profesa a aquellas Almas, que son sus hijas y esposas muy
amadas? ¿Qué son todos los peligros y males de este mundo, comparados
con las espantosas penas del Purgatorio? ¿Y qué comparación hay entre el
poder y la generosidad de un miserable mortal y el poder y la
generosidad infinita de Dios, que promete un inmenso premio de gloria
por la visita hecha a un preso, a un enfermo, o por un vaso de agua a un
pobre por su amor? ¡Ah, cristiano! No dudo decir que miro como
asegurada tu salvación si logras sacar a una sola Ánima del Purgatorio.
¿Y no harás lo posible para lograrlo?
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
No pienses, alma cristiana, que ésta es una reflexión piadosa; es una
promesa formal de Jesucristo, verdad eterna, que no puede faltar a su
palabra. ¿No nos dice en el sagrado Evangelio: “Bienaventurados los
misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”? Fundado en estas
palabras infalibles: “Hasta ahora, -dice el Padre San Gregorio- yo no
sé que se haya condenado ninguno que haya usado de misericordia con el
prójimo”. ¡Ah! Dios quiere mucho a las almas; todo cuanto se hace por
ellas lo mira, agradece y premia como si a Él mismo se le hiciera: “En
verdad os digo que todo cuanto habéis hecho con uno de esos pequeños
hermanos míos, lo habéis hecho conmigo”. ¡Ah! Dichosos cristianos: si
socorréis a las pobres Ánimas del Purgatorio, “venid –os dirá un día
nuestro liberalísimo Juez–; venid, benditos de mi Padre celestial.
Aquellas pobres almas tenían hambre, y vosotros comulgando las habéis
alimentado con el pan de vida de mi sacratísimo Cuerpo; morían de sed y
oyendo o haciendo celebrar Misa les habéis dado a beber mi Sangre
preciosísima; estaban desnudas, y con vuestras oraciones y sufragios las
habéis vestido con una estola de inmortalidad; gemían en la más triste
prisión, y con vuestros méritos e indulgencias las habéis sacado de
ella. Y no es precisamente a las Ánimas a quienes habéis hecho estos
favores; a Mí me los habéis hecho: “Mihi fecístis”: pues todo
cuanto hicisteis por ellas, Yo lo miro por tan propio como si lo
hubieseis hecho para Mí mismo. Por lo tanto, venid, benditos de mi Padre
celestial, a recibir la corona de gloria que os está preparada en el
Cielo”. ¿Y no querríais, cristianos, lograr tanta dicha? Pues en vuestra
mano está.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Cuenta el padre Gregorio Carfora CRM que tenía una pobre mujer napolitana una numerosa familia que mantener, y a
su marido en la cárcel, encerrado por deudas. Reducida a la última
miseria, presentó un memorial a un gran señor, manifestándole su infeliz
estado y aflicción; pero con todas las súplicas no logró más que unas
monedas. Entró desconsolada en una iglesia, y encomendándose a Dios,
sintió una fuerte inspiración de hacer decir con aquellas monedas una
Misa por las Ánimas, y puso toda su confianza en Dios, único consuelo de
los afligidos. ¡Caso extraño! Oída la Misa, se volvía a casa, cuando
encontró a un venerable anciano, que llegándose a ella le dijo: “¿Qué
tenéis, mujer? ¿Qué os sucede?” La pobre le explicó sus trabajos y
miserias. El anciano, consolándola, le entregó una carta, diciéndole que
la lleve al mismo señor que le ha dado las monedas. Éste abrió la
carta, y ¿cuál no fue su sorpresa cuando ve la letra y firma de su
amantísimo padre ya difunto? “¿Quién os ha dado esta carta?” “No lo
conozco –respondió la mujer–, pero era un anciano, muy parecido a aquel
retrato; sólo que tenía la cara más alegre”. Leyó de nuevo la carta, y
observó que le dicen: “Hijo mío muy querido, tu padre ha pasado del
Purgatorio al Cielo por medio de la Misa que ha mandado celebrar esa
pobre mujer. Con todas veras la encomiendo a tu piedad y agradecimiento;
dale una buena paga, porque está en grave necesidad”. El caballero,
después de haber leído y besado muchas veces la carta, regándola con
copiosas lágrimas de ternura: “Vos –dijo a la afligida mujer–, vos, con
la limosna que os hice, habéis labrado la felicidad de mi estimado
padre; yo ahora haré la vuestra, la de vuestro marido y familia”. En
efecto, pagó las deudas, sacó al marido de la cárcel, y tuvieron
siempre, de allí en adelante, cuanto necesitaban y con mucha abundancia.
Así recompensa Dios, aun en este mundo, a los devotos de las benditas
Ánimas.
ORACIÓN A JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
¿De qué trabajos puedo quejarme, oh Jesús dulcísimo, cuando os contemplo
clavado en la cruz, desamparado de vuestro Padre celestial, padeciendo
la más cruel sed y agonía por mi amor? ¿Cómo no esperaré cuando por
todas esas llagas abiertas, como por otras tantas bocas o volcanes de
amor, pedís misericordia y perdón? Sí; aliéntate, pecador; pronto está
Dios a borrar culpas pasadas; alentaos también vosotras, almas benditas
del Purgatorio; ya se acerca la hora de vuestro rescate y de vuestra
libertad. Mañana, con las comuniones que se os ofrecerán, será el
dichoso día de vuestra redención. ¡Oh! haced que así sea, dulcísimo
Jesús, moved el corazón de estos fieles para que no nieguen este
sufragio a las Ánimas, apagad la sed ardentísima que esas Almas tienen
de veros, de gozaros, de reinar con Vos y bendeciros por siglos
infinitos. Amén.
OBSEQUIO: Hacer una limosna en sufragio de las Almas del Purgatorio.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
DÍA NOVENO - 1 DE NOVIEMBRE
MEDITACIÓN: DEL AGRADECIMIENTO DE LAS BENDITAS ÁNIMAS PARA CON SUS DEVOTOS
Por la señal...
Acto de Contrición y Oración al Padre Eterno...
PUNTO PRIMERO
Ved aquí el día feliz; hoy, con las numerosas comuniones y sufragios que
los fieles han ofrecido al Señor, no sólo en ésta, sino en tantas otras
iglesias, muchas de aquellas almas, ayer tan afligidas y desgraciadas,
han pasado a ser dichosos habitantes y príncipes felicísimos de la Corte
celestial. Ya ven cara a cara la Hermosura y Majestad infinita; ya
poseen a Dios, que contiene en sí cuanto hay de amable, de grande,
delicioso y perfecto. Su entendimiento ya no puede experimentar ni más
alegría, ni más suavidad, ni más dicha. ¡Ay! ¡Si pudieses, amado
cristiano, penetrar hoy en aquella dichosa patria y contemplar el
transporte de aquellos Bienaventurados! ¡Qué enhorabuenas, qué abrazos
se dan tan amorosos! ¡Qué cánticos entonan en acción de gracias al Dios
de las misericordias y a los generosos cristianos que las han sacado del
Purgatorio! ¡Oh! ¡Cómo dan por bien empleadas las penas que en este
mundo padecieron! ¡Oh! ¡Con cuánta alegría está diciendo cada una de
ellas: “Dichosas confesiones y comuniones; dichosas las Misas que oía,
las limosnas, oraciones, penitencias y obras buenas que yo practicaba;
dichosas las burlas y escarnios que yo sufría por ser devota. ¡Y con qué
magnificencia pagáis, Señor, hasta los sacrificios más pequeños e
insignificantes que hice por vuestro amor!”! ¿No quisieras, cristiano,
tener tú la misma suerte? Pues pelea contra las pasiones; que sin pelear
no se alcanza victoria; sin pena, no hay felicidad.
Medita un poco sobre lo dicho.
PUNTO SEGUNDO
¡Y qué dicha, cristiano, la tuya, si has logrado librar del Purgatorio a
alguna de aquellas almas! El Cielo debe a tus sufragios el nuevo
regocijo y la nueva gloria accidental que ahora experimenta. Y aquellas
almas dichosas te deben la libertad, y con ella la posesión de una
felicidad infinita. ¿Qué súplicas, pues, tan fervorosas no harán a Dios
por ti? ¿En qué necesidad podrás encontrarte que no cuiden de
socorrerte? ¿Qué empeño pondrán en conseguirte las gracias necesarias
para vencer las tentaciones, adquirir las virtudes y triunfar de los
vicios? Y si alguna vez te vieres en peligro de pecar y de caer en el
Infierno, ¡con cuánto más celo que el pueblo de Israel lo hizo en favor
de Jonatás, dirán al Señor: “¿Y permitiréis, oh gran Dios, que se pierda
eternamente un cristiano que me ha librado a mí de tan horribles penas?
¿No prometisteis que alcanzarían misericordia con el prójimo? ¿Y
consentiríais ahora que cayese en el Infierno aquel que con sufragios me
abrió las puertas del Cielo?”! ¡Ah dichoso cristiano! ¡Cuánto envidio
tu dicha! Persevera, y tienes segura la palma de la Gloria.
Medita
lo dicho un poco; encomienda a Dios las Ánimas de tu mayor obligación y
pide, por la intercesión de María Santísima, la gracia que deseas
conseguir en esta Novena.
EJEMPLO
Cuenta Dionisio Cartujano en su tratado de los Novísimos que Santa Gertrudis Magna, aquella esposa tan regalada del Señor, había hecho
donación de todos sus méritos y obras buenas a las pobres Ánimas del
Purgatorio; y para que los sufragios tuviesen más eficacia y fuesen más
adeptos a Dios, suplicaba a su divino Esposo le manifestase por qué alma
quería que satisfaciese. Se lo otorgaba su Divina Majestad, y la Santa
multiplicaba oraciones, ayunos, cilicios, disciplinas y otras
penitencias, hasta que aquella alma hubiese salido del Purgatorio.
Sacada una, pedía al Señor le señalara otra; y así logró librar a muchas
de aquel horrible fuego. Siendo ya la Santa de edad avanzada, le
sobrevino una fuerte tentación del enemigo que le decía: “¡Infeliz de
ti! ¡Todo lo has aplicado a las Ánimas del Purgatorio y no has
satisfecho todavía por tus pecados! Cuando mueras, ¡qué penas y
tormentos te aguardan!”. No dejaba de acongojarla este pensamiento,
cuando se le apareció Cristo Señor Nuestro, y la consoló diciendo:
“Gertrudis, hija mía muy amada; no temas: los sufragios que tú ofreciste
a las Ánimas del Purgatorio, me fueron muy agradables; tú no perdiste
nada; pues en recompensa no sólo te perdono las penas que allí habías de
padecer, sino que aun aumentaré tu gloria de muchísimos grados. ¿No
había prometido yo dar el ciento por uno, pagando a mis fieles
servidores con medida buena, abundante y apretada? Pues mira, yo haré
que todas las almas libertadas con tus oraciones y penitencias te salgan
a recibir con muchos Ángeles a la hora de la muerte, y que, acompañada
de este numeroso y brillante cortejo de bienaventurados, entres en el
triunfo de la Gloria”.
ORACIÓN A LAS BENDITAS ALMAS LIBERTADAS DEL PURGATORIO POR LOS SUFRAGIOS OFRECIDOS DURANTE EL NOVENARIO
¡Oh almas dichosas y felices, a quienes nuestro dulcísimo Jesús acaba de
admitir hoy en su Patria celestial! Os felicitamos, y damos en nombre
de toda la Iglesia mil enhorabuenas por esta dicha tan grande. Unimos
nuestra alegría con la vuestra y con la de los Ángeles y Serafines;
juntamos nuestras acciones de gracia con los cánticos y alabanzas que
vosotras entonáis al Creador por tan inestimable beneficio. Sí, almas
santas y dichosas; alegraos: ya se han acabado para vosotras las penas y
tristezas, las aflicciones y trabajos, los peligros y tentaciones de
esta miserable vida. Sólo os queda una eternidad de descanso, de
alegría, de delicias y de bienaventuranza infinita. ¡Qué dicha también
la nuestra, si con estos sufragios os hemos acelerado la posesión de
tanta gloria! Sí, triunfad en el Cielo; pero no hagáis como hizo aquel
ingrato copero de Faraón con José; no olvidéis a vuestros pobres
hermanos, que militamos aún en este valle de lágrimas; echad una mirada
compasiva sobre nosotros; ¡mirad de cuántos y cuán fieros enemigos nos
vemos rodeados! Ahora que sois tan poderosas delante de Dios, interceded
por nosotros, para que siendo fieles y constantes en su servicio,
podamos en vuestra compañía alabarle y glorificarle un día eternamente.
Amén.
Ahora
se dirán cinco Padre nuestros y cinco Ave Marías, y un Gloria Patri en
sufragio de las Benditas Ánimas; la oración a las Ánimas y los Lamentos se rezarán todos los dias
OBSEQUIO: Formar una firme resolución de ofrecer todas nuestras obras satisfactorias en sufragio de las pobrecitas Ánimas.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)