Martirio de Santa Marciana de Cesarea
Santa Marciana, originaria de "Rusuccuru" (actualmente Tigzirt), en
Mauritania Cesariense (Noroeste de Argelia), abandonó valientemente
todas las ventajas que procura el mundo para ir a encerrarse en una
celda en Cesarea y guardar intacta su virginidad, bajo la mirada de
Dios.
Sin embargo, ella creyó que era su deber declarar la guerra a la
idolatría que entonces reinaba en África. Un día, al atravesar la plaza
pública, no pudo soportar ver expuesta una estatua de Diana y le rompió
la cabeza.
La apresaron, y como rechazó ofrecerle al ídolo un sacrificio
expiatorio, la golpearon con varas, y, después, la condenaron a morir en
el anfiteatro, desgarrada por los dientes de las fieras. Cuando
esperaba este último suplicio, la entregaron a los gladiadores para que
violaran su castidad, pero Dios no permitió esta infamia.
En aquel tiémpo, el jefe de la sinagoga, un tal Budario, quien instigó a
los paganos para que apresaran a Marciana, asuzó a unos judíos para
que, asomándose a la prisión, le reprocharan por su actuación y la
obligaran a blasfemar contra Cristo. Y ella, en nombre del Señor,
anunció que la casa de Budario sería arrasada con fuego y que no
quedaría piedra sobre piedra.
Al llegarse la fecha del suplicio, Marciana fue expuesta primero a un
león que no le hizo daño alguno; después, un toro se lanzó sobre ella y
le hundió los cuernos en el pecho, con lo que cayó de bruces sobre el
suelo, casi sin sentido. Por último, un leopardo la destrozó y en este
tormento expiró. Justo en ese instante, cayó fuego del Cielo sobre la
casa de Budario, destruyéndola enteramente y dando muerte al blasfemo y a
los suyos; y cuantas veces intentaban reedificar la casa, otras tantas
se arruinaba.
Los manuscritos de las Actas no están de acuerdo sobre la fecha del
martirio, 9 de enero, 9 ó 12 de julio. César Baronio, en sus notas al
Martirologio Romano, estima que el 12 de julio marca una traslación de
reliquias y el 9 de enero, el aniversario del martirio. El 12 de julio
el Martirologio menciona una santa Marciana, virgen y mártir, en Toledo.
Baronio piensa que se trata de santa Marciana de Mauritania, venerada
en Toledo, lugar donde se trasladaron sus reliquias. En el Breviario Mozárabe se encuentra un bello himno en su honor:
Sacrae triúmphum mártyris.
Célebret vox Ecclésiae:
Cámaena sit cunctis una
Martiánae in laudem vírginis.
Quae, passiónis praemium,
Dum tendit adipísci:
Ultro ad palaestram glóriae
Audet prompta concúrrere.
Haec namque adstántem daemonis
Cernens adlisit effígiem;
Sub cujus larga perpétim
Fluébat unda gréssibus.
Mox flagris caesa tráhitur
Celsa ad Praetóris atria:
Atque ille ludis állicit,
Prostérnit membra Vírginis,
Quam praedo pudicítiae,
Dum inter umbras séquitur,
Oblectáta extémplo coélitus
Seclúditur macéria.
Vincta deínde stípite
Pro vana voce inclúditur;
Sed poenas fert blasphémia,
Ruínas, et incéndia.
Emissa namque béstiis,
Leo praecúrrit percitus;
Adoratúrus véniens,
Non consumpturus Vírginem.
Taurus dehinc prosíliens
Forma et mugítu horríbili
Sulcábat ejus téneras
Papíllas, ictu vúlnerans.
At fera pernix cúrpore
Et maculóso tégmine
Letáli dente ad últimum
Membra Puéllae lániat.
Post hos triúmphos ánima
Vinclis elápsa córporis,
Plaudens petit ad líbera
Summi Poli fastígia.
Deo Patri sit glória,
Ejúsque soli Fílio,
Sancto simul Paráclito
In sempitérna saecula.
Amen.
ORACIÓN (Del común de las Santas Vírgenes y Mártires)
Suplicámoste, Señor, nos alcance el perdón de nuestros pecados la
intercesión de la bienaventurada virgen y mártir Marciana, que tanto te
agradó, así por el mérito de su castidad, como por la ostentación que
hizo su constancia de tu infinito poder. Por J. C. N. S. Amén.
Don Balbino Gómez-Chacón y Díaz-Alejo, estudioso sobre la Liturgia Hispánica y miembro de la Hermandad de Caballeros Mozárabes de Toledo, tradujo el himno de la siguiente manera:
ResponderEliminarEn este triunfo de la santa Mártir
Alza su voz la Iglesia jubilosa:
Un poema resuena en homenaje
De la virgen Marciana.
Están ya preparados los tormentos
Para dar el martirio a la doncella,
Mas ella se dispone a presentarse
En más alta palestra.
Derriba, simplemente con mirarle,
Un ídolo satánico asentado
Sobre una fuente de la que manaba
Larga corriente de caudal templado.
La trasladan después, a latigazos,
Hasta la acrópolis donde el pretor era;
Como por juego choca contra ella,
La tira al suelo y la pisotea.
El pregonero se recrea infame,
Poniendo a la subasta su belleza,
Cuando quiere procaz avergonzarla,
Un seto milagroso protege su pureza.
Atada al poste, en vano pretendían,
Simulando su voz, fingir que cede,
Pero aquella blasfemia se castiga:
El incendio y la ruina se suceden.
Es expuesta a las fieras, al instante
Un león se le acerca, la olfatea,
Lame sus pies y vuelve a sus cubiles:
No vino a devorarla.
Viene después un toro, sus mugidos
Refuerzan lo terrible de su aspecto,
Embiste y con sus astas afiladas
Rasga su blanco seno.
Se aproxima por fin un leopardo
Rápidamente, con su piel manchada,
Que lacera sus miembros y devora
El sacro cuerpo de la virgen santa.
Tras estos triunfos, su alma liberada,
Suelta ya de ataduras terrenales,
Vuela entre nubes, entre aplausos vuela,
Buscando las moradas celestiales.
De Dios Padre es la gloria y de su Hijo,
El Redentor del mundo, en compañía
Del Espíritu Santo que promete
El reino de la luz y la alegría.
Amén.