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jueves, 8 de diciembre de 2016

FULTON SHEEN, EL DEUTEROVATICANISTA RADICAL

Muchos afirman:
“El grandioso obispo John Fulton Sheen, defensor férreo de la Tradición, dejó clara la continuidad de la misa antigua en la nueva de Pablo VI, ya que los cambios no fueron violentos”.
  
Es hora de confutar mentiras generalizadas: Si bien Fulton Sheen hizo esta advertencia en 1948:
[Satanás] formará una Pseudo-iglesia que será el mono de la Iglesia, porque el diablo es el mono de Dios. Tendrá todas las notas y características de la Iglesia, pero a la inversa, y vaciada de su contenido Divino. Será el cuerpo místico del Anticristo, de enorme parecido externo al cuerpo místico de Cristo. Luego se verificará una paradoja: LAS MISMAS OBJECIONES CON QUE LOS HOMBRES DEL ÚLTIMO SIGLO RECHAZARON LA IGLESIA, SERÁN LAS RAZONES POR LAS QUE ACEPTARÁN LA PSEUDO-IGLESIA.
  
Pero el siglo XX se unirá a la Pseudo-iglesia porque afirma ser infalible cuando su cabeza visible hable ex cathedra desde Moscú sobre la economía y la política, y como pastor principal del comunismo mundial. (El Comunismo y la Conciencia de Occidente, Bobbs-Merryl Company, Indianápolis, 1948. Págs. 24 - 25.)
y diez años después publicara el libro This Is the Mass, ilustrado con fotografías y todo un best-seller en su tiempo, no por ello se puede concluir que sea él “férreo defensor de la Tradición”. Muy por el contrario, durante los años sesenta hasta su muerte en 1979 quemó lo que antes adoraba y adoró lo que por juramento debió quemar, esto es, abrazó con furor y a juro el moderismo y todo lo que ello implica (Novus Ordo, ecumenismo, minifaldas, desprecio a la Tradición, etc.).
  
De ahí que consideramos meritorio traducir el siguiente artículo publicado en TRADITION IN ACTION sobre el carácter modernista de Fulton Sheen. Algunos datos han sido agregados para remarcar la veracidad del artículo, y exclamar como hiciera el castizo Quevedo al ver a Martín Lutero en el Infierno: “ESPÁNTOME DE QUE SUPIESES NADA. ¿DE QUÉ TE APROVECHARON TUS LETRAS Y AGUDEZA?”.
  
EL ARZOBISPO SHEEN, UN ENTUSIASTA DEL VATICANO II
Por Marian Teresa Horvat, Ph. D.
 
TRADITION IN ACTION recibió recientemente la siguiente carta de uno de sus lectores sobre el Arzobispo Fulton Sheen, la cual responderé a continuación.
Estimados TRADITION IN ACTION,
 
Amo vuestra página y la gran labor que hacéis, y os agradezco mucho por ello.
 
Acerca de vuestros recientes artículos sobre el Arzobispo Fulton Sheen (aquí y aquí), era mi opinión que él nunca dijo la Misa Novus Ordo y era completamente adverso a ella. También decía que debido a esta desobediencia todos se alejaron de él y cayó en desgracia, siendo también separado de toda responsabilidad pública, y nunca se le permitió decir Misa en público ni hablar en público nunca más. Le fue provisto un pequeño apartamento y pasó allí el resto de sus días como un recluso; y le fue permitido decir diaramente Misa a un pequeño grupo de monjas que también rechazaron el Novus Ordo.
 
Quizá no tengáis el tiempo para revisar los hechos, pero muchos de nosotros creemos esta historia sobre el Arzobispo Sheen como un prelado tradicional, bueno y santo. No es mi intención difamar o pensar mal de él, pero quiero saber si deberíamos asombrarnos sobre otros sermones de él, o por seguridad solo dejar de escucharlo completamente.
 
Dios os bendiga,
S.C.
  
Querido S.C.,
 
Gracias por tus bellas palabras sobre nuestro sitio. Lo apreciamos muchísimo.
   
Temo grandemente que los rumores que has escuchado sobre el Arzobispo Sheen no sean ciertos, sino piadosas mentiras que a menudo circulan sobre esta o cualquier persona ‘popular’. Me refiero especialmente a estas dos nociones:
  1. El Arzobispo Sheen was estuvo en contra del Vaticano II y recusó la Nueva Misa.
  2. Él perdió el favor de la Jerarquía vaticana y la estadounidense por sus posiciones conservadoras, y acabó sus días perseguido y aislado.
 
Parece que ninguna de esas aserciones es verdadera u objetiva. Mi respuesta está basada en la popular autobiografía de Sheen, Treasure in Clay -Tesoro en vasija de barro- (Ignatius Press, San Francisco, 1993), como también en America's Bishop: The Life and Times of Bishop Sheen -El obispo estadounidense: Vida y tiempos del Obispo Sheen-, de Thomas C. Reeve (Encounter Books, 2001), considerada una fuente reconocida sobre Fulton J. Sheen.
 
DEFENSOR ARDIENTE DE LA LIBERTAD RELIGIOSA
En su Autobiografía, Sheen dedica un capítulo al Vaticano II, calificando su presencia de él en las reuniones generales y en las sesiones plenarias como “una de las mayores bendiciones que el Señor ha concedido a mi vida” (p. 281). Sólo tiene palabras de efusivas alabanzas para el Concilio “que abrió la Iglesia al mundo”, un punto que enfatizará repetidamente.
  
Fulton Sheen en una de las sesiones del Vaticano II. Ratzinger, en 2011, recordará que Fulton y él mismo hacían parte de la Comisión conciliar sobre las Misiones.
  
Comentando sobre la controversial Constitución Gáudium et spes, que abrió la Iglesia al mundo moderno, él la llama “una obra forjada bajo la inspiración del Espíritu Santo”. Insiste que los dos extremos, esto es, “el criticismo conservador” y las “interpretaciones mundanas” del documento, son ambas radicales e infundadas, y que el equilibrio pensado –entendido por el Concilio– se encuentra en la vía media, supuestamente el camino que él sigue (ibid, p. 290).
 
En el Concilio, Sheen contribuyó a la aprobación Declaración sobre la Libertad Religiosa, en la cual el jesuita estadounidense John Courtney Murray jugó un papel importante apoyado por los obispos estadounidenses. Sheen aplaudió a los prelados conciliares porque “ellos en general siguieron a los obispos estadounidenses y su esfuerzo sobre la libertad religiosa” (ibid, p 293).
 
Como muchos prelados estadounidenses de su tiempo, fue un campeón de la libertad religiosa y de conciencia como están establecidas en la Declaración de Independencia de las Trece Colonias, una posición liberal que había merecido la condenación de los Pontífices preconciliares (ver la condenación de la libertad religiosa aquí; y la de la libertad de conciencia aquí).
 
UN PIONERO EN LAS RELACIONES INTERCONFESIONALES
Al promover las decisiones del Vaticano II, Sheen fue sumamente activo en el área de las relaciones interconfesionales. Por ejemplo, el 30 de Enero de 1967, siendo obispo de Rochester (NY), se dirigió a una multitud de 2300 personas en una sinagoga. Es de advertir que en ese tiempo visitar una sinagoga era un paso fuerte que solo unos pocos promotores radicales del Progresivismo se atrevían a dar.
 
Un mes después, se dirigió a una audiencia de novecientos líderes judíos y protestantes, compartiendo plataforma con un rabino [N. del T.: el rabino Marc H. Tanenbaum, entonces jefe del Consejo Estadounidense de Sinagogas. Tanembaum fue discípulo del rabino Abraham Joshua Heschel, y como él, fue uno de los personajes claves en la elaboración de la declaración Nostra Ætáte]. En su alocución, declaró: “Tenemos el mismo Dios y somos Su pueblo” (Reeves, pp. 306-307).
   
Como obispo de Rochester, él promovió muchos encuentros y eventos inter-religiosos. Él fue uno de los principales voceros, por ejemplo, en el segundo encuentro anual Día ecuménico de oración por la unidad cristiana realizado en el Teatro Eastman en 1967. Cuando Billy Graham llegó a Rochester para predicar, Sheen urgió a todo su staff a atenderlo como gesto de buena voluntad.
  
Cuando falleció Fulton Sheen, Billy Graham (izquierda) dijo: “Él derribó la muralla de prejuicios entre los Católicos y los protestantes [...] Yo lloro su muerte y espero reencontrarnos en el Cielo”.
   
Sheen era propietario de casi 3000 libros escriturísticos de autores protestantes (por ejemplo, la Daily Living Guide del pastor William Barclay, un presbiteriano que no creía en el Nacimiento virginal ni en la Resurrección física del Señor), los cuales él leyó y alentó a sus sacerdotes para que los usaran. Cuando un sacerdote le arguyó que ellos fueron enseñados en el seminario que no leyeran a comentaristas protestantes, Sheen se rió y contestó: “Vicario, Vd. debe recordar que el Espíritu Santo obra a través de ellos también” (Reeves, pp. 307, 309).

En orden a alentar la buena voluntad con las otras religiones, él fundó la Sheen Ecumenical Housing Foundation, que existe hasta el día de hoy.
 
NO ACEPTAR EL CONCILIO ES DEMONÍACO
En síntesis, el obispo Sheen siempre defendió las reformas del Vaticano II, yendo tan lejos como para tildar cualquier reacción contra éste como “demoníaca”. De hecho, declaró:
“Las tensiones que se desarrollaron después del Concilio no son sorprendentes para quien conoce la historia entera de la Iglesia. Es un hecho histórico que cada vez que hay una efusión del Espíritu Santo como en un Concilio General de la Iglesia, siempre hay una manifestación adicional de fuerza por el antiespíritu o el demonio. Incluso en el comienzo, inmediatamente después de Pentecostés y el descendimiento del Espíritu sobre los Apóstoles, comenzó una persecución y el asesinato de Esteban. Si un Concilio General no provoca el espíritu de turbulencia, uno puede dudar casi completamente de la operación de la Tercera Persona de la Trinidad sobre la Asamblea conciliar” (Reeves, p. 335).
 
ADEPTO DE LA NUEVA MISA
Incluso antes del Concilio, Fulton Sheen dejó claro que no estaba en contra de los cambios en la Misa; a mediados de 1956, él había expresado su esperanza de que algún día la Misa pudiera ser dicha en “el idioma de la gente” (Reeves, p. 261).
  
Cuando fue nombrado obispo de Rochester en 1966, la Misa en vernáculo había ya sido introducida y los altares fueron volteados. No hay evidencia de que Sheen hiciera esfuerzo alguno para retener la Misa Romana Tradiciona. Por el contrario, el Cardenal Spellman de New York, con el cual a menudo Sheen reñía, fue conocido por moverse más despacio en la aplicación de los cambios litúrgicos, mientras que el obispo de Rochester estuvo presto a aplicarlos y complacer a Roma.
 
CONTRA LAS TRADICIONES DE TRENTO
Hay una carta conocida de Fulton Sheen sobre la cuestión del movimiento tradicionalista que estaba creciendo en reacción a los cambios litúrgicos. En una carta a una mujer llamada Bárbara D. Rew (de soltera Becker), de fecha del 21 de Septiembre de 1978, él le pide que aconseje a una amiga de ella (de apellido Richardon) no asistir a Misas en una capilla tradicionalista (Santa María, de la FSSPX), porque “este grupo no tiene aprobación eclesiástica y, de hecho, puede llevarla a ella y posiblemente a su familia al cisma y aún a la herejía”.
  
Agrega en la carta:
El Concilio Vaticano [II] aprobó la actualización de la Liturgia y entre los cambios que fueron recomendados están los concernientes a la Misa. Los cambios hechos por el Papa Pablo VI no fueron cambios doctrinales, solamente cambiaron del latín al vernáculo. Han habido muchos cambios en la Misa durante los siglos.
 
El Señor nunca dijo la Misa en latín; Él usó el idioma de su tiempo. Además, el cambio en la traducción no altera el significado del texto. Siempre busco las traducciones que hagan las Escrituras más entendibles y claras”.
 
Él concluye su carta aconsejando a la señora Richardon “alejarse de ese grupo cismático tan pronto como le sea posible, o sufrir la consecuencia de posiblemente encontrarse ella misma fuera de la Iglesia” (Cartas, The Angelus, Fraternidad Sacerdotal San Pío X-Distrito de Estados Unidos, Noviembre de 1978).
 
Su aversión a las tradiciones de la Iglesia como formadas en el Concilio de Trento y la Contrarreforma no puede ser mejor expresada que con este pequeño episodio. Sheen, amigo íntimo de Juan XXIII bis, al cual visitaba cada año, le consideraba un líder iluminado y fuerte, y alabó su coraje en llamar a un Concilio que pudiera conducir a una era de cambio. Poco después de que el Papa falleciera a causa de un cáncer estomacal, Fulton le dijo a los reporteros que, aunque fue elegido en sus setentas, “¡Juan XXIII en cuatro años deshizo 400 años!” (Reeves, p. 271).
  
Sheen y Juan XXIII bis
 
‘UN PRELADO EN EL ALA PROGRESISTA…’
El arzobispo Sheen también se convirtió en amigo de Pablo VI, que lo invitó a ser uno de los 188 obispos a asistir al Sínodo de Obispos realizado en 1967 durante un mes, ofreciendo consejería sobre asuntos doctrinales y organizacionales. En él, la división definida entre los obispos tradicionales y progesivistas era aparente.
  
Sheen y su amigo Montini
 
Reeves nota que el Cardenal Ottaviani, de 76 años, fue el líder de los tradicionalistas, pero “los vientos conciliares soplaban en su contra”. De otro lado, “Sheen estaba claramente en el ala progresivista, en el sentido de que adhería plenamente a las reformas del Vaticano II y quería verlas implementadas”.
 
El autor observó que sus ansias en seguir el Concilio le causaron problemas a Sheen como obispo de Rochester, desde que se determinó en convertirse en “el primer obispo estadounidense en atentar implementar en una diócesis la totalidad de las enseñanas del Concilio Vaticano II” (Reeves, pp. 313-314).
 
Los cambios que él introdujo para alentar “una iglesia de los pobres” prontamente llegaron a niveles críticos. En su Autobiografía, no tiene pudor en alabar al arzobispo brasileño Hélder Câmara, conocido también como el Arzobispo Rojo. En nombre de ayudar a los pobres, Câmara apoyó a los movimientos comunistas más radicales de Brasil. Él es justamente tenido como un precursor de la Teología de la Liberación.
 
Reeves también señala que en ese tiempo, el obispo Sheen estuvo bajo ataque de la derecha por oponerse también a la guerra de Vietnam (Reeves, pp. 6, 298; Sheen, p. 310).
 
DESPUÉS DE ROCHESTER, UN NUEVO SHOW DE TV Y ENTREVISTAS
No hay fundamento para la idea de que Fulton Sheen sufriera persecución y aislamiento en los años después de su retiro como obispo de Rochester en 1969. Es de conocimiento público que dejó la diócesis porque se manifestó él mismo ser un mal administrador (quiso ceder los predios de la parroquia de Santa Brígida a la Agencia Federal de Vivienda y Desarrollo Urbano, pero los feligreses y el clero de las diócesis vecinas se opusieron a ello). Pablo VI aceptó su renuncia y le dio el título honorífico de Arzobispo Titular de Neoporto (Newport, País de Gales) sin niguna responsabilidad práctica.
  
Él regresó a New York, y durante comienzos de la década de 1970, continuó dando entrevistas y escribiendo a velocidad frenética. Dio inumerables retiros para presbíteros y religiosos alrededor del mundo. Incluso lanzó otra serie de televisión llamada What Now America? en 1974-1975 (Reeves, p. 349).

Entre colegas: Fulton Sheen y Juan Pablo II en la Catedral de San Patricio (Octubre de 1979). Sheen dijo de Wojtyla que sería “uno de los más grandes Papas en la historia de la Iglesia”. (p. 244)
 
También continuo hablando en eventos ecuménicos. En 1972, por ejemplo, viajó al condado de Orange (California), para predicar en la iglesia de la Comunidad La Tumba del Huerto de Robert Schuller, donde 6000 personas fueron a escuchar el sermón de Fulton Sheen (Reeves, p. 339).
 
Cuando murió, miles de personas se congregaron en la Catedral de San Patricio para su funeral –una Misa Novus Ordo concelebrada– el 13 de Diciembre de 1979.

1 comentario:

  1. http://asociacionliturgicamagnificat.blogspot.com.ar/2015/12/la-reforma-liturgica-ii.html

    Este Consilium sesionó de modo regular a partir de 1964, aunque con la presencia variable, en cada ocasión, de sólo algunos de los 20 o 30 obispos y cardenales miembros[2]. La falta de un adecuado reglamento y la considerable autonomía de que se vio investido el Consilium, hizo que uno de sus miembros, el futuro Cardenal Ferdinando Antonelli, de larga trayectoria en liturgia en el Vaticano, y claramente partidario de las reformas, escribiera a poco andar lo siguiente: “Me desagrada cómo se ha cambiado la Comisión [es decir, el Consilium]: un conjunto de personas, muchas incompetentes, y cargadas hacia la línea de las novedades. Discusiones muy apresuradas. Discusiones sobre la base de impresiones, votaciones caóticas. Lo que más me desagrada es que las “Promemoria” [3] expositivas y los problemas relacionados están planteados siempre en una línea de avanzada y a menudo de un modo insinuante. Conducción débil. Desagradable el hecho de que se agita siempre la cuestión del artículo 36, párrafo 4 [relativo a que las traducciones del latín al vernáculo deben ser aprobadas por la competente autoridad territorial, es decir, las Conferencias Episcopales]. Mons. Wagner ha estado inquieto. Me parece mal que ciertas cuestiones, quizá no tan graves en sí mismas cuanto grávidas de consecuencias, sean discutidas y resueltas por un órgano que funciona de este modo. La comisión o Consilium, está compuesto de 42 miembros; ayer en la tarde éramos 13, ni siquiera un tercio”[4].

    El Cardenal Antonelli repite estas impresiones, cada vez más amargas, a través de los años de funcionamiento del Consilium: “hay prisa por avanzar y no hay tiempo de reflexionar […] también hay que tener presente que el texto ha sido distribuido e inmediatamente se ha iniciado el examen, sin que uno haya tenido tiempo de reflexionar […] No debería haber tanta prisa. Pero lo ánimos están agitados y quieren avanzar […] desagrada el espíritu, que es demasiado innovador […] desagrada el tono de las discusiones, demasiado expeditivo y tumultuoso a veces […] el espíritu no me agrada. Hay un espíritu de crítica y de intolerancia hacia la Santa Sede que no puede llevar a buen término. Y, luego, todo un estudio de la racionalidad en la liturgia y ninguna preocupación por la verdadera piedad. Temo que un día se diga de toda esta reforma lo que se dijo de la reforma de los himnos en tiempo de Urbano VIII: accepit latinitas, recessit pietas, y aquí accepit liturgia, recessit devotio. Quisiera engañarme”[5].

    Por otra parte, el sistema de votaciones fue descrito por Mons. Antonelli en términos sumamente críticos: “Ordinariamente se hacen a mano alzada, pero nadie cuenta quién la alza y quién no, y nadie dice cuántos aprueban y cuántos no. Una verdadera vergüenza. En segundo lugar, no se ha podido nunca saber, y la cuestión ha sido planteada muchas veces, qué mayoría es necesaria, si de dos tercios o la absoluta. Las votaciones por papeleta, ordinariamente, son hechas a petición de los diversos Padres. Las papeletas son escrutadas después por los de la Secretaría (…) Otra falta grave es la inexistencia de actas de las reuniones, al menos no se ha hablado nunca de ellas y ciertamente no han sido leídas nunca” [6].

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)