San Pablo afirma en la Epístola a los Gálatas (2, 11): «Pero cuando Céfas fue a Antioquía, en su misma cara le resistí (1), porque se había hecho reprensible»
(2). Según San Agustín y Santo Tomás, San Pedro pecó venialmente por
fragilidad, al observar las ceremonias legales del Antiguo Testamento,
debido a la excesiva diligencia que puso en no escandalizar a los
judíos, con lo que escandalizó a los gentiles convertidos al
cristianismo. Y, al decir de la revelación, aconteció una resistencia
pública de Pablo a Pedro, primer Papa.
Monseñor
Francesco Spadafora lo comenta así: «Pedro llega a Antioquía poco
después del Concilio de Jerusalén. Las familias se disputan el honor de
hospedarlo (...) y él acepta de buen grado la invitación de aquellos
gentiles conversos, dando así ejemplo de no tomar ya en cuenta las
prescripciones de la ley mosaica (...). Pero he aquí que llegan de
Jerusalén (...) algunos falsos hermanos (...) que han venido a espiar la
conducta de Pedro. Osan dirigirle fuertes reproches por esa violación
suya de las prescripciones mosaicas (...). Pedro reputa por inútil
brindarles una explicación: a veces hay que esperar a que el tiempo nos
esclarezca, a que nos abra los ojos; teme ofender a estas conciencias
ciegas y débiles, piensa que es mejor, por el momento, evitar cualquier
ocasión de turbación para dichos ánimos encendidos y ofendidos. Por
consiguiente, considera prudente declinar las invitaciones [de los
gentiles] y eclipsarse de algún modo. (...) Por eso San Pablo, viendo
claramente (...) la turbación creada en la comunidad por el mero acto
prudencial de Pedro (...) interviene públicamente y, después de haber
hecho notar a Pedro que su “prudencia” mortificaba a los gentiles, se
vuelve hacia la comunidad y corrobora el principio de la superación
definitiva de la ley por obra de la redención» (F. Spadafora, Fuori della Chiesa non c'è salvezza [Fuera de la Iglesia no hay salvación], Caltanissetta, ed. Krinon, 1988, pp. 73-77).
En
opinión de Tertuliano, el pecado de Pedro fue un «error de
comportamiento, no de doctrina» (De præscr. hæret, XXIII). No obstante,
«para San Agustín, Pedro cometió un pecado venial de fragilidad al
preocuparse demasiado por no disgustar a los judíos [conversos al
cristianismo]...» (J. Tonneau, Comentario a la Suma Teológica, París, Cerf, 1971, pp. 334-335, nota 51; S. Th., III, q. 103, a. 4, sol. 2).
A
juicio de Santo Tomás de Aquino, «parece que Pedro fue culpable de un
escándalo activo» (Suma Teológica, III, q. 103, a. 4, ad 2); mas el
Angélico especifica que Pedro cometió un pecado venial de fragilidad, no
deliberado (cf. Quæstiónes disputátæ, De Veritate, q. 24, a. 9;
Quest. disput., De malo, q. 7, a. 7, ad 8um), por una prudencia excesiva
al no querer contrariar a los judíos conversos al cristianismo.
La
opinión de San Agustín, que Santo Tomás comparte, es conciliable con
las prerrogativas extraordinarias de los Apóstoles. Los autores admiten
comúnmente que a los Apóstoles se les concedió la confirmación en
gracia (cf. I. Salaverri, De Ecclésia, Madrid, ed. BAC, 1962, 5ª
edición, nº 255). En efecto, «es sentencia común entre los teólogos que
la confirmación en gracia se cuenta entre las prerrogativas
extraordinarias de los Apóstoles, por lo cual, después de la venida del
Espíritu Santo, los Apóstoles no podían ya cometer de hecho ningún
pecado grave, ni ningún pecado venial plenamente deliberado...» (F.
Carpino, Enciclopedia Cattolica, Ciudad del Vaticano, 1948, vol. I, cols. 1687-1688).
Así,
pues, San Pedro no erró contra la fe (véase Tertuliano), como sostenían
erróneamente los antiinfalibilistas durante el Concilio Vaticano I;
pero con su actuación torpe e imprudente cometió un pecado venial, no
deliberado, sino de fragilidad. Ahora bien, «aunque Dios permitió que
Pedro fuera “reprensible” objetiva o materialmente, no se sigue de ahí
que el pecado venial semideliberado fuera incompatible con las
prerrogativas apostólicas» (D. Th. C., vol. II, col. 1655).
En
conclusión, Pedro pecó sólo venialmente, y con un pecado venial de
fragilidad, mas Pablo le resistió en la cara y en público (Epístola a
los gálatas, 2, 11). Pedro fue lo bastante humilde como para corregir su
error conductual, que habría podido favorecer el error doctrinal de los
judaizantes, quienes querían someter a los gentiles a las
prescripciones mosaicas.
No
se puede negar la resistencia de Pablo a Pedro: consta en la revelación
divina: «Pero cuando Céfas fue a Antioquía, en su misma cara le
resistí, porque se había hecho reprensible, (...) delante de todos» (Ga.
2, 11 y 14) (3). Santo Tomás se pregunta, con razón, si es más de
admirar el coraje de San Pablo o la humildad del primer Papa.
Eleutherius
NOTAS
[1]
“Resistir”, del latín “resistĕre”, permanecer firme... o estable, sin
dejarse tumbar, ante alguien o algo que se nos opone; hacer un esfuerzo
contrario que permita oponerse a la acción de alguien o de algo (Nuovo
Zingarelli, Vocabulario della lingua italiana).
[2]
“Reprensible”, del latín “re-prehendĕre”, digno de ser reprendido,
reprobado, corregido, desaprobado, criticado, reconvenido a fuer de
erróneo (Nuovo Zingarelli, ibid).
«La
frase “se había hecho reprensible” (de la Vulgata) la traducen algunos
exégetas como (...) esta otra: “se había puesto de parte del error”. Se
explica el fallo o el error de Pedro, que ya Tertuliano había definido
con entera precisión como “yerro de conducta, no de doctrina” (De
præscriptióne hæreticórum, XXIII)» (G. Ricciotti, Las epístolas de San Pablo, Roma, ed. Coletti, 1949, 3ª edición, pp. 227-228).
[3] Cf. Arnaldo Xavier Vidigal Da Silveira, ¿Cuál es la autoridad doctrinal de los documentos pontificios y conciliares?, en Sì sì No no, 31 de octubre de 2010, pp. 1 y sgtes., edición italiana; Resistencia pública a decisiones de la autoridad eclesiástica, en Sì sì No no, 15 de noviembre de 2010, pp. 1 y sgtes., edición italiana; Si puede haber error en los documentos del Magisterio, en Sì sì No no, del 15 de octubre de 2010, pp. 4-6, edición italiana.
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