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martes, 10 de diciembre de 2019

MENTIRAS “ORTODOXAS”: EL CASO DE PEDRO EL ALEUTA

Traducción del artículo publicado por Charlie Bunga Banyangumuka en RADIO SPADA.

    
Con la crisis actual del Modernismo, siempre más almas, descontentas del nuevo rito y de las derivas rahnerianas de buena parte de los vértices eclesiásticos, miran con simpatía a Oriente, a los llamados “ortodoxos”, los cuales desde un milenio niegan algunas de las más fundamentales verdades de fe testificadas por la Escrituras, por los Padres y por la Tradición.
 
Su perpetuo asedio a la Cátedra de San Pedro se apoya además en hechos mentirosos y ficticios acerca del comortamiento de los católicos frente a ellos.
 
Una de estas mentiras respecta al martirio, o presunto tal, de algunos “santos” que ellos veneran como mártires del cisma contra el Papado.
 
“San” Pedro el Aleuta es uno de esos casos.
 
Los sucesos de este joven aleuta (tribu piel roja) se desarrollan en el Alaska del XIX, precisamente en 1815, territorio entonces contenido entre el Imperio Español, ahora en decadencia, y el Imperio Ruso, que tenía mucho interés en el área.
 
Cungagnaq, cuyo es el nombre del joven, fue bautizado por los cismáticos de la misión “San Germán”. Como muchos, se dedicaba a la caza.
 
Según el relato, él fue capturado durante una batida ilegal en los territorios españoles y llevado a la misión de San Pedro donde, entre varias cosas, le pidieron hacerse católico. Pedro se negó y por esto fue torturado y destripado por los Jesuitas, ayudados por los nativos locales.

¿Dónde está el error?
 
Antes que todo, no existían misiones en San Pedro.
  
Segundo: el relato, redactado por Simeón Ivánovich Yanovski, está basado sobre pesadas incongruencias. Los Jesuitas apenas fueron reconstituidos en 1814 con la bula “Sollicitúdo ómnium ecclesiárum” del Papa Pío VII [y no los había en California, toda vez que en el Virreinato de la Nueva España, la Compañía de Jesús fue restablecida en 1816, N. del T.]. Muchos, en defensa del relato, objetan que el cronista pudo haberse confundido con otras órdenes religiosas.
 
Ahora bien, también esta es una objeción falaz puesto que en Rusia los Jesuitas sobrevivieron a la supresión, ocupando sus puestos acostumbrados que tenían antes de la letra apostólica “Dóminus ac Redémptor”.
 
Finalmente, Yanovski asegura de haber comunicado enseguida el hecho a sus superiores, pero la primera mención que él hace es en la carta a la Oficina central de la compañía rusa, datada a 15 de febrero de 1820.
 
En resumen, Pedro –admitido y no concediendo que haya existido realmente– fue víctima de un trágico interrogatorio por caza furtiva que acabó mal.
  
Pero su tremendo suceso no autoriza a los enemigos de la Iglesia, culpables tantas veces de símiles atrocidades contra los creyentes, a empuñar sus vidas para combatir su vana batalla contra el Catolicismo.

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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)