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“Soy todo tuyo, y todo lo que tengo es tuyo, Oh amorosísimo Jesús, a través de María tu Santísima e Inmaculada Madre”. (San Luis María Grignon de Montfort)
Toda congregación religiosa posee su propia mezcla de espiritualidad o devoción única — los Dominicos tienen el rosario, los Pasionistas promueven la meditación sobre la Pasión y Muerte de Cristo, los Jesuitas honran de manera especial el Santo Nombre de Jesús, por mencionar algunos. La Congregación de María Reina Inmaculada tiene por devoción especial la práctica de la Consagración total a la Sma. Virgen, como lo enseña San Luis María de Montfort.
San Luis, en su famoso tratado La Verdadera Devoción a María, dice que esta devoción es desoconocida para muchos, comprendida por unos cuantos, y practicada por un número aún menor. Y, sin embargo, la llama una vía “corta, infalible, perfecta y segura” para unirse con Dios. Por medio de esta consagración, el alma se da a sí misma “enteramente a nuestra Señora, a fin de pertenecer a Jesús a través de ella”. El cuerpo, el alma, los bienes interiores y exteriores — todo se consagra a Jesús a través de las manos de María. Como lo explica el santo:
“Con esta devoción damos a Jesucristo de la manera más perfecta, puesto que es por medio de las manos de María, todo lo que le podemos dar, y aún más que con cualquier otra devoción en la cual le damos ya sea parte de nuestras buenas obras, o una parte de nuestras satisfacciones y mortificaciones; pues aquí todo se le da y consagra, hasta el derecho de deshacernos de nuestros bienes interiores y de las satisfacciones que ganamos por nuestras buenas obras día tras día”.
San Luis, al describir su devoción, dice que ella es interior, consistiendo más en una actitud de mente y sentimiento del corazón, que en palabras o acciones exteriores. Es tierna, como la dependencia amorosa que un hijo tiene de su madre. Es santa, en que lleva a las almas a crecer en la virtud, y a acercarse firmemente a Dios mismo. Es desinteresada, en que la devoción es practicada principalmente porque la Bienaventurada Virgen, santificada ella abundantemente como la Madre inmaculada de Dios, es tan merecedora de nuestro amor y veneración. Finalmente, la verdadera devoción a nuestra Señora es constante. Los que la practican no se debilitan como el viento en su amor y devoción, sino que permanecen en su práctica, aún ante las tentaciones y las pruebas.
La base de esta devoción puede encontrarse en dos incidentes en la vida de María, narradas en el Nuevo Testamento. La primera es su visita con su prima Isabel. Isabel, llena del Espíritu Santo con el conocimiento de la gran gracia y privilegio otorgados a su jóven prima, la alaba con las palabras “Bendita tú entre las mujeres...” (Lucas 1:42). La contestación humilde de María es “Engrandece mi alma al Señor... Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre...” (Lucas 1:46-49). Ella ofrece inmediatamente la alabanza de su prima a Dios, la fuente de toda bondad. Así, al promover la devoción a María, los religiosos están seguros de que ella, a su vez, ofrece las oraciones, sacrificios y alabanzas a Dios tan pronto como lo hizo con su prima Isabel.
La segunda narración es la de las bodas de Caná. La Sma. Virgen siempre solícita a las necesidades de otros, se da cuenta que a los casados se les ha acabado el vino y apela a su Divino Hijo. A instancia de ella, Jesucristo, a pesar de reconocer que su “hora no ha llegado”, obra su primer milagro público al convertir el agua en vino. A partir de esta narración puede uno ver qué tan pronto y poderosamente la Sma. Virgen María intercede por sus hijos.
San Luis de Montfort no fue la primer persona en practicar esta devoción a María. Santos a través de la historia de la Iglesia, como San Efrén, S. Bernardo, S. Buenaventura, S. Anselmo, Sta. Bernardita, Sto. Domingo, y S. Juan Damasceno, entre otros, se les conoció por su ferviente devoción y amor a la Madre de Dios. San Luis, sin embargo, fue el primero en predicarla públicamente en esta forma, y en definirla como una devoción única de la Igleisa. Durante su vida, la promovió por toda Francia, estableciendo dos congregaciones religiosas para asegurarse que su práctica continuaría en el futuro. Su tratado original, La Verdadera Devoción a María, se perdió después de su muerte, y sólo se descubrió ciento veintiséis años después, en 1842. Desde entonces, la devoción se ha esparcido por el mundo entero, y ha recibido la aprobación de muchos papas, incluyendo San Pío X.
La práctica de la Consagración Total está abierta a todas las personas que tienen un deseo sincero de amar y agradar a Dios, sin importar su estado de vida. Se realiza con la plena confianza de que María actuará en su consideración, como lo hizo en las narraciones del Nuevo Testamento. Ella ofrecerá todas las buenas obras, oraciones y sacrificios de uno a Dios, guardándose nada para ella. De esa manera hace nuestros dones, simples e imperfectos, más dignos de él, que lo que serían de lo contrario. Como una buena madre, cuida de las necesidades de sus hijos, obteniendo de Dios, por sus propias oraciones fervientes, las gracias que necesitan.
San Luis de Montfort recomienda que, para esta Consagración, se haga una preparación de 33 días de oraciones y meditaciones especiales. Durante este tiempo, uno ora para separarse del espíritu del mundo, para conocerse más claramente, como Dios lo conoce, y para conocer y amar a Jesús y a María. Aquellos que entonces deciden hacer esta Consagración Total, o sagrada esclavitud, como se le llama a veces, se dan a sí mismos a la Bienaventurada Virgen en el sentido más completo e imaginable. En una ceremonia simple, consagran a Jesús, a través de María, su mismo ser, sus mismas oraciones, obras y bienes, a fin de que ella las utilice como quiera. Se convierten, por así decir, en esclavos, y buscan en lo sucesivo hacer todo “mediante María, con María, en María y por María”. Haciendo eso, imitan de una manera muy real, la humilde dependencia y amor que nuestro Señor tuvo por ella durante su vida en la tierra.
Tan hermosa como sea la devoción en sí, para su práctica encontramos un incentivo en las palabras de María misma, durante sus apariciones en Fátima, Portugal. Nuestra Señora dijo a los niños, “Dios desea establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón. Yo prometo la salvación a los que la abrazen, y sus almas serán amadas por Dios como flores puestas por mí puestas para adornar Su trono”.
En ninguna otra ocasión en la historia del mundo ha sido más necesitada tal devoción, pues los poderes de las tinieblas son grandes en nuestros días. Los religiosos de CMRI, y todos los que practican la Consagración Total, unen fuerzas en la continua batalla por las almas que están del lado de la Mujer, cuyo talón aplastará para siempre la cabeza de Satanás. Esta Consagración ayuda a todos los que la practican fielmente, para cumplir en sus vidas diarias las palabras de la simple oración: “Colocaos, Oh fiel Virgen, como un sello sobre mi corazón, para que en Vos, y a través de Vos, pueda hallárseme fiel a Dios”.
* Para mayor información acerca de esta devoción, por favor leer el libro de San Luis María de Montfort, La Verdadera Devoción a María.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)