MEDITACIONES PARA LA CUARESMA
Tomado
de "Meditaciones para todos los días del año - Para uso del clero y de
los fieles", P. André Hamon, cura de San Sulpicio (Autor de las vidas
de San Francisco de Sales y del Cardenal Cheverus). Segundo tomo: desde
el Domingo de Septuagésima hasta el Segundo Domingo después de Pascua.
Segunda Edición argentina, Editorial Guadalupe, Buenos Aires, 1962.
SABADO DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA
RESUMEN PARA LA VÍSPERA EN LA NOCHE
Terminaremos
mañana nuestras meditaciones sobre la Transfiguración, considerando: 1°
La humildad profunda que este misterio hace brillar en Jesucristo; 2º
El desprendimiento universal que este mismo misterio revela en los
Apóstoles.
—En
seguida tomaremos la resolución: 1º De unirnos a Dios solo, sin desear
ninguna otra cosa; 2° De jamás decir ni hacer nada por amor propio o en
vista de las criaturas. Nuestro ramillete espiritual serán las palabras
de San Pablo: “Jesucristo lo es todo para el corazón”.
MEDITACIÓN DE LA MAÑANA
Postrémonos
en espíritu a los pies de Jesús transfigurado y admiremos la humildad
que este misterio deja ver en Jesús y el desprendimiento que revela en
los tres Apóstoles presentes en el Tabor. Roguémosle que trasmita a
nuestra alma estas dos disposiciones.
PUNTO PRIMERO - LA TRANSFIGURACIÓN DEJA VER EN JESUCRISTO UNA PROFUNDA HUMILDAD
Revelando
Jesús la gloria a que tiene derecho su Humanidad santísima, en virtud
de su unión hipostática con el Verbo, nos hace conocer en esto la
profunda humildad que la lleva a tener constantemente oculto tan
magnífico privilegio. Es la única vez, en el transcurso de su vida, que
deja escapar algunos resplandores de su gloria; y todavía, si lo hace,
sólo es para afianzar la fe y sostener el valor de los suyos en medio de
las persecuciones que les esperan; sólo ante tres Apóstoles, en un
lugar apartado y solitario, para no dejar ver sino lo menos posible lo
que podía atraerle honra y alabanza; sólo por algunos instantes muy
cortos, volviendo luego a su estado pobre, humilde y oscuro; y, en fin,
con el expreso mandato dado a los tres Apóstoles de guardar el secreto
de lo que habían visto, de no decirlo a nadie y dejarlo todo en la
oscuridad. ¡Oh humildad admirable! Su Transfiguración nos hace ver que
tiene a su disposición riquezas ante las cuales el oro y las pedrerías
palidecen como el barro, y, sin embargo, lleva la vida más pobre: las
fieras tienen sus cuevas y las aves del cielo sus nidos, y Él no tiene
donde recostar su cabeza. Su Transfiguración nos hace ver que es grande
sobre todo pensamiento, que Moisés y los profetas no son sino sus
siervos y enviados, y sin embargo, se oculta bajo las más humildes
apariencias, esconde a las miradas del mundo todo lo que le es glorioso,
y si escoge más tarde a Jerusalén como el teatro más elevado donde
poder mostrarse, es para sufrir en el gran día el oprobio y la
confusión. Su Transfiguración nos hace ver que posee en Sí mismo todos
los gozos del Cielo; y, sin embargo, entregará su alma a las angustias,
su cuerpo al dolor, al hambre, a la sed, a la fatiga y a la muerte. ¡Qué
lección de virtud! Postrémonos, adoremos, amemos e imitemos. No
pretendamos ya mostrarnos por el lado honroso ni ocultar lo que nos
humilla.
PUNTO SEGUNDO - LA TRANSFIGURACIÓN DEJA VER EN LOS APOSTOLES UN DESPRENDIMIENTO UNIVERSAL
Los
Apóstoles están tan prendados de las bellezas que descubren en Jesús,
que ya no desean ninguna cosa aquí en la tierra. “Señor —exclaman— ¡qué
bueno es estar aquí!” Con Vos solo se tiene todo, y el corazón no tiene
nada más que desear en la tierra. En el mundo tenemos parientes, amigos,
conocidos, mil cosas a las cuales estábamos apegados; pero, Señor, en
Vos solo lo encontramos todo; por Vos solo consentimos de todo corazón
en abandonarlo todo; nos creemos bastante ricos si os poseemos, bastante
felices si estáis con nosotros, bastante honrados si estarnos en
vuestra compañía; quedémonos aquí. "Aquí es como un alma que se ha
aficionado a Jesús y que ha estudiado sus bellezas y encantos, se
desprende de todas las cosas creadas", dice San Ambrosio. "Ni la
prosperidad la embriaga, ni la adversidad la abate: que la alaben o que
la vituperen, que esté en la abundancia o en la miseria, poco le
importa. Jesús solo lo es todo para ella. Como los Apóstoles en el
Tabor, sólo ve a Jesús en todas las cosas, sólo piensa en agradarle y no
ambiciona más que el aprecio y el amor a Jesús, y, fija la mirada de su
corazón en Jesús, todo lo demás es nada para ella. Y ¿Para qué, se dice
ella, apegarme durante la vida a lo que la muerte me arrebatará? ¿Para
qué amar en el tiempo lo que se me hará nada en la eternidad?” ¿Es así
como nuestro corazón está desprendido de todo lo transitorio y fijo en
Jesús, que nunca muere?
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)