Traslación del Apostol San Santiago (Martín Bernat)
“También la muerte de este santo apóstol [San Santiago] se debió a su
lucha contra los ardides de un hechicero llamado Hermógenes, aunque en
su caso pudo Santiago lograr una conversión tan sincera que el antiguo
mago se convirtió en uno de sus discípulos más virtuosos y perfectos.
Esto ocurrió al regresar Santiago de España, donde su evangelización
hasta entonces había tenido muy poco resultado, y en donde dejó
discípulos suyos para volverse él a Judea.
Cuando los judíos
se convencieron de que la conversión de Hermógenes era sincera, hicieron
responsable de ella a Santiago, se presentaron ante él alborotados, le
increparon y trataron de impedir que siguiera predicando la doctrina de
Cristo crucificado.
Santiago, recurriendo a las Escrituras les
demostró que en Jesús se habían cumplido todas las profecías que en
ella se contenían acerca del nacimiento y sacrificio del Mesías, y probó
estas verdades con tal claridad que muchos de los judíos se
convirtieron. Esto provocó tan enorme indignación en Abiatar, a quien
correspondía el ejercicio del pontificado aquel año, que sublevó al
pueblo contra el apóstol. Algunos de los amotinados lograron apoderarse
de él, le ataron una soga al cuello, lo condujeron en presencia de
Herodes Agripa y consiguieron que éste lo condenara a muerte.
Cuando
lo conducían al lugar en que iban a degollarlo, un paralítico que yacía
tendido en el suelo a la vera del camino comenzó a invocar al apóstol y
a pedirle a voces que lo curara. Santiago le oyó y le dijo: –‘En
nombre de Jesucristo, cuya fe he predicado y defiendo y por cuya causa
voy a ser decapitado, te ordeno que te levantes del suelo completamente
curado y que bendigas al Señor’. El paralítico se levantó, sintióse repentinamente sano y prorrumpió en acciones de gracias a Dios.
Al
ver este prodigio, el escriba Josías, que había puesto la soga al
cuello de Santiago y hasta entonces continuaba agarrado al ramal y
tirando de él, arrojóse a los pies del santo y le suplicó que lo
recibiera como cristiano. Pero Abiatar, que se hallaba presente, agarró a
Josías, lo zarandeó y le dijo: –‘Si ahora mismo no maldices a Jesucristo, haré que te degüellen al mismo tiempo que a Santiago’.
Josías respondió: –‘A
quien maldigo es a ti. Óyeme bien: ¡Maldito seas tú, y maldito todo el
tiempo que vivas! Sigue escuchando: ¡Bendito sea el nombre de mi Señor
Jesucristo por los siglos de los siglos!’ Abiatar ordenó a los
judíos que descargaran sobre Josías una buena tanda de bofetadas y envió
un mensajero a Herodes solicitando el necesario permiso para proceder a
la decapitación del escriba convertido.
Una vez que llegaron al
sitio en que iban a ser degollados, Santiago pidió al verdugo una redoma
con agua. El verdugo se la proporcionó. Con aquella agua bautizó el
apóstol a Josías e inmediatamente después ambos fueron decapitados
coronando de este modo uno y otro sus vidas con el martirio.
Poco
después, una noche, algunos de sus discípulos tomando las debidas
precauciones para no ser vistos, se apoderaron del cuerpo del apóstol y
se lo llevaron consigo. Embarcaron en una nave, y rogaron a Dios que los
guiara con su providencia y los condujera donde Él quisiese que
aquellos venerables restos fueran sepultados.
Conducida por un
ángel del Señor la barca comenzó a navegar y navegando continuó hasta
arribar a las costas de Galicia, región de España que por aquel tiempo
estaba gobernada por una mujer llamada Lupa o Loba (Reivindiquemos aquí
para Galicia la exquisita lubina, pieza apreciada de las mesas más
exigentes)
Desembarcaron el cuerpo y lo colocaron sobre una
inmensa piedra, la cual, como si fuese de cera repentinamente adoptó la
forma de un ataúd y se convirtió milagrosamente en el sarcófago del
santo. Seguidamente los discípulos del apóstol fueron a ver a la reina
Loba, o Lupa, y le dijeron: –‘Nuestro Señor Jesucristo te envía el
cuerpo del apóstol Santiago, porque quiere que acojas muerto y con
benevolencia al que no quisiste escuchar cuando estaba vivo’”.
Extractado de un estudio de S. E. Mons. José Guerra Campos, Director
Adjunto de las Excavaciones Arqueológicas (CSIC) en la Catedral de
Santiago de Compostela, Obispo de Cuenca.
ORACIÓN
Oh
Dios, que dispusiste admirablemente la traslación del cuerpo de tu
bienaventurado Apóstol Santiago desde Jerusalén hasta España, y quisiste
sepultarle gloriosamente en Compostela: concédenos, te suplicamos, que
por sus méritos y oraciones merezcamos ser enviados a la Jerusalén
celestial. Por J. C. N. S. Amén.
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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)
Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)