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miércoles, 30 de diciembre de 2015

TRASLACIÓN DEL APÓSTOL SAN SANTIAGO

Traslación del Apostol San Santiago (Martín Bernat)
     
“También la muerte de este santo apóstol [San Santiago] se debió a su lucha contra los ardides de un hechicero llamado Hermógenes, aunque en su caso pudo Santiago lograr una conversión tan sincera que el antiguo mago se convirtió en uno de sus discípulos más virtuosos y perfectos. Esto ocurrió al regresar Santiago de España, donde su evangelización hasta entonces había tenido muy poco resultado, y en donde dejó discípulos suyos para volverse él a Judea.
  
Cuando los judíos se convencieron de que la conversión de Hermógenes era sincera, hicieron responsable de ella a Santiago, se presentaron ante él alborotados, le increparon y trataron de impedir que siguiera predicando la doctrina de Cristo crucificado.
  
Santiago, recurriendo a las Escrituras les demostró que en Jesús se habían cumplido todas las profecías que en ella se contenían acerca del nacimiento y sacrificio del Mesías, y probó estas verdades con tal claridad que muchos de los judíos se convirtieron. Esto provocó tan enorme indignación en Abiatar, a quien correspondía el ejercicio del pontificado aquel año, que sublevó al pueblo contra el apóstol. Algunos de los amotinados lograron apoderarse de él, le ataron una soga al cuello, lo condujeron en presencia de Herodes Agripa y consiguieron que éste lo condenara a muerte.
  
Cuando lo conducían al lugar en que iban a degollarlo, un paralítico que yacía tendido en el suelo a la vera del camino comenzó a invocar al apóstol y a pedirle a voces que lo curara. Santiago le oyó y le dijo: –‘En nombre de Jesucristo, cuya fe he predicado y defiendo y por cuya causa voy a ser decapitado, te ordeno que te levantes del suelo completamente curado y que bendigas al Señor’. El paralítico se levantó, sintióse repentinamente sano y prorrumpió en acciones de gracias a Dios.
  
Al ver este prodigio, el escriba Josías, que había puesto la soga al cuello de Santiago y hasta entonces continuaba agarrado al ramal y tirando de él, arrojóse a los pies del santo y le suplicó que lo recibiera como cristiano. Pero Abiatar, que se hallaba presente, agarró a Josías, lo zarandeó y le dijo: –‘Si ahora mismo no maldices a Jesucristo, haré que te degüellen al mismo tiempo que a Santiago’.
  
Josías respondió: –‘A quien maldigo es a ti. Óyeme bien: ¡Maldito seas tú, y maldito todo el tiempo que vivas! Sigue escuchando: ¡Bendito sea el nombre de mi Señor Jesucristo por los siglos de los siglos!’ Abiatar ordenó a los judíos que descargaran sobre Josías una buena tanda de bofetadas y envió un mensajero a Herodes solicitando el necesario permiso para proceder a la decapitación del escriba convertido.
 
Una vez que llegaron al sitio en que iban a ser degollados, Santiago pidió al verdugo una redoma con agua. El verdugo se la proporcionó. Con aquella agua bautizó el apóstol a Josías e inmediatamente después ambos fueron decapitados coronando de este modo uno y otro sus vidas con el martirio.
  
Poco después, una noche, algunos de sus discípulos tomando las debidas precauciones para no ser vistos, se apoderaron del cuerpo del apóstol y se lo llevaron consigo. Embarcaron en una nave, y rogaron a Dios que los guiara con su providencia y los condujera donde Él quisiese que aquellos venerables restos fueran sepultados.
  
Conducida por un ángel del Señor la barca comenzó a navegar y navegando continuó hasta arribar a las costas de Galicia, región de España que por aquel tiempo estaba gobernada por una mujer llamada Lupa o Loba (Reivindiquemos aquí para Galicia la exquisita lubina, pieza apreciada de las mesas más exigentes)
  
Desembarcaron el cuerpo y lo colocaron sobre una inmensa piedra, la cual, como si fuese de cera repentinamente adoptó la forma de un ataúd y se convirtió milagrosamente en el sarcófago del santo. Seguidamente los discípulos del apóstol fueron a ver a la reina Loba, o Lupa, y le dijeron: –‘Nuestro Señor Jesucristo te envía el cuerpo del apóstol Santiago, porque quiere que acojas muerto y con benevolencia al que no quisiste escuchar cuando estaba vivo’”.
 
Extractado de un estudio de S. E. Mons. José Guerra Campos, Director Adjunto de las Excavaciones Arqueológicas (CSIC) en la Catedral de Santiago de Compostela, Obispo de Cuenca. 
   
ORACIÓN 
Oh Dios, que dispusiste admirablemente la traslación del cuerpo de tu bienaventurado Apóstol Santiago desde Jerusalén hasta España, y quisiste sepultarle gloriosamente en Compostela: concédenos, te suplicamos, que por sus méritos y oraciones merezcamos ser enviados a la Jerusalén celestial. Por J. C. N. S. Amén.

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+Jorge de la Compasión (Autor del blog)

Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)