Padre eterno, yo, el mayor pecador de cuantos hay, confiado
en vuestra infinita bondad, os ofrezco esta Misa y cuantas hanse
dicho desde que mi Señor Jesucristo
las ordenó, y se dirán hasta el
fin del mundo, y quisiera ofrecéroslas con la infinita caridad que las instituyó; pero con la mayor que puedo, os las ofrezco puramente
por vuestro amor, a gloria vuestra, en reconocimiento de vuestra Majestad infinita, confesándoos por verdadero Dios y Señor universal de toda la gracia; en memoria de su santísima Encarnación, Pasión y Resurrección, en satisfacción de mis pecados, y de todos los hombres, en hacimiento de gracias por
todos vuestros beneficios, y por
todos los que me han hecho o deseado
algún bien o daño, y para
que seáis alabado de todos para
siempre sin fin. Amén.
JUAN EUSEBIO NIEREMBERG SJ
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Jorge Rondón Santos (Editor colaborador)